lunes, 24 de agosto de 2015

Ola de violencia xenófoba en Alemania

Son imágenes que se han convertido en habituales en los informativos y diarios de Alemania durante este verano: grupos de neonazis y militantes de extrema derecha, mezclados con ciudadanos que apoyan y justifican la presencia de los xenófobos, se reúnen ante los centros de refugiados para amedrentar a los peticionarios de asilo. En algunas ocasiones, los manifestantes incluso atacan con piedras y cócteles molotov los centros pese a la presencia de policías antidisturbios. Otras veces, los ataques se producen por la noche y sin previo aviso. 

Alemania está viviendo un verano caliente. Algunos incluso lo comparan con el vivido en 1992, cuando la oleada de refugiados llegados a Alemania huyendo de la guerra de los Balcanes acabó desembocando en una serie de pogromos contra extranjeros y refugiados en el este del país. Imágenes de vergüenza en la historia moderna de Alemania, tal y como apuntan la prensa y los políticos del país; y unas imágenes que despiertan los fantasmas del racismo latente en buena parte de la sociedad germana, especialmente de algunas regiones del Este del país, donde los movimientos y partidos de extrema derecha tienen históricamente un fuerte enraízamiento. 

Heidenau 

La actual ola de violencia xenófoba ha alcanzado este fin de semana una nueva cota: cientos de neonazis se enfrentaron a la policía durante dos noches consecutivas frente a una centro de acogida de refugiados situado en la ciudad de Heidenau, cerca de Dresde, la capital del Estado oriental de Sajonia. Decenas de agentes de policía resultaron heridos. Las imágenes de cócteles molotov y piedras, regadas con eslóganes racistas, recuerdan mucho a las de Rostock-Lichtenhagen, un barrio de la ciudad norteña en el que una turba de ultraderechistas, neonazis y ciudadanos desencantados con la dura situación económica que se vivía en la región tras la reunificación del país atacaron un centro de acogida a finales de agosto de 1992.


En esta ocasión, uno de los detonantes de los enfrentamientos fue la convocatoria de una marcha por el partido neonazi NPD (Partido Nacionaldemócrata de Alemania), una de las formaciones políticas que intenta obtener capital político con la enorme llegada de refugiados durante este año. Una llegada que se mantendrá durante 2015: el Ministerio de Interior alemán informó esta misma semana que prevé que el año cierre con la cifra récord de 800.000 solicitudes de asilo. El vicecanciller alemán, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, no dudó este domingo en calificar la ola de inmigrantes como el mayor reto que afronta el país desde su reunificación en 1990. 

Der III. Weg

Aunque la presencia de la extrema derecha en los territorios orientales correspondientes a la desaparecida República Democrática Alemana es históricamente muy fuerte, el resto del país tampoco se salva de la nueva ola de violencia xenófoba. Un ejemplo: el incendio probablemente provocado este agosto en una pensión de la localidad bávara de Reichertshofen en la que estaba previsto alojar a refugiados. Aunque todavía no se ha esclarecido lo ocurrido, la Fiscalía alemana sospecha que el partido de extrema derecha Der III. Weg («La tercera vía», en alemán) está detrás del incendio. La Fiscalía ve al partido como un elemento peligroso que contribuye a crear un ambiente de violencia contra refugiados y extranjeros. 

Un vistazo al programa político de Der III. Weg no deja lugar a dudas: la formación persigue la creación de «socialismo alemán» (una eufemística referencia al nacionalsocialismo del Tercer Reich erigido por Adolf Hitler); el «mantenimiento de la identidad nacional del pueblo alemán», en presunto peligro por «el abuso del derecho de asilo»; el «desarrollo de la sustancia biológica del pueblo» y la «recuperación de las fronteras soberanas» previas al fin de la Segunda Guerra Mundial porque, como dice el partido neonazi, «Alemania es más grande que la República Federal Alemana». 

Como apuntan algunos observadores de este nuevo partido ultraderechista, Der III. Weg tiene presencia tanto en Alemania occidental como en territorios orientales. Un dato que apunta que la ola xenófoba contra los refugiados es territorialmente transversal y un fenómeno violento que amenaza a todo el país por igual.

