martes, 15 de diciembre de 2020

Alemania recuerda a la primera víctima del neonazismo tras la reunificación

Imagen de archivo cedida por la Fundación Amadeu Antonio.

Imagen de archivo cedida por la Fundación Amadeu Antonio.



Amadeu Antonio Kiowa murió de un fallo multiorgánico el 6 de diciembre de 1990. Tenía 28 años. Dos semanas antes, el 24 de noviembre, había sido rodeado en plena calle por una turba de varias decenas de neonazis. Lo golpearon con bates de béisbol y le patearon la cabeza hasta dejarlo inconsciente. 
 
Amadeu Antonio era un inmigrante congoleño residente en Eberswalde, una pequeña ciudad del estado de Brandeburgo, este de Alemania. Es considerado la primera víctima mortal de la violencia neonazi tras la reunificación alemana. Fue el primero de una larga lista de nombres: el gobierno federal contabiliza 109 asesinados a manos del terrorismo neonazi desde 1990. La Fundación Amadeu Antonio, creada en memoria del congoleño, eleva esa cifra a 213.
 

Estado de “guerra”

“En los 90 no había racismo, sino sencillamente una guerra. No podíamos salir solos a la calle. Teníamos que hacerlo en grupo, y eso valía también para mujeres y niños”, cuenta Augusto Jone Munjunga, también inmigrante congoleño y amigo personal de Amadeu. Ambos llegaron a la desaparecida República Democrática Alemana (RDA) en 1987. 

Tras trabajar varios años en una empresa estatal procesadora de carne, Augusto y Amadeu decidieron quedarse en Eberswalde pese al hundimiento del estado socialista que los había traído a Europa. “Queríamos para cambiar la situación. Ahora es mucho mejor. Aquí tenemos estudiantes de muchos lugares del mundo”, dice Jone Munjunga, quien fundó la asociación cultural Palanca y trabaja por la tolerancia y una sociedad abierta en la localidad situada a apenas 60 kilómetros de Berlín.

Quien vivió en primera persona aquellos días en Alemania oriental suele describir algunas zonas de la antigua RDA como un área de auténtico riesgo para extranjeros, militantes de izquierda o grupos antifascistas. Con unas fuerzas policiales inseguras e incapaces de – o incluso reacias – hacerse con el control de la situación, grupos neonazis y ultranacionalistas aprovecharon el vacío de poder para ejecutar ataques contra extranjeros o residencias en las que vivían “trabajadores invitados” por la desaparecida RDA. 

El de Eberswalde fue uno sólo uno de múltiples casos; los disturbios de Rostock-Lichtenhage en 1992 – en los que neonazis atacaron y prendieron fuego con cócteles motolov a bloques de edificios en los que vivían vietnamitas mientras una masa de vecinos miraba, celebraba y aplaudía – recordaron demasiado a los pogromos vividos en la Alemania de los años 30 del siglo XX.


 
 
 Bajas condenas
 
“El racismo policial en la década de los 90 era algo normal, casi obvio”, recuerda Anetta Kahane, presidenta de la Fundación Amadeu Antonio que lleva trabajando más de tres décadas contra el racismo y la xenofobia. En ese contexto de odio ultranacionalista, alimentado por el desempleo y un proceso de reunificación que quedó muy por debajo de las expectativas creadas entre la población germanooriental, fue asesinado Amadeu Antonio. 
 
El juicio acabó con cuatro condenas de prisión de entre dos y cuatro años, y una libertad condicional. 21 personas fueron absueltas. Con perspectiva histórica, las condenas, ya entonces criticadas por demasiado leves, se presentan hoy aún más escandalosas. Investigaciones periodísticas destaparon además posteriormente que policías de civil observaron la agresión sin intervenir. 
 
Las autoridades judiciales, policiales, fiscales y parte de la prensa de la República Federal llevan décadas enfrentándose a la acusación de estar “ciegas del ojo derecho”: mientras durante mucho tiempo alertaron del peligro del surgimiento de una Fracción de Ejército Rojo 4.0. – es decir, un nueva violencia de extrema izquierda como la de la RAF entre los 70 y los 90 del siglo pasado –, eran incapaces de ver cómo el terrorismo neonazi mataba de manera efectiva. 
 
El caso de la NSU – Clandestanidad Nacionalsocialista, la última célula terrorista neonazi conocida en Alemania, que operó entre los años 2000 y 2007 – apunta en esa dirección: las autoridades alemanas necesitaron más de una década para dar con los terroristas. 

Ines Karl, fiscal superior de Berlín, considera legítimas las críticas pero responde que se han hecho avances e insiste en la necesidad de la colaboración de la sociedad civil: “Es muy importante que aquellos que tengan pruebas, por ejemplo, de casos de ultraderechismo en las fuerzas de seguridad no sólo las ofrezcan a los medios de comunicación, sino también a la fiscalía”. 

