viernes, 26 de junio de 2009

Crear poder desde el no poder para poder hacer

Lt 22 Radio la Colifata from southfilm on Vimeo.

"Nuestro trabajo es la micropolítica: es decir, crear poder desde el no poder para poder hacer". No es un trabalenguas, sino una de las frases con las que Alfredo Olivera, creador y director de Radio La Colifata, presentó su proyecto ayer por la tarde en el Instituto Cervantes de Berlín. Mucho ha llovido desde que la radio empezara en 1991. A principios del 2000, cuando todavía vivía en Barcelona, ya escuché hablar de La Colifata. No se trata, por tanto, de ninguna novedad. Este post busca simplemente levantar acta del paso del colectivo colifato por la capital alemana.

La historia es sencilla y compleja al tiempo: Alfredo Olivera, todavía un estudiante de psicología a principios de los 90, llega un día con un magnetofón a la institución mental Hospital Borda en Buenos Aires y le da voz a los socialmente clasificados como locos: gentes internadas en condiciones denigrantes en un psiquiátrico por sufrir diferentes enfermedades mentales. Algunos de ellos son considerados irrecuperables por la sociedad. Con el paso de las sesiones, el proyecto deja meridianamente claras dos cosas: primero, los considerados socialmente como locos pueden llegar a mostrar puntos de extremada brillante cordura; segundo, si los enfermos mentales tienen la oportunidad de hablar y de ser escuchados (de comunicarse, en definitiva), sus posibilidades de recuperación son mucho mayores.

Radio La Colifata no sólo presenta un discurso de oposición a la psiquiatría tradicionalmente dominante en las "instituciones psiquiátricas totales" (popularmente conocidas como loqueros o manicomios), sino que además ofrece un modelo de tratamiento alternativo eficaz y, sobre todo, humano y digno con el enfermo. Justo lo que más molesta a las estructuras y dinámicas establecidas por el poder establecido. Además, el colectivo de Radio La Colifata pone en entredicho los conceptos de "locura" y "cordura", de "normalidad" y "anormalidad". Y es que quizá los locos no sean ellos, sino todos nosotros. O como decía uno de los enfermos mentales que aparece en el documental LT22 Radio la Colifata: "A veces sólo tengo ganas de salir de aquí, pero cuando estás fuera y ves el quilombo cada noche en el noticiero televisivo, sólo tienes ganas de volver a entre los muros de este psiquiátrico".

Dudosa legitimidad democrática

Cuando un grupo de ciudadanos se activa para reivindicar sus derechos, el Estado democrático y sus correspondientes estructuras de poder se ponen nerviosos. Más aún si la iniciativa ciudadana, compuesta por individuos conscientes de sus derechos, sale a la calle a defender su posición de manera pacífica. Entonces el Estado democrático debe reprimir esos brotes de civismo de la manera más sútil posible para no ver dañados los principios democráticos que se le presuponen. Eso es lo que parece que pasó el pasado sábado en el ya célebre intento de okupación del ex aeropuerto de Tempelhof.

Tras haber hablado con varias personas que estuvieron presentes en la acción y haber repasado unos cuantos videos colgados en internet sobre los hechos, queda clara una cosa: la policía tenía órdenes de evitar que los ciudadanos llegasen a los terrenos vacíos del Tempelhof, pero se les pidió que lo hicieran con la mayor de las cautelas. Reprimiendo pero con suavidad. Sin embargo, los nervios que mostraron los agentes del orden revelan que ni ellos estaban seguros de su capacidad de reprimir con guante de seda a una masa ciudadana tan convencida de sus derechos y, sobre todo, tan evidentemente pacífica.

El resultado fue un encadenamiento de escenas surrealistas en las que la policía amenaza, zancadillea, empuja mirando para otro lado, acorrala de forma kafkiana y en última instancia detiene a ciudadanos armados con narices de payaso. Todo ello quizá porque incluso el propio poder democrático establecido duda de su legitimidad para reprimir esta iniciativa ciudadana okupadora.

P.D: la foto que abre el post fue tomada el pasado sábado al lado de la verja del ex aeropuerto de Tempelhof y muestra a un policía de paisano que, mientras detiene a un manifestante, apunta con su pistola a dos perplejos ciudadanos.

domingo, 21 de junio de 2009

Y pasó el intento de okupación...

Pasó el intento de okupación del ex aeropuerto de Tempelhof con los esperados enfrentamientos y momentos de tensión entre policía y participantes en la acción. Lamentablemente no pude estar presente el sábado. Como también era de prever, la historia saltó incluso a medios de comunicación españoles. Lo hizo, también lamentablemente, sin que nadie intentara echar una mirada un poco más profunda sobre las raíces de la acción.

A continuación os dejo con algunos momentos del intento de okupación colgados en youtube. Seguiremos informando:



miércoles, 17 de junio de 2009

¿Alguna vez has okupado un aeropuerto?



