martes, 15 de marzo de 2016

Alternativa para Alemania, un fenómeno político transversal

Terremoto político. Los medios y analistas germanos ya no tienen reparo en calificar así los resultados de las tres elecciones regionales celebradas el pasado domingo en Alemania. Pese a las buenas expectativas que tenía el partido derechista Alternativa para Alemania (AfD, en sus siglas en alemán), nadie había previsto unos resultados tan contudentes como los obtenido por esta joven formación derechista en los Estados federados de Sajonia-Anhalt, Baden-Württemberg y Renania-Palatinado. 

Con más del 24 por ciento de los votos, AfD fue el segundo partido más votado en Sajonia-Anhalt, un Estado oriental con una tradición de extrema derecha innegable y de profundas raíces. Pero los comicios regionales del pasado domingo también ponen en evidencia una realidad: el partido derechista ha dejado de ser (si es que alguna vez lo fue) un fenómeno político exclusivamente germanooriental, como sí lo es, por ejemplo, el movimiento islamófobo y xenófobo Pegida (Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente). No en vano, AfD fue el tercer partido más votado tanto en Baden-Wüttermberg (15,1 por ciento) como en Renania-Palatinado (12,6 por ciento), dos Estados occidentales ricos y sin tasas de desempleo estructural como sí las hay en algunas regiones de la antigua Alemania socialista oriental. 

De las casi 13 millones de personas que estaban llamadas a la urnas el pasado domingo, más de un millón 300 mil introdujeron una papeleta con la opción de AfD. Con tres años de vida recién cumplidos y pese haber sufrido escisiones y fuertes disputas internas, los derechistas se perfilan claramente como la tercera fuerza del país, por delante de partidos con tradición y arraigo parlamentario y social como Los Verdes, la Izquierda y los liberales de FDP. 

Según la encuesta de intención de voto de la televisión pública alemana ARD, si hoy se celebrasen elecciones federales, AfD obtendría el 11 por ciento, sólo por detrás de la coalición conservadora de la CDU-CSU, liderada por Angela Merkel, y de los socialdemócratas del SPD, los tres partidos que conforman la Gran Coalición gobernante. Partidos que, por otra parte, recibieron un severo castigo el pasado domingo y que muestran una tendencia electoral a la baja. 

En este punto, una pregunta se hace inevitable: ¿quién votó por AfD? “El típico votante de AfD en es un hombre de edad media. El partido recibe especialmente apoyo tanto entre trabajadores como entre desempleados. Sin embargo, hay que decir que AfD ha alcanzado al menos un 5 por ciento de votos en casi todos los segmentos de la población”. Así lo apunta a la radio MDR Roberto Heinrich, experto de Infratest Dimap, instituto encargado de elaborar las encuestas de intención de voto y de analizar las estadísticas electorales para medios públicos alemanes. “El votante de AfD es escéptico sobre el futuro y está muy preocupado por la situación del país. Entre sus votantes también vemos desde un acentuado miedo al extranjero hasta la xenofobia, así como miedo al Islam y también islamofobia”, detalla Heinrich. 

Partido protesta 

Más allá de la crisis de refugiados, que los derechistas han sabido capitalizar políticamente a la perfección, AfD se ha convertido sin lugar a dudas en un partido protesta, en una opción política para aquellos ciudadanos descontentos con los partidos tradicionales y también para muchos abstencionistas y primeros votantes. Así lo apuntan los análisis postelectorales: en los tres Estados federados, los derechistas recibieron el apoyo de antiguos electores de todos los partidos tradicionales alemanes que tienen o tuvieron representación en el Bundestag. 

Obviamente, AfD se benefició fundamentalmente del voto conservador, tradicionalmente en manos de los democristianos de la CDU, y del voto residual neonazi y de pequeños partidos de extrema derecha. Pero también sacó provecho del voto de centroizquierda (SPD y Los Verdes) e incluso de La Izquierda, partido nacido de la fusión de los poscomunistas de la Alemania oriental y de socialdemócratas desencantados. 

