lunes, 7 de diciembre de 2015

¿Se enfrenta Alemania a un nuevo terrorismo de extrema derecha?

Tras la cadena de atentados yihadistas de París, mucho se habla en Alemania del posible primer ataque de Estado Islámico o Al Qaeda en suelo de República Federal, pero nada de un posible nuevo terrorismo neonazi al calor de movimientos políticos como Pegida o el ascendente partido Alternativa para Alemania (AfD). Ello a pesar de que haya indicios más que suficientes para barajar seriamente ese escenario, tras la desaparición de la última célula terrorista de extrema derecha conocida en el país: la NSU.

Más ataques contra refugiados y contra centros de acogida, nuevas formas de levantamiento social contra la política migratoria del Gobierno federal, como el corte de carreteras y sabotajes, y también posibles nuevos atentados contra políticos alemanes que defiendan la integración de los refugiados. Es lo que espera la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA, en sus siglas en alemán) durante los próximos meses mientras siguen llegando diariamente miles de refugiados al país. 

Así lo anunció la BKA tras confirmar que en lo que va de año lleva registrados más de 520 delitos de trasfondo de extrema derecha. Una tendencia que va claramente al alza: sólo durante el tercer trimestre de 2015, la BKA registró 285 ataques contra centros de acogida de refugiados, más que durante la primera mitad del año y también que durante todo 2014. Los políticos que asumen la organización de infraestructuras para refugiados como un deber también se convierten en objetivo de los ataques de corte neonazi o de extrema derecha

Fue el caso de la política independiente Henriette Reker, actual alcaldesa de la ciudad de Colonia. Reker fue apuñalada de gravedad durante un acto de su campaña por un hombre con conexiones con círculos ultraderechistas alemanes, tal y como confirmaron los servicios secretos germanos. Tras el ataque, y apoyada por partidos tan dispares como Los Verdes, los democristianos de la CDU y los liberal-conservadores del FDP, la candidata obtuvo la mayoría absoluta. 

Salto cualitativo

El atentado contra Reker supuso un salto cualitativo de la violencia derechista observada en las calles de Alemania en los últimos meses. La sociedad alemana entendió el atentado como un mensaje a todos los ciudadanos que colaboren en la acogida de refugiados. 

Ante el auge del movimiento islamófobo Pegida, y el aumento de intención de voto de los euroescépticos de Alternativa para Alemania (AfD), que también han coqueteado con Pegida al rechazar la política migratoria desplegada por el Gobierno de Angela Merkel, expertos y medios comenzaron a preguntarse en voz alta si el país se enfrenta ante un nuevo terrorismo de extrema derecha. Un terrorismo que podría proceder del mismo corazón de la sociedad, y no ya de grupos radicales y marginales, como tradicionalmente ha ocurrido en Alemania. 

“No se trata de un nuevo terrorismo, sino de una nueva dimensión de la violencia de extrema derecha con tendencias terroristas; una violencia entendida como una lucha asimétrica contra sus enemigos: los migrantes como 'cultura y raza extranjera', aquellos que apoyan a los refugiados en nombre de la integración, y también la cultura democrática y pro derechos humanos del Estado parlamentario”. Así lo asegura Bernd Wagner, criminalista experto en extrema derecha y fundador de EXIT, asociación que ayuda a militantes de movimientos neonazis a abandonar los círculos xenófobos violentos. 

En una entrevista a través de correo electrónico, Wagner apunta que lo fundamental ahora es saber distinguir “la intencionalidad ideológica” que se esconde tras cada uno de los ataques, y no si tras estos hay grupos organizados con amplias estructuras sociales, o individuos que actúan como lobos solitarios, como parece que fue el caso del atentado contra la alcaldesa de Colonia. 

Como en los 90 

Hans-Gerd Jaschke lo ve diferente: en una entrevista concedida a la radio pública alemana WDR, el académico e investigador de movimientos ultraderechistas cree que los ataques a refugiados proceden cada vez más de ciudadanos integrados y no de militantes neonazis. Un fenómeno similar a los ataques xenófobos ocurridos en Alemania en la década de los 90, fundamentalmente en el Este del país, poco después de la reunificación y durante la llegada de refugiados que huían de la guerra de los Balcanes. En aquel momento, neonazis y ciudadanos aparentemente bien integrados se convirtieron en turbas violentas difícilmente descriptibles que atacaban viviendas de extranjeros. 

En un país con un reciente episodio como el de la NSU (Clandestinidad Nacionalsocialista), una célula neonazi formada por tres dos hombres y una mujer que actuó entre 2000 y 2011 con el apoyo de evidentes estructuras sociales, y que dejó tras de sí 10 asesinatos, numerosos atentados y atracos de bancos, y con el actual auge de movimientos derechistas y xenófobos, parece cuestión de tiempo que surja una nueva forma organizada de violencia neonazi. 

El partido III. Weg muestra el camino que siguen los nuevos grupos neonazis. Bernd Wagner lo define como mezcla de “hitlerismo y nacionalistas autónomos” con tendencias “tradicionalistas y también anticapitalistas”. Un partido que defiende en su programa electoral una ciudadanía basada en criterios étnicos, y también la recuperación de territorios ocupados y posteriormente perdidos por el Tercer Reich en el Este de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. 

Movimientos como III.Weg o Pegida cuentan además con conexiones con círculos de extrema derecha de otros países europeos, incluida España. Por eso, el criminalista Wagner advierte: “Europa, como comunidad de valores, debe reorganizarse rápidamente respecto a la cuestión migratoria, o tiene el riesgo de fracasar ante un tremendo giro hacia la extrema derecha”.