Para Anetta Kahane, de la Fundación Amadeu Antonio, la crítica debe ir un poco más más lejos: “Tenemos el ‘caso NSU’ y otros muchos en los que queda la sensación de que las autoridades miran de manera diferente a diferentes fenómenos de violencia”. Y advierte del nuevo contexto creado por el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD): “Ha conseguido algo preocupante: integrar a las fuerzas nacional-revolucionarias – lo que tradicionalmente llamamos neonazis – del Este de Alemania con las fuerzas nacional-derechistas del Oeste del país”.

Reportaje publicado por El Periódico de Catalunya.


miércoles, 25 de noviembre de 2020

Conspiración y desinformación en Alemania: entre el coronavirus y el “ayer dorado”

Las escaleras del edificio histórico del Reichstag en Berlín fueron escenario de una imagen sin precedente en la historia de la República Federal de Alemania el pasado 29 de agosto: unos cientos de manifestantes, entre los que había “Reichsbürger” (Ciudadanos del Reich) – movimiento que niega el orden republicano y defiende que el imperio alemán sigue existiendo –, ultraderechistas, negacionistas de la pandemia y otros grupos hicieron el amago de ocupar la sede del Bundestag, el parlamento federal del país. 

Ese inédito intento, por el cual el dispositivo policial se vio en un primer momento superado y después consiguió desalojar, tuvo lugar en la hasta ahora mayor jornada de protestas en Alemania contra las medidas restrictivas acordadas por las autoridades alemanas contra el avance de la pandemia del Covid-19. Las imágenes provocaron numerosos titulares de prensa fuera de las fronteras alemanas y supusieron un serio aviso del peligro que supone la confluencia entre los históricos movimientos ultraderechistas del país y el relativamente nuevo fenómeno de las llamadas teorías conspirativas.

"Banderas imperiales y un asalto ultraderechista ante el parlamento suponen un ataque inaceptable al corazón de nuestra democracia", escribió entonces el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, en su muro de Facebook. "Quien quiera protestar por las medidas anticorona o dudar de su necesidad, puede hacerlo públicamente. Pero mi compresión acaba allá donde los manifestantes se dejan llevar por los enemigos de la democracia", añadió Steinmeier con un estilo muy directo, dejando claro la gravedad de los hechos. 


Marchas contra las restricciones 

El movimiento Querdenken 711 y otros colectivos críticos con las medidas restrictivas consiguieron sacar a alrededor de 40.000 personas a las calles de la capital alemana el último sábado del pasado agosto. No era la primera vez que miles de ciudadanos salían a protestar contra las restricciones. Si bien es cierto que no todos los que marcharon contra las medidas restrictivas son ultraderechistas, conspiracionistas o negacionistas del coronavirus, no lo es menos que las exitosas manifestaciones y las imágenes registradas en las escaleras del Bundestag difícilmente se habrían producido sin el poder de las nuevas teorías de las conspiración y las “noticias falsas” extendidas por los autodenominados “medios alternativos”, a través de servicios de mensajería como Telegram y de redes sociales. 

A los que llevan tiempo observando los movimientos ultraderechistas alemanes no se les pasó por alto un detalle en el fallido intento de toma del parlamento alemán: entre los asaltantes había personas con camisetas y banderas en las que aparecía la letra mayúscula Q. Esa “Q” responde al nombre de QAnon, una gran teoría conspirativa de origen estadounidense, nacida en foros de internet y que asegura que, según informaciones desclasificadas de los servicios de inteligencia de EE.UU., Donald Trump lidera una guerra contra el estado profundo, y contra la élite política y económica del país que pretende ocultar una gran red de pedofilia internacional. 

El neologismo QAnon responde a la combinación de Q Clearance (la denominación para informaciones de máxima seguridad desclasificadas por el Departamento de Energía de los Estados Unidos) y Anon, la abreviatura para Anonymus. La fuente que posteó en el 2017 por primera vez las presuntas desclasificaciones es anónima. Detrás de ella estaría, según la confabulación, un alto cargo burocrático de Estados Unidos con acceso a información privilegiada. La teoría ha conseguido construir comunidades con miles de seguidores en diferentes plataformas digitales como blogs o canales YouTube en Alemania, que se ha convertido así en uno de los países europeos con una mayor difusión de QAnon. 


¿Por qué Alemania? 

La Oficina Federal de la Protección de la Constitución – agencia de inteligencia encargada de observar los movimientos que amenazan o podrían amenazar el orden constitucional alemán – confirma el avance en el país de teorías conspirativas como QAnon, aunque todavía es incapaz de cuantificar el número de seguidores ni clasificar su dimensión. En todo caso, la pregunta se hace inevitable: ¿por qué Alemania, un país en el que la crisis económica y la pandemia han tenido consecuencias moderadas en comparación con otros países de su entorno, tiene un número tan relevante de ciudadanos que tienden a creer informaciones falsas? 

El hecho de que Alemania haya sufrido menos muertos que otros países, como España o Italia, parece contribuir a que una parte de su ciudadanía perciba el virus como menos peligroso e incluso como inocuo. Pero también hay una explicación de más largo recorrido: “Hay una conexión histórica entre movimientos ultraderechistas alemanes y el esoterismo. Eso no quiere decir que todos alemanes que practican el esoterismo sean ultraderechistas. Pero el nacionalsocialismo ya estaba ligado al rechazo de la medicina tradicional, del racionalismo y la ciencia. A ello hay que sumarle el antisemitismo histórico que asegura que hay una oscura élite que amenaza nuestra vida y nuestra salud”. Es el resumen de Andrea Kockler – integrante de la organización Der Goldene Aluhut, que lleva años analizando el fenómeno conspiracionista – del lazo que une a la ultraderecha alemana con las nuevas teorías conspirativas. 

