sábado, 23 de agosto de 2008

A Bosnia...


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El lunes vuelvo a volar. Dejo mi base de operaciones en Berlín, esta vez para viajar al corazón de los Balcanes. Más concretamente a la ciudad de Foca, a unos 50 kilómetros de la capital, Sarajevo. Allí pasaré diez días, participando en un encuentro de ONGs internacionales de ámbito juvenil e internacional que cuenta con el apoyo de la Comisión Europea.

Como siempre, intentaré escaparme en la medida de lo que pueda, y llevaré a punto mis tres herramientas fundamentales: un boli, una libreta y mi cámara de fotos. Y, por supuesto y como siempre, los ojos y las orejas bien abiertos. Interesante será ver cómo está el ambiente por Bosnia Herzegovina tras la detención del presunto criminal de guerra serbobosnio Radovan Karadzic, y cuando corren rumores de la inminente detención de su mano derecha militar, el general Mladic.

De momento, podéis seguir mis pasos en el Google Maps. Más adelante, mi viaje en forma de notas/reportaje en mi cielo bajo Berlín...

domingo, 17 de agosto de 2008

Guerra en Georgia: ¿Rusia, el único culpable?

Rompo el silencio tras una semana de exilio estival en Alicante. Desde allí, entre baños y salidas nocturnas, he seguido espantado la guerra entre Georgia y Rusia por los territorios de Osetia del Sur y Abjazia. Causalmente, justo hace un año tuve la oportunidad de visitar Armenia, país vecino de Georgia y corazón del Cáucaso, esa región estratégica cargada con una historia llena de guerras.

Durante mi visita a Armenia, acompañada de la excelente fotógrafa barcelonesa Mar Costa (con la que cofirmé el reportaje Armènia, un país marcat per un genocidi publicado en el Setmanari Directa), tuvimos la oportunidad de conocer a un buen puñado de georgianos y armenios, que nos explicaron por qué el Cáucaso es una zona tan codiciada por las grandes potencias. Más concretamente, por Estados Unidos y Rusia. Recuerdo que en mi escala en Moscú, antes de volar a Yereván, leía cómo los diarios rusos editados en inglés abrían con las tensiones entre Tibilisi y Moscú por una presunta violación del espacio aéreo georgiano de la aviación rusa. Un aviso de la trágica guerra que ahora no tiene visos de cerrarse tan fácilmente pese a la firma del presunto plan de paz.

En efecto, Estados Unidos y Rusia pugnan desde hace años por hacerse con el control del Cáucaso, una región que ha sido y probablemente volverá a ser el escenario de conflictos bélicos nacidos en la post Guerra Fría. Rusia, sin duda, busca mantener su recuperada condición de imperio del Este nacida al calor de su poder energético. Pero Estados Unidos tampoco puede aparecer como inocente defensor de la democracia georgiana. Washington ha armado a Georgia porque le interesa tener como fiel aliado a un país cruzado por el oleoducto procedente de Baku, Azerbayán (por cierto, sigue mal cerrada una guerra entre Armenia y Azerbayán por el territorio de Nagorno Karabaj; pero, claro, esa guerra no interesa). Dan ganas de reir cuando ves a los mandatarios estadounidenses aparecer antes las cámaras como inocentes defensores de un pequeño país que ahora ha sido atacado por el maligno y renacido Imperio ruso. Aquí cada uno debe asumir la parte de culpa que le toca.

Y desde Europa, más exactamente desde Berlín, llega Angela Merkel con la cantinela de que, aunque "nadie es culpable absoluto de un conflicto", Rusia ha usado desproporcionadamente la fuerza contra Georgia. Un prueba más de que la Unión Europea sigue yendo a remolque de los Estados Unidos, a través de la OTAN, en cuestión de política exterior. Sin voz común y sin palabras claras ni verdaderas.

Dos conclusiones:

- El gran perdedor de esta guerra ha sido Georgia: Tibilisi díficilmente podrá mantener su integridad territorial y Occidente sólo intervendrá cuando vea en peligro el control del oleoducto que cruza el país caucásico.

- El Cáucaso será muy probablemente el escenario de nuevos conflictos post Guerra Fría en la lucha por mantener o recuperar el control de las canales energéticos.

P.D: la foto que abre este post fue tomada en el norte de Armenia, cerca de la frontera con Georgia, en agosto de 2007.

viernes, 1 de agosto de 2008

Tiempo y verdad, verdad y tiempo

Interesante la retrospectiva que la Neue Nationalgalerie dedica al fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto. Reconozco que suelen ser las exposiciones de fotografía las únicas que me arrastran a un museo. Este artista me era desconocido, pero la imagen que sirve de publicidad de la expo (la primera de este post), presente en muchas paradas de bus de Berlín, me sedujo desde el primer momento.

Sugimoto juega a través de su fotografías en blanco y negro con dos conceptos, que no por ser muy recurrentes en el arte, dejan de ser interesantes: la verdad y el tiempo. O el tiempo y la verdad. Como más os guste.


Verdad: Sugimoto se dedica a captar, por ejemplo, escenas del Museo de Historia Natural de Nueva York (ciudad donde reside el artista desde hace 30 años). Escenas de naturaleza muerta que deben representar la vida natural. Buitres disecados que trocean a una doblemente muerta gacela en una igualmente falsa sabana. Como apunta Sugimoto, las escenas de vida animal presentadas por el museo, vistas en directo, dejan mucho que desear: no convencen en absoluto al visitante, no tienen una viveza creíble. Sin embargo, el filtro de la fotografía hecha con calma, y posteriormente retocada, hace creer en un primer instante que son escenas sacadas de la misma naturaleza. Sugimoto pone en evidencia lo voluble del concepto de verdad, cuando la realidad es filtrada por un medio de reproducción técnica para su posterior difusión masiva o selectiva. Me recordó al trabajo del fotógrafo catalán Joan Fontcuberta (hace poco, por cierto, tuve la oportunidad de ver el documental F de Fontcuberta en el Instituto Cervantes de Berlín. Recomendable).

Tiempo: Sugimoto también juguetea con el concepto de tiempo. El tiempo es moldeable y moldeado por diferentes factores. El tiempo no siempre pasa igual para todos. Condiciones internas y externas condicionan la percepción de su paso. El fotógrafo japonés, reflexionando un día sobre cómo la luz transforma los objetos, se preguntó a sí mismo qué pasaría si fotografiaba la sala de un cine durante toda la proyección de la película. Es decir, deja abierto el obturador de su cámara durante unas dos horas. "El resultado me explotó en la cara".


Ni un alma, ni un movimiento en toda la sala, ni una estela. Sólo una pantalla deslumbrante. La acumulación de excesiva información anula todo mensaje para aparecer como una iluminación absoluta. Exceso de información en tan poco (¿0 tanto?) tiempo.