“Have you ever squatted an airport? Berlin / 20.06.2009?” Ése es el escueto e inquietante mensaje que, impreso sobre pequeños y cuadradados adhesivos pegados a lo largo y ancho de la capital alemana, ha venido llamando la atención del berlinés mínimamente observador durante los últimos meses. Tras unos primeros instantes de dudas, el observador un poco avispado empieza a sospechar que los movimientos de izquierda, y la red de casas okupas y proyectos de viviendas alternativos están detrás de las pegatinas. Y en efecto, así es.

El aeropuerto de Tempelhof cerró su puertas como tal en octubre del año pasado tras un larguísimo debate sobre su destino e incluso una consulta popular no vinculante sobre el asunto. Acababa así la historia de una institución con casi 100 años de historia, clave en los puentes aéreos para abastecer a la parte occidental durante los bloqueos soviéticos del 48 y el 58. No obstante, también daba así comienzo otro debate sobre qué hacer con el imperial conjunto de edificios construidos por el régimen nacionalsocialista y con las alrededor de 380 hectáreas liberadas del tráfico aéreo y situadas en el medio de la ciudad.

Berlín es una capital atípica: con alrededor de tres millones y medio de habitantes, cuenta con una serie de espacios impensables en otras capitales europeas. Su amplitud arquitéctonica, sumada al hecho de que muchos edificios quedaron sin uso tras la caída del muro, permite que los berlineses cuenten con numerosos espacios libres de especulación y cemento. Sin embargo, la ciudad está sufriendo una transformación lenta pero sin pausa. Una tranformación con la que no todo el mundo está de acuerdo.

“Squat Tempelhof” es un colectivo berlinés que ha decidido convocar una espectacular acción para el próximo sábado: ocupar los terrenos del aropuerto con una masa ciudadana descontenta con el futuro que posiblemente le espera al espacio. El Senado de Berlín planea mantener la mayor parte central de las pistas, para convertirlas en un espacio verde, y alrededor construir un centro de “nuevas tecnologías”, un complejo “de cultura, medios y economía creativa”, y viviendas que ofrecerán la posibilidad “de vivir en medio de la ciudad y al mismo tiempo en un espacio verde”. El proyecto urbanístico ha sido bautizado con el desasosegador nombre de “Tempelhofer Freiheit” (algo así como “libertad tempelhoferiana”).

Para entender el discurso del colectivo “Squat Tempelhof” es fundamental comprender el concepto “gentrificación”. Julia, una de las activistas, lo explica de manera muy ilustrativa durante una jornada pública en la que los promotores de la acción entrenaron técnicas para el asalto del ex-aeropuerto: “El proceso es el siguiente: habitantes del centro de la ciudad son expulsados a los márgenes por no poder hacer frente a los costes de vida cada vez más altos. Suele ocurrir en barrios habitados por la clase trabajadora cuyas viviendas están deterioradas. En un momento dado llegan a esos barrios los llamados pioneros: estudiantes con poco poder adquisitivo, o artistas y diseñadores en busca de espacios baratos para trabajar. Cuando los barrios se ponen de moda, entran en escena los gentrificadores: gente con mucho dinero para invertir, renovar y poder hacer así más dinero”.

Hay barrios berlineses ya gentrificados donde “Squat Tempelhof” tiene poco que hacer: Prenzaluer Berg o Mitte son dos buenos ejemplos. Pero el aeropuerto está enclavado entre los distritos de Neuköln, Kreuzberg-Friedrichshain y Tempelhof-Schönefeld, donde sigue viviendo mucha gente que no encaja en el modelo urbanístico gentrificador. Gente que, como apunta Julia, comienza a estar cansada de que los precios de los alquileres sean cada vez más altos y que la ciudad le esté dando la espalda.

El colectivo no esconde que tiene sus raíces en los círculos de izquierda y alternativos, pero no pretende que la acción se convierta en un intervención antisistema marginal. Su objetivo es que los ciudadanos de los barrios tomen conciencia de su derecho a decidir sobre algo que les concierne directamente y actúen en consecuencia. La okupación del espacio, si triunfa, podría suponer una buen golpe de mano cívico que sirva para replantear el debate sobre el futuro del espacio, y quizá también para democratizarlo. Para ello, Benjamin, otro de los activistas, afirma (quizá algo optimista) que el colectivo cuenta con la participación de 10.000 personas el sábado. Y entre ellas no sólo habrá berlineses, sino también ciudadanos procedentes de otros países europeos, como Dinamarca o Francia.

Ante una acción evidentemente ilegal, ¿qué hay de los posibles enfrentamientos con la policía? “Obviamente también lo tenemos en cuenta, pero nuestro único fin es ocupar pacíficamente el espacio y no enfrentarnos a los agentes. Para evitar los enfrentamientos proponemos la misma fórmula que la policía berlinesa dice ofrecer durante la manifestación del 1 de mayo en Kreuzberg: la de la mano extendida”. Julia remata la frase entre carcajadas.