La crisis mundial generada por la pandemia ofrece, además, una oportunidad de oro para esa tradición ultraderechista ahora encabezada por movimientos como el Movimiento Identitario (IB, en sus siglas en alemán), publicaciones como la revista Compact o incluso partidos como Alternativa para Alemania (AfD, tercera fuerza del Bundestag que lidera la oposición parlamentaria): por una parte, sirve para alimentar el discurso de la necesidad del cierre de las fronteras para, en este caso, cerrar el paso al virus, una lógica perfectamente aplicable a la inmigración; por otra, da munición a aquellos que blanden el discurso de que el cierre de la vida social y económica no es otra cosa que el intento de las “élites globalistas” de acabar con los pueblos de Europa, en este caso con el alemán – y con su homogeneidad y continuidad etnocultural, uno de los puntales de la narrativa de la nueva ultraderecha germana –.


“Ayer dorado” 

En un mundo cambiante y amenazante como el actual, el discurso de las llamadas “nuevas derechas” de recuperar la “normalidad anterior” y el paraíso aparentemente perdido encuentra terreno abonado en capas nada despreciables de la población, tanto en Alemania como en otros países europeos. “Para ser atractivos, para el éxito de los populistas de derecha es decisivo presentar el pasado como un ayer dorado”, escriben Paul Jürgensen y Hedwig Richter en el libro Schleichend an die Macht (“Lentamente hacia el poder”). El momento de excepción generado por la pandemia, adornado con tintes apocalípticos por no pocos medios de comunicación, parece ideal para ese fin. 

Es pronto para saber cuál será a medio plazo el impacto social, político y económico de la pandemia en Alemania, y cuán profundo pueden llegar las raíces de teorías conspiracionistas como QAnon, de esencia antielitista, antisistema, antisemita y autoritaria. De momento, tanto la crisis epidémica como el conspiracionismo parecen estar canalizando un descontento ya existente antes de la llegada del virus, como demuestra el gran resultado de la ultraderecha de AfD (12,6% de los votos) en las elecciones federales de 2017. Los efectos de la pandemia suponen un peligro real que puede profundizar las razones de ese malestar. 

“En QAnon vemos ese anhelo de deslegitimar las estructuras democráticas”, dice Maik Fielitz, coautor del libro Digitaler Faschismus (“Fascismo digital”). “Su objetivo es fomentar la sensación de que ya no se puede confiar en nadie en la sociedad, de que es necesario retirarse a mundos paralelos y de que ya sólo se puede confiar en informaciones procedentes de determinados influencers y grupos que se autodefinen precisamente a través de su oposición a las corrientes mayoritarias. Dentro de él, las personas se van insertando poco a poco en un sistema de valores y reglas completamente diferente. Es un movimiento sin jerarquía, sin un líder claro y también imprevisible”. 


Análisis publicado en EpidemiaUltra.org

jueves, 19 de noviembre de 2020

Multitudinaria manifestación en Berlín contra una ley para frenar la pandemia

Berlín volvió a convertirse este miércoles en escenario de una multitudinaria protesta contra las restricciones antipandemia: miles de personas se concentraron frente a la Puerta de Brandeburgo, a pocos pasos del edificio histórico del Reichstag, para oponerse a la reforma de la ley de protección contra infecciones, que busca fundamentar legalmente las restricciones ya vigentes desde el pasado marzo para frenar la expansión del coronavirus. 

Mientras dentro del Bundestag, los parlamentarios debatían la controvertida reforma, fuera, la policía intentaba dispersar con cañones de agua la concentración tras varias advertencias lanzadas por su sistema de megafonía: la mayoría de manifestantes no llevaba mascarilla y la distancia de separación entre los asistentes era claramente inferior a la establecida por las restricciones. 

Con las imágenes todavía frescas del fallido intento de asalto del Reichstag el pasado agosto por parte de varios cientos de ultraderechistas, Reichsbürger -ciudadanos que niegan la existencia de la República Federal y reivindican la recuperación del Imperio alemán- y seguidores de la teoría conspirativa de QAnon, el barrio político de Berlín amaneció este miércoles controlado por un enorme dispositivo policial.

         
Marcha heterogénea 

"Nunca fui una opositora al sistema, pero la obligación de llevar mascarilla es la gota que colma el vaso. Quiero poder elegir llevarla o no, y no por ello convertirme en enemigo público del Estado", me dice a Eannatte, una manifestante llegada desde Brandeburgo, el estado federado que rodea Berlín. Es una de las miles de personas que mayoritariamente de manera pacífica querían expresar en la calle su oposición a la nueva ley de protección contra infecciones y al conjunto de la gestión de la pandemia por parte de las autoridades. 

