lunes, 28 de septiembre de 2015

Ayotzinapa, paradigma de la impunidad reinante en México

El pasado 26 de septiembre de 2014, 43 estudiantes pobres de una escuela normalista de Ayotzinapa, en el Estado de Guerrero, fueron desaparecidos forzadamente en la localidad de Iguala. Esa cifra, la de 43, debería haberse diluido en las miles desapariciones que acumula México desde el inicio de la (mal) llamada guerra contra el narcotráfico. Al menos ese debió de ser el cálculo de los poderes fácticos del país. Pero no fue así: los 43 jóvenes desaparecidos se han convertido en un caso simbólico, paradigmático de la violación sistemática de Derechos Humanos que sufre la sociedad mexicana, y que golpea especialmente a las clases más pobres del país.

A día de hoy, es díficil encontrar a alguien que lo niegue: la colusión entre poder político y crimen organizado ha hecho de la impunidad, norma en México. Las cifras y la realidad hablan por sí solas: más de 100.000 muertos, más de 25 desaparecidos, algunas regiones del país en manos de grupos armados y cárteles del narcotráfico con la aparente connivencia del poder político. El grito de los padres de los normalistas se ha convertido así en una arma arrojadiza contra la corrupción, la colusión y la injusticia. Los mexicanos críticos con la realidad del país han hecho suyo el grito de los padres y madres de Ayotzinapa. Un grito que, a día de hoy, parece díficil que se apague.

Lo explico todo en el siguiente reportaje para el programa de radio Estación Sur, de la radio pública alemana Funkhaus Europa.

Enlace directo al reportaje:   
 
http://www.funkhauseuropa.de/av/audioayotzinapaysusdesaparecidos100-audioplayer.html

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Penúltima parada, Heidenau

La familia kurdo-siria de los Suleiman, frente al centro de acogida de Heidenau. Andreu Jerez ©
Un año y dos meses de viaje, y un presupuesto de 5.000 euros. Es lo que le costó a Ahmed llegar a Europa. Primero viajó de Yemen a Turquía, después, de Turquía a Grecia en patera, y, por último, de Grecia a Alemania en camión a través de los Balcanes y Hungría. Ahmed es un joven yemení de Saná que espera ahora sentado estoicamente frente al centro de acogida de refugiados recién inaugurado en la pequeña de Heidenau, cerca de Dresde, la capital del Estado federado de Sajonia. Espera a poder solicitar su estatus de refugiado para iniciar una nueva vida en Alemania. 

“Dejé mi país huyendo de la guerra y de la corrupción. Nada funciona en Yemen y además no es seguro”, explica Ahmed en perfecto en inglés. Licenciado en idiomas extranjeros por la Universidad de Saná, este joven de 25 años asegura que además de la guerra civil que sacude Yemen, la corrupción es tan galopante que incluso la beca que le pertocaba por ser el mejor estudiante de su promoción fue vendida a un hijo de una familia rica. 

Tráfico de personas

Todas las historias de los alrededor de 600 refugiados que viven en el centro de acogida de Heidenau son similares a la de Ahmed: la mayoría llegó a Grecia procedente de Turquía o del norte de África. Todos los refugiados que acceden a hablar reconocen haber pagado a redes de tráfico de personas para llegar ilegalmente a Austria escondidos en camiones u otros transportes. 

Da igual si los refugiados vienen de Siria, Irak, Afganistán o Yemen: prácticamente todos atravesaron la porosa frontera en Siria y Turquía. Algunos trabajaron ilegalmente durante unos meses en Turquía para acumular el dinero que les faltaba para cruzar los Balcanes y llegar a Austria: alrededor de 1.000 euros por cada adulto, y la mitad por cada niño. 

Así lo hicieron el sirio Mohammed, el kurdo Walid, Ismael y su hijo Maan, de seis a años, y el yemení Jimmy. Son sólo algunos de los nombres de las miles de personas que han aparecido en los informativos de televisión durante las últimas semanas intentando cruzar a pie la frontera entre Macedonia y Grecia. Los refugiados llegados la pasada semana a Heidenau lo consiguieron. Muchos otros se dejaron la vida por el camino. 

El periodista kurdo-sirio Suleiman. Andreu Jerez ©
15.500 euros. Esa fue la cifra total que pagó Suliman para conseguir llevar a su mujer y a sus dos hijos desde Damasco hasta Alemania. Este periodista kurdo-sirio prefirió arriesgar la vida de toda su familia a seguir viviendo en la capital siria, cercada por la guerra civil que ha destruido el país árabe. Se lo jugó todo a una carta, y ya ha conseguido lo más difícil: llegar a su destino soñado, Alemania. El siguiente paso es conseguir el estatus de refugiado para él y su familia. 

Si todo va como han planeado, el yemení Ahmed y los Suleiman pronto pasarán engrosar el grupo de personas que ya ha conseguido este año el estatus oficial de refugiado en Alemania. Hasta el pasado julio, Alemania recibió casi 220.000 peticiones de asilo. Sólo 50.000 de ellas fueron aceptadas. El Ministerio del Interior alemán ya ha dicho que para este año espera la llegada de 800.000 refugiados. 

Las previsiones conservadoras del Gobierno federal sobre la llegada de refugiados dan margen a especular con más de un millón. Sea cual sea la cifra definitiva, una cosa es segura: las 438.191 peticiones de asilo registradas en 1992, en plena guerra de Bosnia y tras la disolución de la Antigua Yugoslavia, serán superadas con creces durante 2015. 

Xenofobia estructural 

El pasado fin de semana fue extraordinariamente tranquilo en Heidenau, a pesar de que los precedentes presagiaban tormenta: hace poco más de una semana, la pequeña localidad sajona fue escenario de unos disturbios de corte xenófobo que recordaron a los pogromos contra extranjeros vividos en Alemania del Este a principio de los 90

Pese a que es evidente que en Estados germanoorientales como Sajonia, Sajonia-Anhalt Mecklemburgo-Pomerania Occidental o Brandeburgo hay unas fuertes estructuras de extrema derecha que rechazan de plano la presencia de refugiados, no es menos cierto que también hay una sociedad civil organizada que intenta contrarrestar esa xenofobia militante. 

Durante la mañana del pasado domingo, decenas ciudadanos alemanes acudieron al centro de acogida de Heidenau para llevar comida, juguetes y ropa a los refugiados. Fue el caso de la familia Böhme. Residentes en Dresde, decidieron acercarse hasta el centro de refugiados para llevar ropa de invierno para cuando lleguen los meses de frío.

El yemení Jimmy, a la derecha, y su compañeros de viaje son todo esperanza. Andreu Jerez ©

Peter, el padre, no tiene dudas de que la ola de violencia que sufre Alemania desde hace semanas es esta vez diferente: “Hay una diferencia fundamental entre la oleada xenófoba de principios de los 90 y la actual. Ahora, en Alemania oriental no vivimos la crisis económica sufrida aquí tras la reunificación. A la gente le va bien, el desempleo se ha reducido enormemente. Definitivamente, esta ola de violencia está relacionada con un racismo estructural y latente, y no con problemas sociales internos del país”.

Reportaje publicado en ABC.es.