viernes, 3 de diciembre de 2021

Una fiscalía plagada de viejos nazis

“El puñal del asesino estaba escondido bajo la toga del jurista”. Esta fue la conclusión del Tribunal de Núremberg en uno de los procesos celebrados en la década de los 50 para depurar la responsabilidad del sistema judicial que amparó los crímenes del Tercer Reich. 

Como han descrito numerosos historiadores y pensadores de los siglos XX y XXI, la barbarie nazi estuvo apoyada en un sistema de leyes y decretos aplicados a rajatabla por millones de “delincuentes de escritorio”, como se suele denominar en alemán a los colaboradores necesarios de los crímenes nacionalsocialistas que ponían sellos para la deportación de judíos, escribían las sentencias contra opositores o firmaban las penas de muerte para los disidentes. Jueces y fiscales fueron, en ese sentido, figuras claves para dar un barniz legal a los crímenes de lesa humanidad nazis. 

El reciente libro Staatschutz im Kalten Krieg (Seguridad del Estado en la Guerra Fría), de los historiadores Friedrich Kießling y Christoph Safferling, abunda en esa realidad ya conocida de los primeros pasos de la República Federal de Alemania fundada en 1949. La investigación – de más de 500 páginas y realizada a petición de la propia Fiscalía Federal alemana – ha llevado a cabo un rastreo exhaustivo en archivos hasta ahora desconocidos, hemerotecas y otras obras ya publicadas que confirma las sospechas y aporta una novedad: cargos altos de la Fiscalía Federal de la Alemania occidental estuvieron ocupados por antiguos miembros del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) e incluso por criminales de guerra hasta bien entrados la década de los 70. El último fiscal marcado por el nazismo abandonó la institución en 1992. 

La conclusión de Kießling y Safferling se suma a la continuidad entre el régimen nazi y la joven república germano-occidental ya demostrada en otras instituciones como los ministerios de Justicia e Interior, la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA, por sus siglas en alemán, encargada de la seguridad del estado), los servicios de inteligencia o incluso las comisarías de policía. La mítica “desnazificación de Alemania” – en la mayoría de las ocasiones alabada fuera de las fronteras del país – fue un proceso muy corto y lleno de excepciones, agujeros y silencios. 


Sin “hora cero” 

Las cifras no dejan lugar a dudas: ya poco después de la creación de la Fiscalía Federal en 1950, la mitad de sus fiscales habían sido miembros del NSDAP. Esa cifra fue creciendo con el paso de los años: en 1966, el 91% de los fiscales había militado en el partido nazi. La argumentación generalizada en Alemania es que sin los exfuncionarios del Tercer Reich habría sido imposible reconstruir la República Federal. Las urgencias impuestas por la carrera entre las fuerzas ocupantes occidentales y la Unión Soviética dentro de la lógica la Guerra Fría aceleró esa rehabilitación de viejos nazis, también en la fiscalía y la judicatura. 

El análisis de las biografías de los jueces por parte de las fuerzas ocupantes de la Alemania occidental tras la Segunda Guerra Mundial fue dejando paso al pragmatismo en pos de la reconstrucción institucional, reforzado por el anticomunismo típico de la Guerra Fría que prefirió mirar hacia otro lado a la hora de designar a jueces y fiscales de pasado pardo. 

Pero ¿realmente habría sido imposible levantar la República Federal prescindiendo de los antiguos nazis? “No hubo una hora cero en ningún espacio social. También en el personal médico o la industria se reintegró a antiguos criminales nazis”, dice el coautor de la investigación Christoph Safferling. “Un nuevo inicio total, sin las competencias y la experiencia de juristas que habían prestado juramento al Führer, habría sido sencillamente imposible por una simple cuestión numérica. Sin embargo, sí se podría haber buscado alternativas de manera más exhaustiva entre retornados del exilio, abogados o mujeres, y se tendría que haber analizado con más cuidado la absorción de antiguos juristas nazis”, asegura el historiador. 


Criminales de guerra 

Algunas biografías de fiscales expuestas por la investigación dejan en evidencia no sólo una continuidad entre el nacionalsocialismo y las primeras décadas de la República Federal, sino también la rehabilitación de criminales de guerra en altos cargos de la Fiscalía Federal. Fue el caso del fiscal Ludwig Berner, que había sido juez del Tribunal Especial de Praga en la Checoslovaquia ocupada por los nazis, y responsable de al menos una docena de penas de muerte. 

Entre los funcionarios de la Fiscalía Federal de los primeros años hubo también al menos ocho antiguos jueces militares. Rudolf Herzog fue uno de ellos. A pesar de que había indicios de su corresponsabilidad en el asesinato y la condena a muerte de civiles belgas durante la Segunda Guerra Mundial, Herzog pudo jubilarse en 1967 como fiscal general. Las investigaciones sobre sus presuntos crímenes en la Bélgica ocupada fueron archivadas tras su muerte en 1985. 

En general, el libro Seguridad del Estado en la Guerra Fría dibuja una fiscalía alemana todavía anclada mental e ideológicamente en posiciones autoritarias y antidemocráticas. Dado que por aquel entonces Alemania estaba dividida en dos estados, se hace inevitable la pregunta de si el régimen oriental de la República Democrática Alemana (DDR, en sus siglas en alemán) sí aplicó un proceso de “desnazificación”. 

“En sus inicios, la desnazificación sí fue consecuente en la DDR. Una mayor perseverancia en ese sentido no le habría hecho mal a la República Federal”, responde el investigador Friedrich Kießling, que, sin embargo, puntualiza la “instrumentalización política” que de esa persecución de antiguos nazis hizo el régimen autoritario socialista oriental. “Se convirtió en un programa de purgas en favor de la dirección política del estado. Con todo, y a diferencia de la República Federal, hacer grandes carreras con un pasado nazi no fue posible en la DDR”.


Reportaje publicado por El Periódico de Catalunya.

martes, 21 de septiembre de 2021

Bodo Ramelow: "Los insultos contra Die Linke son más que bienvenidos"

Bodo Ramelow es una figura política excepcional en Alemania: este sindicalista germano-occidental se convirtió en 2014 en el primer ministro del partido Die Linke -coalición de poscomunistas y socialdemócratas desencantados- en la historia de la República Federal. Como jefe de Gobierno de Turingia, vio cómo su pequeño estado germano-oriental copó los titulares de la prensa internacional en febrero de 2019: la CDU y la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) votaron entonces conjuntamente por un candidato minoritario para evitar que Ramelow se mantuviese en el puesto. La "crisis de Turingia" supuso una grieta en el llamado cordón sanitario y le costó la carrera a Annegret Kramp-Karrenbauer, la elegida por Merkel para sucederla en la cancillería. Ramelow recibió recientemente a un grupo de medios extranjeros.

¿Qué conclusiones saca de la llamada "crisis de Turingia" a las puertas de las elecciones federales? 

Ganamos las elecciones regionales de 2019 y yo, en mi distrito electoral, obtuve el segundo mejor resultado conseguido por un candidato en la historia de Turingia. Eso quiere decir que mis índices de popularidad no son sólo altos en las encuestas, sino también el día de las elecciones. Mi partido, Die Linke, superó en aquellos comicios el umbral del 30%. A nivel federal estamos actualmente en el 6% de intención de voto, aunque personalmente pienso que deberíamos abrirnos y aspirar al 10%. 

Pero que obtengamos resultados de más del 30% en Turingia también es un problema, porque aunque ganemos, es insuficiente para construir una mayoría parlamentaria. Interpreté que el electorado había decidido en 2019 que yo debía marcar la política regional. Después de rozar la catástrofe, conseguimos cerrar un acuerdo de estabilidad con la CDU, algo inédito hasta ese momento en Alemania. 

La CDU ha protagonizado desde entonces una oposición constructiva y ha prescindido de votar en el Parlamento regional, porque sólo con los votos de AfD se consigue la mayoría. De esa forma, he conseguido gobernar durante los últimos 18 meses. De alguna manera, en Turingia hemos practicado lo que muy probablemente le espera a la política federal alemana dentro de un par de semanas. Algunos nos miran ahora y se preguntan: ¿cómo lo habéis conseguido? 

¿Qué sensaciones tiene sobre las elecciones del próximo domingo? 

Tengo 65 años y no recuerdo unos preparativos tan emocionantes para una elección federal. Recuerdo, por ejemplo, un asunto emocionante como la moción de censura contra el canciller socialdemócrata Willy Brandt en 1972. Entonces yo era un aprendiz en la cadena comercial Karstadt. Todos seguimos por la radio la votación en el Bundestag, que entonces todavía estaba en Bonn. Me entusiasmé y sufrí. 

La llamada Ostpolitik [política de acercamiento al bloque socialista oriental] comenzó aquí en Erfurt. Para mí, el discurso que Brandt ofreció al recoger el Premio Nobel de la Paz sigue teniendo vigencia. Por eso repito sus tesis: tras lo ocurrido en Afganistán, es momento de repensar la política internacional y de reflexionar si la construcción de enemigos realmente nos hace avanzar. Los tiempos de la dualidad de la Guerra Fría son pasado. Hace 30 años que lo son. 
 

