martes, 25 de febrero de 2014

El mercado es insustituible

"La concentración de poder en manos privadas provoca que la política deje de ser soberana, que la democracia sea vacíada y que los mercados dejen de funcionar."

"Marx pensaba que la economía podía y debía ser completamente planificada para evitar crisis. Eso era una idea comprensible entonces, con el bajo nivel de consumo de aquel tiempo. Pero la actual economía altamente diversificada no permite la completa planificación."

"Tanto mercado como sea razonable. (...) Evidentemente, todo se puede someter al libre mercado, también la educación, el agua y la sanidad. La cuestión es cuán regulado debe estar el mercado para que funcione. (...) Los mercados hacen a los grandes más grandes y provocan la desaparición de los pequeños."

"Considero a los mercados algo insustituible."

"Necesitamos reglas que eviten que los bancos se conviertan en tahúres."

Todas estas son citas extraídas de la recomendable entrevista a la líder del partido La Izquierda (principal partido de la oposición parlamentaria en Alemania) Sahra Wagenknecht, recientemente publicada por el diario económico alemán Handelsblatt: en la charla con tres periodistas de la publicación coservadora y liberal, Wagenknecht despliega un discurso que combina una alta preparación intelectual y un pragmatismo político nacido de la reflexión sobre las contradicciones que supone representar los valores de la izquierda (redistribución de la riqueza; de cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades; etcétera).

El discurso de Wagenknecht me recuerda en cierta manera al del actual presidente de Uruguay, Pepe Mujica, a quien tuve la oportunidad de ver en vivo y en directo en Berlín hace ya unos años: tanto Wagenknecht como Mujica son conscientes de que los mercados no son una concepción ideológica de una determinada perspectiva política sobre cómo deberían ser las sociedades, sino una realidad humana innegable: el mercado formaba ya parte de la plaza pública, era un punto de encuentro de los grupos humanos hace miles de años. 

Tanto Wagenknecht como Mujica saben que el socialismo real se hundió, en parte, a causa de su cerril y dogmática pretensión planificadora de la economía. La economía planificada demostró ser ineficaz e inviable en la URSS y en Cuba, por poner dos claros ejemplos. La izquierda actual que aspira realmente a hacerse con el poder debe, por tanto, redefinir su posición hacia un mercado necesario, pero que también necesita claros límites para acabar con las especulaciones destructivas del actual sistema económico.

En resumen: si la izquierda quiere superar el capitalismo, para ello necesitará del mercado en su versión más productiva y cooperativista, y menos especulativa posible. Un ejemplo de qué pinta podría tener ese modelo es la startup berlinesa Lendico, que pretende poner en jaque el negocio del préstamo bancario y sobre la que recientemente publiqué el siguiente reportaje

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lunes, 17 de febrero de 2014

Cada mesa, un Vietnam

“Puede decirse con seriedad que el periodismo, primera última de todas las cosas, como hubiera dicho Esopo, ha creado a los hombres una vida completamente nueva, llena de progresos, de ventajas y de cuidados. Esta voz de la humanidad que viene cada mañana a nuestro despertar a contarnos cómo ha vivido la humanidad la víspera, proclamando ya grandes verdades, ya espantosas mentiras, pero siempre marcando cada uno de los pasos del ser humano y sonando a todas horas de la vida colectiva…”.

La aristócrata francesa Amandine Aurore Lucile Dupin escribió bajo el seudónimo masculino de George Sand el párrafo que abre este texto durante una estancia en isla de Mallorca entre los años 1838 y 1839. Con la Revolución Francesa todavía muy fresca en la intelectualidad gala de la época, Dupin (o Sand) expone con gran claridad el alto valor que el periodismo (esa labor de saber contar con tino historias más o menos relevantes para el conjunto de la sociedad) tuvo en la modernidad. 

De camino a que se cumplan los 200 años del puñado de líneas trazadas por Dupin, algunos parecen empeñados en enterrar al periodismo, tal y como se hiciera ya con la modernidad, periodo historiográfico en el que la tarea de describir la realidad a través de la razón tanta importancia tuvo en la búsqueda de la verdad. Con la inauguración de la postmodernidad, el concepto de verdad pareció saltar en mil pedazos, al igual que la importancia de su búsqueda. Con el inicio de la postmodernidad, todo se convirtió en relativo y poliédrico. También la verdad, fin último del periodismo honesto. 

El cierre de decenas de medios de comunicación, el consecuente despido de miles de periodistas en todo el mundo y la aparentemente imparable precarización de las condiciones laborales de aquellos profesionales de la información que todavía tienen un puesto de trabajo parecen darle la razón a esas voces agoreras, tan del gusto del relativismo postmoderno, que dan por amortizada la noble profesión de (intentar) explicar a diario lo que ocurre a nuestro alrededor, de hacerse preguntas y de contestarlas a través de más preguntas.

Seguir leyendo el texto en el siguiente enlace: http://santacruz-ic.com/es/issue/ow5/