lunes, 28 de marzo de 2011

'Biutiful'

La última película de Alejandro González Iñárritu es la historia de un hombre acorralado, sin escapatoria alguna. La muerte, en todas sus dimensiones y con todo el peso que arrastra esa palabra, es el hilo conductor del guión protagonizado por Uxbal, el personaje que brillantemente encarna Bardem. Biutiful es una película brutalmente contenida, con algunos destellos de violencia que te golpean como un bate en la cara, y con un desenlace anunciado desde su mismo comienzo. Biutiful es bella y desagarradora. Biutiful es, sin duda, una gran película que podría ser una metáfora del hombre contemporáneo.

La vi en Berlín, y tras salir del cine me comentaron que el reputadísimo Süddeutsche Zeitung había publicado una crítica que ponía en entredicho la verosimilitud de la historia porque González Iñárritu muestra en ella una Barcelona en la que "todas las personas son grises". Os reproduzco dos de los párrafos del texto. No tienen desperdicio: "Este mundo frío sin sol, el espantoso y mísero barrio en el que la pobreza y la suciedad parecen estar pegadas en las paredes de todas las casas, y que desfiguran todos los rostros, se encuentra en Barcelona". Y sigue: "Uxbal apura su vida como si en Barcelona no hubiese ni una oficina de protección del menor y sólo la criminalidad le asegurase una vivienda ruinosa y las pobres comidas que les sirve a sus hijos".

La ignorante ingenuidad con la que la crítica intenta desmontar la película la delata. Supongo que Susan Vahabzadeh habrá estado muchas veces en Barcelona y que por tanto creerá que conoce muy bien la ciudad por haber recorrido en numerosas ocasiones Gràcia, el Born e incluso por haberse atrevido a aventurarse por las calles más estrechas y sucias del Raval, antes conocido como Barrio chino, donde todavía se ven putas y yonquis, aunque cada vez menos. Susan, presumo, no habrá estado nunca en el Hospitalet, en Fondo, en el Prat ni en el Carmelo. Para eso seguramente le faltó el interés, la curiosidad o el tiempo. O es que quizá su espíritu aventurero (de turista postcolonial) tenga un límite. Lamentable.

Susan debería saber que la Barcelona que muestra González Iñárritu no sólo sí existe, sino que además está mucho más cerca de la realidad que la Barcelona de Woody Allen. Y Susan también debería saber que la realidad siempre acaba superando a la ficción.

martes, 1 de marzo de 2011

Malas noticias

Vivir en Berlín es cada vez más caro, o mejor dicho, es cada vez menos barato. Porque si es evidente que alquilar un piso o una habitación en la capital alemana cuesta cada vez más dinero, no es menos cierto que sigue siendo más económico que en otras capitales alemanas, por no hablar de otras ciudades europeas como Londres, Barcelona o Copenhaguen, por poner sólo tres ejemplos.

Pese a esa diferencia de precios, el que lleve viviendo unos años en Berlín se habrá percatado de que la presión tanto sobre los precios de alquiler como sobre los de compra aumentan sin prisa pero sin pausa. Sólo hay que echar un vistazo a la evolución de ese termómetro de los precios inmobiliarios llamado Mietspiegel: el precio medio del metro cuadrado de la vivienda alquilada superó en 2010 los cinco euros. Suma y sigue. No parece que la tendencia se pueda frenar, aunque tal vez sí ralentizar.

Esa inflación, intuyo, tiene sus raíces en la creciente demanda de inmuebles, más que por los ciudanos berlineses de nacimiento o adopción, por empresas (extranjeras y alemanas) inmobiliarias cuyo objetivo es comprar ahora para hacer dinero más adelante. Es decir, la especulación como ecuación de negocio. Algo sabemos de ello los españoles. Malas noticias para los que no están metidos en el ramo (que somos mayoría) y sólo quieren vivir tranquilos. Malas noticias para Berlín.

La presión inmobiliaria especulativa, además de encarecer nuestros costes de vida, tiene efectos colaterales: por ejemplo, el desalojo de espacios autogestionados o de bloques postokupados. A principios de febrero, la policía desalojaba la Liebeg 14 con un despliegue de fuerza represora digno ser analizado. 2.500 policías se encargaban de sacar a los okupantes de la mítica casa, okupada desde 1990 y con muy buena prensa en el kiez donde se encontraba.

Otro de los lugares que pende de un hilo es el Tacheles, que ya ha sido puesto a subasta. Cierto que no es lugar santo de la devoción de mucha gente, sobre todo por las hordas de turistas que lo abarrotan día y noche, y porque hacía tiempo que se había convertido en un modelo de negocio que alimentó esa atracción del turisteo avido de consumir el mito berlinés. Con todo, hay que reconocer que había cosas dignas en el Tacheles, y que la calidad del arte urbano que desfiló por sus espacios ha sido remarcable. Es una pérdida, sin duda.

Para evitarla, un grupo de artistas ha decidido organizar un festival no sólo contra la venta del Tacheles, sino también contra la imposición del negocio inmobiliario especulador sobre la vivienda y los espacios accesibles a precio digno. Desde el próximo 4 de marzo hasta el próximo día 14 tendrá lugar en diferentes lugares de Berlín el festival de cultura y arte Lasst das Tacheles im Dorf. Para mi, esto sí es una buena noticia.