En esta campaña, los conservadores presentan a su partido como obsoleto y peligroso para la estabilidad de Alemania. Al mismo tiempo, las proyecciones dan como posible un tripartido entre la socialdemocracia, Los Verdes y Die Linke… 

He sido jefe de campaña de mi partido y le puedo asegurar que no hay nada mejor que cuando tu enemigo comienza a atacarte de esa manera. Cuando Laschet, candidato a canciller de la CDU, pregunta a sus competidores si están dispuestos a colaborar con nosotros, entonces yo le recuerdo que a partir del próximo 1 de noviembre asumiré la presidencia del Bundesrat [cámara territorial alemana]. Es decir, yo representaré a este estado durante un año. Y en cuando haya que elegir de nuevo al presidente federal, entonces seré el más alto representante de esta república. 

Por eso, cuando alguien pregunta públicamente si el resto está dispuesto a colaborar conmigo o mi partido, me hace gracia, me parece divertido. Y como mi partido tiene actualmente un 6% de intención de voto, entonces sólo puedo decir que los insultos contra Die Linke son más que bienvenidos. 

¿Le sorprendió que Angela Merkel agitará la vieja campaña anticomunista, del miedo al "que vienen los rojos", en su última intervención como cancillera ante el Bundestag? 

Nunca he escondido mi respeto por la señora Merkel. En las fases de crisis, la he visto como un factor de tranquilidad y como una mujer inteligente. Evidentemente, en ocasiones tenemos opiniones diferentes. Tampoco es ningún secreto que nuestras posiciones políticas son diferentes. Pero tengo un gran respeto por su manera de entender la responsabilidad y por su forma de comunicar.

Lamentablemente, ha sido incapaz de establecer una sucesión ordenada dentro de su partido. Y esa desgracia comienza con Annegret Kramp-Karrenbauer: como primera ministra del Sarre, cuando fue elegida presidenta de la CDU ya tenía mi número de teléfono. Pero cuando vino por primera vez a Turingia como líder democristiana, no tuvo nada mejor que hacer que presentarme como un lobo con piel de cordero. Para alguien que me conoce y que ha trabajado conmigo, sabe que esa estrategia te resta credibilidad. Y finalmente acabó fracasando: yo soy la razón fundamental por la que finalmente tuvo que dimitir como presidenta de la CDU, porque fue incapaz de mantener bajo control a su partido en Turingia. 

¿Cree entonces que el discurso de Merkel responde a la desesperación? 

La sensación que tengo es que lo hizo porque ya no sabía cómo ayudar a que su partido mejore en las encuestas. Entiendo que se debe a la pura desesperación, sí, porque su experiencia conmigo es absolutamente diferente. En la llamada "crisis de Turingia", Merkel y yo hablamos a menudo por teléfono, y nos hemos escrito SMS constantemente durante las conferencias entre el Gobierno federal y los estados federados. El problema aquí es que la CDU no consigue movilizar a su electorado, y no lo consigue porque no despierta credibilidad. 

¿Cuál es su apuesta sobre las negociaciones para formar gobierno tras las elecciones federales? 

Yo trabajo abiertamente por un gobierno tripartido entre socialdemócratas, Los Verdes y Die Linke. Creo que una nueva Gran Coalición bajo el liderazgo del socialdemócrata Olaf Scholz supondría un estancamiento. Sería como los años del canciller Helmut Kohl antes de la caída del Muro. La historia necesita cambios, nuevos caminos. Pero ya sabemos que Scholz no es ningún amigo de Die Linke. 

La política exterior y la participación del ejército alemán en misiones de la OTAN podrían ser el gran obstáculo para esa coalición entre SPD, Los Verdes y su partido…

No es casualidad que haya citado a Willy Brandt al inicio de esta entrevista. Me gustaría que el SPD volviera a hacer política socialdemócrata. Y en este debate, la cuestión es qué papel debe jugar Europa. Yo apuesto por una unión militar europea. Deberíamos actuar como mediadores entre Ucrania, los países bálticos y Rusia, y no me refiero militarmente, sino a vías diplomáticas. Con todo, personalmente, no creo que esa cuestión debiera ser un obstáculo para un gobierno de SPD, verdes y Die Linke. Para ello hay que encontrar una formulación inteligente sobre la OTAN y hay que debatir por fin al respecto. Todos los partidos deben debatir al respecto. 

Yo me pregunto qué es la OTAN. Por lo que sé, es una alianza militar defensiva basada en valores comunes. Si eso es verdad, me gustaría que alguien me dijera qué valores compartimos con el señor Erdogan. Si miramos al conflicto del Alto Karabaj y la cuestión armenia, me gustaría saber qué papel juega ahí Turquía, estado miembro de la OTAN. Si es verdad que tras el ataque a las torres gemelas del 11-S había islamistas, y si tras esos islamistas estaba el wahabismo y Arabia Saudí es el centro de ese wahabismo, ¿entonces por qué Arabia Saudí es nuestro aliado militar y hay tropas estadounidenses allí estacionadas? Todas esas son preguntas sobre la OTAN que me gustaría discutir.

Entrevista publicada por El Periódico de Catalunya.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Un partido nacido contra las restricciones

Una enfermera con mascarilla cierra una ventana y empuja a una anciana en silla de ruedas dentro de lo que parece una residencia de la tercera edad. Una niña se encarama a la barandilla de puente sobre unas vías de tren tentada por el suicidio, se presume. “Me llega mucho menos aire”, dice un niño con mascarilla mirando a la cámara. Una anciana es forzada a someterse a una prueba nasal de coronavirus. Agentes antidisturbios cargan y detienen a manifestantes en algunas de las decenas de marchas contra las restricciones ante la pandemia que se llevan celebrando en Alemania desde marzo del año pasado. Todo en blanco y negro, y con una música de tensión y amenaza como telón de fondo sonoro. 

Así arranca es el spot electoral de Die Basis (La Base), un joven partido fundado el verano del 2020 que pretende entrar en el Parlamento federal en las elecciones alemanas del próximo 26 de septiembre. Sus motivos giran fundamentalmente en torno a las medidas contra la pandemia y el impacto en las libertades individuales: “Si perdemos nuestra democracia y nuestro estado de derecho, ya no habrá motivos para reír en este país”. “La democracia significa que el poder va de abajo hacia arriba”. “Cada vez son más lo que se levantan”. “Creo que la gente no aguantará mucho más lo que están haciendo con sus hijos y con su libertad. Y Die Basis es la única fuerza que dice: ‘queremos ofrecer la alternativa’”.


 


Figuras destacadas

Los cuatros candidatos del partido que ofrecen sus razones en el video electoral, ya en color y con una música esperanzadora de fondo, no son figuras cualesquiera. Viviane Fischer es jurista y hasta hace poco, popular por sus diseños de sombreros. Reiner Fuellmich es abogado y dueño de un bufete que presenta desde hace meses –sin demasiado éxito– demandas colectivas contra las restricciones frente a la pandemia. Ambos son cofundadores de la llamada “Comisión Corona”, una organización no gubernamental que pretende suplir el papel de una comisión parlamentaria para investigar la gestión de un virus cuya letalidad y mortalidad consideran “similares a la de una gripe”. 

Sucharit Bhakdi y Wolfgang Wodarg son dos doctores críticos con las medidas tomadas por el gobierno federal y convertidos en héroes dentro del movimiento “Querdenken” (“Pensamiento transversal”) y entre los negacionistas de la pandemia. El primero es un microbiólogo y escritor superventas que se enfrenta a acusaciones de banalización del holocausto y el nacionalsocialismo. “El pueblo judío ha convertido su propio país en algo peor de lo que fue Alemania”, dijo Bhakdi sobre Israel el pasado abril en una entrevista. Wodarg fue parlamentario federal durante 15 años por los socialdemócratas del SPD. Las cabezas más visibles de Die Basis tienen, por tanto, tras de sí una remarcable carrera profesional.


“Democracia de base” 

Die Basis nació al calor de las protestas iniciadas en la primavera del 2020 en Alemania a raíz de las primeras restricciones efectivas de la vida pública y de libertades fundamentales como la de movimiento. Bajo el nombre inicial de “Resistencia 2020”, algunos de sus miembros decidieron reorganizarse y fundar el Partido de la Democracia de Base de Alemania (Die Basis, en la versión abreviada de su nombre). Su programa electoral, que ocupa dos páginas, se resume en “cuatro pilares”: la libertad, la limitación del poder, el “trato respetuoso” y la “inteligencia colectiva”. 

Apuesta por una mayor participación directa de la ciudadanía a través de una democracia de base, la celebración regular de consultas ciudadanas y la limitación de los mandatos políticos. Su programa también contiene elementos procedentes de la antroposofía, el esoterismo y la cultura Waldorf.  “El principio del partido es más humanista que político, es un partido prepolítico. Por eso no es de derechas ni de izquierdas. Por ejemplo, permitir diferentes modelos de familia o imponer más impuestos a Amazon no es de izquierda ni de derechas, sino sentido común”, dice a Fernando Dimeo, miembro de la ejecutiva de la federación berlinesa de Die Basis. 

Fernando es un médico especialista en medicina interna y del deporte de origen argentino y reside en Alemania desde hace más de 30 años. Decidió sumarse al partido como reacción a la gestión “autoritaria y paternalista” que el Gobierno federal alemán ha hecho de la crisis sanitaria. Sentado tras la mesa de uno de sus consultorios, reconoce que en Die Basis sigue sin haber consenso sobre la pandemia: “Hay gente que dice que todo es una conjura y que se resiste a usar una mascarilla, y otra como yo, que trabaja con pacientes de riesgo y a la que no le parece bien esa posición”. 