Sorprenden especialmente, por ejemplo, los resultados del Estado sureño de Baden-Württemberg, donde Los Verdes ganaron las elecciones, pero donde los ecologistas también cedieron alrededor de 70.000 votos al joven partido derechista. En el Estado oriental de Sajonia-Anhalt, en el que los poscomunistas cuentan con un tradicional arraigo electoral, La Izquierda cedió unos 28.000 votos a AfD. Y en Renania-Palatinado, unos 37.000 exvotantes socialdemócratas dieron su apoyo a los derechistas. 

Luego está la fuente electoral del abstencionismo que, gracias a la alta participación, ha beneficiado a AfD por encima del resto de partidos. Infratest calcula que alrededor de 300.000 votos procedentes del caladero de abstencionistas tradicionales o del de votantes que acudían a las urnas por primera vez por razones de edad han ido a parar a la formación derechista. 

En conclusión, el análisis en detalle de las cifras de las tres elecciones regionales alemanas del pasado domingo evidencia que AfD no es en absoluto un partido que se beneficie exclusivamente de los márgenes de la sociedad; más bien al contrario, se trata de un fenómeno político transversal que bebe de las más diversas fuentes electorales y sociales del país. 

El reto de consolidarse 

AfD es, por tanto, la sensación política del momento en Alemania. Una sensación que, con un programa claramente opuesto a la migración y a llegada de refugiados, y con unas propuestas económicas claramente neoliberales y antieuro, abre una brecha electoral a la derecha de los coalición conservadora de la CDU-CSU. La interrupción de AfD tumba así una de las máximas políticas tradicionales de los democristianos alemanes, establecida por el exprimer ministro socialcristiano bávaro Franz Josef Strauß: a la derecha de la CSU no puede haber ningún partido democráticamente legitimado. 

“Las elecciones legitiman democráticamente a los partidos, pero eso no quiere decir que todos los partidos sean democráticos. Eso ocurre, por ejemplo, con el NPD [partido neonazi alemán], que, en mi opinión, no es un partido democrático, sino más bien una formación organizada según principios totalitarios”, asegura Gero Neugebauer, politólogo de la Universidad Libre de Berlín. Neugebauer cree que es un error calificar de “antidemocrático” a AfD, pues hasta ahora ha sido un partido que no ha establecido abiertamente entre sus objetivos acabar con el sistema jurídico y constitucional de la República Federal Alemana, como si hacen otras formaciones de extrema derecha como el NPD, por ejemplo. Al mismo tiempo, sin embargo, el académico mantiene sus reservas sobre una posible agenda oculta de los derechistas. 

A algo más de un año de las elecciones federales, previstas para septiembre de 2017, la gran incógnita es si AfD conseguirá mantener el curso, entrar en el Bundestag (Parlamento federal) y establecerse así por lo menos por el plazo de una legislatura como un partido más en el ecosistema político germano. A día de hoy, y dado el creciente descontento con la política migratoria de la canciller Merkel y la constante llegada de refugiados al país, parece poco verosímil que los derechistas no lo vayan a conseguir. 

Aunque los analistas consultados eviten caer en el alarmismo, es evidente que el establecimiento de AfD como el tercer partido más votado pondría en peligro la hasta ahora incontestable estabilidad del sistema político alemán y quizá también su tradición de pactos entre las formaciones históricamente asentadas. La entrada de los derechistas en el Bundestag supondría, en definitiva, una serie de movimientos tectónicos en el sistema de partidos germano de consecuencias hoy por hoy imposibles de vaticinar.

Análisis publicado en El Confidencial.

lunes, 7 de marzo de 2016

¿Es Alemania la solución al desempleo en España?

