sábado, 23 de enero de 2010

Setmanari Directa: número 168

Von Selección de reportajes

Policías de ideología fascista metidos en el lucrativo e inmoral negocio de la prostitución, castigo político a presos de ideología anarquista en forma de condenas de cárcel interminables, sucias tramas de corrupción urbanística en los ayuntamientos de nuestras Españas,... todas historias que podrían formar parte de una novela negra o policiaca, pero que, lamentablemente, brotan de la realidad más cruda que, curiosamente, pasa desapercibida para los grandes diarios referenciales para la masa.

Ésa es la materia de trabajo del nuevo Setmanari Directa: la revoltosa publicación íntegramente escrita en catalán está de nuevo en la calle con su número 168. Proyectos como éste son necesarios para poder seguir considerando al periodismo una herramienta necesaria en nuestra sociedades, si realmente las queremos llamar democráticas o al menos para que se acercen mínimamente a ese ideal. Más todavía en España, país de tan poca y baja cultura democrática. Y más todavía en época de crisis económicas creadas, en las que los profesionales de la comunicación se ven entre la espada y la pared. Y es que no es por dinero, sino por la dignidad de la profesión.

En la contraportada (la foto que acompaña este post), una entrevista hecha por mi a uno de los fundadores de la ONG israelí Breaking the silence durante mi vista a Oriente Próximo el pasado septiembre: porque en Israel también hay ciudadanos que se atreven a decir a cara descubierta que el Gobierno de su país no respeta los derechos más fundamentales de los palestinos.

viernes, 22 de enero de 2010

"Die Mütter von Kollwitzplaz"

Dos viejos ossis en la Kollwitzplatz en el distrito oriental de Prenzlauerberg. Se miran y uno le dice a otro con esa pasiva indiferencia tan berlinesa: "Y hoy aquí hay exactamente tantos carritos de niño como antes gente de la Stasi". Carcajada inevitable, con cierto poso de amargura, y eso que no soy ni berlinés ni alemán, y ni siquiera viví en el Berlín oriental de antes de la caída del muro.

La situación sale de una genial viñeta que se publica cada fin de semana en un diario berlinés de pasado oriental: "Die Mütter von Kollwitzplaz". No sé si la ilustración nace de la observación de una conversación real. Parece improbable, pero no imposible. Sea como sea, define mejor que ningún artículo de opinión o largo ensayo la realidad actual del gentrificado Prenzlauerberg, y vaticina su aparentemente inevitable destino.

martes, 19 de enero de 2010

Aquí no pasa nada...


"La diferencia entre ricos y pobres sigue aumentado en Alemania", "Los berlineses, los más pobres". Dos titulares, una misma página del Berliner Zeitung. Aparto la hoja y echo un rápido vistazo al vagón de la línea de metro donde leo el diario. Sí, en efecto, pobres hay unos cuantos, y caras jodidas tampoco faltan. Pero aquí no pasa nada.

Utilizando el maquillador lenguaje del periodismo económico, se puede decir que en Berlín la pobreza no es conyuntural, sino estructural. Es decir, de largo recorrido y, al parecer, irreversible. Y es que hay que ver qué cuesta arriba se hace el invierno en la capital alemana. En invierno, claro está, la molesta pobreza se nota más, porque el frío y la gris falta de luz acentúan la carencia de cosas materiales, hacen más evidente que hay gente que no tiene suficiente para poder vivir dignamente.

Esas informaciones se cuelan dentro del reflejo de la realidad que ofrecen los medios de comunicación, como de costumbre, a través de publicaciones de institutos económicos. En este caso, uno del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW) y otro de la Fundación Bertelsmann, dos clásicas fuentes de información que nutren periódicamente las páginas de información económica de los diarios alemanes.

De los informes destacaremos dos frases portadoras de ilustrativos datos: "Cerca de 200 de cada 1000 berlineses sólo cuentan con la ayuda estatal", para sobrevivir, entendemos. "Más de un cuarto de todos los adultos alemanes (27 por ciento) no cuenta con patrimonio personal alguno o incluso está endeudado, mientras que la décima parte más rica de la población dispone de dinero neto o bienes materiales por valor de al menos 222.000 euros". Los analistas incluyen en su estudio las herencias y las rentas, y la conclusión es inevitable: "La concentración de la riqueza sigue siendo alta". Pero aquí no pasa nada, de momento...

Cuando la riqueza pasa de manos en manos gracias a estructuras socioeconómicas caducas e improductivas, ¿quién puede quitarle ahora la razón a nuestro parado más feliz de Alemania? Si hay ilustres ciudadanos que viven de las rentas, ¿cómo podemos quitarle a Arno Dübel la legitimidad de vivir eternamente del Estado? En definitiva, si bien Arno afirma sin sonrojo que no le gusta trabajar, al menos no blande hipócritamente el discurso de la moral del trabajo. Y además de todo eso, me pregunto: ¿qué pasará cuando el Estado no pueda cumplir con sus promesas de pagar las jubilaciones a la salvadora clase media? Nada, no pasará nada, nos dicen.