El rechazo a una introducción directa o indirecta de la vacunación obligatoria contra el coronavirus es otra de las posiciones relevantes del partido de Fernando Dimeo. En Alemania hay algo más de un 60% de la población completamente inmunizada. No es precisamente la falta de dosis lo que ha impedido que ese porcentaje sea mayor. Ello apunta resistencia a la vacuna en capas relevantes de la población. Die Basis busca capitalizar electoralmente esa desconfianza. Actualmente, ninguna encuesta electoral le da más de un 3% de intención de voto.


Reportaje publicado por El Periódico de Catalunya.

martes, 17 de agosto de 2021

El día que Berlín despertó dividida

El 13 de agosto de 1961, Berlín se levantó con un soleado domingo de verano por delante. Lo que tenía que ser un día de descanso para la ciudad, todavía ocupada por fuerzas militares extranjeras y con visibles rasguños de la segunda guerra mundial, se convirtió en una jornada que cambió la historia y que aún hoy marca la fisonomía urbana y la psicología de la capital federal de la Alemania reunificada.

Durante la madrugada del sábado 12 de agosto al domingo 13, obreros de la socialista República Democrática Alemania (RDA) comenzaron a colocar alambre de espino sobre la línea que separaba los tres sectores occidentales – estadounidense, británico y francés – y el sector oriental, bajo influencia soviética. 

Ese hilo de púas, instalado bajo la estrecha vigilancia de policías fronterizos armados, fue el primer paso para levantar un sofisticado y ultravigilado muro de hormigón que mantuvo dividida la ciudad durante casi tres décadas. El Muro de Berlín se convirtió en el punto de fricción más evidente, directo y explosivo de la Guerra Fría entre EEUU. y la Unión Soviética, en la frontera más vidente de una paz imposible y una guerra improbable a causa de las cabezas nucleares de ambas potencias. 

Levantado literalmente de la noche al día, el Muro sorprendió a la ciudadanía de ambos lados. Muchos se despertaron fuera de su distrito habitual de residencia; muchos otros vieron como su visita dominical a familia o amigos era frenada de improviso; en el peor de los casos, los ciudadanos de la parte oriental cuyas viviendas estaban frente a la frontera o sobre ella vieron como las autoridades orientales ordenaban tapiar las ventanas de lo que habían sido sus hogares. La separación física, temida durante mucho tiempo, se consumaba en cuestión de horas en un muro que se fue sofisticando con los años. 

El 9 de noviembre de 1989 – fecha de su apertura, también inesperada –, “el Muro estaba vigilado por 302 torres, 20 búnkeres, 259 casetas para perros guardianes y siete regimientos fronterizos dirigidos por el Grenzkommando-Mitte [comando fronterizo], pertrechado con 11.504 guardias, 503 empleados civiles, 567 vehículos blindados de transporte de tropas, 48 lanzagranadas, 48 cañones antitanque, 114 lanzallamas, 156 carros de combate, un parque móvil de 2.295 vehículos y 992 perros”, como describe minuciosamente el libro En el Muro de Berlín. La ciudad secuestrada. El Muro era, en definitiva, la primera línea de la Guerra Fría. 


Sangría migratoria 

Entre 1949 – año de la fundación de la RDA – y el mismo 13 de agosto de 1961, según cálculos de la Agencia Federal para la Formación Política, más de dos millones y medio de ciudadanos de la república socialista alemana se marcharon a la occidental República Federal de Alemania (RFA). Buena parte esos migrantes usaron el oeste de Berlín como puerta de entrada. Ello supuso la pérdida de una séptima parte de la población de la RDA. Aproximadamente la mitad eran menores de 25 años con formación profesional y técnica en plena edad laboral. El flujo migrante era, por tanto, una auténtica sangría demográfica. El Muro fue el torniquete con el que el Gobierno del entonces presidente de la RDA, Walter Ulbricht, aseguró la supervivencia del país. 

“La situación era muy tensa: el peligro de que la RDA se desangrase por la marcha al Oeste de cada vez más personas en posiciones importantes – médicos, técnicos, economistas – era enorme”, explica Wolfgang von Polentz a EL PERIÓDICO. Nacido en 1939, Wolfgang era estudiante de Germanística y Literatura cuando el régimen socialista decidió levantar el Muro. “Los ciudadanos orientales eran reclutados directamente desde la parte occidental con ofertas atractivas: el salario era mayor que en la RDA, también las posibilidades de viajar. Y para las empresas occidentales era una enorme ventaja no tener que financiar los estudios de esos trabajadores. La RDA era como una vaca a la que se podía ordeñar”, explica Wolfgang, quien creyó en el socialismo hasta el hundimiento de su ex país. 


Doble fracaso 

“Nadie tiene la intención de levantar un muro”. Estas fueron palabras de Walter Ulbricht el 15 de junio de 1961 en una conferencia de prensa internacional convocada por el propio Gobierno de la RDA. Con perspectiva histórica, se puede decir que la construcción de la “muralla de defensa antifascista”, como las autoridades orientales bautizaron eufemísticamente al Muro, fue el anuncio prematuro del fracaso de la RDA: a pesar de que permitió cierta estabilidad para dar paso al llamado “socialismo realmente existente”, el sistema se salvó sin la participación voluntaria de buena parte de su población. 

La construcción del Muro también supuso el fracaso de la estrategia del entonces gobierno de la RFA, liderado por el canciller democristiano Konrad Adenauer: la estrategia del enfrentamiento verbal y del lenguaje de la fuerza de Bonn frente a la Unión Soviética y la RDA para forzar la reunificación alemana bajo un sistema capitalista y multipartidista acabó demostrándose fallida. Estados Unidos decidió no responder militarmente a la construcción del Muro y respetóla zona de influencia soviética. “Un muro es mucho mejor que una guerra” son las palabras que se atribuyen a John F. Kennedy, que había asumido la presidencia estadounidense el 20 de enero de 1961. 


Las víctimas 

Más allá de las grandes figuras que movían las piezas geoestratégicas, el Muro lo sufrieron los ciudadanos de Berlín. Las 140 víctimas mortales que dejó durante sus 28 años de existencia son el recuerdo más crudo de ese padecimiento: la mayoría – más de 100 – eran ciudadanos orientales que intentaron cruzar la frontera y cayeron por disparos de la guardia fronteriza de la RDA, o ahogados en el río Spree o alguno de los muchos canales de cruzan la ciudad; también ciudadanos sin intención de cruzar murieron por balas perdidas, personas que simplemente pasaban por uno u otro lado del Muro; y cayeron también 8 soldados fronterizos orientales por balas disparadas desde la parte occidental o por fuego cruzado entre ellos mismos. 

Estas 140 víctimas mortales son solo las oficiales. Hay indicios sobre una cifra fue muy superior. Pero hasta día de hoy faltan pruebas que lo demuestren. Son las víctimas invisibles del Muro, cuyos pocos fragmentos todavía en pie se han convertido en una atracción turística del Berlín del siglo XXI, una ciudad que difícilmente se deshará de la herencia de la división.


Reportaje publicado por El Periódico de Catalunya.

miércoles, 28 de julio de 2021

Entrevista a Frauke Petry, expresidenta de AfD

Frauke Petry (Dresde, 1975) responde rápido y sin demasiados rodeos las preguntas sobre su reciente libro. En Réquiem por AfD, augura el fin del partido de ultraderecha más exitoso de la historia de la República Federal en cuya fundación participó en 2013 y que ella misma presidió entre 2015 y 2017. Petry es, por tanto, una conocedora de primera hora y de primera mano de los entresijos de Alternativa para Alemania (AfD), que actualmente atraviesa horas bajas a pocos meses de las elecciones alemanas. 

Esta doctora en química germano-oriental llegó a pedir en 2016 que se abriese fuego en las fronteras para evitar la entrada de refugiados. Ahora dispara a quemarropa contra su antiguo partido, que abandonó en plena rueda de prensa un día después de conseguir el acta de parlamentaria en los comicios de 2017. Consciente de que su carrera política tiene los días contados, Petry sirve ahora a sus excompañeros la venganza como plato frío. 


Usted abandonó AfD hace casi cuatro años. ¿Por qué ha esperado tanto para publicar Réquiem por AfD? ¿Acaso tenía esperanzas en recuperar su expartido? 

No, yo ya había perdido la esperanza en el congreso de Colonia de abril de 2017 cuando el partido se decidió por hacer oposición fundamental en lugar de una política constructiva. También me ha llevado un tiempo investigar para escribirlo. Y, obviamente, se han producido una serie de procesos a lo largo de los últimos cuatro años en Alemania que han contribuido a confirmar la necesidad de su publicación. 

En aquel congreso, presenté una moción con la que quería comprobar el apoyo que tenía para hacer política de manera constructiva. Para mi era importante descubrir por mi misma cómo iban a reaccionar los delegados. Y la moción ni siquiera fue aceptada. Ese fue el momento que para mi dictó la sentencia sobre AfD. AfD fue fundado como un partido “liberal, conservador y nacional”. 

¿Qué queda hoy de aquello? 