Eannatte teme que la República Federal se convierta en un estado autoritario como en el que ella fue socializada: la desaparecida República Democrática de Alemania (RDA). Entre los opositores a las restricciones cunde la opinión de que Alemania se encuentra en un momento similar al de marzo de 1933, cuando el entonces Reichstag aprobó la "Ermächtigungsgesetz", una ley con la que el parlamento se autoanuló y allanó el camino a la dictadura nazi encabezada por Adolf Hitler. 

La manifestación de este miércoles en la capital alemana confirma la dinámica vista en el movimiento anticorona alemán a lo largo de los últimos meses: es un fenómeno que aúna las más diversas tendencias. En este cajón de sastre caben desde cristianos hasta budistas, pasando por esotéricos, defensores de Donald Trump, padres que se niegan a que sus hijos tengan que llevar mascarilla en la escuela o pequeños empresarios que ven peligrar seriamente sus empresas por las restricciones efectivas de la actividad económica. 

En la concentración se han escuchado desde canciones cristianas hasta gritos de guerra ya clásicos de la ultraderecha alemana como "Merkel muss weg" ("Merkel tiene que irse") o "Wir sind das Volk" ("Nosotros somos el pueblo"), y también eran visibles carteles de apoyo al todavía presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y diversas banderas regionales alemanas. 

La presencia neonazi y ultraderechista ha sido, además, innegable. Algunos grupos de neonazis y Reichsbürger se han mezclado entre las familias y los grupos de estética alternativa. En la manifestación ha participado incluso Andreas Kalbitz, exlíder del partido ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD) en Brandeburgo, que fue expulsado por AfD por su cercanía a grupos neonazis. 

Debilitamiento parlamentario 

Pese a las protestas, y como era de prever, tanto el Bundestag (cámara baja) como el Bundesrat (cámara territorial) aprobaron finalmente la reforma legislativa que da la base legal a los decretos excepcionales para restringir las libertades individuales recogidas en la Carta Magna alemana. En el Bundestag, 415 diputados votaron a favor frente a 236 en contra. El presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, firmó el mismo día la ley en un proceso exprés. 

La reforma establece un catálogo de medidas que pueden ser aplicadas - temporalmente - por decreto por el gobierno federal o por cada uno de los 16 ejecutivos de los estados federados. La ley ha recibido duras críticas de una parte de la oposición parlamentaria, que considera que concentra demasiado poder en las manos del ejecutivo frente a un parlamento que sale debilitado. Las medidas extraordinarias antipandemia no tendrán que ser aprobadas en sede parlamentaria.

Crónica publicada por El Periódico de Catalunya.

domingo, 25 de octubre de 2020

¿Por qué gana terreno el movimiento QAnon en Alemania?

El pasado 29 de agosto las escaleras del edificio histórico del Reichstag fueron escenario de unas imágenes sin precedente en la historia reciente de Alemania: varios centenares de ultraderechistas, con banderas de “Reichsbürger” – movimiento ultranacionalista que niega la existencia de la República Federal y quiere recuperar las fronteras alemanas previas a la Segunda Guerra Mundial – amagaron con asaltar el parlamento federal. La acción, enmarcada en una jornada de protestas contras las restricciones anticorona introducidas por las autoridades, superó a la policía y supuso un serio toque de atención sobre el potencial violento de la ultraderecha extraparlamentaria alemana. 
 
Los que llevan años observando esas estructuras se percataron de algo más: algunos de los participantes en ese intento de toma del Bundestag lucían camisetas con una “Q” o portaban banderas con esa misma letra mayúscula. Como destaparon medios locales posteriormente, el detonante que impulsó a los manifestantes a intentar tomar el Bundestag fue el mensaje lanzado a través de un altavoz por una de las participantes en la concentración – una conocida practicante de la homeopatía –, que alertó de que Donald Trump estaba en Berlín para liberar a Alemania.
 
Esa “Q” responde al nombre de QAnon, una gran teoría conspirativa de origen estadounidense, nacida en foros de internet y que asegura que, según informaciones desclasificadas de los servicios de inteligencia de EE.UU., Donald Trump lidera una guerra contra el estado profundo y contra la élite política y económica del país que pretende ocultar una gran red de pedofilia internacional. El neologismo “QAnon” responde a la combinación de “Q Clearance” (la denominación para informaciones de máxima seguridad desclasificadas por el Departamento de Energía de los Estados Unidos) y “Anon”, la abreviatura para “Anonymus”. La fuente que posteó en el 2017 por primera vez las presuntas desclasificaciones es anónima. Detrás de ella estaría, según la confabulación, un alto cargo burocrático de Estados Unidos con acceso a información privilegiada. 
 
Avance en la Red 
 
Llama la atención que el movimiento gane terreno al calor de las protestas contra las medidas antipandemia en Alemania, un país en el que el impacto del virus ha sido relativamente bajo en comparación con otros países de su entorno. En las redes sociales y plataformas digitales, la conspiración QAnon ha sumado seguidores con gran rapidez en los últimos meses: varios blogs y canales de Youtube han conseguido construir destacables comunidades con miles de seguidores y reproducciones. La Oficina Federal de la Protección de la Constitución – agencia de inteligencia encargada de observar los movimientos que suponen o podrían suponer una amenaza para el orden constitucional germano – confirman el avance de QAnon en el espacio de habla alemana. 
 