Muchos medios berlineses han alarmado a la población sobre posibles nuevos disturbios en el corazón de la ciudad. Frescas siguen las imágenes de violencia del último 1 de mayo o los peores disturbios de la última década ocurridos en Rostock hace un par de años con motivo de la reunión del G8 en Heiligendamm. Pase lo que pase el sábado, no parece que este tipo de colectivos estén dispuestos a cejar en su empeño de intentar evitar que Berlín se convierta en otra Barcelona u otro París. Para ello, seguirán usando sus mejores armas: marketing urbano-cebernético de guerrilla, descarado ingenio y también una buena pizca de humor.

martes, 9 de junio de 2009

Elecciones europeas en clave berlinesa

Pasaron los comicios europeos y ahora todo son análisis, comentarios, suposiciones y miradas al futuro. En Alemania, sobre todo miradas a las próximas elecciones federales de septiembre: la CDU, pese a ser el partido alemán que más votos ha perdido con respecto a las últimas europeas de 2004, ha cosechado una clara victoria que le permite tomar aire y pensar con más calma en una victoria más que segura en septiembre próximo.

El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) se ha pegado un enorme batacazo y, con poco más del 20% de los votos y 23 diputados, lo ve todo negro. A su presidente, Franz Müntefering, y a su candidato a canciller, Frank-Walter Steinmeier, se les ha quedado cara de derrota y de no saber qué hacer para remontar el vuelo. Para ello sólo cuentan con 16 semanas. Lo tienen muy, muy mal.

Los liberales del FDP, con un arrollador aumento de votos, se perfilan como los probables compañeros de viaje del la CDU-CSU durante la próxima legislatura alemana. Uno se pregunta en qué piensan los alemanes tras el evidente desastre del modelo económico neoliberal capitalista a nivel mundial.

En todo caso, cuando las elecciones europeas son utilizadas por los partidos de todos los países de UE como arma electoral a nivel interno, es que algo no funciona en las entrañas de eso que se llama a sí mismo Europa.

En cuanto a Berlín, bien, sólo hace falta echar un vistazo al mapa electoral que han arrojado los resultados de estas últimas elecciones para darse cuenta de que en esta ciudad todo va por barrios:


El oeste, controlado por la CDU en su totalidad. Buena parte del Este, controlado por Die Linke (partido nacido de las cenizas del postsocialista oriental PDS y de los socialdemócratas desencantados con la Agenda 2010 parida por el SPD). Y los barrios centrales de Mitte, Friedichschain-Kreuzberg y Pankow (Prenzaluerberg) hechizados por el buen rollito multikulti y postsesentayochista de Die Grüne (Los Verdes).

Visto lo visto, claro está que algo no funcionó bien en esa reunificación "modélica" alemana. Ningún mapa electoral de una capital europea muestra como el de Berlín las diferencias socioeconómicas e ideológicas existentes dentro de un país. En este caso, en un país llamado República Federal Alemana, ahora sin muro físico, pero que arrastra un pesado muro económico y psicológico difícil de derribar.

martes, 2 de junio de 2009

'The Gate of Heavenly Peace'



Hace 20 años el ejército chino masacró a una masa de ciudadanos formada por estudiantes, trabajadores y profesores de universidad en la Plaza de Tiananmen. Los hechos pasaron a la historia como "la masacre de Tiananmen" y dejaron tras de sí la simbólica e impresionante imagen de un ciudadano cortando el paso a una fila de tanques del ejército chino. Esa masa ciudadana salió a la calle y tomó la simbólica plaza de Pekín fundamentalmente por dos razones: para pedir reformas democráticas dentro del sistema socialista chino y para denunciar las brutales diferencias sociales que estaba provocando (y todavía provoca) el sistema capitalista de corte neoliberal introducido por el socialismo chino a finales de la década de los 70 para evitar correr la misma suerte que sus "hermanos" de la URSS.

El documental de The Gate of Heavenly Peace aborda con detenimiento (quizá demasiado) el proceso de formación de ese movimiento cívico contestatario: sus líderes, sus contradicciones, su caótica organización. La película fue presentada en la cafetería del diario Tageszeitug (conocido popularmente como Die Taz) esta tarde por el periodista especializado en Asia Sven Hansen, con el que tuve la oportunidad de viajar por China durante dos semanas hace exactamente un año con motivo de la preparación de los Juegos Olímpicos. (Para quien esté interesado, de ese viaje nacieron dos artículos: Una cita que no dará juego y Pekín 2008: el segundo gran salto adelante).

The Gate of Heavenly Peace responde a preguntas sobre lo que ocurrió en aquella primavera revolucionaria de 1989, pero también deja algunas cuestiones en el aire: ¿qué democracia sería viable en el país más grande del mundo, con una población de 1.300 millones de personas? ¿Fueron realistas los estudiantes y trabajadores chinos que se lanzaron a la calle, o como sus colegas europeos de mayo de 1968 lo querían todo y al momento? ¿Camina China realmente hacia su democratización o es realmente imposible gobernar un país de tales dimensiones copiando el patrón de democracia parlamentaria occidental?

Más allá de todas esas preguntas, The Gate of Heavenly Peace deja clara una cosa: en China, el respeto a los derechos humanos brilla por su ausencia. La mezcla del sistema político de partido único socialista con una economía brutalmente neoliberal hace de este país un bomba de relojería que puede explotar de nuevo en cualquier momento.