jueves, 25 de junio de 2020

El 'caso Floyd' reaviva el debate sobre el racismo en Alemania

Caminar al lado de un coche y escuchar cómo se activa el cierre automático; ser rechazado una y otra vez en la puerta de discotecas vigiladas por porteros blancos, y no tener problema alguno para entrar en aquellas en las que trabajan miembros de seguridad negros; que a menudo te controle la policía en estaciones de tren; escuchar la eterna pregunta “¿De dónde vienes?”, a pesar de haber nacido en Alemania y que desconocidos te hablen en inglés a pesar de tener el alemán como lengua materna. Todas son situaciones que Marvin Oppong ha vivido en Alemania. 

Este periodista negro, de padre africano y madre alemana, recuerda haber sufrido racismo estructural prácticamente desde que tiene uso de razón. Lo cuenta en el libro Ewig anders (Eternamente diferente): “Por regla general, no pasa una semana sin que me ocurra un episodio racista. A veces me ocurren tres en una semana, a veces tengo calma durante algo más de tiempo. Cuando un terrorista musulmán aparece en los medios, tengo la sensación de convertirme en una especie de diana especialmente rápido”, escribe Oppong. 

 “Muchas personas siguen sin ver Alemania como un país de migración, aunque los hechos digan lo contrario”, dice Oppong haciendo referencia a los millones de inmigrantes que contribuyen desde hace décadas a levantar la República Federal, y al rechazo – expreso o latente – en significativas partes de su población. “Que todavía estemos debatiendo si el Islam forma parte de Alemania demuestra cuál es el nivel de la discusión”, añade. 

Manifestaciones masivas 

Más de 100.000 personas salieron el pasado 6 de junio a las calles de 25 ciudades alemanas. Lo hicieron para protestar contra el asesinato de George Floyd a manos de un policía en Estados Unidos y también para denunciar el racismo estructural que ciudadanos como Marvin Oppong viven a diario en Alemania. La enorme cantidad de participantes en las marchas sorprendió a muchos. Y no solo por las restricciones sociales para frenar la pandemia, sino también porque casos similares al de Floyd no generaron tanta indignación en el pasado. 

¿La razón de esa movilización? Según Oppong, los paralelismos entre ambos países. “Tanto en Alemania como en Estados Unidos nos enfrentamos a un problema de racismo estructural, y no desde ayer, sino desde hace mucho tiempo. Los problemas fundamentales son los mismos en los dos países”, cree el periodista. 

Aunque la violencia policial contra las minorías en Alemania esté lejos de alcanzar los niveles de Estados Unidos, el color de piel también te puede convertir en víctima de abusos policiales. Marvin Oppong lo sabe de primera mano: en mayo del 2018, fue detenido por la policía de Bonn tras filmar la escena de un accidente provocado por un coche patrulla, y a pesar de identificarse como periodista.




El caso más paradigmático del silencio institucional sobre los atropellos racistas a manos de las fuerzas de seguridad es el de Oury Jalloh: en el 2005, el peticionario de asilo de Sierra Leona murió por un incendio en la celda de una comisaría de Dessau en la que estaba encerrado. El proceso judicial no llegó a aclarar las circunstancias de la muerte ni cómo comenzó el fuego. Organizaciones pro derechos humanos consideran a Jalloh víctima de la violencia policial. 

A todo ello hay que sumar el serio problema que Alemania tiene con el terrorismo xenófobo y supremacista, que suma más de 200 muertos durante las últimas tres décadas. La cifra es de Amadeu Antonio, una fundación que lleva el nombre de un inmigrante angoleño que murió apaleado por neonazis en 1990 en la ciudad de Eberswalde. Cuatro de los agresores –ninguno de ellos mayor de edad– fueron condenados a cuatro años de reclusión en un centro de menores. Amadeu Antonio es considerado la primera víctima del terrorismo ultra desde la reunificación alemana. 

