viernes, 4 de agosto de 2023

La ultraderecha gana poder en Alemania

Alternativa para Alemania (AfD) nació para vivir del miedo. Prácticamente desde su fundación en 2013, el partido se ha servido de diferentes crisis para crecer y establecer su marco discursivo a través de la llamada "provocación estratégica": generar escándalo con salidas de tono respecto a consensos como la memoria histórica sobre el nazismo y el holocausto, la defensa de los Derechos Humanos y de minorías sociales, así como la contención del nacionalismo alemán o - ya más recientemente - la necesidad de combatir la crisis climática.

Desde que sigo a AfD como fenómeno social y político - prácticamente desde su fundación-, Alemania, Europa y el mundo han atravesado diversas crisis: la llamada crisis financiera de 2008 y la resultante gran recesión global, la posterior crisis de deuda y del euro, la "crisis de los refugiados" de 2015 y, ya más recientemente, el coronavirus y la guerra en Ucrania, con su correspondiente inflación y el coqueteo de Rusia y la OTAN con la Tercera Guerra Mundial. Una de las grandes preocupaciones de los analistas que observan AfD es intentar preveer qué los podría llevar hasta las puertas del poder, como ya ha ocurrido en otros países europeos con otros partidos ultraderechistas. 

Sin duda, ahora nos encontramos ante el momendo de mayor auge del partido ultraderechista alemán más exitoso de la historia de la República Federal y, si nos ponemos algo más catástrofistas, desde la llegada al poder del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, es decir, el partido nazi) en los años 30 del siglo pasado. AfD apunta a convertirse en segunda fuerza electoral en Alemania según todas las encuestas de intención de voto publicadas durante las últimas semanas:


La pregunta es: ¿si Alemania, Europa y el mundo han atravesado tantas crisis en las dos últimas décadas, por qué precisamente ahora consigue AfD sus mejores porcentajes de intención de voto, diez años después de su fundación? La respuesta parece ser que, en esta ocasión, todas las crisis llegan al mismo tiempo: inflación, crisis energética, desgaste de la clase media, miedo al descenso social y al futuro ante los cantos belicistas que llegan desde los principales centros militares del planeta, una crisis climática que se hace cada vez más presente en cada vez más rincones del planeta, todo ello sumado a un descrédito creciente de los partidos tradicionales y también del propio sistema democrático, como demuestran recientes estudios de opinión en Alemania.

Sebastian Friedrich es, con diferencia, el politólogo y analista alemán - que yo haya entrevistado y leído - que mejor ha sabido diagnosticar el éxito de AfD. Por eso he acudido a él para entender cuáles son los principales factores que confluyen en la actual coyuntura y que están aupando a AfD en las encuestas electorales. En este artículo publicado recientemente, Friedrich desgrana los que considera las principales causas de ese auge:


- Decepción con la 'Coalición Semáforo': la actual coalición gobernante en Alemania, conformada por los socialdemócratas del SPD, los ecoliberales de Los Verdes y los liberal-conservadores del FDP, llegó al Gobierno federal en diciembre de 2021 con el objetivo de transformar el país tras el fin de la 'era Merkel'. Meses después comenzó la invasión rusa de Ucrania con sus consecuencias correspondientes. Desde entonces, la valoración del Gobierno alemán no ha hecho más que descender. En la última proyección demoscópica de la televisión pública alemana, sólo el 20% de la población se mostraba "contenta" con el trabajo del tripartito. Ello, sin duda, ha alimentado a la ultraderecha de AfD, considerada ya por muchas personas como la única oposición verdadera al 'establishment'.

- Miedo a la guerra, la recesión y la inflación: Alemania es un país esencialmente conservador y amante de las certezas. Es díficil encontrar una sociedad en el mundo en la que la palabra "seguridad" tenga tanto peso. Y en el mundo actual, las certezas no abundan. Tras una pandemia y una nueva guerra en suelo europeo, la población alemana ve como su modelo, durante décadas alabado fuera y dentro de la potencia económica europea, renquea. El gas ruso ya no llega, el país está a las puertas de la recesión, la inflación de alimentos y combustible se mantiene alta, la migración se convierte en un elemento fundamental para el futuro de un país con una grave crisis demográfica. Son muchos cambios estructurales de golpe para una sociedad tan conservadora como la alemana.