En AfD quedan pocos miembros o funcionarios de valores conservadores y liberales. Sus filas y su programa están dominados actualmente por el ala de Björn Höcke [líder del partido en Turingia], que apuesta por una línea muy nacionalista y aislacionista – es decir, por salir de la Unión Europea – y por una política migratoria de corte étnico. Es decir, si durante mi presidencia AfD apostó por un modelo de política migratoria como el de Canadá, hoy lo hace por el modelo japonés basado en la etnia. Y creen que lo que funciona para Japón puede funcionar para Alemania en el centro de Europa. El partido se ha alejado de políticas económicas liberales para desarrollar una orientación nacional y socialista. 

¿Está usted diciendo que AfD se ha convertido en nacionalsocialista, en un partido neonazi? 

Eso depende de la interpretación que se haga. Los nazis también eran socialistas. Eso es algo sobre lo que no se debate más, sino que el foco se centra en la dimensión nacionalista o en otros horrorosos aspectos del nazismo, como el favorecimiento de unas etnias y el desprecio de otras. Y puede que esto último todavía no sea tan marcado en AfD como lo fue durante los tiempos de Hitler, pero la tendencia de colocar la etnia por encima del rendimiento o el mérito de la gente es evidente. 

En cuanto a la política económica, el partido se ha apartado de posiciones liberales. Todavía hay integrantes de esa corriente dentro de AfD, pero la mayoría de los militantes se orientan hacia posiciones antieuropeas y aislacionistas, en las que la etnia juega el papel más importante. El partido lanza claras señales. Tal vez la mayoría de sus votantes todavía no se percaten, pero si leen el libro escrito por Björn Höcke, entonces se darán cuenta de hacia dónde se dirige el partido. 

¿Es Höcke un fascista? 

Yo siempre he dicho que es un perfecto nacionalsocialista. No respeta la libertad del individuo ni cree que las regiones puedan ser soberanas o autónomas dentro del los estados-nación. Defiende la idea de los pueblos en Europa y niega las fronteras actualmente existentes. Todo eso por no hablar de su giro hacia ritos germánicos y su alejamiento del cristianismo y, por ende, del judaísmo. 

Usted acusa a la actual dirección de AfD de aceptar donaciones ilegales. ¿Tiene pruebas? ¿Estaría dispuesta a declarar en un juicio? 

No se trata sólo de financiación ilegal, sino de algo mucho peor: de corrupción política. Ya hay muchos indicios – y no sólo en mi libro, sino también en otras investigaciones de periodistas con los que yo no he hablado – de que financiadores externos influyeron en representantes del partido, entre ellos Jörg Meuthen y Alice Weider [co-presidente y co-candidata a canciller de AfD, respectivamente], y también de que importantes partes de su fracción parlamentaria en el Bundestag se dejaron corromper. 

Yo personalmente tengo pruebas de que Meuthen desvió dinero de manera ilegal. Ello es importante porque la cuestión es saber si eran casos aislados o de si la misma dirección estaba involucrada. Las pruebas electrónicas, es decir, la correspondencia de correos electrónicos que yo he publicado en Twitter y que enviado al presidente del Bundestag, lo demostrarán. Y por supuesto que estoy dispuesta a declarar en un juicio. En este momento hay abierto un sumario sobre Meuthen. Y sé que hay otros antiguos militantes de AfD que también tienen pruebas.

 


Se ha especulado mucho sobre las influencias extranjeras en AfD, como, por ejemplo, de actores situados en Rusia y Suiza. ¿Qué vio usted durante su presidencia del partido? 

Yo nunca he hablado de influencias extranjeras. Efectivamente, se trata de dinero procedente de Suiza, pero las donaciones de las que yo hablo y que ya han sido investigadas proceden de un multimillonario alemán. Por tanto, no denuncio influencias extranjeras, sino que donantes externos que no pertenecen al partido, independientemente de donde vengan, influyeron en AfD. Usted se refiere a Rusia. Es verdad que ha habido acusaciones, pero yo, personalmente, no conozco esas influencias. Pero ello no significa que no existieran. 

¿Qué le dicen los contactos que usted sigue teniendo dentro de AfD sobre la situación interna de la formación? 

El ambiente en el partido es malo porque saben que AfD está acabado. Pero cuando un partido consigue entrar en los parlamentos, accede a tantos recursos que eso le permite seguir existiendo. Es decir, AfD sobrevivirá al menos una legislatura más. Pero creo poco probable que siga teniendo representación en el Bundestag a partir de 2025. 

El asunto de las donaciones ilegales tendrá su efecto y, por lo que sé por fuentes internas, más representantes abandonarán AfD tras las elecciones del próximo septiembre. Está por ver si eso generará una escisión o sencillamente un desmoronamiento. Sin embargo, AfD sigue obteniendo excelentes resultados en el este del país.

¿Cree que podría convertirse en una especie de poder regional en los territorios de la antigua RDA?

Sí, es posible. Creo que AfD podría caer primero por debajo de la barrera electoral del 5% en el Oeste del país y que aguante algunos años más en el Este. La frustración aquí respecto al resto de partidos es mucho mayor que en el Oeste. Pero eso no debería llevar a engaño: cuando la ciudadanía germano-oriental se percate de que AfD no puede alcanzar sus propios objetivos, eso cambiará. 

Mucha gente vota a AfD en el Este de Alemania como una forma de castigo, como una bofetada al resto de partidos. Es decir, cuantos mejores resultados obtiene, más contentos están sus votantes porque sienten que por lo menos pueden expresar su frustración. Pero cuando AfD ya no pueda cumplir con esa función porque sus resultados se estanquen o decaigan, entonces ese “efecto bofetada” dejará de existir.


Entrevista publicada en El Periódico de Catalunya.

lunes, 21 de junio de 2021

Esclavos españoles en el Muro Atlántico de Hitler



Antonio Muñoz buscaba en realidad documentos oficiales sobre las relaciones entre España y Alemania en la década de los 60 y 70 – su especialidad académica –, cuando se encontró con archivos sobre unos juicios sobre los que ni él ni casi nadie había escuchado antes; en esos procesos celebrados en la década de los 60 en Colonia, españoles republicanos en el exilio aseguraban haber sido explotados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial en la Francia ocupada. 

Reclamaban una indemnización como perseguidos políticos del fascismo alemán como la que habían recibido sus compañeros republicanos deportados a campos de concentración en el Reich. Algunos la consiguieron, a otros les fue denegada. Ese hallazgo fue la primera piedra de la exposición Rotspanier. Trabajadores forzados españoles en la Segunda Guerra Mundial. Víctimas olvidadas del nazismo, recientemente inaugurada en el Centro de Documentación del Trabajo Forzado Nazi de Berlín y abierta hasta el 30 de octubre. 

“En esos documentos encontré todo un mundo, a miles de españoles que habían trabajado en el Muro Atlántico”, cuenta Antonio Muñoz, historiador asturiano y comisario de la muestra. El Muro Atlántico fue el intento de Adolf Hitler de levantar una línea defensiva a lo largo de toda la costa occidental de Francia. El objetivo de la sucesión de búnkeres y bases submarinas construidas entre Hendaya y el Cabo Norte era rechazar el previsible ataque aliado. 

Esas infraestructuras defensivas, responsabilidad de un organismo paramilitar llamado Organización Todt (OT) que seguía al ejército alemán, fueron levantadas en buena parte por las manos de trabajadores esclavos. Unos 35.000 de ellos fueron republicanos españoles, bautizados despectivamente por los nazis como “Rotspanier” (españoles rojos). Alrededor de 50.000 fueron a forzados a trabajar por la Alemania nazi en el conjunto de sus territorios. 


Organización Todt 

La OT, en sus inicios dirigida por el ingeniero Fritz Todt y que después quedó bajo el control del arquitecto nazi Albert Speer – condenado a 20 año de prisión en los juicios de Núremberg –, se convierte en “el pilar fundamental de la economía de guerra alemana, siendo el mayor empleador de la ‘Europa de Hitler’”, explica el libro de la exposición. “En poco más de cinco años, la Organización Todt ha completado el programa de construcción más impresionante desde la época de los romanos”, apuntaban asombrados los servicios secretos del ejército británico en marzo de 1945. 

La OT, que se financió con el dinero de los bancos de los países ocupados, contó con grandes recursos y repartió contratas entre empresas privadas francesas, belgas y alemanas para que ejecutasen la construcción de puentes, fortificaciones o rampas de lanzamientos de misiles. Algunas de esas compañías todavía existen hoy: Hochtief – ironías del destino, ahora mayoritariamente en manos de la española ACS –, Hans Blatzheim Hochtiefbau, Franz Gassen o Keller Bau son sólo algunas de ellas.