“Su alcance no puede ser todavía cuantificado ni clasificado”, aseguran esas fuentes, que confirman puntos de conexión entre el movimiento QAnon y algunas redes de extrema derecha alemanas: la teoría de origen estadounidense apunta que detrás del “estado profundo” se esconden la izquierda y/o judíos. El uso de sangre de menores por esa elite mundial que denuncia la teoría conspirativa entronca, de hecho, con el antisemitismo europeo de origen medieval, que aseguraba que los judíos usaban la sangre de cristianos como una forma de medicina. 
 
La agencia de inteligencia consultada es por el momento incapaz de cuantificar cuál es su número de seguidores. “También hay personas no extremistas que sostienen la teoría y sus seguidores no buscan la conformación de una agrupación”, apunta la Oficina Federal de la Protección de la Constitución. El hecho de que QAnon se extienda fundamentalmente a través de Internet – en muchos casos en foros como 4Chan o similares en los que se postea de forma anónima – hace más difícil trazar los contactos y la incipientes estructuras. 
 
Dirección común 
 
“Es realmente llamativo que el movimiento QAnon tenga tanta resonancia en Alemania”, me responde Maik Fielitz, politólogo, investigador y coautor del recientemente publicado “Digitaler Faschismus” (“Fascismo Digital”), un libro que explora el funcionamiento de movimientos autoritarios, xenófobos y antipluralistas en el mundo de las redes sociales e Internet. “Creo que Alemania ya existía un gran potencial entre la población para el pensamiento conspirativo que hasta ahora no tenía una dirección clara. Dentro de ese movimiento encontramos opositores a las vacunas, grupos esotéricos y también Reichsbürger que no contaban con un paraguas común. QAnon les ha ofrecido una dirección conjunta”, analiza Fielitz. 
 
En referencia al concepto de “Fascismo digital”, y además de su propagación en Internet, Fielitz ve en QAnon un elemento común con otras tendencias autoritarias ya existentes: el impulso de deslegitimar estructuras democráticas. “Más allá de las teorías conspirativas sobre la red de pedofilia, su objetivo es fomentar la sensación de que ya no se puede confiar en nadie en la sociedad, de que es necesario retirarse a mundos paralelos y de que ya sólo se puede confiar en informaciones procedentes de determinados influencers y grupos que se autodefinen precisamente a través de su oposición a las corrientes mayoritarias'”, apunta el investigador. “Y eso es lo más peligroso de este movimiento: dentro de él, las personas se insertando poco a poco en un sistema de valores y reglas completamente diferente. Es un movimiento sin jerarquía, sin un líder claro y también imprevisible”.

sábado, 3 de octubre de 2020

Una deuda moral

El gobierno alemán aprobó hace unos días un proyecto de presupuesto para el año que viene que reserva una nueva deuda neta por casi 100.000 millones de euros para ofrecer más apoyo financiero y así amortiguar el impacto económico de la crisis del coronavirus. Con esta propuesta, Alemania se aleja un poco de la imagen que tiene como campeona de la austeridad de Europa. 

Sobre la ambigüedad de la palabra alemana “Schuld” - que significa “deuda” o “culpa” dependiendo del contexto en que se utilice - y su importancia en la historia reciente alemana hablamos en el capítulo 12 y último del podcast que hice con mi amigo Franco Delle Donne para el programa Estación Sur la radio pública Alemana COSMO. Dale al click!



lunes, 14 de septiembre de 2020

El precariado: pobres por decreto

Ayer hubo elecciones municipales en Renania del Norte-Westfalia, un estado clave para Alemania por su riqueza y densidad de población. Los resultados muestran muchas claves y posibles análisis. Los de la región del Ruhr, postindustrial e históricamente de izquierda, ponen encima de la mesa un dato que llama la atención: la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) avanza en sus mayores ciudades. Ese dato proyecta un fenómeno llamativo y preocupante: una parte del asalariado alemán está abandonando las opciones de izquierda para abrazar las posiciones ultraderechistas y ultranacionalistas.

El activista italiano Alex Foti lanza la tesis de que “el precariado es en la sociedad postindustrial lo que fue el proletariado en la sociedad industrial”. Si entre los siglos 19 y 20, la masa asalariada se organizó políticamente como respuesta a la explotación que sufría, el precariado del siglo XXI tiende hacia una hiperindividualización; una atomización, alimentada por la digitalización de las relaciones sociales y del trabajo, que dificulta la organización colectiva. El precariado suele tender a un apoliticismo, que en ocasiones se convierte en antipolítica e incluso en un giro hacia la ultraderecha.

Analizamos en el podcast La Transición Alemana el concepto del “precariado” y su impacto en la Alemania del 2020, a las puertas de las tres décadas de su reunificación.




martes, 1 de septiembre de 2020

Banderas imperiales alemanas ante el Bundestag

Las imágenes del pasado sábado en el corazón político de Berlín no tienen precedente en la historia reciente de Alemania: varios cientos de manifestantes, muchos de ellos con banderas del antiguo imperio alemán, tumbaron las barreras que rodeaban el Parlamento federal para abordar las escaleras del edificio histórico del Reichstag e intentar asaltarlo. La policía se vio superada en un primer momento y posteriormente consiguió controlar la situación. 