'Racial profiling’ 

A día de hoy, sigue sin haber un registro oficial de abusos racistas en Alemania. Sí existen estudios que demuestran, por ejemplo, que si eres negro tienes más probabilidades de ser controlado por agentes de policía. Es el fenómeno conocido como 'racial profiling'. Como apunta un informe de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, entre el 2011 y el 2016 el 14% de los ciudadanos negros de Alemania fueron parados por la policía solo por su color de piel. 

Espoleado por el 'caso Floyd', el debate sobre el racismo estructural e institucional se ha proyectado en las redes sociales de Alemania a través del 'hashtag' #BeiUnsAuch (“aquí también”). Los activistas exigen ahora cambios. La red federal TANG (The African Network of Germany) ha presentado al Gobierno federal un listado de 14 demandas, entre las que destacan: la creación de un comisionado especial e independiente que monitorice las agresiones racistas, programas preventivos en las fuerzas de seguridad y la sustitución de la palabra “raza” por la expresión “color de piel” en la Constitución alemana. TANG considera esa formulación una herencia del pasado colonial y nacionalsocialista todavía hoy presente en Alemania.

Reportaje publicado en El Periódico de Catalunya.

domingo, 21 de junio de 2020

¿Está preparada la CDU (y Alemania) para el fin de la 'Era Merkel'?

La “Era Merkel” tiene fecha de caducidad: septiembre de 2021. Entonces, en poco más de un año, habrá nuevos comicios federales y su partido, la CDU, aún sigue sin candidato. A los 30 años de la reunificación, nos preguntamos en el capítulo de nuestro podcast 'La transición alemana': ¿tiene el conservadurismo alemán una alternativa a Merkel? 

Una cada vez más cuestión urgente por el malestar en algunos sectores de la sociedad alemana y por la sensación de que las actuales encuestas de intención de voto son espejismo generado por la pandemia. En esta séptima entrega del podcast intentamos encontrar respuestas:




martes, 9 de junio de 2020

El desafío de la crisis climática

El cambio climático es un asunto de discusión en Alemania desde hace décadas. Sin embargo, a los partidos políticos les cuesta armonizar sus objetivos de corto plazo con los cambios y reformas que hacen falta para no destrozar el planeta. Incluso los ecoliberales de Los Verdes tienen dificultades para compaginar sus objetivos ecologistas con la ‘realpolitik’ y sus pretensiones electorales.

Una mirada a la historia reciente del país nos deja, además, caprichosas conclusiones. Por ejemplo, que en la extinta RDA, el reciclaje y el consumo moderado eran la regla, aunque quizá menos por una conciencia medioambiental que por una cuestión de desabastecimiento y de la planificación centralizada de la economía.

A 30 años de la reunificación, en el podcast 'La transición alemana’ nos hacemos la siguiente pregunta: ¿es la crisis climática el desafío del siglo XXI para Alemania?

Aquí está el audio completo del episodio:





miércoles, 3 de junio de 2020

La pandemia visibiliza la explotación en el campo alemán

¿Espárragos por encima de la dignidad humana?”, se pregunta lacónicamente una pancarta colgada en el balcón de una vivienda en el centro de Berlín. Quien desconozca la situación de los temporeros extranjeros en el campo alemán difícilmente entenderá la denuncia. El espárrago blanco, ese producto de temporada tan apreciado – y caro – en la cesta de la compra de los alemanes, se ha convertido en las últimas semanas en todo un símbolo de la precariedad y de las miserables condiciones laborales y de alojamiento que sufren trabajadores temporales, fundamentalmente rumanos y búlgaros, en explotaciones agrarias de Alemania. 

La llegada de la pandemia y las correspondientes medidas restrictivas de movimiento y actividad económica ya evidenciaron el pasado marzo la dependencia del sector agrícola alemán de la mano de obra extranjera: la patronal de agricultores alertaba hace dos meses de que el campo alemán se estaba quedando sin brazos para cosechar productos de temporada como la fresa y el apreciado espárrago blanco. El ministerio federal de Agricultura y el de Interior reaccionaron ante las demandas empresariales con una serie de medidas excepcionales que permitían la llegada de hasta 80.000 temporeros extranjeros – fundamentalmente del este de Europa – durante los meses de abril y mayo. Esas medidas se extenderán previsiblemente durante el verano. 

