viernes, 16 de diciembre de 2016

'Spanienkämpfer': los otros alemanes que lucharon en España

Karl Popp tenía 25 años cuando decidió dejarlo todo y marcharse a España. Corría septiembre de 1936. La Guerra Civil acababa de estallar y este miembro de la minoría alemana de Checoslovaquia no dudó ni un minuto en sumarse a los miles de brigadistas internacionales que defendieron con las armas a la República española. Fue uno de los más de 50.000 extranjeros que combatieron por el orden republicano, de los cuales alrededor de 3.500 eran alemanes. Ninguno de estos últimos ha podido llegar vivo al 80 aniversario de la fundación de las Brigadas Internacionales, que se celebró este mes de octubre. Sin embargo, un grupo de descendientes y voluntarios luchan ahora desde Alemania para que la memoria de aquellos interbrigadistas no se pierda por el sumidero de la historia. 

“Cuando comenzaron los combates el 18 de julio, probablemente todo antifascista en Europa sintió una estimulante esperanza, pues aquí se levantaba, al parecer y por fin, una democracia contra el fascismo”. Con esta frase atribuida a George Orwell comienza el tomo de más de 500 páginas que recoge las biografías de cientos de voluntarios alemanes que lucharon en defensa de la República: “Sie werden nicht durchkomen. Deutschen an der Seite der Spanischen Republik y der sozialen Revolution” (“No pasarán. Alemanes en defensa de la República española y la revolución social”).

Publicado en 2015, se trata del estudio más amplio y sistemático de las historias individuales que conformaron el fenómeno de los interbrigadistas alemanes o Spanienkämpfer (combatientes de España), como se los conoce en Alemania. Un libro que habría sido imposible sin el trabajo de recuperación de memoria histórica realizado por la asociación alemana KFSR, acrónimo de Combatienes y Amigos de la República Española, de la que hoy forma parte la hija de Karl Popp. 

“Él siempre me decía que no vio otra posibilidad de aplastar las tendencias que despreciaban la dignidad humana en la década de los 30”. Así responde Karla Popp cuando se le pregunta sobre las razones de su padre para embarcarse voluntariamente hacia una guerra en un país por aquel entonces lejano y desconocido. Como en el caso de muchos otros jóvenes de la Europa central de entreguerras, la biografía de Karl Popp lo abocó a luchar en la Guerra Civil española: joven desempleado sin perspectivas, miembro del Partido Comunista de Checoslovaquia y consciente de las tendencias fascistas que amenazaban a su tierra, asumió como propia una sentencia que marcó aquella generación: “Sólo por Madrid podremos volver a Alemania”. 

La venganza del estalinismo 

Karl Popp en una foto cedida por su familia.
Pocas semanas después del inicio de la contienda, Karl Popp se integró en el Batallón Thälmann, cuyo nombre rendía homenaje al comunista alemán Ernst Thälmann, que acabaría fusilado en el campo de concentración de Buchenwald en 1944 tras 11 años de reclusión. Karl alcanzó rango militar de teniente. Dejó el frente tras caer herido en la Batalla del Jarama para abandonar definitivamente España en agosto de 1938 camino de Checoslovaquia. Nunca más volvió a pisar tierra española.

Tras la ocupación por la Alemania hitleriana de los Sudetes natales de Karl, el interbrigadista se encamina al exilio inglés en febrero de 1939. En Inglaterra trabaja como obrero en un fábrica y también como maestro de niños de otros refugiados políticos. Vuelve a Checoslovaquia tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, en enero de 1946, se instala en la Alemania ocupada por las tropas soviéticas y contribuye a fundar en 1949 la oriental y socialista República Democrática Alemana (RDA). 

El escritor inglés Eric Blair, conocido mundialmente por su seudónimo George Orwell, fue uno de los máximos exponentes de un fenómeno común entre los interbrigadistas que lucharon en la Guerra Civil española: la evolución desde el antifascismo al antiestalinismo. Pero George Orwell no fue el único. Muchos otros nombres que no pasaron a los anales de la historia fueron testigos y participes de la llamada “guerra dentro de la guerra”: es decir, del enfrentamiento entre fuerzas comunistas de derechas, con el estalinismo como principal baluarte, y milicias libertarias y revolucionarias de izquierdas, encabezadas por el trotskismo y el anarcosindidalismo. Un enfrentamiento que llegó a derramar sangre, como durante los conocidos como hechos de mayo en la Barcelona de 1937. Combates que desembocaron en purgas y desapariciones de líderes declaradamente antiestalinistas, como el catalán Andreu Nin. 