Ya era, sin embargo, tarde para evitar el objetivo de ultraderechistas y neonazis: el movimiento Reichsbürger -conformado por activistas que niegan la existencia legal de República Federal fundada en 1949 y aseguran que el imperio alemán es la única entidad legítima- consiguió la imagen propagandística que estaba buscando, y con ella, la indignación de buena parte del país. 

"Banderas imperiales y un asalto ultraderechista ante el parlamento suponen un ataque inaceptable al corazón de nuestra democracia", escribió el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, en su página de Facebook. "Quien quiera protestar por las medidas anticorona o dudar de su necesidad, puede hacerlo públicamente. Pero mi compresión acaba allá donde los manifestantes se dejan llevar por los enemigos de la democracia", añadía Steinmeier con un estilo muy directo, poco habitual en las declaraciones públicas del jefe del estado. 

Querdenken 711 

El fallido "asalto al Bundestag" no debería haber sido el momento más destacado de la jornada. La plataforma Querdenken-711 (pensamiento transversal), originaria de la ciudad de Stuttgart, había vuelto a convocar a una manifestación en la capital alemana para protestar contra las medidas tomadas por el Gobierno federal y los 16 ejecutivos de los estados federados ante la pandemia.

 

Tras el éxito de su primera concentración del pasado primero de agosto, alrededor de 40.000 personas -según la policía- volvieron a marchar contra unas medidas que creen excesivas, algunas de ellas incluso innecesarias, y que consideran que ponen en peligro el orden constitucional. 

Este tipo de marchas, que lleva sucediéndose desde el pasado mes de marzo, atrae a un público extremadamente heterogéneo y políticamente inclasificable. "No consisten en actos exclusivamente de extrema derecha, sino que están abiertos a diferentes círculos que coinciden en el rechazo a las medidas antipandemia y en la desconfianza hacia el gobierno y la limitación de las libertades individuales", dice a Andrea Kockler, analista de la organización civil Der goldene Aluhut, especializada en movimientos conspiranoicos y 'fake news’. 

En las marchas negacionistas del coronavirus participan, efectivamente, militantes de las más diversas teorías conspiranoicas, gente que rechaza las vacunas, defensores de la medicina alternativa, ciudadanos descontentos con la gestión de la crisis sanitaria y cansados de la cancillera Angela Merkel -que lleva 15 años en el poder-, y también ultraderechistas y neonazis. 

"Algunos miembros del movimiento antivacunas usan un símbolo nazi que recuerda a la estrella amarilla de David con la expresión 'no vacunado' en el centro. Pretenden compararse así con los judíos perseguidos por el nazismo, lo que no supone directamente una negación del holocausto, pero sí que lo relativiza", añade Andrea Kockler. 

Oportunismo ultra 

Prácticamente todo el arco parlamentario se distanció de la nueva marcha anticovid; la única fuerza política con representación federal que coquetea desde el inicio con estas manifestaciones es la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD). 

"Gracias a todos los que se manifestaron ayer pacíficamente por la libertad y la democracia. Los pocos alborotadores no restarán importancia a este éxito de la protesta ciudadana contra los partidos establecidos", escribió en su canal de Twitter Tino Chrupalla, portavoz federal de AfD. Los ultras, divididos y en su peor momento de los últimos años, intentan aprovechar esa nueva ola de descontento con la vista puesta en las elecciones federales del 2021.

Texto publicado por El Periódico.


lunes, 17 de agosto de 2020

Alemania: ¿un líder sin vocación?

Entre 1945 y 1990, Alemania fue un país ocupado y tutelado por las cuatro potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial. Con el Tratado Dos más Cuatro, el país recuperaba hace casi 30 años su plena soberanía. Una soberanía que llegaba con una serie de condiciones por los miedos a la llamada "Gran Alemania": es decir, temor a un rearme o a un excesivo poderío económico. Tal vez por ello Alemania asuma su actual liderazgo en la Unión Europea de manera algo reacia. Se podría decir que es un líder sin vocación. 

De todo ello nos hablamos en la novena entrega del podcast 'La transición alemana' que produzco con el colega Franco Delle Donne para la radio pública alemana COSMO. Lo tienes tan fácil como darle al play en el siguiente reproductor. 




jueves, 25 de junio de 2020

El 'caso Floyd' reaviva el debate sobre el racismo en Alemania

Caminar al lado de un coche y escuchar cómo se activa el cierre automático; ser rechazado una y otra vez en la puerta de discotecas vigiladas por porteros blancos, y no tener problema alguno para entrar en aquellas en las que trabajan miembros de seguridad negros; que a menudo te controle la policía en estaciones de tren; escuchar la eterna pregunta “¿De dónde vienes?”, a pesar de haber nacido en Alemania y que desconocidos te hablen en inglés a pesar de tener el alemán como lengua materna. Todas son situaciones que Marvin Oppong ha vivido en Alemania. 

