jueves, 22 de noviembre de 2018

“Mi cara polariza”: Merkel, en Chemnitz después de los disturbios ultras

“Reflexioné durante mucho tiempo sobre cuándo sería el mejor momento para venir a Chemnitz, porque, por una parte, sé que mi cara polariza y, por otra, quería visitar la ciudad sin que hubiera un ambiente crispado”. Estas fueron las primeras palabras que Angela Merkel pronunció este viernes frente a un auditorio compuesto por ciudadanos de la ciudad germanooriental elegidos por la dirección del diario local Freie Presse

Casi tres meses después de las protestas de corte ultraderechista a raíz del asesinato del ciudadano cubano-alemán Daniel H., presuntamente a manos de peticionarios de asilo, la canciller visitó finalmente la ciudad sajona. Reaccionaba así a las críticas de la alcaldesa de Chemnitz, la socialdemócrata Barbara Ludwig, quien dijo que la visita de la canciller debería haber llegado antes. Merkel quiso hacerse una idea de la situación de la localidad, considerada uno de los bastiones del ultraderechismo y del movimiento anti-Merkel, y hacer visible que Chemnitz es mucho más que las imágenes de disturbios ultras y pogromos xenófobos que dieron la vuelta al mundo a finales del pasado agosto. 

Con un cuidado y controlado programa, la canciller visitó a un equipo de baloncesto local y participó en un diálogo ciudadano organizado por Freie Presse al que sólo unos pocos representantes de la prensa pudieron acceder. Merkel evitó pisar las calles en las hace sólo unos meses grupos de ultraderechistas y neonazis gritaron eslóganes xenófobos, agredieron a extranjeros y mostraron músculo ultranacionalista. La todavía presidenta de la CDU, que se encuentra en el momento de mayor debilidad de toda su carrera política, se cuidó de dejar imágenes incómodas y de tensión con ciudadanos contrarios a su política migratoria y a su forma de gobernar.  

Choque de civilizaciones 

“¡Prensa mentirosa”, “¡Merkel debe irse!”, “¡Nosotros somos el pueblo, nosotros somos el cambio!”, “¡Este es nuestro país!”. Mientras Merkel dialogaba con ciudadanos en el interior del acto, la plataforma ciudadana derechista Pro Chemnitz recibía a la canciller con los eslóganes que han protagonizado las marchas del movimiento islamófobo Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) y del partido ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) durante los últimos cuatro años. Alrededor de dos mil personas mostraron nuevamente en Chemnitz que ya sólo esperan una cosa de Merkel: su dimisión. 

Pro Chemnitz, que cuenta con una fracción propia de cuatro concejales en el ayuntamiento de la ciudad, lleva organizando semanalmente este tipo de marchas desde la ola de violencia desatada el pasado agosto. “Le decimos adiós. Tour de despedida de Angela Merkel” era el irónico lema de la concentración convocada este viernes por el movimiento ciudadano autoproclamado “conservador” y “patriota”, y que niega rotundamente ser ultraderechista. La plataforma ya celebra que Merkel haya anunciado que esta será su última legislatura en el poder, pero sigue exigiendo el fin de su política migratoria mientras siga en la cancillería. 

“No estamos en contra de la inmigración, sino en contra de una inmigración descontrolada y, sobre todo, en contra de la inmigración de hombres musulmanes menores de 40 años que no huyen de nada, sino que simplemente pretenden una vida mejor”, dice a Jahn Zoschke, jefe de prensa de Pro Chemnitz. Con un discurso muy bien argumentado, pausado y reflexionado, Zoschke lanza un mensaje meridianamente claro: el problema no son los extranjeros, sino el Islam. “Se trata de un lucha de culturas”, de un choque de civilizaciones, una teoría trazada por el politólogo estadounidense Samuel Huntington hace más de dos décadas y que ahora cosecha un considerable número de seguidores en las llamadas Nuevas Derechas alemanas

La marcha anti-Merkel de este viernes confirma que buena parte de los simpatizantes de plataformas ciudadanas como Pro Chemnitz o de los votantes del principal partido ultraderechista alemán, AfD (actualmente tercera fuerza del Bundestag), no son ni mucho menos militantes del neonazismo violento. Grupos de jóvenes, jubilados y familias enteras participaron en la marcha para gritar con todas sus fuerzas que ya no quieren más a Merkel. Que los participantes en la marcha no sean militantes de grupos neonazis o violentos no significa, sin embargo, que no defiendan posiciones abiertamente radicales o xenófobas. Basta con hablar con ellos para encontrar algunos ejemplos.