Corría el año 2011 cuando el semanario alemán Der Spiegel adelantaba la siguiente noticia: el Gobierno de la canciller Angela Merkel estaba dispuesto a ofrecer al entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, un programa para atraer a Alemania a jóvenes licenciados y especialistas españoles. Berlín pretendía así matar dos pájaros de un tiro: combatir la falta de mano de obra cualificada en Alemania, y ayudar a España con su grave problema de desempleo juvenil. 

La noticia generó decenas de titulares de prensa y supuso la oficialización de una realidad en ciernes: la locomotora económica europea se estaba convirtiendo en escenario de una nueva migración española con diferencias y similitudes con la migración española a la Alemania de los años 60. Un fenómeno que algunos no tardaron en describir como “El vente pa' Alemania Pepe 2.0”. 

Los medios alemanes también se hicieron eco de la (presuntamente) masiva llegada de jóvenes desempleados españoles y de otras nacionalidades sudeuropeas a la primera economía de la UE. Un fenómeno presentado en Alemania en la mayoría de ocasiones como una oportunidad de oro para un país con una grave crisis demográfica, pero también como una amenaza para el sistema de ayudas sociales germano, del que los extranjeros presuntamente venían a abusar. 

Cinco años han pasado desde que la noticia de Der Spiegel saltase a la arena pública, tiempo en que el imaginario popular se ha llenado de referencias a la nueva migración española en Alemania y también de productos culturales de éxito comercial como la película “Perdiendo el norte” o su secuela televisiva “Buscando el norte” que, con más o menor acierto, se hacen eco de esa realidad. 

Llegados a este punto, convendría hacerse una serie de preguntas: ¿realmente hay tantos españoles en Alemania? ¿Tan masiva es la nueva migración española en Alemania? Y, sobre todo, ¿es Alemania la solución al grave problema de desempleo juvenil y no tan juvenil que sufre España? 

Cifras oficiales 

Las cifras oficiales sobre la comunidad española en Alemania no dejan duda: el crecimiento ha sido mantenido desde el inicio oficial de la crisis económica, pero en ningún caso exponencial. Al menos así lo apuntan los datos tanto de la Oficina Federal de Estadística alemana (Destatis) como de los diferentes consulados españoles en el país. Según el registro de extranjeros de Destatis, entre 2009 y 2014, la comunidad española en Alemania creció en 42.000 personas, de las 104.000 a las 146.000.

Los datos ofrecidos por los seis consulados españoles no diferen mucho de los de Destatis: en 2009, había algo más 123.000 ciudadanos españoles registrados en los seis consulados en el país. Al cierre de 2015, esa cifra superaba levemente los 147.000. La comunidad española está en todo caso muy por detrás en número de otras comunidad extranjeras en Alemania, como la turca, la italiana o la de los ciudadanos de la antigua Yugoslavia. 

Aunque es evidente que hay un importante contingente de ciudadanos españoles que, tras llegar a Alemania, no se registran ni en los ayuntamientos locales ni en los consulados, parece claro que los que se convierten en residentes, acaban apareciendo en las estadísticas oficiales, que sirven así de un buen termómetro sobre la dimensión real de la nueva migración. 

En todo caso, las cifras oficiales apuntan que Alemania no es el destino número 1 para buscar un futuro vital y laboral entre los migrantes españoles. La llamada locomotora económica europea está por detrás de otros destinos como Francia o Argentina, según las cifras del Instituto Nacional de Estadística. ¿Está Alemania, por tanto, sobrevalorada? 

Volver para quedarse 

“Como salida laboral pienso que Alemania no está más o menos sobrevalorada que otros destinos de su entorno como Reino Unido. Como salida vital, en cambio, la integración supone un reto mucho mayor que en otras latitudes debido principalmente al idioma y a la idiosincrasia del país y sus habitantes”. Así lo asegura Diego Ruiz del Árbol, cofundador de la plataforma Volvemos.org, nacida recientemente para facilitar el retorno del talento fugado de España durante los últimos años a causa de la crisis económica y la precariedad. 