Y a propósito de otras auténticas miserias humanas, me tomo la libertad de parafrasear al mc sevillano Tote King: si la naturaleza se está vengando, como todos dicen por ahí, no entiendo como es tan torpe y se equivoca siempre de país. Pero aquí, de momento, no pasa nada de nada...

jueves, 14 de enero de 2010

Pero ésa es otra historia...

Sala de realización de una televisión alemana internacional. 22:45 de la noche. El equipo espera paciente y aburrido el comienzo del informativo. En directo y para todo el planeta. Ante ellos, el panel de control plagado de monitores. En la mayoría de las pantallas, diferentes planos del estudio con los presentadores también a la espera. En uno de los monitores, un popular programa de debate de la televisión pública alemana ARD. El tema del día, Hartz IV: el famoso subsidio germano de desempleo para parados de larga duración. Los que algunos califican de "irrecuperables" para la vida laboral.

El director técnico, con todo su patético y vano autoritarismo, ordena al mezclador de imagen que pinche en una de las principales pantallas el programa de debate, y al mezclador de audio, que suba el volumen. "Es lo que hay que ver", remata todopoderosamente. Son las 22.50. Todavía faltan 10 minutos para el inicio del informativo. Hay tiempo.

La conductora del debate presenta a uno de los invitados, a diferencia del resto, de aspecto desaliñado: pelo largo y profundas ojeras que ni el maquillaje puede disimular. Podría ser berlinés, aunque su acento le delata. Se llama Arno Dübel y es "el parado más feliz de Alemania", o al menos así lo presentan en el programa. Mucha cara de felicidad no tiene: Arno hace 30 años que no trabaja, y hoy tiene 53 años (bueno, ya 54; a las 12 de la noche de aquel día era su cumpleaños). Es decir, se puede decir que Arno no ha trabajado regularmente nunca en su vida.

Arno tiene las cosas bien claras: no necesita trabajar para ser feliz y con el dinero que recibe mensualmente del Estado (por lo general, 359 euros, más vivienda y electricidad pagadas) se apaña. Arno dice que no necesita ni coche, ni vacaciones ni formar una familia. Arno, así las cosas, prefiere no trabajar y "tener que levantarse temprano por las mañanas". De hecho, ha celebrado una fiesta por sus 30 años de parado. "No habrá muchos más como yo, supongo".

La presentadora le pregunta lo típico: "¿Qué hace usted entonces durante todo el día?". "Cuido de mi casa, tengo un perro, veo la televisión...". "¿Tiene aficiones? ¿Lee usted?" "¿Leer? No, para eso no tengo tiempo...". "¿Se puede decir entonces que usted es vago?" "No, no lo veo así..." ."A muchas personas que trabajan le gustaría hacer lo mismo que usted". "Bien, yo no voy a trabajar, ya no más porque llevo demasiado tiempo fuera...". Del mercado laboral, se refiere Arno. Ya no sirve, es decir, para lo que se tiene como una vida reglada por los horarios productivos. De hecho, se podría decir que su oficio es cobrar el subsidio de desempleo mínimo para la subsistencia. Arno es un Hartz IV.

"¿Qué piensa usted de los que tienen que trabajar?", continúa la presentadora con sus preguntas de tono didáctico. "Lo siento por ellos, que tienen que trabajar, tener una familia, irse de vacaciones". Arno tiene razón: ganar dinero tiene un precio: hay que gastárselo. Arno no se siente culpable porque no es el único en Alemania, dice. Como él hay unos cuantos más.. y probablamente habrá más. Hasta que se acabe el dinero. O ya no lo necesitemos más, el dinero, digo.

22:59. El director manda volver a la normalidad, porque falta un minuto para el inicio del informativo, que transcurre sin pena ni gloria, en directo y para todo el planeta.

23:23. El informativo está a punto de acabar cuando comienzan a llegar al ordenador del productor teletipos de última hora: "ALERTA DE TSUNAMI EN EL CARIBE: TERREMOTO DE 7 GRADOS EN HAITI". Pero ésa es otra historia: otra historia sobre la auténtica miseria humana.

sábado, 9 de enero de 2010

'Eugeni Xammar: crónicas desde Berlín 1930-1936'

Un ejemplo de periodismo atento, disciplinado y, muy probablemente, vocacional. Es lo que fue Eugeni Xammar, o Eugenio Xammar, como le conocían en Madrid. El reportero catalán perteneció a la generación de periodistas españoles que revolucionaron durante los años treinta del siglo pasado la profesión de contar historias. La revolucionaron tanto en su aspecto formal (mediante un uso moderno, versátil y fresco del idioma) como desde el punto de vista del contenido: autores como Julio Camba, Gaziel o Josep Pla supieron servirse de la lengua como herramienta para contar lo que veían a ras de suelo e interpretar al tiempo lo que ocurría en las alturas del poder. Es decir, fueron cronistas: profesionales de la observación e interpretación de la realidad. Historiadores del instante que se arriesgan a equivocarse, pero que al menos toman el riesgo de escribir al calor del acontecimiento histórico. Ellos, además de excelentes lectores de la realidad que les circundaba, supieron contarla.