Karl Popp también sufrió en sus carnes el totalitarismo de la RDA, un Estado que fue inequívocamente estalinista hasta la muerte del dictador soviético en 1953 y que nunca perdió el carácter autoritario hasta su hundimiento en 1989 pese al llamado proceso de desestalinización. “La realidad no era como los sueños, tampoco en la RDA, y menos en sus inicios”, asegura Karla Popp con cierto desencanto en los ojos que parece haber heredado de su padre. “Evidentemente, el nuevo Estado tenía que asegurar su supervivencia. Pero sí, aquello era estalinismo. Y los antiguos interbrigadistas lo vivieron en sus propias carnes”. 

Karla cuenta, por ejemplo, como su padre se alistó en la policía del nuevo Estado socialista alemán, pero también que posteriormente fue expulsado cuando los servicios secretos del régimen descubrieron el periodo que había pasado en Europa occidental. En plenos inicios de la Guerra Fría, eso lo convertía automáticamente en sospechoso para la paranoia estalinista. Karl fue rehabilitado rápidamente y pasó a formar parte del ejército germanooriental. Otros antiguos interbrigadistas alemanes no corrieron la misma suerte. Fue el caso de Franz Dahlem, quien fue cesado de sus cargos políticos bajo la sospecha de ser un “agente sionista” en un proceso marcado por el antisemitismo tan del gusto de Stalin. Otros antiguos interbrigadistas, como el escritor berlinés Alfred Kantorowicz, incluso se vieron obligados a buscar asilo político en la Alemania occidental por su insistencia de poner en duda los dogmas estalinistas. 

Memoria viva que se extingue

Homenaje a los interbrigadistas alemanes en Berlín, en octubre de 2016 (Fuente: KFSR).
Conservar la memoria y los valores antifascistas de los alemanes que decidieron luchar contra Franco. Esa la principal labor que cumple hoy la KFSR, según su presidenta, Kerstin Hommel. “Eso valores son hoy más relevantes que nunca, atendiendo a las tendencias fascistas que vemos actualmente no sólo en Alemania, sino también en el resto de Europa”, asegura Hommel. Partidos ascendentes como el Frente Nacional en Francia o AfD (Alternativa para Alemaniaencarnan en su opinión nuevas formas de derechismo autoritario que rayan con el fascismo contra el que lucharon miles de voluntarios alemanes en la década de los 30 del siglo pasado. 

Cuando en España se habla de memoria histórica y cultura del recuerdo, Alemania suele aparecer como el gran ejemplo. Kerstin Hommel, sin embargo, tiene sus reservas: “Desde 1945 hasta hoy, no se puede decir que en Alemania tengamos un Estado con una cultura de recuerdo antifascista”. La presidenta asegura que las instituciones germanas no honran a todos los alemanes que lucharon contra el fascismo. Como ejemplo de esa memoria fallida y selectiva pone la berlinesa Spanische Alle (Avenida Española), nombrada así por el régimen de Hitler en 1939 para conmemorar a los soldados alemanes de la Legión Cóndor que lucharon contra el orden constitucional republicano y en apoyo a a los militares sublevados. Esa avenida ha mantenido ese nombre hasta hoy. 

Otto Hirschmann fue el último interbrigadista alemán. Murió en Estados Unidos el 10 de diciembre de 2012. Según cálculos de la KFSR, actualmente aún viven unos 15 exbrigadistas de diversas nacionalidades repartidos por todo el mundo. La memoria viva de aquel grupo de voluntarios está, por tanto, a punto de extinguirse. 

Karla Popp tiene hoy 67 años. Ni siquiera puede decir cuándo supo por primera vez que su padre había luchado por la República española. Fue algo con lo que creció en casa, que siempre tuvo presente. Cuando cumplió los 20 años, comenzó a pasar largas sesiones con su padre: en ellas, Karl Popp le dictaba sus recuerdos de España mientras ella los pasaba al papel. De esa manera, la hija de Popp reconstruyó la biografía de un interbrigadista que, de otra manera, hoy ya habría desaparecido. 

El mismo trabajo desinteresado de decenas de personas como ella ha permitido la conservación de cientos de biografías de interbrigadistas alemanes. Miles de documentos oficiales transportados de España a Moscú tras el fin de la Guerra Civil, archivos de los servicios secretos de la desaparecida RDA, memorias personales, libros, diarios de guerra y cartas familiares. Todos esas fuentes han servido para reconstruir las miles de vidas anónimas que conformaron las Brigadas Internacionales. “Ahora tengo que ocuparme más intensamente de la vida de mi padre”, asegura Karla, consciente de que el tiempo se le agota y de que ella forma parte de la última generación que tuvo contacto directo con aquellos hombres para los que España fue sinónimo de esperanza.

Reportaje publicado en El Confidencial.