Y el día del trabajador pasó de largo en Berlín dejando tras de sí lo que era de esperar: casi 300 detenidos, varias decenas de policías heridos y otros tantos manifestantes atendidos por los servicios de urgencia. Y sobre los rescoldos de los ya tradicionales disturbios que se producen cada año en el distrito de Kreuzberg, las manidas discusiones sobre el contenido político de las manifestaciones y disturbios, sobre si la actuación de la policía fue correcta, etcétera, etcétera.
A las 12 de la noche pasé por Kottbusser Tor, centro neurálgico de Kreuzberg y lugar donde históricamente se concentran manifestantes y antidisturbios. ¿Qué vi? Mucho turista revolucionario borracho con ganas de llevarse a casa un par de fotos de policías cargando y la adrenalínica sensación de haber estado donde se tenía que estar, muchos jovenes turcoalemanes descarriados con ganas de bronca, gente simple y llanamente con ganas de fiesta, y mucha, mucha, mucha policía con la esperanza de que la noche acabase cuando antes para poderse ir a casa. Ni rastro de un discurso político convincente ni consecuente.
Queda claro, por tanto, lo que cada vez parecía estar más claro: el 1 de mayo en Berlín se ha postmodernizado: vacío completamente de contenido político, la gente acude a Kreuzberg a pasar un buen rato, a lanzar un par de piedras y/o botellas, y tener así la sensación de haber hecho la revolución por un día. Hoy, sábado 2 de mayo, queda la resaca de todo ello y las aguas vuelven mansamente a su cauce. Para la revolución social habrá que esperar otro día...
P.D: la foto, tomada ayer a última hora, ejemplifica, creo, a la perfección lo que ocurrió en Kreuzberg: un triste caos sin pies ni cabeza...
1 comentario:
Así fué, ni más ni menos.
Comparto tu visión.
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