martes, 31 de mayo de 2016

¿Se está ‘pasokizando’ el SPD?


– “Si salimos de la Gran Coalición, la CDU no regularizará voluntariamente el trabajo temporal ni los contratos definidos. Sólo lo hará porque nosotros le obligamos a ello. Así que, ¿qué debo hacer? ¿Salir de la coalición y dejarlo todo hecho una mierda con la esperanza de que si todo va bien, usted votará al SPD?” 

– “Si una trabajadora del servicio de limpieza pudiera decirte qué es lo debes hacer, entonces yo lo haría…” 

Esta conversación tuvo lugar recientemente en la Willy-Brandt-Haus, la sede del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) en Berlín. Fue durante unas jornadas organizadas por el propio partido. Los dos protagonistas fueron Sigmar Gabriel, presidente del SPD, y Susanne Neumann, trabajadora del servicio de limpieza del edificio. La charla, celebrada de manera informal ante militantes y medios de comunicación, se ha convertido en viral en el país. Susanne ha sido posteriormente invitada a programas de debate de máxima audiencia en la televisión alemana. 

La escena capta a la perfección la más absoluta desorientación que reina en la actualidad en el seno del SPD, partido fundamental para entender la historia moderna de Europa y cofundador de una tendencia política que hoy busca su razón de ser: la socialdemocracia.


Algunas de las últimas encuestas de intención de voto otorgan al SPD menos del 20% de los sufragios en unos eventuales comicios federales en Alemania, previstos para septiembre de 2017. El partido obtendría así su peor resultado desde la fundación de República Federal Alemana en 1949. Una tendencia que va en línea con la pérdida ininterrumpida de afiliados desde principios de la década de los 90 del siglo pasado. 

Socialdemócratas en crisis existencial, titulaba el diario muniqués Süddeutsche Zeitung (editorialmente cercano al SPD) un análisis sobre un partido que parece condenado a seguir los pasos de otras formaciones socialdemócratas europeas: convertirse en una fuerza irrelevante o incluso desaparecer del tablero político. 

“La caída del SPD por debajo del 20% tampoco puede sorprender. El partido tiene desde hace tiempo un serio problema de comunicación”, asegura Franco Delle Donne, consultor de comunicación política residente en Berlín que ha trabajado para los socialdemócratas alemanes. “Según las encuestas, el partido toma las mejores decisiones, las que la gente quiere: jubilación con 63 años, salario mínimo y así una larga lista. Y aún así sigue perdiendo votos. ¿Qué pasa entonces? Por un lado, el SPD falla en contarle a la gente de una manera entendible y accesible que si los apoyan, contarán con medidas que les interesan. Y por otro, cometió el mismo error que en 2005: creer que ser socio pequeño de una Gran Coalición le serviría para sacar provecho político y convencer al electorado de que el partido estaba preparado para gobernar sin Merkel”. 

Lo ocurrido a lo largo de la actual legislatura en Alemania ha sido más bien lo contrario: el SPD, con Gabriel a la cabeza, no ha conseguido en ningún momento capitalizar electoralmente ciertas reformas sociales introducidas por el Gobierno de la canciller Angela Merkel gracias a la presión socialdemócrata. El bipartidismo conformado por CDU y SPD ha sufrido un innegable desgaste en los últimos años; sin embargo, mientras los democristianos siguen en disposición de elegir a un socio de coalición, los socialdemócratas están muy lejos de ser una alternativa real para el Gobierno federal: se alejan del poder para acercarse, cada vez más, a las cifras electorales de partidos como Los Verdes o La Izquierda (alianza de poscomunistas y socialdemócratas desencantados). 

Paradigma de la crisis socialdemócrata 

La del SPD no deja de ser una crisis paradigmática de la actual situación que atraviesa la socialdemocracia europea: en Grecia, el Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok) ha perdido definitivamente la hegemonía del centroizquierda para dejar paso a Syriza; en España, la coalición Unidos Podemos amenaza con ‘sorpassar’ al PSOE; en países de Europa del Este como Polonia, la derecha ultranacionalista y euroescéptica ha barrido de los Parlamentos a partidos liberales de centroizquierda; en Reino Unido, ni siquiera el giro a la izquierda ofrecido por la figura de Jeremy Corbyn parece en disposición de sacar al laborismo británico del marasmo electoral; en Francia, el presidente socialista François Hollande ha tocado mínimos de popularidad y su partido parece descartado para disputar las próximas presidenciales francesas; en Austria, el ex canciller Werner Faymann dimitió tras la debacle de su partido, el SPÖ (Partido Socialdemócrata de Austria), en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, que finalmente se disputaron el candidato verde y el ultraderechista de FPÖ. 