Thomas y Nico son una pareja de unos 40 años que ha recorrido unos 400 kilómetros desde Renania para mostrar su rechazo a Merkel. No están en Chemnitz sólo por su política migratoria, sino también por su política económica y por su “inacción” en la crisis financiera. “Tenemos la sensación de que Merkel hace tiempo que dejó de escuchar”, dice Thomas. “Aquí no hay ultraderechistas, aquí sólo hay patriotas”, añade. Merkel representa al establishment y ellos están cansados de que manden siempre los mismos. 

Rainer y Wienfried son dos jubilados residentes en Chemnitz. Ambos acceden a hablar con este periodista porque no trabaja para ningún medio alemán. La prensa, especialmente la nacional, sigue siendo uno de los principales enemigos de las Nuevas Derechas alemanas. Rainer enumera las tres razones que lo han traído hoy hasta aquí: la inmigración, la política energética y las sucesivas políticas del rescate dentro de la zona Euro impulsadas por el gobierno de Merkel. Los tres temas forman parte de la agenda fundamental de AfD. Para Rainer, todos los problemas actuales de Alemania proceden de “la ideología izquierdista” y del “neomarxismo”, cuyas raíces llegan hasta las revueltas de 1968 y siguen teniendo amplias cuotas de poder en el país. 

“El Islam no pertenece a Alemania. La inmigración procedente de Afganistán, un país que todavía vive en la Edad Media, nunca podrá integrarse”, asegura a este diario una manifestante de unos 60 años. Su marido añade: “Y luego vendrán los negros, que son muchísimo peores”. La pareja, elegantemente vestida, evita dar sus nombres de pila, ni siquiera quieren revelar dónde viven. Prefieren que sus argumentaciones, que rebasan ampliamente los márgenes de lo políticamente correcto en Alemania, queden en el anonimato. 

“¿Cuándo piensa usted dimitir?” 

Mientras afuera el ambiente se calentaba pese a las bajas temperaturas, dentro Merkel seguía respondiendo a las incómodas preguntas de los ciudadanos elegidos por el diario local. Muchas de las cuestiones iban dirigidas contra la política migratoria de su gobierno, que abrió la puerta del país a alrededor de un millón de refugiados sólo en 2015. Merkel reconoció errores y descontrol en la gestión de la llegada de peticionarios de asilo, pero volvió a rechazar la posición de los que fuera exigían su dimisión: “Yo siempre estoy preparada para hablar con quiera conversar conmigo. Lo triste es que hoy haya manifestaciones que no buscan el diálogo, sino hacer callar a otros”. 

Gabi Engelhardt y Bernhard Herrmann conocen de primera mano la intolerancia de una parte de los “ciudadanos preocupados” que protestan cada semana contra Merkel y su política de asilo. Gabi forma parte de la plataforma Aufstehen Gegen Rassismus (Levantarse Contra el Racismo) y Bernhard es concejal en el Ayuntamiento de Chemnitz por el partido ecoliberal de Los Verdes. Ambos son parte de la Alemania que se niega a aceptar que el Islam no pertenece a Europa y que los refugiados e inmigrantes musulmanes nunca podrán integrarse plenamente en el país. 

“Después de las manifestaciones de Pro Chemnitz ha habido agresiones y hemos visto saludos hitlerianos en sus marchas. Recientemente, hubo un ataque contra un restaurante turco. Todo eso tiene relación con la atmósfera racista propagada por la plataforma”, dice Gabi Engelhardt en una concentración contra el racismo organizada frente al enorme busto de Karl Marx que todavía se conserva en el centro de la ciudad tres décadas después de la caída de la autoritaria República Democrática Alemana. La activista reconoce que Chemnitz sigue siendo una ciudad dividida. Una división que incluso se proyecta dentro de las familias y los grupos de amigos. 

“A Chemnitz le va bien económicamente, hay poco desempleo. Sin embargo, hay una creciente brecha entre los barrios a los que les va bien y aquellos en los que se concentran los desempleados de larga duración”, explica el concejal verde Herrmann. “Además, en un lapso de dos años, Chemnitz ha pasado de ser un ciudad grande, pero provinciana, a una ciudad europea de corte internacional. Ese proceso de internacionalización ha sido especialmente rápido y tiene una relación directa con la llegada de refugiados”. 