La cosecha de temporada está así, al menos parcialmente, asegurada. Las condiciones laborales, no tanto. La pandemia ha visibilizado el hacinamiento, las condiciones poco higiénicas y las largas jornadas laborales que sufren temporeros extranjeros en Alemania. Unas condiciones que, obviamente, aumentan las posibilidades de aparición de focos de contagio, como los surgidos en algunos mataderos del país – en los que también trabajan muchos ciudadanos del este de Europa y cuyas condiciones fueron calificadas recientemente de “vergonzosas para Alemania” por la Organización Internacional del Trabajo –. 

Huelga en Bornheim 

A mediados de este mes de mayo una noticia llamó la atención de Erik Hagedorn y sus colegas del pequeño sindicato anarquista Unión Libre de Trabajadores y Trabajadoras (FAU): un grupo de temporeros rumanos se levantó en una explotación de espárragos de la localidad de Bornheim, cerca de Bonn, en el estado federado occidental de Renania del Norte-Westfalia. Cuando Erik y sus compañeros llegaron al lugar, se encontraron con la siguiente situación: decenas de trabajadores rumanos denunciaban no haber recibido sus salarios; la empresa no cumplía con las medidas de protección contra el coronavirus y ofrecía salarios más bajos y peores condiciones a los empleados extranjeros que a los alemanes; los temporeros vivían hacinados en contenedores dentro de la misma explotación, en la que se les ofrecía comida comida en mal estado. 

Uno de los temporeros filmó los barracones en los que vivía dentro de los mismos terrenos de la empresa Spargel Ritter – que se ha declarado en bancarrota –. El sindicato FAU publicó las imágenes en su canal de Youtube. “Diría que lo ocurrido en Bornheim es lo habitual. La diferencia es que allí la gente se levantó y ello les permitió recibir ayuda de nuestro sindicato. Pero, lamentablemente, no es lo normal. En la mayoría de ocasiones, simplemente, les toman el pelo”, asegura Erik Hagedorn a EL PERIÓDICO. 




Problema “estructural” 

El portavoz de la FAU argumenta que el colectivo de temporeros extranjeros en Alemania ha tenido históricamente poca o nula representación sindical. Ello responde a la desconfianza de los propios trabajadores, que acumulan malas experiencias con sindicatos corruptos en sus países de origen, el poco o nulo conocimiento de alemán de los temporeros y también a lo equipos de seguridad contratados por empresarios, que mantienen aislados a los empleados extranjeros. 

El informe “Iniciativa para un trabajo agrícola justo”, confeccionado por el sindicato mayoritario IG BAU, apunta que condiciones como las de Bornheim no son aisladas ni nuevas: “Como en el 2018, las penosas situaciones descubiertas en muchos lugares permiten suponer un fraude sistemático en el pago del salario mínimo. Los trabajadores entrevistados en los campos a menudo mencionaban uno o varios de los siguientes delitos: fraude salarial, nóminas y hojas de horarios opacas, falta de equipos de protección, retenciones salariales ilegales, alojamiento y alimentación precarias….”. 

IG BAU pide aumentos salariales para un colectivo que considera “relevante para el sistema” y medidas como las tomadas por las autoridades alemanas en el sector cárnico tras la salida a la luz de los focos de infección de covid-19. De momento, el tema no parece estar en lo más alto de la agenda del gobierno federal: el pasado 27 de mayo, la cancillera Angela Merkel y el primer ministro rumano, Ludovic Orban, mantuvieron una llamada telefónica. En ella, hablaron de “la necesidad de cumplir los estándares de protección laboral y de higiene” de los temporeros rumanos en Alemania”. No propusieron, sin embargo, medidas concretas para ello.

Reportaje publicado en El Periódico de Catalunya.