“La OT destruyó la mayor parte de sus expedientes al final de la guerra. Por eso, la investigación es tan complicada. Hasta prácticamente la década de los 80 no hubo publicaciones”, explica Peter Gaida, historiador alemán y el otro curador de la exposición. “La actividad de la OT en Rusia y en Bielorrusia, por ejemplo, todavía está por investigar. Digamos que es una gran desconocida dentro de la historiografía alemana. Y ello tiene que ver con que durante muchas décadas no se la consideró una organización específicamente nazi”, añade Antonio Muñoz 


“La historia de un pueblo” 

“La de mi padre no es la historia de un hombre, es la historia de un pueblo”, dice José Ruiz, hijo de Carlos Ruiz García. Este último, fallecido en 2006, fue uno de los miles de “españoles rojos” esclavizados por el nazismo. Escribió el libro Carta a un amigo, en el que explica su paso por un campo de trabajo forzado de Burdeos. Le pidió a su hijo que no lo publicase hasta su muerte. “Buena parte de esa generación no se atrevió a contar lo vivido por miedo y por vergüenza”, explica José Ruiz al teléfono desde Francia. Perder la guerra y convertirse en apátridas fue tan duro y vergonzoso para los republicanos españoles que muchos prefirieron guardar silencio durante décadas sobre la esclavitud sufrida. 

La biografía del barcelonés Francisco Font también forma parte de esa historia olvidada: huye a Francia en 1939 tras haber defendido la República durante la Guerra Civil. En 1941, es deportado por la OT a la ciudad de La Rochelle, donde es forzado a construir un búnker submarino. En el invierno de 1942, él y 1.500 españoles republicanos son enviados al archipiélago de las Islas del Canal, el único territorio británico ocupado por los nazis. Allí sufre trabajo esclavo y es testigo de las crueldades sufridas por los peones forzados soviéticos y judíos. Tras la liberación de las islas, decide a quedarse a vivir allí y luchar por la memoria de lo ocurrido. Tras su muerte en 1979, su hijo Gary Font continuó esa lucha. 

Celestino Alfonso nace en 1916 en Salamanca. Emigra a París con sus padres cuando todavía era un niño. Allí aprende el oficio de carpintero y comienza a militar en las juventudes comunistas. En 1936, decide volver a su país para defender a la República del golpe militar. Tras la derrota, huye a Francia y es internado en el campo de refugiados de Argelès. Tras la ocupación nazi, es deportado a Berlín para trabajar forzosamente. Pero consigue volver a Francia, donde se une la resistencia. En 1943, mata a un oficial de las SS. Finalmente, es detenido por los servicios secretos de la República francesa de Vichy, colaboracionista del nazismo, condenado a muerte por un tribunal de guerra y ejecutado en París en 1944. 

La historia de los republicanos españoles esclavizados por el nazismo es como un rompecabezas al que le faltan muchas piezas. El proyecto http://rotspanier.eu, impulsado por la Universitat Rovira i Virgili y cofinanciado con fondos de la UE, pretende subsanar esa debilidad de la memoria histórica española y europea. Los siguientes pasos serán un congreso el próximo octubre en Berlín y la previsible llegada de la exposición a Barcelona y otras ciudades españolas. “Estamos empezando a investigar. Nos falta un cuadro completo”, avanza Antonio Muñoz.


Reportaje publicado por El Periódico de Catalunya.

viernes, 7 de mayo de 2021

Ultraderecha y ecología: del ecofascismo al negacionismo climático

¿Es el ecologismo intrínsecamente progresista? ¿Es la defensa del medio ambiente una bandera política exclusivamente de la izquierda? ¿Coinciden todos los partidos de ultraderecha en negar el cambio climático y el calentamiento global? Una mirada a la historia del ecologismo y del fascismo apunta claramente al “no” como respuesta a estas tres preguntas. 

“Puede resultar sorprendente saber que la historia de las políticas ecologistas no fue siempre inherente y necesariamente progresista y benigna. De hecho, las ideas ecologistas arrastran una historia de distorsión y manipulación al servicio de fines altamente regresivos, e incluso de utilización al servicio del propio fascismo”, escribieron en 1995 Janet Biehl y Peter Staundenmaier en el prólogo a la primera edición de su libro Ecofascismo. Lecciones sobre la experiencia alemana (editado en castellano por Virus). Esa situación parece haberse agravado desde entonces con el avance electoral de diversas fuerzas políticas de ultraderecha que, en parte, entroncan con la tradición posfascista europea. 

El libro de Biehl y Staundenmaier navega por la historia del fenómeno bautizado como “ecofascismo” e indaga en las raíces de la llamada “ala verde” del nacionalsocialismo alemán: es decir, la confluencia entre el naturismo y el nacionalismo forjada por la “influencia del irracionalismo antiilustrado de las tradiciones románticas del siglo XIX”. Esa convergencia sirvió a posteriori al nacionalsocialismo hitleriano para dar un barniz ecologista al principio de Blut und Boden (sangre y tierra): es decir, cuidado del medio ambiente de la patria como condición para mantener el “espacio vital” de la “raza alemana”. La ecología defendida por los nazis no era otra cosa que un nacionalismo etnicista que se creía arraigado en la tierra, una ideología construida sobre misticismo naturalista, el irracionalismo y el antihumanismo. 

Ese ecofascismo llega a hasta nuestros días: aún hoy siguen surgiendo en diferentes regiones poco pobladas de Alemania comunidades rurales de econazis que pretenden vivir en armonía con el medio ambiente, cultivan la agricultura orgánica y recuperan granjas abandonadas o pueblos vacíos con la perspectiva de convertirse en una alternativa a la sociedad industrial, multicultural, globalista y urbana. Es la versión reaccionaria, antisemita y antimoderna de la cultura bio, tan del gusto entre las clases medias de Alemania y otros países occidentales, como explican los periodistas alemanes Andreas Röpke y Andreas Speit en su obra Völkische Landnahme. Alte Sippen, junge Siedler, rechte Ökos (Conquista nacional de tierra. Viejos clanes, jóvenes colonos y ecologistas de derecha). El libro describe cómo el econacionalismo atraviesa el espacio político de la ultraderecha alemana: lo defienden desde pequeños colectivos rurales que se consideran a sí mismos los herederos de la pureza germánica hasta el partido neonazi NPD. 

Pero las pretensiones medioambientalistas dentro del actual movimiento reaccionario están lejos de ser unitarias: si bien la ultraderecha comparte una serie de elementos ideológicos y también estrategias comunicativas que se repiten en prácticamente todos los países con partidos relevantes de extrema derecha o derecha radical, estas formaciones difieren en numerosos campos –lo que hace precisamente complicado el avance de los frentes internacionales que la francesa Marine Le Pen o el italiano Matteo Salvini han intentado poner en marcha como una suerte de Caballo de Troya dentro de la Unión Europea–. 

La protección del medio ambiente es una de las dimensiones en las que reina la diversidad de opiniones dentro de la ultraderecha europea y global, un asunto sobre el que algunos partidos ultras muestran posiciones contradictorias dentro de sus diferentes facciones y, en ocasiones, sobre el que ni siquiera tienen ideas ni propuestas claramente definidas. 


Escépticos, cautos y afirmativos 

A inicios de 2019, a pocos meses de las últimas elecciones europeas, el centro de estudios políticos Adelphi publicó el informe Convenient Truths. Mapping climate agendas of right-wing populist parties in Europe. Partiendo de la hipótesis de que el aumento de eurodiputados de partidos de ultraderecha podría tener un serio impacto en la agenda verde de la UE, el informe comparó las posiciones medioambientales y respecto a la cuestión climática de una veintena de partidos de ultraderecha con presencia en Parlamento Europeo. 

“A pesar de que se oponen mayoritariamente a las políticas climáticas y de transición energética, hay importantes excepciones. Un grupo de partidos exhibe una especie de patriotismo verde que apoya enérgicamente la conservación ambiental, pero no la acción climática. Otras formaciones políticas abogan por cuotas de energía renovables en pos del aire limpio y de la independencia energética”, apunta el estudio. 

 
Para intentar ordenar la diversidad de posiciones sobre las políticas ambientales y contra el calentamiento global, los analistas de Adelphi establecen una triple categoría con la que clasifican a las diferentes fuerzas políticas de ultraderecha: los “escépticos o negacionistas” – aquellos que ponen en duda o rechazan el consenso científico sobre el cambio climático generado por la acción humana–; los “cautos” –que no tienen una posición claramente definida y/o le dan una importancia menor a la cuestión medioambiental–; y los “afirmativos” –los que desde posiciones pragmáticas apoyan el consenso sobre la necesidad de frenar el calentamiento global y apostar por la preservación ambiental por considerar que la inacción afectará gravemente los intereses nacionales de sus países–. 

A continuación, y usando como base la clasificación de Adelphi, pasamos a analizar la actual posición de los partidos de extrema derecha más importantes de Francia (Rassemblement National, RN), España (VOX), Alemania (AfD), Austria (FPÖ) e Italia (Lega), países con relevantes diferencias históricas, económicas y sociales que nos pueden dar una idea de hacia dónde podría evolucionar la ultraderecha europea respecto a las políticas verdes: 


Econacionalismo lepenista. Con unas elecciones regionales y presidenciales en el horizonte, el RN de Marine Le Pen lleva tiempo rearmándose dialécticamente para convertirse en una alternativa real a la Francia en Marcha del presidente Emmanuel Macron. En su intento de parecer más presidencial, Le Pen ha moderado su discurso, en el que ha incluido más propuestas para la protección del medio ambiente y de los animales. Ese barniz verde parece perseguir la suma de las clases medias al proyecto lepenista.