Este periodista negro, de padre africano y madre alemana, recuerda haber sufrido racismo estructural prácticamente desde que tiene uso de razón. Lo cuenta en el libro Ewig anders (Eternamente diferente): “Por regla general, no pasa una semana sin que me ocurra un episodio racista. A veces me ocurren tres en una semana, a veces tengo calma durante algo más de tiempo. Cuando un terrorista musulmán aparece en los medios, tengo la sensación de convertirme en una especie de diana especialmente rápido”, escribe Oppong. 

 “Muchas personas siguen sin ver Alemania como un país de migración, aunque los hechos digan lo contrario”, dice Oppong haciendo referencia a los millones de inmigrantes que contribuyen desde hace décadas a levantar la República Federal, y al rechazo – expreso o latente – en significativas partes de su población. “Que todavía estemos debatiendo si el Islam forma parte de Alemania demuestra cuál es el nivel de la discusión”, añade. 

Manifestaciones masivas 

Más de 100.000 personas salieron el pasado 6 de junio a las calles de 25 ciudades alemanas. Lo hicieron para protestar contra el asesinato de George Floyd a manos de un policía en Estados Unidos y también para denunciar el racismo estructural que ciudadanos como Marvin Oppong viven a diario en Alemania. La enorme cantidad de participantes en las marchas sorprendió a muchos. Y no solo por las restricciones sociales para frenar la pandemia, sino también porque casos similares al de Floyd no generaron tanta indignación en el pasado. 

¿La razón de esa movilización? Según Oppong, los paralelismos entre ambos países. “Tanto en Alemania como en Estados Unidos nos enfrentamos a un problema de racismo estructural, y no desde ayer, sino desde hace mucho tiempo. Los problemas fundamentales son los mismos en los dos países”, cree el periodista. 

Aunque la violencia policial contra las minorías en Alemania esté lejos de alcanzar los niveles de Estados Unidos, el color de piel también te puede convertir en víctima de abusos policiales. Marvin Oppong lo sabe de primera mano: en mayo del 2018, fue detenido por la policía de Bonn tras filmar la escena de un accidente provocado por un coche patrulla, y a pesar de identificarse como periodista.




El caso más paradigmático del silencio institucional sobre los atropellos racistas a manos de las fuerzas de seguridad es el de Oury Jalloh: en el 2005, el peticionario de asilo de Sierra Leona murió por un incendio en la celda de una comisaría de Dessau en la que estaba encerrado. El proceso judicial no llegó a aclarar las circunstancias de la muerte ni cómo comenzó el fuego. Organizaciones pro derechos humanos consideran a Jalloh víctima de la violencia policial. 

A todo ello hay que sumar el serio problema que Alemania tiene con el terrorismo xenófobo y supremacista, que suma más de 200 muertos durante las últimas tres décadas. La cifra es de Amadeu Antonio, una fundación que lleva el nombre de un inmigrante angoleño que murió apaleado por neonazis en 1990 en la ciudad de Eberswalde. Cuatro de los agresores –ninguno de ellos mayor de edad– fueron condenados a cuatro años de reclusión en un centro de menores. Amadeu Antonio es considerado la primera víctima del terrorismo ultra desde la reunificación alemana. 

'Racial profiling’ 

A día de hoy, sigue sin haber un registro oficial de abusos racistas en Alemania. Sí existen estudios que demuestran, por ejemplo, que si eres negro tienes más probabilidades de ser controlado por agentes de policía. Es el fenómeno conocido como 'racial profiling'. Como apunta un informe de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, entre el 2011 y el 2016 el 14% de los ciudadanos negros de Alemania fueron parados por la policía solo por su color de piel. 

Espoleado por el 'caso Floyd', el debate sobre el racismo estructural e institucional se ha proyectado en las redes sociales de Alemania a través del 'hashtag' #BeiUnsAuch (“aquí también”). Los activistas exigen ahora cambios. La red federal TANG (The African Network of Germany) ha presentado al Gobierno federal un listado de 14 demandas, entre las que destacan: la creación de un comisionado especial e independiente que monitorice las agresiones racistas, programas preventivos en las fuerzas de seguridad y la sustitución de la palabra “raza” por la expresión “color de piel” en la Constitución alemana. TANG considera esa formulación una herencia del pasado colonial y nacionalsocialista todavía hoy presente en Alemania.

Reportaje publicado en El Periódico de Catalunya.

domingo, 21 de junio de 2020

¿Está preparada la CDU (y Alemania) para el fin de la 'Era Merkel'?

La “Era Merkel” tiene fecha de caducidad: septiembre de 2021. Entonces, en poco más de un año, habrá nuevos comicios federales y su partido, la CDU, aún sigue sin candidato. A los 30 años de la reunificación, nos preguntamos en el capítulo de nuestro podcast 'La transición alemana': ¿tiene el conservadurismo alemán una alternativa a Merkel? 