La polarización de Chemnitz no deja de ser, en definitiva, una proyección de la Alemania de la que Angela Merkel ya ha comenzado a despedirse políticamente: tras 13 años en el poder, la canciller democristiana, un día considerada la mujer más poderosa del mundo, ya no es capaz de alcanzar amplías mayorías electorales que le permitan gobernar sin dificultades. Merkel genera rechazo y enfado entre importantes sectores de la población alemana. El fenómeno AfD y la consecuente inestabilidad política, que hasta hace bien poco era desconocida por el país más rico y poblado de la UE, son un reflejo de todo ello.


“Una última pregunta, señora Merkel, ¿cuándo piensa usted dimitir?”, interpeló a la canciller un participante del diálogo ciudadano. Fue la intervención más incómoda. El espíritu de la concentración ultra que gritaba eslóganes contra Merkel a las puertas del edificio se coló en la sala para sorpresa de los presentes. Mientras tanto, los “ciudadanos preocupados” no se cansaban de gritar en la fría noche de Chemnitz: “¡Vete ya!¡Vete ya!¡Vete ya!”.

Crónica publicada por El Confidencial.

jueves, 1 de noviembre de 2018

La Alemania que quiere AfD: buzones para denunciar a profesores


Posicionamientos políticos parciales o sesgados, informaciones falsas en libros de texto, expresiones racistas o agresiones contra escolares alemanes por el simple hecho de ser alemanes, proselitismo en favor de partidos políticos o de cosmovisiones de culturas extranjeras como el Islam… 

Este el cuadro que Alternativa para Alemania (AfD) presenta del estado del sistema educativo público alemán. Unas malas prácticas que, según el partido ultraderechista, ponen en peligro la neutralidad ideológica en las escuelas del país. Los líderes ultras consideran que hay maestros que critican en las aulas y ante sus alumnos las posturas políticas que ellos defienden, lo que supone un ataque frontal a esa neutralidad. 

“En muchas escuelas, los maestros ya sólo divulgan o consienten un concepto rojo-verde del mundo”, dijo recientemente Georg Pazderski, vicepresidente de la facción berlinesa de AfD, haciendo referencia a los colores de los partidos de centroizquierda y ecologista de Alemania. Este es el tipo de argumentaciones que llevan a la joven formación ultraderechista a lanzar ahora plataformas digitales en (por el momento) cuatro Estados federados para denunciar esas presuntas malas prácticas. 

En AfD cunde la idea de que el sistema educativo alemán está controlado por antiguos militantes del movimiento del Mayo del 68. Que el espíritu izquierdista y revolucionario que sacudió las capitales europeas hace justo seis décadas sigue teniendo el poder del aparato educativo de Alemania es una opinión que líderes y militantes del partido ultraderechista han defendido reiteradamente en público. Un control que permite enseñar en las escuelas alemanas “las diferencias entre 80 géneros” y “una educación sexual prematura”, en palabras de Beatrix von Storch, integrante de la dirección de AfD, en entrevista con este reportero

El poder progresista 

“Yo nací en 1953. Por tanto, tenía 15 años en 1968 y era relativamente joven en aquella época. Pero puedo decir que los integrantes del Mayo del 68 han tenido mucha influencia en Alemania y, seguramente, siguen teniendo mucha influencia, demasiada para el gusto de AfD”, dice a El Confidencial Karin Wilke, parlamentaria del partido ultraderechista en Sajonia y portavoz para asuntos educativos del partido en ese estado federado. 

“Hay muchos padres y alumnos que ya no están dispuestos a aceptar el adoctrinamiento de algunos profesores en las escuelas alemanas”, según Wilke, quien asegura que ha recibido llamadas de ayuda prácticamente a diario de “ciudadanos preocupados” de Sajonia. Esto último no es en absoluto inverosímil en un Estado federado considerado un auténtico bastión de la fuerza ultraderechista. AfD fue, con más del 25 por ciento de los votos, el segundo partido más votado en el Estado germanooriental (sólo por detrás de los democristianos de la CDU de Angela Merkel) en las últimas elecciones federales de hace un año. 

Wilke considera intolerable que AfD sea presentado por profesores “como un partido que quiere volver el nacionalsocialismo” o que “los problemas que a menudo se producen con escolares musulmanes sean barridos bajo la alfombra”. Cuando se le pide pruebas concretas de todas estas acusaciones recogidas hasta ahora a través de la plataforma https://lehrersos.de (“Ayuda para profesores”), la diputada argumenta que no las puede ofrecer a periodistas debido la ley de protección de datos alemana. “Sólo utilizaremos la información recabada para nuestro trabajo parlamentario y para ofrecérsela a las autoridades educativas. Nunca las haremos públicas”, argumenta. 