“Más que competir con partidos liberales en el terreno de la ecología, la apuesta de Le Pen consiste en adaptarse al contexto: el ecologismo, un tema menor hace cinco años, ha crecido mucho en Francia, está muy presente en la cuestión pública y el electorado. Le Pen no quiere parecer una candidata en contra del signo de los tiempos. Lo mismo hace, por ejemplo, con el feminismo, que combina con la islamofobia”, apunta Enric Bonet, corresponsal en Francia para diferentes medios. 

El periodista no duda en confirmar el carácter “cauteloso” del lepenismo respecto a la cuestión medioambiental. “La principal inspiración del partido de Le Pen no es el ecofascismo –es decir, la tradición de los años 30–, sino la Nueva Derecha de los 70 de Alain de Benoist”, continúa Bonet. “La palabra clave aquí es localista, es decir, defender la vida arraigada en un lugar en contraposición con la metrópoli y la movilidad. El concepto clave es el etnodiferencialismo a la hora de defender ciertas propuestas de apariencia ecológica y de defensa del medio ambiente”. 

Las dudas de VOX. El programa electoral del partido de extrema derecha español (“100 medidas urgentes para España”) sólo contiene dos propuestas cercanas al ecologismo: un Plan Hidrológico Nacional unitario que respete “la sostenibilidad de los recursos hídricos y de los ecosistemas” y un Plan de Energía que permita “la autosuficiencia energética” de forma “sostenible, eficiente y limpia”. 

“Mi impresión es que VOX no tiene una posición definida sobre la lucha contra el cambio climático y la defensa del medio ambiente. Tiene una posición muy errática”, dice el politólogo e investigador de la Universidad Complutense de Madrid Guillermo Fernández. “Duda entre adaptarse a una postura econacionalista que reconozca el cambio climático para afrontarlo en clave patriótica o decantarse por la defensa de los intereses de la agricultura intensiva de Murcia, Almería y algunas zonas de las Castillas, una agricultura que necesita básicamente agua y negar el cambio climático. Entre esas dos posturas, VOX parece apostar últimamente por la segunda”, apunta Fernández. 

Esa tendencia hacia el negacionismo del cambio climático coloca al partido español, de momento, más bien en la órbita trumpista, en opinión del politólogo de la UCM, que ve a VOX lejos todavía de posiciones más elaboradas como el econacionalismo desplegado por la extrema derecha francesa. “Las corrientes econanacionalistas son muy minoritarias dentro de la formación. Y creo que eso no va a cambiar. El partido está más cerca de las posiciones del expresidente José María Aznar que de los viejos sectores de la extrema derecha ecofascista, que tienen una cierta sensibilidad conservacionista”.

Negacionismo compartido de AfD y FPÖ. “¡Me gusta el motor diésel!”, gritaba Björn Höcke, líder de Alternativa para Alemania (AfD) en la última campaña electoral para las elecciones del estado de Turingia en 2019, en las que la ultraderecha alemana fue el segundo partido con más del 23% de los votos. Más allá de cierta defensa folclórica del paisaje y del típico bosque germano agitado por su ala más radical (cercana al neonazismo), el discurso predominante dentro del partido ultraderechista más exitoso de la historia de la República Federal se sitúa claramente en el negacionismo del cambio climático. 

A la espera de publicación del programa electoral para las elecciones federal del próximo septiembre, basta con echar un vistazo a su anterior programa para certificar lo apuntado: “El clima cambia desde que la tierra existe. La política climática del gobierno federal se basa en modelos climáticos hipotéticos y no probados”, dice AfD para criticar el apoyo de Alemania a los acuerdos internacionales contra el calentamiento global y su apuesta por las energías renovables, a la que acusa del encarecimiento de la factura eléctrica. AfD se opone, por ejemplo, a la instalación de molinos eólicos que “destruyen el paisaje y suponen una amenaza mortal para los pájaros”. 

El FPÖ –partido de ultraderecha austriaco con mucho más recorrido histórico que AfD, pero que comparte muchas posiciones con la ultraderecha alemana– se suma al negacionismo o sencillamente ignora la cuestión. El exjefe del partido austriaco, Heinz-Christian Strache, llegó a calificar el debate sobre cómo combatir el calentamiento global de “propaganda” y “religión climática”. El FPÖ sí se opone, sin embargo, a la energía nuclear y apuesta por las fuentes renovables, un asunto sobre el que hay consenso en Austria. En un momento en el que Los Verdes cogobiernan en el país alpino y apuntan a entrar en el gobierno federal en Alemania, la ultraderecha de ambos países busca un marco argumental alternativo al ecoliberal. 

El oportunismo de la Lega. El partido de Matteo Salvini es probablemente la más camaleónica de las formaciones expuestas en este artículo. Con unos orígenes independentistas del norte de Italia y de tendencias xenófobas con la parte sur del país, La Lega de Salvini se ha alineado por lo general con la línea negacionista del cambio climático defendida por AfD y FPÖ. Como apunta el informe del centro de estudios Adelphi, por ejemplo, a nivel europeo la Lega se ha opuesto a todas las medidas presentadas por la Comisión contra el cambio climático. 

Pero el oportunismo podría ser la mejor palabra para definir su posición medioambiental: como parte del actual gobierno de coalición italiano liderado por el primer ministro Mario Draghi, la Lega apoya la reducción de emisiones, el reciclaje o la reducción de residuos. Unir el combate del cambio climático con el tema migratorio sea tal vez la mejor manera de describir ese oportunismo: “Es una locura explotar un asunto serio como el cambio climático para legitimar la inmigración ilegal”, ha llegado decir Salvini para atacar el discurso que advierte sobre los flujos migratorio del sur al norte que ya está generando el calentamiento global. 


La amenaza del marco reaccionario “La experiencia de la rama verde del fascismo alemán es un recordatorio aleccionador de la volatibilidad política de la ecología”, atinan a recordar los autores del libro Ecofascismo. Biehl y Staundenmaier coinciden con los periodistas alemanes Andreas Röpke y Andreas Speit en apuntar los inicios de Los Verdes alemanes, partido con serias posibilidades de gobernar Alemania en un futuro cercano: la formación hoy ecoliberal, fundada en la década de los 80, tuvo en sus inicios una rama cercana al ecofascismo que finalmente acabó perdiendo la batalla fundacional y abandonando el partido. 

Que actualmente las políticas de protección climática y medioambientalista estén sobre todo en manos de formaciones de izquierda o liberales no significa que tenga seguir siendo así. Los autores del informe de Adelphi lo dicen con mayor claridad: “Una de las mayores amenazas para la implementación del Acuerdo de París no es el crecimiento de los partidos populistas escépticos con el cambio climático en Europa, sino el peligro de que los partidos centristas acaben adoptando su lenguaje y argumentos”.


Análisis publicado por Esglobal.org

sábado, 1 de mayo de 2021

“Detrás de todo esto hay un plan"

Pequeños empresarios afectados por las restricciones ante la pandemia, ciudadanos descontentos con el gobierno de Angela Merkel, yoguis defensores de la medicina alternativa, neonazis, votantes de la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD), militantes de la izquierda extraparlamentaria "huérfana de partido": estos son sólo algunos de los perfiles que llevan meses participando en las marchas contra las restricciones que recortan los derechos fundamentales en Alemania. 

Desde el pasado mes de marzo, cuando comenzó oficialmente la pandemia, se han venido sucediendo marchas y protestas - algunas con gran afluencia, otras minoritarias -. El bautizado como movimiento anticorona alemán es, probablemente, la expresión de descontento más heterogénea que vive Alemania desde los inicios en Dresde de PEGIDA (Patriotas Europeos contra la Islamización de Europa), que hoy es ya un fenómeno en decadencia y exclusivamente ultraderechista.

En un año en el que se celebrarán elecciones federales - a las que ya no se presentará Merkel -, es una incógnita qué impacto puede tener este díficilmente clasificable movimiento en el tablero político alemán. Los anticorona alemanes o "Querdenker" ("pensadores transversales", como se autodefine una de las plataformas convocantes de las protestas) siguen siendo minoritarios, pero la mala gestión de la pandemia por parte del gobierno ofrece margen para que el descontento se acabe canalizando de alguna forma las urnas. Algunos autores trazan ya ciertos paralelismos con el tercerposicionismo o el Querfront que acosó a la República de Weimar en la década de los 30 del siglo pasado.

Recientemente cubrí para El Periódico de Catalunya la última gran marcha contra la aprobación de una ley que da base constitucional a las actuales restricciones de las libertades ciudadanas. De ahí salió este breve pero jugosa videocrónica sobre una protesta sobre la que mucho se escribe pero con cuyos protagonistas poco se habla:

“Detrás de todo esto hay un plan" 

“¿Qué tipo de plan?" 

 “Eso no lo sabe nadie"



lunes, 12 de abril de 2021

Can Dündar: "La UE ha sacrificado sus principios"

Can Dündar sabe lo que se siente al ser amenazado personalmente por el presidente turco. "La persona que escribió ese artículo lo pagará caro", dijo en 2015 Recep Tayyip Erdogan después de que el diario Cumhuriyet, dirigido entonces por Dündar, publicase una información exclusiva sobre la entrega de armamento a rebeldes islamistas sirios de manos de los servicios secretos turcos. Sobre el periodista pesa desde el pasado diciembre en Turquía una condena de prisión de más de 27 años de cárcel por espionaje y apoyo a organización terrorista. En 2016, después del fallido golpe militar contra Erdogan y cuando pasaba una estancia en España, decidió exiliarse en Alemania. En Berlín se ha convertido en una incómoda voz para el presidente turco y también para la postura europea hacia Ankara. Pude hablar con él.


