miércoles, 25 de noviembre de 2020

Conspiración y desinformación en Alemania: entre el coronavirus y el “ayer dorado”

Las escaleras del edificio histórico del Reichstag en Berlín fueron escenario de una imagen sin precedente en la historia de la República Federal de Alemania el pasado 29 de agosto: unos cientos de manifestantes, entre los que había “Reichsbürger” (Ciudadanos del Reich) – movimiento que niega el orden republicano y defiende que el imperio alemán sigue existiendo –, ultraderechistas, negacionistas de la pandemia y otros grupos hicieron el amago de ocupar la sede del Bundestag, el parlamento federal del país. 

Ese inédito intento, por el cual el dispositivo policial se vio en un primer momento superado y después consiguió desalojar, tuvo lugar en la hasta ahora mayor jornada de protestas en Alemania contra las medidas restrictivas acordadas por las autoridades alemanas contra el avance de la pandemia del Covid-19. Las imágenes provocaron numerosos titulares de prensa fuera de las fronteras alemanas y supusieron un serio aviso del peligro que supone la confluencia entre los históricos movimientos ultraderechistas del país y el relativamente nuevo fenómeno de las llamadas teorías conspirativas.

"Banderas imperiales y un asalto ultraderechista ante el parlamento suponen un ataque inaceptable al corazón de nuestra democracia", escribió entonces el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, en su muro de Facebook. "Quien quiera protestar por las medidas anticorona o dudar de su necesidad, puede hacerlo públicamente. Pero mi compresión acaba allá donde los manifestantes se dejan llevar por los enemigos de la democracia", añadió Steinmeier con un estilo muy directo, dejando claro la gravedad de los hechos. 


Marchas contra las restricciones 

El movimiento Querdenken 711 y otros colectivos críticos con las medidas restrictivas consiguieron sacar a alrededor de 40.000 personas a las calles de la capital alemana el último sábado del pasado agosto. No era la primera vez que miles de ciudadanos salían a protestar contra las restricciones. Si bien es cierto que no todos los que marcharon contra las medidas restrictivas son ultraderechistas, conspiracionistas o negacionistas del coronavirus, no lo es menos que las exitosas manifestaciones y las imágenes registradas en las escaleras del Bundestag difícilmente se habrían producido sin el poder de las nuevas teorías de las conspiración y las “noticias falsas” extendidas por los autodenominados “medios alternativos”, a través de servicios de mensajería como Telegram y de redes sociales. 

A los que llevan tiempo observando los movimientos ultraderechistas alemanes no se les pasó por alto un detalle en el fallido intento de toma del parlamento alemán: entre los asaltantes había personas con camisetas y banderas en las que aparecía la letra mayúscula Q. Esa “Q” responde al nombre de QAnon, una gran teoría conspirativa de origen estadounidense, nacida en foros de internet y que asegura que, según informaciones desclasificadas de los servicios de inteligencia de EE.UU., Donald Trump lidera una guerra contra el estado profundo, y contra la élite política y económica del país que pretende ocultar una gran red de pedofilia internacional. 

El neologismo QAnon responde a la combinación de Q Clearance (la denominación para informaciones de máxima seguridad desclasificadas por el Departamento de Energía de los Estados Unidos) y Anon, la abreviatura para Anonymus. La fuente que posteó en el 2017 por primera vez las presuntas desclasificaciones es anónima. Detrás de ella estaría, según la confabulación, un alto cargo burocrático de Estados Unidos con acceso a información privilegiada. La teoría ha conseguido construir comunidades con miles de seguidores en diferentes plataformas digitales como blogs o canales YouTube en Alemania, que se ha convertido así en uno de los países europeos con una mayor difusión de QAnon. 


¿Por qué Alemania? 

La Oficina Federal de la Protección de la Constitución – agencia de inteligencia encargada de observar los movimientos que amenazan o podrían amenazar el orden constitucional alemán – confirma el avance en el país de teorías conspirativas como QAnon, aunque todavía es incapaz de cuantificar el número de seguidores ni clasificar su dimensión. En todo caso, la pregunta se hace inevitable: ¿por qué Alemania, un país en el que la crisis económica y la pandemia han tenido consecuencias moderadas en comparación con otros países de su entorno, tiene un número tan relevante de ciudadanos que tienden a creer informaciones falsas? 

