martes, 27 de julio de 2010

Réquiem por la fiesta

"Baila o muere"....

En realidad, hacía mucho tiempo que estaba muerto. El espíritu de la Love Parade no desapareció el pasado sábado en Duisburgo con la muerte de 20 personas por aplastamiento. No. El espíritu de la "mayor fiesta de tecno", como fuera bautizado el evento que comenzó a celebrarse el mítico año 1989, hacía mucho tiempo que era desconocido para sus organizadores. Ni una gota de transgresión movía a aquéllos que lo único que querían era hacer dinero a costa del "amor" por la música, las drogas o el sexo. El amor por el dinero era su auténtica motivación. Ahora recogen el amargo fruto de su avaricia. Como escribió en su blog Dr Motte (dj y cofundador de la Love Parade) el mismo día de la tragedia: "La fiesta sigue. Es simplemente asqueroso". El aplastamiento se produjo a las cinco de la tarde; la fiesta continuó hasta las once de la noche; la (des)organización dijo que por motivos de seguridad. Pienso que simplemente fue por sus intrísencos deseos de amasar dinero.

Rainer Schaller era el jefe de la Love Parade desde 2006. Compró la fiesta porque vio en ella un gran oportunidad de negocio. Este empresario, para quien no lo sepa, es el fundador de McFit, esa cadena de gimnasios "low cost" cuyo nombre es toda una declaración de intenciones, que tanto éxito tiene en Alemania y que era el principal esponsor de la Love Parade 2010. Su lema es "ofrecer lo justo y necesario" para que la gente pueda tener un cuerpo diez para amar y ser amados. A decir verdad, todo encaja a la perfección: falso amor, vacía belleza, tecno enlatado, sonrisas como cinceladas por pastillas de éxtasis duras como el odio en las caras de los asistentes al macroevento. Y todo a precios insuperables. Todo "low cost". Ahora también la muerte sale casi gratis. "Baila o muere" era el premonitorio eslogan de esa farsa comercial llamada Love Parade. Lo peor de todo es que su definitiva desaparición tuviese que costarle la vida a 20 personas. Lamentable.

Los medios de comunicación buscan ahora a los culpables de la barbarie festera. Buscan que rueden cabezas, pero no auténticas respuestas. Como casi siempre se encontrará a un cabeza de turco que pague los platos rotos. Los responsables primeros de todo esto dudo que paguen por su imprudencia. Es lo normal en esta sociedad "low cost". La incompetencia y la desvergüenza tampoco len salen caras a los poderosos.

A todo esto, la Fuck Parade, esa mani-fiesta de espíritu punk y estética hardcore nacida en 2000 como oposición política-festiva a la farsa del amor, sigue convocada para el próximo agosto. Hasta nueva orden. Mientras tanto, bailad malditos. Bailad o morid.

viernes, 23 de julio de 2010

Berlín también es latino...

“Por eso quemamos las balas, vendimos el televisor, le dijimos chau a la vieja, me voy para un mundo mejor. Nosotros estamos acá, porque ustedes estuvieron allá... […] En un mundo paralelo, al sur de tu suciedad, caminamos siempre en silencio, no podemos protestar, somos los que siempre perdieron, estando acá estando allá. Nosotros estamos acá, porque ustedes estuvieron allá”.

Ésta es la mirada de las relaciones entre América Latina y Europa de los Sudaca Power. Una mirada particular y personal marcada por la propia experiencia, pero no por ello libre de verdad. Una mirada que no incluye necesariamente las relaciones iberoamericanas, aunque sin la historia de esas relaciones iberoamericanas la letra de la canción del tema Nosotros estamos acá de la banda de rock latino apadrinada por la noche berlinesa no tendría razón de ser.

Seguir leyendo en Berlunes.com...

viernes, 9 de julio de 2010

Las banderas...

El fútbol es capaz despertar los instintos más primarios e irracionales del ser humano. Entre ellos, el nacionalismo. Ese fenómeno que una vez escuché comparar con los pedos: a uno no le suele molestar el propio, incluso le puede llegar a deleitar por mucho que apeste, pero los del resto no los puede ni oler. Y en el mundial de fútbol que ahora nos toca vivir y sufrir, el nacionalismo de corte patriotero-futbolero. Una joya.

En el caso de Alemania, ese patriotismo futbolero se ha apropiado irremediablemente del espacio público. Berlín, esta capital tan atípica de este curioso país, tampoco se escapa. Desde hace semanas el aire berlinés anda cargado por una sociedad en estado de coma intelectual. La cosa parece estar clara: todo empezó hace cuatro años, me comenta un joven ex militar alemán avergonzado por la actitud de sus compatriotas. Entonces, con ocasión del mundial de fútbol de Alemania, el Gobierno federal lanzó una campaña cuyo objetivo era alentar a los ciudadanos alemanes de nacimiento y adopción a que se reapropiasen del sano patriotismo germano. Así, y bajo el eslogan de "Du bist Deutschland" ("Tu eres Alemania"), los alemanes se quitaron la careta y mostraron que ellos también pueden ser buenos patriotas. Porque si tú eres Alemania, camarada, si todos somos Alemania, ya no hay nada que temer: tras décadas de autorrepresión provocada por los estragos que dejó tras de sí el nacionalismo étnico y racista que desató la Segunda Guerra Mundial era hora de volver a sacar a pasear la bandera. El fútbol ofreció la ocasión perfecta para ello. Un espectáculo de masas que lo permite casi todo.

Cuatro años han pasado, y la semilla patriótica plantada por el Gobierno alemán parece haber crecido sobre raíces bien sólidas: los alemanes de nacimiento y adopción vuelven a blandir sin sonrojo ni complejo alguno la bandera alemana. Ahí está: en los retrovisores de los coches, los escaparates de los späties, los balcones, los pendientes de las cajeras de los supermecados, los carritos de los niños e incluso en los colores con los que los postpunkies se lacan sus postcrestas. Y como a los chicos de Joachim Löw se les ocurra ganar el Mundial, esa bandera, ahora onmipresente hasta la enfermedad, amenaza con quedarse por mucho tiempo con consecuencias imprevisibles.

A todo esto, el patriotimo futbolero ha parido una historia digna de ser contada: Ibrahim Bassal, un berlinés de origen libanés que lleva en la capital más de 20 años, es el propietario de un bazar en la Sonnenalle, en el distrito de Neuköln. A Ibrahim se le ocurrió al inicio del Mundial colgar una bandera de Alemania de 100 metros cuadrados de la fachada del edificio en cuyos bajos esta situado su negocio. No sin consecuencias: un presunto grupo de extrema izquieda llamado Kommando Kevin-Prince-Boateng Berlin-Ost, cuyo objetivo es acabar con todas las banderas presentes en la capital como muestra de su antinacionalismo, parece ser el responsable de varios ataques sufridos por la enorme bandera. El nombre del comando, por cierto, hace referencia al fútbolista berlinés de origen africano que renegó de la selección de su país para jugar con la de Ghana. "Os pido por favor que dejéis la bandera tranquila", dice Ibrahim, "nos ha costado mucho dinero". Los alemanes ya no le dejan a uno ni querer ser alemán, debe de decirse para sus adentros el pobre Ibrahim.