Artículo publicado en ABC.es.

viernes, 7 de agosto de 2015

El fantasma de la violencia xenófoba recorre Alemania

Dos cifras han hecho saltar estas últimas semanas las alarmas en Alemania: el país recibió más 179.000 peticiones de asilo por parte de refugiados durante los primeros seis meses de 2015. El número de peticionarios de asilo superó levemente las 202.000 peticiones durante todo el pasado año. Paralelamente, en 2014 y en lo que va de 2015 se han registrado 348 ataques xenófobos a refugiados. Solo este año, la cifra oficial de agresiones protagonizadas por grupos de extrema derecha ya asciende a 173, y está a punto de superar la cifra total de agresiones documentadas a lo largo de 2014 (175). 

Recientemente, un coche de un político local de La Izquierda que trabaja en la acogida de refugiados sufrió un atentado en los suburbios de la ciudad de Dresde. La capital del Estado de Sajonia se ha convertido a lo largo de este año en el centro de peregrinación de los participantes en las marchas de Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente), un movimiento de claro corte nacionalista y islamófobo en el participan tanto militantes de la extrema derecha alemana y neonazis como ciudadanos descontentos con la situación del país y contrarios a la llegada de más inmigrantes. 

Con esas estadísticas e informaciones sobre la mesa, los medios ya han comenzado a establecer comparaciones entre la actual situación y la vivida a principio de la década de los 90: recién caído el Muro de Berlín y con la reunificación del país todavía fresca (y acompañada por el cierre de fábricas y despidos masivos de trabajadores en el Este de Alemania tras la equiparación monetaria), los antiguos territorios de la República Democrática Alemana vivieron una oleada de ataques a extranjeros y refugiados que en algunas ciudades desembocaron en auténticos pogromos. 

Rostock-Lichtenhagen 

Fue el caso de Rostock: en el barrio de Lichtenhagen de la ciudad del noreste de Alemania, un turba de militantes ultraderechistas y neonazis, mezclados con ciudadanos que miraban y aplaudían, provocaron disturbios de corte xenófobo durante un largo fin de semana de finales de agosto de 1992. La turba acabó atacando con piedras y cócteles molotov un edificio en el que vivían trabajadores extranjeros vietnamitas invitados por el Gobierno de la ya desaparecida RDA. Milagrosamente, nadie murió, pero la historia reciente de Alemania quedó irremediablemente manchada. Una mancha imposible de borrar y narrada ahora por la película «Wir sind jung, wir sind stark» («Somos fuertes, somos jóvenes»), estrenada a principios de este año.


«Nos se puede decir que nos encontremos ante una situación de violencia similar a la vivida a principios de los 90, pero lo que sí que vemos es la consolidación de una opinión pública abiertamente racista en partes de la sociedad. A ello contribuyen declaraciones como las de Horst Seehofer, en las que diferencia entre 'refugiados buenos' y 'refugiados malos'», asegura Joschka Fröschner, trabajador social de una oficina de ayuda a víctimas de la violencia racista del Estado germanooriental de Brandeburgo. 

Fröschner hace referencia a las reiterativas declaraciones del líder de los socialcristianos bávaros de la CSU. Seehofer ha repetido durante los últimos meses que los refugiados e inmigrantes procedentes de los Balcanes (muchos de ellos gitanos) están abusando del derecho a pedir asilo en Alemania. El líder socialcristiano incluso ha llegado a plantear el establecimiento de campos de refugiados para poder expulsarlos del país con mayor rapidez. 

Autoridades desbordadas 

Los centros de acogida de Berlín y las autoridades que se encargan de procesar las peticiones de asilo hace tiempo que están desbordados. Así lo advierte Nora Brezger, del Consejo de Refugiados de Berlín, que apunta que el personal y los recursos son insuficientes teniendo en cuenta el enorme flujo de extranjeros que no cesará en los próximos meses. 

Previsiblemente, Alemania recibirá a lo largo de este año más de 400.000 peticiones de asilo. Esa cifra incluso podría superar el récord de 438.000 registrado a principio de los 90 debido a la llegada masiva de ciudadanos de la antigua Yugoslavia que huían de la guerra de los Balcanes. La inacción de la política y una deficiente infraestructura de acogida, sumadas al racismo latente en parte de la sociedad, desembocaron entonces en unas imágenes de violencia xenófoba que despertaron los peores fantasmas de la historia moderna de Alemania.

Reportaje publicado en ABC.es.