El hecho de que Alemania haya sufrido menos muertos que otros países, como España o Italia, parece contribuir a que una parte de su ciudadanía perciba el virus como menos peligroso e incluso como inocuo. Pero también hay una explicación de más largo recorrido: “Hay una conexión histórica entre movimientos ultraderechistas alemanes y el esoterismo. Eso no quiere decir que todos alemanes que practican el esoterismo sean ultraderechistas. Pero el nacionalsocialismo ya estaba ligado al rechazo de la medicina tradicional, del racionalismo y la ciencia. A ello hay que sumarle el antisemitismo histórico que asegura que hay una oscura élite que amenaza nuestra vida y nuestra salud”. Es el resumen de Andrea Kockler – integrante de la organización Der Goldene Aluhut, que lleva años analizando el fenómeno conspiracionista – del lazo que une a la ultraderecha alemana con las nuevas teorías conspirativas. 

La crisis mundial generada por la pandemia ofrece, además, una oportunidad de oro para esa tradición ultraderechista ahora encabezada por movimientos como el Movimiento Identitario (IB, en sus siglas en alemán), publicaciones como la revista Compact o incluso partidos como Alternativa para Alemania (AfD, tercera fuerza del Bundestag que lidera la oposición parlamentaria): por una parte, sirve para alimentar el discurso de la necesidad del cierre de las fronteras para, en este caso, cerrar el paso al virus, una lógica perfectamente aplicable a la inmigración; por otra, da munición a aquellos que blanden el discurso de que el cierre de la vida social y económica no es otra cosa que el intento de las “élites globalistas” de acabar con los pueblos de Europa, en este caso con el alemán – y con su homogeneidad y continuidad etnocultural, uno de los puntales de la narrativa de la nueva ultraderecha germana –.


“Ayer dorado” 

En un mundo cambiante y amenazante como el actual, el discurso de las llamadas “nuevas derechas” de recuperar la “normalidad anterior” y el paraíso aparentemente perdido encuentra terreno abonado en capas nada despreciables de la población, tanto en Alemania como en otros países europeos. “Para ser atractivos, para el éxito de los populistas de derecha es decisivo presentar el pasado como un ayer dorado”, escriben Paul Jürgensen y Hedwig Richter en el libro Schleichend an die Macht (“Lentamente hacia el poder”). El momento de excepción generado por la pandemia, adornado con tintes apocalípticos por no pocos medios de comunicación, parece ideal para ese fin. 

Es pronto para saber cuál será a medio plazo el impacto social, político y económico de la pandemia en Alemania, y cuán profundo pueden llegar las raíces de teorías conspiracionistas como QAnon, de esencia antielitista, antisistema, antisemita y autoritaria. De momento, tanto la crisis epidémica como el conspiracionismo parecen estar canalizando un descontento ya existente antes de la llegada del virus, como demuestra el gran resultado de la ultraderecha de AfD (12,6% de los votos) en las elecciones federales de 2017. Los efectos de la pandemia suponen un peligro real que puede profundizar las razones de ese malestar. 

“En QAnon vemos ese anhelo de deslegitimar las estructuras democráticas”, dice Maik Fielitz, coautor del libro Digitaler Faschismus (“Fascismo digital”). “Su objetivo es fomentar la sensación de que ya no se puede confiar en nadie en la sociedad, de que es necesario retirarse a mundos paralelos y de que ya sólo se puede confiar en informaciones procedentes de determinados influencers y grupos que se autodefinen precisamente a través de su oposición a las corrientes mayoritarias. Dentro de él, las personas se van insertando poco a poco en un sistema de valores y reglas completamente diferente. Es un movimiento sin jerarquía, sin un líder claro y también imprevisible”. 


Análisis publicado en EpidemiaUltra.org

jueves, 19 de noviembre de 2020

Multitudinaria manifestación en Berlín contra una ley para frenar la pandemia

Berlín volvió a convertirse este miércoles en escenario de una multitudinaria protesta contra las restricciones antipandemia: miles de personas se concentraron frente a la Puerta de Brandeburgo, a pocos pasos del edificio histórico del Reichstag, para oponerse a la reforma de la ley de protección contra infecciones, que busca fundamentar legalmente las restricciones ya vigentes desde el pasado marzo para frenar la expansión del coronavirus. 

