domingo, 25 de diciembre de 2011

El dinero sólo cambia de manos

¿Será el 2012 económicamente peor que el 2011? Depende de cómo se mire y, sobre todo, desde dónde. Si hacemos caso a las predicciones que publicaciones económicas y especialistas del ramo hacen del próximo año, no parece que la omnipresente crisis vaya a aflojar en los principales países del llamado mundo desarrollado: Europa y Estados Unidos. Muy probablemente tenemos ante nosotros más desempleo, más recesión, clases medias y bajas más endeudadas, y Estados más frágiles. En definitiva, tenemos ante nosotros un futuro próximo muy voluble, muy poco previsible. Miramos adelante con cierta inseguridad y también con miedo.

Un par de informaciones que no dejan mucho margen para el optimismo: en Grecia ya hay niños que llegan con hambre a la escuela porque no tienen lo suficiente para comer, mientras en España 10 millones de personas viven con menos de 500 euros mensuales y dos, en situación de "extrema pobreza". A causa de la crisis, sin duda, pero no porque no haya suficiente para todos. A los que están acumulando riqueza se les debería caer la cara de vergüenza ante esta deplorable situación de los pueblos. Pero ya se sabe, la crisis se sufre de una manera o de otra según dónde se esté.

Buena parte de los bancos son corresponsables de lo que está ocurriendo. En su depredadora búsqueda de aumentar siempre su negocio alimentaron burbujas y endeudaron a Estados, familias, pequeños y medianos empresarios hasta límites insostenibles e irresponsables. Ahora están cargados de las llamadas "hipotecas tóxicas" y de productos financieros dañinos que les impiden dar liquidez para que la economía real salga del pozo en el que se encuentra. Es decir, su inmoral voracidad les impide cumplir con su principal función social: no ganar cada vez más dinero, sino apoyar con capital las ideas, los negocios, los sueños de la gente.

Ante tal despropósito, tienen que ser de nuevo los contribuyentes los que salven a la banca. Así nace el eufemismo de "banco malo": bancos cuyo principal objetivo no es hacer cada vez más dinero sino limpiar de "elementos tóxicos" los libros de cuentas de la banca. Con capital público como aval, los "bancos malos" intentan vender en los mercados los "créditos tóxicos" y la deuda que muy probablemente no se cobrará. Si lo consiguen, los contribuyentes no tendremos que pagar la factura del exceso bancario. Pero si no lo consiguen, seremos una vez más todos nosotros los que tengamos que salvar a los bancos, corresponsables de este desaguisado. Es lo que los directivos del primer "banco malo" alemán nos explicaron recientemente en Berlín a un grupo de periodistas extranjeros. De esa charla nació una entrevista publicada en El Economista.

Ocurra lo que ocurra, esta crisis nos debe dejar una lección capital sobre la lógica del sistema capitalista: el dinero nunca se destruye, sólo cambia de manos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

¿Salvar el euro?

Hoy empieza en Bruselas una cumbre que, dicen, marcará el futuro de la moneda común europea, aunque no sean pocos lo que creen que la suerte del euro ya está echada. Angela Merkel, canciller y heredera del europeísmo demócratacristiano alemán (personificado a la perfección por el ex canciller Helmut Kohl, clave para la construcción de las estructuras de la actual Unión Europea tras la caída del telón de acero y la reunificación de las dos Alemanias), lleva meses desplegando con una mano un discurso proeuropeísta e integrador, mientras con la otra practica una política económica de marcado acento nacionalista, egoista y prepotente. Merkel y buena parte del empresariado alemán no entiende que no se puede construir un proyecto de integración económica y política sin tener que ceder parte de las ganacias para que todos los miembros de esa unión puedan ganar un poco.

Hace unos años, cuando la crisis de deuda todavía no había destapado su auténtica gravedad, un trabajador alemán con una importante posición en una empresa naviera del norte de Alemania me dijo: "Cuando los políticos franceses nos dicen que los alemanes tenemos que exportar menos y comprar más, no están diciendo en definitiva que trabajemos menos, cuando en realidad lo que tendrían que hacer ellos es trabajar más". Poco después, el fisco alemán descubrió que esa empresa llevaba a años falsificando sus cuentas. Anécdotas aparte, ese tipo de declaraciones no sólo demuestran un profundo nacionalismo subyacente en la sociedad alemana, que se acaba proyectando fundamentalmente en el plano económico, sino también una perfecta ignorancia del problema que sufre el euro: para Alemania, el país más rico y potente industrialmente de la UE, lo más importante desde la introducción del euro no ha sido desarrollar una unión económica equilibrada y sostenible (con su correspodiente gobierno económico común), de la que todos los miembros pudieran aprovecharse, sino engordar su cada vez más "positiva" balanza comercial a costa del resto, del endeudamiento insostenible de países como Grecia. Y ahora todos pagamos las consecuencias. Como se dice popularmente, la avaricia rompe el saco.

Si todos los países del mundo practicasen el mismo juego económico que Alemania (enorme exportación, bajo consumo interno, congelación de sueldos), el comercio global no sería posible, pues éste sólo funciona si todos los países compran y venden. Y después de haber esquilmado la periferia europea, Alemania ya parece dar por amortizado el euro y estar mirando a mercados extracomunitarios como el latinoamericano, por poner un claro ejemplo, prepárandose para lo que pueda venir. Es el "sálvese quien pueda". Por eso creo que Berlín da por finalizada la cumbre que comienza hoy en Bruselas incluso antes de que empiece. O como dice Werner-Sinn, presidente del instituto económico alemán Ifo y una de las principales y más autorizadas voces del mainstreaming económico germano, "el modelo alemán es el único para países como España y Alemania". ¿Y de verdad quiere salvar esta gente al euro?

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