- Respuesta nacionalista y reaccionaria a la crisis social: ese torrente de incertezas está alimentando la narrativa de la ultraderecha y su respuesta reaccionaria a la(s) crisis. Sin duda hay un voto xenófobo y ultranacionalista estructural en AfD, pero díficilmente sirve para explicar el actual auge de un partido que sería segunda fuerza si hoy se votase en Alemania. La incertidumbre y el miedo respecto al futuro empujan esa respuesta nacionalista y reaccionaria ofrecida por AfD, con un cierre de fronteras y un proteccionismo económico que más que solucionar los problemas de Alemania, los agravaría. Pero el voto de AfD no parece responder una decisión racional, sino más bien visceral generada por el miedo.

- Instrumentalización de la "paz": cuesta encontrar en Alemania la palabra "paz" en los discursos políticos predominantes respecto a la situación en Ucrania. En prácticamente todo el arco parlamentario - con la excepción de partes de Die Linke - cunde el consenso sobre la actual estrategia occidental respecto a la guerra en Ucrania: es decir, envío de armas para el ejército ucraniano y sanciones contra la economía rusa. AfD es el único partido que se ha desmarcado por completo de ese consenso. Independientemente de si lo hace de manera oportunista o desde el convencimiento, la ultraderecha alemana es el único partido que apuesta por dejar de armar a Ucrania y establecer negociaciones con el Kremlin. La cercanía de AfD con Putin - el hombre fuerte y ultraconservador del Este - y su partido seguro juegan un papel relevante en esa estrategia, que está seduciendo a una parte importante del electorado alemán. 

- Normalización: como en el resto de Europa, en Alemania también está habiendo una cierta normalización de AfD, que ya lleva dos legislaturas dentro del Bundestag. Sus mensajes contra minorías, que antes generaban escándalo, van calando en la discusión pública y ya no provocan como antes. Ello no significa que su mensaje esté menos cargado de odio que hace años, sino que el partido ha conseguido normalizar determinadas posturas. La gestión de peticionarios de asilo, con propuestas cada vez más restrictivas desde partidos considerados de centro y desde la Comisión Europea, es buen ejemplo de ello. A ello hay que sumar que partes de la CDU, incluida su dirección, se abren cada vez más claramente a una cooperación directa o indirecta con los ultras. El llamado "muro de contención" establecido frente a AfD por el el resto de fuerzas políticas alemanas cada vez tiene más grietas.

- Cierre de filas de AfD: Alternativa para Alemania ha sido un partido marcado prácticamente desde su fundación por las luchas internas. Nacido como formación euroescéptica y nacionalista ha evolucionado hacia un partido ultraderechista, cuya fracción más radical - liderada por Björn Höcke, un político cercano a posiciones neonazis - es la más poderosa. AfD ha ido dejando un reguero de cadáveres políticos fruto de esas luchas internas por hacerse con el control del aparato. Y el partido ha escenificado en numerosas ocasiones esas divisiones entre la facción nacionalconservadora y la etnonacionalista, lo que los ha penalizado en las urnas. Esa división de puertas afuera es hace tiempo historia. El partido se muestra unido en el espacio público y ya nadie pone en tela de juicio el poder que Höcke tiene de los cuadros de AfD. Höcke no es oficialmente el presidente de AfD, pero quien quiera serlo, deberá contar con su apoyo.

- Éxitos electorales en el Este: recientemente, AfD consiguió su primer cargo público a través de unas elecciones. Fue en el distrito de Sonneberg, en el sur del estado federado de Turingia. AfD está precisamente liderada allí por Björn Höcke. AfD ganó la segunda vuelta de los comicios para elegir al administrador del distrito a pesar de que el resto de partidos había pedido el voto para el otro candidato, de la CDU. Días después, el partido ultraderechista también ganó la alcaldía de un pequeño pueblo de Raguhn-Jeßnitz, en el estado de Sajonia-Anhalt, también en Alemania oriental. Estos éxitos electorales a nivel local ayudan a normalizar aún más a un partido que cada vez más gente observa como "normal" y votable, como demuestran las proyecciones demoscópicas.


La parte oriental del país - la correspondiente a la desaparecida República Democrática Alemana, es decir, la Alemania socialista - es probablemente el espacio donde se aprecia con más claridad la confluencia de todas esas crisis. No por casualidad es Alemania del Este la parte de la República Federal en la que AfD tiene unos mayores porcentajes de intención de voto. El partido apunta a ser primera fuerza en, al menos, tres de los cinco estados federados oriantales. Mi reciente visita al distrito de Sonneberg es muestra de ello:




La elección de Sonneberg es sólo la última advertencia de que algo se ha roto en el consenso de  postguerra en importantes partes de la sociedad de Alemania. La ultraderecha de AfD comienza a ganar poder y su normalización es un hecho. Ahora más que nunca es hora de entender por qué cada vez más personas eligen una opción que fomenta el odio contra el diferente y que recuerda demasiado a los años más negros de las historia moderna de Alemania.