Mientras dentro del Bundestag, los parlamentarios debatían la controvertida reforma, fuera, la policía intentaba dispersar con cañones de agua la concentración tras varias advertencias lanzadas por su sistema de megafonía: la mayoría de manifestantes no llevaba mascarilla y la distancia de separación entre los asistentes era claramente inferior a la establecida por las restricciones. 

Con las imágenes todavía frescas del fallido intento de asalto del Reichstag el pasado agosto por parte de varios cientos de ultraderechistas, Reichsbürger -ciudadanos que niegan la existencia de la República Federal y reivindican la recuperación del Imperio alemán- y seguidores de la teoría conspirativa de QAnon, el barrio político de Berlín amaneció este miércoles controlado por un enorme dispositivo policial.

         
Marcha heterogénea 

"Nunca fui una opositora al sistema, pero la obligación de llevar mascarilla es la gota que colma el vaso. Quiero poder elegir llevarla o no, y no por ello convertirme en enemigo público del Estado", me dice a Eannatte, una manifestante llegada desde Brandeburgo, el estado federado que rodea Berlín. Es una de las miles de personas que mayoritariamente de manera pacífica querían expresar en la calle su oposición a la nueva ley de protección contra infecciones y al conjunto de la gestión de la pandemia por parte de las autoridades. 

Eannatte teme que la República Federal se convierta en un estado autoritario como en el que ella fue socializada: la desaparecida República Democrática de Alemania (RDA). Entre los opositores a las restricciones cunde la opinión de que Alemania se encuentra en un momento similar al de marzo de 1933, cuando el entonces Reichstag aprobó la "Ermächtigungsgesetz", una ley con la que el parlamento se autoanuló y allanó el camino a la dictadura nazi encabezada por Adolf Hitler. 

La manifestación de este miércoles en la capital alemana confirma la dinámica vista en el movimiento anticorona alemán a lo largo de los últimos meses: es un fenómeno que aúna las más diversas tendencias. En este cajón de sastre caben desde cristianos hasta budistas, pasando por esotéricos, defensores de Donald Trump, padres que se niegan a que sus hijos tengan que llevar mascarilla en la escuela o pequeños empresarios que ven peligrar seriamente sus empresas por las restricciones efectivas de la actividad económica. 

En la concentración se han escuchado desde canciones cristianas hasta gritos de guerra ya clásicos de la ultraderecha alemana como "Merkel muss weg" ("Merkel tiene que irse") o "Wir sind das Volk" ("Nosotros somos el pueblo"), y también eran visibles carteles de apoyo al todavía presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y diversas banderas regionales alemanas. 

La presencia neonazi y ultraderechista ha sido, además, innegable. Algunos grupos de neonazis y Reichsbürger se han mezclado entre las familias y los grupos de estética alternativa. En la manifestación ha participado incluso Andreas Kalbitz, exlíder del partido ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) en Brandeburgo, que fue expulsado por AfD por su cercanía a grupos neonazis. 

Debilitamiento parlamentario 

Pese a las protestas, y como era de prever, tanto el Bundestag (cámara baja) como el Bundesrat (cámara territorial) aprobaron finalmente la reforma legislativa que da la base legal a los decretos excepcionales para restringir las libertades individuales recogidas en la Carta Magna alemana. En el Bundestag, 415 diputados votaron a favor frente a 236 en contra. El presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, firmó el mismo día la ley en un proceso exprés. 

La reforma establece un catálogo de medidas que pueden ser aplicadas - temporalmente - por decreto por el gobierno federal o por cada uno de los 16 ejecutivos de los estados federados. La ley ha recibido duras críticas de una parte de la oposición parlamentaria, que considera que concentra demasiado poder en las manos del ejecutivo frente a un parlamento que sale debilitado. Las medidas extraordinarias antipandemia no tendrán que ser aprobadas en sede parlamentaria.

Crónica publicada por El Periódico de Catalunya.