Las principales asociaciones de profesores y maestros del país, así como el resto de partidos con presencia parlamentaria e incluso líderes de la iglesia evangélica alemana ya han reaccionado con críticas al “buzón de quejas” de AfD, tal y como han bautizado algunos legisladores ultraderechistas la iniciativa. La Asociación de Profesores de Enseñanza Media (VDR, en sus siglas en alemán) es una de las organizaciones que más alto han levantado su voz contra las plataformas digitales lanzadas por el tercer partido más votado en Alemania en las últimas elecciones federales. 

“Se trata de un sistema de denunciación y de un intento de instigar a los alumnos contra los profesores. Además, en mi opinión, contraviene la neutralidad que debería regir en una escuela. Estamos vehementemente en contra de esta iniciativa”, dice a El Confidencial Jürgen Böhm, presidente de la VDR y antiguo director de escuela. 

En Alemania no hay ninguna ley que obligue a los maestros de primaria y a los profesores de secundaria a mantener una neutralidad política ante sus alumnos, sino que existe un consenso expreso acordado en la década de los 70 que establece que no deben imponer su opinión, que deben abordar los temas de discusión de una manera equilibrada y que deben guiar a los escolares de forma que estos saquen sus propias conclusiones. “La mayoría de profesores son funcionarios, por lo que tienen que jurar la Constitución y están obligados respetarla. Y si aparecen tendencias radicales en las escuelas, deben hacer justo lo que manda su obligación constitucional; es decir, defender la democracia”, concluye Jürgen Böhm. 

Maestros en AfD 

Pese al rechazo de las principales asociaciones de maestros y de todos los partidos políticos con presencia parlamentaria, con excepción de AfD, los sucesivos resultados electorales del partido ultraderechista demuestran que la formación cuenta con una base social transversal. Ello permite deducir fácilmente que entre los votantes de AfD y los militantes de las llamadas Nuevas Derechas alemanas también hay maestros de primaria y profesores secundaria. 

Björn Höcke es probablemente el ejemplo más relevante de la presencia de representantes del ultraderechismo de nuevo cuño en el sistema educativo alemán: el actual líder de AfD en el estado de Turíngia y figura más relevante de la fracción etnonacionalista, la más radical del partido (rayana con el neonazismo), fue profesor de Historia y Deporte en secundaria antes de comenzar su carrera política. Entre sus muchas salidas de tono, destacan la reiterada relativización de los crímenes del nacionalsocialismo y el revisionismo histórico. “Los alemanes somos el único pueblo del mundo que ha erigido un monumento de la vergüenza en el corazón de su capital”, dijo Höcke a inicios del pasado año haciendo referencia al monumento a los judíos asesinados en el holocausto situado en el centro histórico de Berlín. 

La educación es una competencia descentralizada en Alemania y está en manos de los 16 Estados federados que conforman la República Federal. Teniendo en cuenta que Baviera acaba de votar, que el estado de Hesse acudió a las urnas el próximo domingo y que el país se enfrenta a un auténtico maratón electoral el próximo año, con 13 comicios regionales, es difícil no ver una estrategia comunicativa y propagandística en el lanzamiento de las plataformas por parte de AfD, más que un intento de combatir la presunta falta de neutralidad en las escuelas. 

Bajo la vieja estrategia de que hablen (bien o mal) de ti ya utilizada por el partido nazi en la década de los 30 del siglo pasado, el partido ultraderechista fundado en 2013 ha ido encadenando escándalos en el espacio público y conseguido así de manera prácticamente ininterrumpida la atención de los medios de comunicación, además de entrar holgadamente en el Bundestag así como en los 16 parlamentos regionales del país. 

Mientras la Conferencia de Ministros regionales de Cultura y Educación estudia iniciar posibles acciones legales contra las plataformas lanzadas por AfD, el partido sigue afianzándose en las encuestas de intención de voto: como apunta la media de las proyecciones más recientes, si hoy hubiese elecciones federales en Alemania, los ultras serían (nuevamente) el tercer partido más votado con alrededor del 16% de los votos, sólo por detrás de los democristianos de la CDU-CSU y Los Verdes. Los socialdemócratas del SPD, un partido históricamente anclado en la clase media alemana de la que los maestros y profesores forman parte, ya aparece por detrás de AfD.

Reportaje publicado por El Confidencial.