Las políticas económicas neoliberales abrazadas por la socialdemocracia en las últimas décadas parecen una de las razones obvias de su actual crisis: en el caso alemán, las reformas de corte neoliberal recibieron el nombre de Agenda 2010 y fueron puestas en marcha en 2003 por el Gobierno rojiverde del canciller Gerhard Schröder (SPD). Unas reformas que, basadas fundamentalmente en recortes de gasto público, endurecimiento de las condiciones para acceder a ayudas sociales y flexibilización laboral, consiguieron mejorar los datos macroeconómicos de Alemania, pero también convirtieron al país en uno de los más desiguales de la OCDE (el 10% más rico de la población posee actualmente el 60% del patrimonio privado, mientras que el 40% más pobre prácticamente no tiene nada). 

La hegemonía neoliberal también ha traído consigo un evidente cambio de la realidad socioeconómica del Viejo Continente. Como explica el periodista inglés Paul Mason en su último libro Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro, el capitalismo global no reaccionó ante su última gran crisis con innovaciones tecnológicas que aumentasen la productividad y el crecimiento, sino con reducciones salariales y la atomización de la masa trabajadora, lo que se ha traducido en una omnipresente precariedad laboral y una creciente irrelevancia de los sindicatos tradicionales. 

“En la sociedad actual, me cuesta encontrar al sujeto social al cual le habla la socialdemocracia tradicional: el trabajador de la fábrica, que trabaja de 8 a 6 de lunes a viernes y que tiene una pausa para comer, ¿dónde está?”, se pregunta el consultor Franco Delle Donne. “Seguramente que ese obrero existe, pero no es visible ni en el discurso político ni en los medios de comunicación. Por eso creo que hay una disociación entre el Partido Socialdemócrata y el sujeto al cual se dirige”, añade. La socialdemocracia europea va perdiendo así a su electorado tradicional: las nuevas generaciones no se sienten apeladas por un discurso gestado en una época ya pasada en la que la precariedad laboral y el individualismo no tenían la enorme dimensión que tienen hoy. 

El desgaste viene por la derecha 

En el caso alemán, el desgaste del discurso socialdemócrata viene acompañado además por un fenómeno político hasta ahora inédito en la República Federal Alemana: el crecimiento electoral de Alternativa para Alemania (AfD), un partido situado a la derecha de la democracia cristiana. Las últimas elecciones regionales celebradas el pasado marzo dejaron claro que AfD ha abierto brecha en el tablero político alemán. En algunos estados del este del país, como Sajonia-Anhalt, los derechistas incluso han conseguido desbancar al SPD como segundo partido más votado. 

Superar al SPD es precisamente el objetivo que se marcan los derechistas para las próximas elecciones federales, en las que, salvo sorpresa de última hora, conseguirán superar de manera holgada la barrera del 5% y entrar en el Bundestag. Todo ello con la crisis de refugiados que, pese a remitir levemente tras el controvertido acuerdo entre Turquía y la Unión Europa, sigue como telón de fondo del debate político en Alemania. 

El análisis de los datos arrojados por las últimas elecciones regionales germanas demuestra que los derechistas de AfD, con un discurso nacionalista, euroescéptico e islamófobo, se han convertido en un fenómeno político transversal: en los estados federados donde se presentan consiguen arrancar votantes a todas las formaciones políticas con representación parlamentaria, incluido el SPD. Que el desgaste electoral de la socialdemocracia alemana venga también por la derecha deja en evidencia el desamparo que siente parte de su electorado tradicional. 

¿Una Europa sin socialdemocracia? 

Ante el actual panorama político, Franco Delle Donne ve dos posibles escenarios en el futuro cercano de la socialdemocracia alemana: “Puede que tras las próximas elecciones federales, la CDU de Merkel no cuente con otro socio de gobierno y tenga que volver a formar una Gran Coalición con el SPD. Si el SPD es inteligente y consigue renovar su cúpula con gente joven y nuevas ideas, tal vez pueda volver a posicionarse como un partido fuerte y como alternativa a la CDU, en el poder desde hace tantos años. El problema es que en el SPD hay mucho miedo de salirse del discurso tradicional dirigido al obrero tradicional. De no renovarse, el SPD podría caer hasta ser el tercer o incluso el cuarto partido del país”.

Tal debacle no sólo supondría un terremoto político para Alemania, sino para todo el continente, teniendo en cuenta el carácter referencial del SPD dentro de la socialdemocracia europea. Tal caída supondría el inicio de una nueva fase política en el Viejo Continente y la necesaria redefinición del concepto de centroizquierda. El jefe de la sección parlamentaria del diario Süddeutsche Zeitung describe con cierta audacia y algo de optimismo un posible escenario político europeo sin la presencia del SPD tal y como hoy lo conocemos: “Una Europa sin socialdemocracia organizada es imaginable. Pero no lo es una Europa sin políticas socialdemócratas, por el simple hecho de que hay muchos políticos que actúan de manera socialdemócrata sin calificar así su gestión”.

Análisis publicado en Esglobal.org.