¿Vive su país actualmente bajo una dictadura? 

No puedo decir que sea una dictadura porque aunque Erdogan intenta y pretende ser un dictador, hay gente que todavía resiste, personas suficientemente fuertes para resistir a la opresión. Pero sí puedo definir a mi país como un régimen autoritario, como un sistema de un solo hombre que quiere gobernar sin Parlamento, sin justicia ni medios independientes. No lo ha conseguido todavía porque sigue habiendo partidos que resisten, medios de comunicación que asumen el riesgo de decir la verdad y gente que se niega a vivir bajo una dictadura.

¿Cómo definiría la visita oficial de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, esta semana a Ankara? 

Como una decepción enorme para todas las fuerzas democráticas de Turquía que creen en la democracia, en los estándares europeos, en la libertad de prensa, en la igualdad entre hombres y mujeres, y en el secularismo. Esperábamos que la Unión Europea respaldara a los luchadores por la libertad en Turquía, pero en su lugar prefiere dar su apoyo a Erdogan en el peor momento de su carrera política.

¿Cómo se explica esa visita después del enorme retroceso autocrático sufrido por Turquía con Erdogan en el poder? 

La prioridad de la Unión Europea es frenar el flujo de refugiados de Siria, y necesita a Erdogan para que los mantenga en territorio turco en lugar de enviarlos a Europa. Esa es la primera razón. La segunda es que la UE no quiere enojar a Erdogan para evitar problemas en el Mar Mediterráneo, en el Mar Egeo frente a Grecia, y también una política exterior agresiva de Turquía. Y, por último, la UE no quiere que Erdogan se acerque a la Rusia de Putin y pretende que siga siendo parte de la OTAN.

 


En numerosas ocasiones se ha dicho que la UE necesita a Turquía más de lo que Turquía necesita a UE.

Sí, exactamente. Es un importante socio económico. Turquía es un país grande al que los países europeos pueden vender muchas cosas, por ejemplo, armas. Pero estamos hartos de esa imagen de Turquía como soldado que vigila la frontera de Occidente y de la OTAN, o como el mejor comprador de las armas producidas por otros estados de la OTAN. Queremos ser un socio igual y respetable de la familia europea. 

Para usted, como ciudadano turco, ¿ha perdido la UE toda credibilidad como un proyecto que dice fomentar los derechos humanos y el Estado de derecho en aquellos países que aspiran a convertirse en estados miembros del bloque? 

Yo ya no veo que la UE exista en la política mundial. Ya no es un actor en Oriente Medio, en el Extremo Oriente ni tampoco en África. Europa está perdiendo su poder de influencia en todo el mundo. Y lo mismo pasa en Turquía: Europa fue un día nuestro sueño, no por su riqueza, sino por sus principios democráticos. Pero mírela ahora: Turquía se niega a aceptar las decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y Europa no puede hacer absolutamente nada al respecto. La UE está perdiendo su popularidad y su poder de influencia al tiempo que pierde sus principios. La UE ha sacrificado sus principios en favor de su quehacer cotidiano. 

¿Actúa la UE con hipocresía al criticar a Erdogan en público para firmar después con él acuerdos en privado? 

Absolutamente. Imagine por qué los líderes europeos no han querido reunirse con la oposición en Turquía. La cancillera Merkel ha visitado Turquía más que ningún otro país en los últimos años. ¿Por qué no se reunió con integrantes de la oposición? ¿Por qué la presidenta de la Comisión Europea no ha querido ver esta semana a familiares de presos políticos turcos?

Hace un par de años usted dijo: "Nosotros tenemos presos políticos y España tiene presos políticos. La única diferencia es que España es un estado miembro de la Unión Europea y Turquía es sólo un candidato". ¿Sigue pensando lo mismo? 

Sí, seguro. Turquía ha estado mostrando a España como un ejemplo de cómo ilegalizar partidos o arrestar a parlamentarios, y me parece vergonzoso para España que Erdogan la considere un ejemplo. Cuando en Turquía deciden ilegalizar un partido o encarcelar a un diputado, y la oposición critica esas medidas, el Gobierno responde: "Miren a España, miren a Catalunya, miren al País Vasco". Erdogan toma España como un ejemplo para justificar sus agresiones. Eso es algo triste también para Europa.

Entrevista publicada por El Periódico de Catalunya.

jueves, 18 de marzo de 2021

Debacle electoral de la CDU

El presidente de la CDU, Armin Laschet, insistió en la víspera de las elecciones regionales del pasado domingo en que no había que leer esos comicios en clave nacional. El peor resultado de la historia de su partido en los estados de Baden-Wurtemberg y Renania-Palatinado le deja, sin embargo, nulo margen para ello. 

El dirigente del partido conservador se vio obligado a reaccionar este lunes a seis meses de las elecciones federales a las que pretende presentar su candidatura a la cancillería: "El resultado electoral de la CDU en las dos elecciones regionales es decepcionante". Laschet sabe que necesita una reacción para intentar mantener su ambición de ser canciller. 

Los democristianos difícilmente pueden poner paños calientes sobre las dos derrotas del domingo: en el rico Baden-Wurtemberg, que un día fue uno de sus bastiones, la CDU quedó -con el 24% de los votos- a más de ocho puntos de Los Verdes tras perder tres puntos respecto a los comicios de 2016; en Renania-Palatinado, con 27,7% de los sufragios, el partido de Laschet perdió cuatro puntos y quedó a otros ocho de los ganadores, los socialdemócratas de la primera ministra Malu Dreyer. 

En ambos casos, la CDU tiene muchas papeletas para ser oposición: el primer ministro verde de Baden-Wurtemberg, Winfried Kretschmann, podría apostar por una coalición con los socialdemócratas y los liberales del FDP, fórmula conocida en Alemania como "Coalición Semáforo" por los colores de los tres partidos (verde, rojo y amarillo); con la reedición de ese mismo tripartito pretende también la primera ministra Dreyer seguir gobernando en Renania-Palatinado.


 

En campaña 

Ante los pésimos resultados que las encuestas siguen otorgando a los socialdemócratas para las elecciones generales -claramente por debajo del 20%-, la dirección nacional del SPD se agarra a una coalición con los ecoliberales y el FDP como posible gobierno alternativo a la CDU, que lleva liderando gobiernos federales 16 años de forma ininterrumpida. "La Coalición Semáforo es posible y vamos a luchar por ella", dijo este lunes el secretario general del SPD, Lars Klingbeil. 

El claro tono de campaña del SPD tras la primera cita con las urnas del superaño electoral en Alemania irrita a la CDU de Laschet. Democristianos y socialdemócratas siguen siendo socios de gobierno en la Gran Coalición que dirige el país. El presidente de la CDU criticó este lunes a los socialdemócratas y les que pidió más disciplina dentro del gobierno federal. Laschet intentó sacar una conclusión positiva de las elecciones del pasado domingo: "Los populistas de derecha perdieron en los dos estados", dijo en referencia al retroceso electoral de varios puntos de la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) que, sin embargo, sigue teniendo un sólido espacio electoral a la derecha de la unión CDU-CSU. 

Los malos resultados de AfD son, en todo caso, poco alentadores para el futuro cercano de la CDU: en una encuesta dada a conocer este lunes, los democristianos caen por debajo del 30% por primera vez desde el pasado febrero, poco antes del inicio oficial de la pandemia. La CDU parece abocada a un descenso electoral que podría agravarse con el adiós político de Angela Merkel.

Análisis publicado por El Periódico de Catalunya.

sábado, 20 de febrero de 2021

Preguntas sin respuesta en Hanau

Alja Kurtović duda cuando se le pregunta si vive con miedo. “Honestamente, no sé si estoy suficientemente protegida por el Estado. La sensación de seguridad sería mayor su supiésemos cómo pudo ocurrir algo así”. Es la hermana de Hamza Kurtović, una de las 10 víctimas mortales del atentado de Hanau, el peor ataque ultraderechista sufrido en Alemania desde la bomba que golpeó la Oktoberfest de Múnich el 26 de septiembre 1980 – con 13 muertos y más de 200 heridos –. 

Al filo de las 10 de la noche del 19 de febrero del 2020, Tobias Rathjen, un ciudadano alemán de 43 años con licencia de armas, se desplazó con su coche hasta el centro histórico de Hanau, una pequeña ciudad del estado de Hesse, en el oeste de Alemania. Allí se dirigió a dos locales frecuentados por alemanes con raíces migratorias y por extranjeros. Disparó a discreción contra la clientela. Mató a tres personas e hirió a otras tantas. 

Después de los primeros disparos, huyó con su vehículo hacia otra parte de Hanau. Tras sospechar que un coche lo seguía, decidió ejecutar a su conductor. Minutos después, Rathjen repitió la primera parte de su plan: abrió fuego contra la clientela de otro bar y de un quiosco vecino dejando cinco muertos más. Finalmente, condujo hasta su casa. Allí asesinó a su madre y se suicidó de un disparo, según la policía. 

De madrugada, un comando especial asaltó la vivienda. En ella encontró el cadáver de Tobias, el de su madre y al padre, que había sobrevivido. Las autoridades acabaron calificando lo sucedido de “ataque terrorista racista sin precedentes”. 