Diego sabe lo que dice cuando habla sobre Alemania: vive desde hace una decada en Berlín, adonde llegó en busca de nuevas experiencias vitales y laborales. Sin embargo, ahora lo tiene claro: este ingeniero informático volverá próximamente a España con su familia. Para quedarse. Para él, la aventura berlinesa está llegando a su fin. 

Con el retorno de migrantes como él, con un bagaje diferente al de los que se quedaron, Diego cree que la realidad laboral española podría mejorar: “Es necesario un cambio de discurso para superar el estigma que ha acompañado al emigrante en los últimos años. Creemos que es necesario cambiar el 'nos vamos' o 'nos echan' por el 'Volvemos', y partiendo de ese cambio de mensaje, cambiar la realidad laboral de España”. 

Según cálculos hechos por los fundadores de la plataforma Volvemos a partir de las estadísticas oficiales, uno de cada cuatro españoles emigrados durante los últimos años ha vuelto a casa. El potencial del retorno está, por tanto, ahí. 

Precariedad como realidad 

Entre los miembros de la comunidad española en Berlín, es común hacer bromas sobre la migración presentada por programas de televisión como el ya mítico “Españoles por el mundo”: programas que suelen presentar la migración como una realidad idílica, en la que sus protagonistas han hecho carrera profesional o tienen boyantes negocios propios. El fracaso brilla en ellos por su ausencia. 

Desde la introducción de la llamada Agenda 2010 (paquete de reformas de recorte social y flexibilización del mercado laboral) hace una década por el entonces canciller socialdemócrata alemán Gerhard Schröder, si bien el número de desempleados en Alemania ha tocado mínimos históricos, no es menos cierto que la cifra de personas que trabajan en condiciones precarias (minijobs, contratos definidos, etcétera) ha aumentado enormemente. Según cifras de Destatis, en 2012, 8 de los alrededor de 40 millones de trabajadores eran clasificados como precarios en Alemania. La precariedad es así una realidad objetiva del actual mercado laboral germano. Una realidad de la que, evidentemente, la nueva migración española tampoco escapa. 

“Nos encontramos, sobre todo, con gente que aún desconoce sus derechos como emigrantes en Alemania, por ejemplo el derecho a prestaciones sociales”, asegura Daniel, miembro de la Oficina Precaria de Berlín, un colectivo que forma parte de la Marea Granate de Berlín y que asesora a extranjeros hispanohablantes sobre sus derechos y deberes sociales en Alemania. “Esto es importante de aclarar si tenemos en cuenta que muchas personas han llegado con la idea de encontrar un sustento digno, que luego no es tan fácil conseguir. También recibimos dudas sobre el seguro de salud (de obligatorio pago en este país), temas relativos a la vivienda o de derecho laboral. Más allá del desconocimiento del idioma, la mera identidad de 'Südländer' (sudeuropeos) conlleva un esfuerzo extra para defenderse en estos dos últimos aspectos, ya que te lo suelen poner menos fácil aún que a las personas alemanas”. 

La conclusión que se extrae, en definitiva, tras hablar con españoles con experiencia como emigrantes en Alemania es que la primera economía europea, lejos de la realidad presentada actualmente por algunas películas, series y programas de televisión, está lejos de ser la solución al grave problema de desempleo que sigue sufriendo España. 

Y ello sin tener en cuenta el coste personal que supone asentarse en un país que no es el luyo, por muy integrado que se esté. “El emigrante sale de España para resolver un problema a corto plazo (falta de perspectivas laborales) sin tener ni idea de las verdaderas consecuencias de la decisión que está tomando”, reflexiona Diego, de la plataforma Volvemos.org. A lo que Dani, de la Oficina Precaria de Berlín, añade: “Como dice una psicóloga que colabora con nosotros, la emigración conlleva un proceso de duelo, y muchas veces no nos damos cuenta a las primeras de cambio”.

Reportaje publicado en El Confidencial.