domingo, 17 de junio de 2012

El euro, al borde del precipicio, una vez más

"Europa habla alemán". Es un titular con el que el diario populista-conservador Die Welt abrió hace unos meses su portada. Un titular impensable hace unos años en un país en el que cualquier expresión de nacionalismo u orgullo nacional se mide al milímetro para que no pueda ser utilizado contra una nación que sigue arrastrando una historia moderna demasiado pesada. Pero algo ha cambiado en Alemania. El gobierno de la cristianodemócrata Angela Merkel ha desarrollado durante los últimos años un discurso de seguridad y cierto paternalismo para con la periferia europea que enebra muy bien con el titular que abre este post.

Hace unos seis meses, en diciembre del año pasado, se celebró en Bruselas una cumbre que supuestamente marcaría el futuro del euro y, por consiguiente, de ese proyecto político llamado Unión Europea. Ya expresé mis dudas entonces sobre la auténtica voluntad de salvar la moneda común de los que realmente mandan en Europa, entre los que se encuentra, sin duda, el status quo político-económico germano. Esta crisis deja algo meridianamente claro: la UE sólo superará la crisis financiera e institucional a la se enfrenta con un paso hacia una mayor integración política y económica. Sin ese paso, la UE está abocada a hundirse.

Grecia vota hoy su futuro. En realidad, los griegos eligen entre Nueva Democracia, partido representante del antiguo régimen que ha llevado el país al hoyo, y Syriza, una formación que nunca ha tenido el poder y que amenaza con auditar ese nebuloso pasado de deudas más que dudosas y sospechosas de ser odiosas. Mientras, Berlín, de momento sin pasar por las urnas, tiene la palabra sobre una serie de cuestiones claves para el futuro del euro y, por extensión, de la UE como destino común de los europeos: la emisión de deuda pública común o de los llamados eurobonos, la introducción de un impuesto sobre las transacciones financieras, el papel del Banco Central Europeo, una política económica realmente común, etcétera. 

Merkel nos dice machaconamente que los griegos tienen el futuro en sus manos, y pide descaradamente, como lo hace sin sonrojarse el Financial Times Deutschland, el voto para Nueva Democracia, el partido que precisamente representa el antiguo régimen, corresponsable de esa realidad helena de deudas, corrupción y depresión económica que los alemanes tanto critican. Y ante tal contradicción me asalta la siguiente pregunta: ¿es consciente Berlín de su responsabilidad, o es que el establishment germano ya da más que por amortizado el euro y lo único que quiere es recuperar su dinero mal invertido en la periferia?