De una visita a mi cielo bajo Berlín llegó a mis manos Eugenio Xammar. Crónicas desde Berlín (1930-1936), libro imprescindible para entender lo que ocurrió durante la década de los años treinta en Alemania (ascenso del nacionasocialismo antisemita, encumbramiento social de la figura de Hitler, sútil manipulación de la masa social -"Nunca me he sentido un dictador, sino un guía del pueblo alemán", palabras de Hitler recogidas por Xammar en una de las últimas crónicas incluidas en el libro-) así como para aprender algo de cómo se desempeña la profesión periodística.

Con un español directo y ordenado, Xammar describió para el diario madrileño Ahora lo que veía, escuchaba e intuía en el convulso Berlín de aquellos tiempos. Con un tono pesimista, y por momentos amargo, Xammar toma una lúcida distancia de los acontecimientos sobre los que escribe, siempre reservando sutilmente un espacio para la opinión en sus crónicas. Una opinión magistralmente encubierta, teniendo en cuenta la alargada sombra del ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, cuya amenaza aparece en no pocas crónicas del corresponsal español.

En resumidas cuentas, un libro recomendable si te interesa el periodismo bien hecho y quieres entender mejor la historia de Alemania y esta ahora dulcemente decadente capital llamada Berlín.

martes, 5 de enero de 2010

Cel sota Berlin...

Cosas de mi cielo bajo Berlín: esta vez soy yo el objeto de un post. La bloguera y periodista catalana Gemma Urgell vino a Berlín para conocer la ciudad y se quiso llevar un recuerdo en forma de entrevista a otro periodista y bloguero. No supe decir que no. Fue una conversación agradable sobre los más diversos temas, pero siempre con la capital alemana como punto de partida. Para aquéllos que no entienden el catalán, estoy seguro de que poniendo un poquito de atención descifráis lo que digo. Gemma también me dejo algo como recuerdo: una plataforma de ciudadanos activos en el ciberespacio que creen que Internet puede servir para mejorar la sociedad en la que vivimos: http://www.nuestracausa.es/. ¿Te apuntas?

talkinabout - el cel sota berlin from redall on Vimeo.


domingo, 3 de enero de 2010

Okupación tras la okupación tras la okupación...

Madrugada de fin de año, sobre las 02:00 horas. Al final del tramo de muro conservado y recientemente restaurado de la East Side Gallery se ven luces de camiones de policía. Muchas luces. Un dispositivo de varios cientos de agentes antidisturbios prohíben el paso a los viandantes, que están de fiesta porque acaban de entrar en un año nuevo. Los ciudadanos se preguntan si tan abultada presencia policial se deberá a un incendio, una pelea multitudinaria o incluso un atraco a mano armada. No. Tanta policía responde a la ocupación pacífica por alrededor de 30 personas de un antiguo edificio abandonado desde hace años en la Stralauer Platz 29-31. Un edificio vacío en el que pronto se construirán oficinas en el marco del conocido y polémico proyecto inmobiliario del Media Spree.

Entre los okupadores hay antiguos residentes del desalojado haus project Brunnen 183, así como algunos simpatizantes de la desaparecida casa postokupada. Por entre las ventanas del mastodóntico edificio de corte socialista se ven siluetas negras con linternas. Hay pancartas colgadas de los helados alfeizares. Son los activistas. La policía no deja acercarse a nadie, e incluso pronto comienza a expulsar de las inmediaciones a los curiosos y aquéllos que se solidarizan expresamente con la okupación. Ésta acaba a las 6 de la mañana, con 15 detenidos y sin violencia.

La acción tiene obviamente un objetivo de atracción mediática sobre esa silenciosa batalla que se está librando en Berlín por la apropiación de los suculentos espacios urbanos que atesoran ciertos distritos como Kreuzberg o Mitte. Vista la recopilación de artículos que recoge la nota de Indymedia Berlín sobre la acción okupadora, el objetivo se ha cumplido. Pero también visto que, a excepción del Taz, en las crónicas de todos los diarios las palabras que destacan son "terrorismo de izquierda" o "violencia de extrema izquierda", parece que está batalla la han perdido los promotores de la acción propagandística del pasado fin de año. O quizá la haya ganado la propaganda del poder. Sea como sea, la batalla continúa.

Este cronista servidor, antes de ser expulsado con amabilidad por un agente de 2 metros, le desea un feliz año a otro de los policías. "Un año cargado de trabajo", le deseo. "Amo mi trabajo", me responde con una sonrisa de oreja a oreja, como tratando de justificarse. Si se trata de desalojar a aquéllos que intentan recuperar espacios dejados de la mano de dios, le auguro al ufano agente que trabajo no le va a faltar.