¿Lobo solitario? 

Ferhat Unvar, Vili Viorel Păun, Fatih Saraçoğlu, Hamza Kurtović, Mercedes Kierpacz, Sedat Gürbüz, Said Nesar Hashemi, Kaloyan Velkov y Gökhan Gültekin eran los nombres de nueve de las diez víctimas ejecutadas por Rathjen: todas ellas, a excepción de su madre, eran de origen extranjero. Para el atacante, simplemente eran el enemigo. 

Antes de apretar el gatillo, el asesino había publicado en internet un manifiesto y un vídeo en los que mezclaba racismo, xenofobia, supremacismo blanco, misoginia y diversas teorías conspiranoicas, algunas de las cuales entroncaban con las del movimiento QAnon. Antes de consumar el ataque, Tobias Rathjen había protagonizado una larga lista de excentricidades – presentó varias denuncias ante la policía y la fiscalía por, según él, estar siendo vigilado por servicios secretos –. 

Alja Kurtović y otros familiares de las víctimas de Hanau se siguen preguntando cómo el asesino pudo acceder – y mantener – a una licencia de armas. Las autoridades alemanas aseguran que el atacante nunca había llamado la atención de la policía ni de los servicios secretos. Los compañeros del club de tiro al que pertenecía también aseguran que jamás mostró tendencias xenófobas. 

Todos estos detalles han alimentado la narrativa del “lobo solitario” trastornado mentalmente; es decir, que el tirador de Hanau actuó sin colaboradores ni apoyado por una estructura política ni un grupo armado. Es la misma narrativa que defiende el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD): horas después del ataque, el copresidente de la fracción parlamentaria del tercer mayor partido del Bundestag, Alexander Gauland, remarcaba que el agresor no era un terrorista ultraderechista sino un simple “un loco homicida”. 




“Continuidad ideológica” 

La teoría del “lobo solitario” parece poco verosímil si se analiza la historia reciente de atentados ultraderechistas de Alemania: la célula terrorista neonazi Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU) operativa entre el 2000 y el 2007 – 10 muertos y decenas de heridos–, el asesinato del político local democristiano Walter Lübcke en junio del 2019, el ataque contra sinagoga de Halle en octubre de 2019 – dos muertos – y el atentado de Hanau forman parte de larga lista de ataques durante las últimas dos décadas. 

La Fundación Amadeu Antonio contabiliza más de 200 víctimas mortales del terrorismo ultraderechista desde el 1990 en Alemania. “Hay una continuidad ideológica”, asegura Matthias Quent, sociólogo y director del Instituto para la Democracia y la Sociedad Civil de Jena. “Los atentados no tienen por qué estar siempre respaldados por estructuras, pero se producen en un determinado ambiente social y político”, añade en referencia al racismo estructural, al avance electoral de AfD y al aumento de crímenes xenófobos desde la llamada crisis de refugiados en 2015. 

“La imagen del lobo solitario es una metáfora fácil de entender”, responde a EL PERIÓDICO Andreas Zick, doctor del Instituto para Investigación Interdisciplinar de Conflictos y Violencia de la Universidad de Bielefeld. Y añade: “El análisis sistemático de los agresores que cometieron ataques en solitario muestra, sin embargo, que tenían ideologías. Y las ideologías no caen del cielo. El agresor las recibe de alguna parte. Lee libros, investiga en Internet, asimila ideologías presentes en el corazón de la sociedad. Y, no menos importante, se arma. Las autoridades tienen ahora que aclarar si realmente nada les llamó la atención”.

Reportaje publicado por El Periódico de Catalunya.

martes, 9 de febrero de 2021

Coto a la especulación del alquiler en Berlín

"A partir del próximo diciembre sólo estará obligado a pagar la siguiente cantidad". Cientos de miles de berlineses recibieron en las últimas semanas del pasado año una carta de sus arrendadores con el mensaje que abre este texto. Es la consecuencia de la entrada en vigor de la segunda fase de ley de límites en los alquileres de las viviendas en la capital alemana. Las cartas, sin embargo, también suelen incluir la siguiente advertencia: "Le recomendamos que reserve la diferencia entre el precio contractual y la reducción provisional del alquiler a causa de las incertidumbres legales existentes". 

La ley, aprobada por el tripartido de socialdemócratas, verdes y poscomunistas que gobierna en Berlín, está recurrida ante el Tribunal Constitucional; sus detractores -partidos conservadores y asociaciones de propietarios- consideran que la normativa rebasa las competencias del gobierno de la ciudad-estado y también que viola el derecho a la propiedad privada recogido por la Constitución alemana. Aunque la justicia ha rechazado varias solicitudes urgentes de freno a la ley por esta segunda cuestión, expertos recomiendan a los inquilinos conservar el dinero que ahora se ahorran: si el Constitucional falla en contra en contra de la ley, previsiblemente tendrán que reembolsarlo. 


Más de un millón de beneficiados

Alrededor de 350.000 hogares ya se benefician de la segunda fase de la ley, según estimaciones de la Asociación Inquilinos Berlineses, el mayor lobi de arrendatarios de la ciudad. La primera fase de la regulación entró en vigor en febrero de 2020, cuando alrededor de un millón y medio de alquileres ya quedaron congelados al nivel de junio de 2019. 

A partir de 2022 sólo podrán subir un 1,3% anualmente, y a partir de este diciembre, aquellos contratos de alquiler que estén un 20% por encima de los límites permitidos -9,80 euros por metro cuadrado para viviendas siempre y cuando no sean de nueva construcción, o su equipamiento y emplazamiento excepcionales las excluyan del cumplimiento legal-. Los propietarios están obligados a informar a sus inquilinos de la rebaja del precio y a llevarlo a cabo; de lo contrario, se enfrentan a multas. 

La de Berlín no es la primera regulación del mercado del alquiler aprobada en Alemania. En 2015, el Parlamento federal aprobó una ley de freno de los alquileres, con vigencia en todo el territorio de la república, que establece que los nuevos contratos de arrendamiento sólo podían estar un 10% por encima del precio medio de la zona en que esté situada la vivienda. 

Pero no fue suficientemente para frenar los precios en Berlín, una ciudad afectada por una alta especulación protagonizada sobre todo por fondos de inversión que vieron una oportunidad de oro en un mercado con precios relativamente bajos y mayoritariamente de alquiler -los pequeños propietarios son minoría en la capital alemana-, que prometía altos márgenes de beneficio para el gran capital. 


 

"Esa ley no funcionó sobre todo por la cobertura de costes de las obras de modernización: un 11% de esos costes podían ser incluidos en el precio final de alquiler y para siempre, y eso llevó a la aprobación de la ley berlinesa", explica Christoph Trautvetter, académico especialista en legislación inmobiliaria y justicia fiscal, y autor del informe "¿A quién pertenece la ciudad?", financiado por la Fundación Rosa Luxemburgo, que analiza las estructuras de propietarios en Berlín. "De todas formas, la legislación de 2015 ayudó a contener los precios, sobre todo si comparamos la situación alemana con la española", añade Trautvetter. 


Barcelona y Berlín 

Con un salario medio de algo más de 1.400 euros mensuales, un inquilino tiene que pagar una media de 959 euros en alquiler al mes en Barcelona. Ello supone más del 60 % de sus ingresos. El porcentaje dedicado al alquiler en Berlín asciende al 36% del salario medio de la capital alemana (2.536 euros). Es la comparativa que se desprende del estudio de Trautvetter, y que demuestra las diferencias entre los dos modelos. Así las cosas, ¿podría funcionar la ley berlinesa en la capital catalana? 

"No son situaciones comparables porque España no tiene un marco legal del arrendamiento como el de Alemania, y porque el porcentaje de propietarios allí es mucho mayor que aquí", aclara Reiner Wild, secretario general de la Asociación Inquilinos Berlineses. Wild presentó la ley de limitación de alquiler berlinesa en conferencias organizadas por los gobiernos autonómicos vasco y catalán; este último incluso ha aprobado recientemente una ley de regulación del alquiler inspirada parcialmente en la norma de la capital alemana. 

"Parece que el Gobierno central español está preparando una ley similar a la catalana para otras partes del Estado. En todo caso, la ley berlinesa podría ser una buena base para una regulación del mercado de alquiler español", asegura Wild, que reconoce estar en "contacto permanente" con asociaciones de defensa de los derechos de los arrendatarios del Estado español y cuya organización incluso traduce ya algunas de sus notas de prensa al castellano


Ley de emergencia

En todo caso, la situación en la capital alemana está lejos de ser ideal. "La ley de límites en los alquileres de las viviendas es una solución de corto plazo para un mercado de alquiler que estaba fuera de control en Berlín", cree Christoph Trautvetter, que reconoce que la legislación favorece tanto a altas rentas como a los más pobres de la ciudad, los que más dificultades tienen para encontrar una vivienda o para pagar la que ya alquilan. 

Según el analista, tanto la capital alemana como el resto de Alemania necesitan regulaciones más precisas que complementen las limitaciones del alquiler: la prohibición más estricta de mantener viviendas vacías, de especular con terrenos construibles o un impuesto más riguroso para transacciones inmobiliarias podrían ser sólo algunas de ellas.

Reportaje publicado por El Periódico de Catalunya.