Una cada vez más cuestión urgente por el malestar en algunos sectores de la sociedad alemana y por la sensación de que las actuales encuestas de intención de voto son espejismo generado por la pandemia. En esta séptima entrega del podcast intentamos encontrar respuestas:




martes, 9 de junio de 2020

El desafío de la crisis climática

El cambio climático es un asunto de discusión en Alemania desde hace décadas. Sin embargo, a los partidos políticos les cuesta armonizar sus objetivos de corto plazo con los cambios y reformas que hacen falta para no destrozar el planeta. Incluso los ecoliberales de Los Verdes tienen dificultades para compaginar sus objetivos ecologistas con la ‘realpolitik’ y sus pretensiones electorales.

Una mirada a la historia reciente del país nos deja, además, caprichosas conclusiones. Por ejemplo, que en la extinta RDA, el reciclaje y el consumo moderado eran la regla, aunque quizá menos por una conciencia medioambiental que por una cuestión de desabastecimiento y de la planificación centralizada de la economía.

A 30 años de la reunificación, en el podcast 'La transición alemana’ nos hacemos la siguiente pregunta: ¿es la crisis climática el desafío del siglo XXI para Alemania?

Aquí está el audio completo del episodio:





miércoles, 3 de junio de 2020

La pandemia visibiliza la explotación en el campo alemán

¿Espárragos por encima de la dignidad humana?”, se pregunta lacónicamente una pancarta colgada en el balcón de una vivienda en el centro de Berlín. Quien desconozca la situación de los temporeros extranjeros en el campo alemán difícilmente entenderá la denuncia. El espárrago blanco, ese producto de temporada tan apreciado – y caro – en la cesta de la compra de los alemanes, se ha convertido en las últimas semanas en todo un símbolo de la precariedad y de las miserables condiciones laborales y de alojamiento que sufren trabajadores temporales, fundamentalmente rumanos y búlgaros, en explotaciones agrarias de Alemania. 

La llegada de la pandemia y las correspondientes medidas restrictivas de movimiento y actividad económica ya evidenciaron el pasado marzo la dependencia del sector agrícola alemán de la mano de obra extranjera: la patronal de agricultores alertaba hace dos meses de que el campo alemán se estaba quedando sin brazos para cosechar productos de temporada como la fresa y el apreciado espárrago blanco. El ministerio federal de Agricultura y el de Interior reaccionaron ante las demandas empresariales con una serie de medidas excepcionales que permitían la llegada de hasta 80.000 temporeros extranjeros – fundamentalmente del este de Europa – durante los meses de abril y mayo. Esas medidas se extenderán previsiblemente durante el verano. 

La cosecha de temporada está así, al menos parcialmente, asegurada. Las condiciones laborales, no tanto. La pandemia ha visibilizado el hacinamiento, las condiciones poco higiénicas y las largas jornadas laborales que sufren temporeros extranjeros en Alemania. Unas condiciones que, obviamente, aumentan las posibilidades de aparición de focos de contagio, como los surgidos en algunos mataderos del país – en los que también trabajan muchos ciudadanos del este de Europa y cuyas condiciones fueron calificadas recientemente de “vergonzosas para Alemania” por la Organización Internacional del Trabajo –. 

Huelga en Bornheim 

A mediados de este mes de mayo una noticia llamó la atención de Erik Hagedorn y sus colegas del pequeño sindicato anarquista Unión Libre de Trabajadores y Trabajadoras (FAU): un grupo de temporeros rumanos se levantó en una explotación de espárragos de la localidad de Bornheim, cerca de Bonn, en el estado federado occidental de Renania del Norte-Westfalia. Cuando Erik y sus compañeros llegaron al lugar, se encontraron con la siguiente situación: decenas de trabajadores rumanos denunciaban no haber recibido sus salarios; la empresa no cumplía con las medidas de protección contra el coronavirus y ofrecía salarios más bajos y peores condiciones a los empleados extranjeros que a los alemanes; los temporeros vivían hacinados en contenedores dentro de la misma explotación, en la que se les ofrecía comida comida en mal estado. 

Uno de los temporeros filmó los barracones en los que vivía dentro de los mismos terrenos de la empresa Spargel Ritter – que se ha declarado en bancarrota –. El sindicato FAU publicó las imágenes en su canal de Youtube. “Diría que lo ocurrido en Bornheim es lo habitual. La diferencia es que allí la gente se levantó y ello les permitió recibir ayuda de nuestro sindicato. Pero, lamentablemente, no es lo normal. En la mayoría de ocasiones, simplemente, les toman el pelo”, asegura Erik Hagedorn a EL PERIÓDICO. 




Problema “estructural” 

El portavoz de la FAU argumenta que el colectivo de temporeros extranjeros en Alemania ha tenido históricamente poca o nula representación sindical. Ello responde a la desconfianza de los propios trabajadores, que acumulan malas experiencias con sindicatos corruptos en sus países de origen, el poco o nulo conocimiento de alemán de los temporeros y también a lo equipos de seguridad contratados por empresarios, que mantienen aislados a los empleados extranjeros. 

El informe “Iniciativa para un trabajo agrícola justo”, confeccionado por el sindicato mayoritario IG BAU, apunta que condiciones como las de Bornheim no son aisladas ni nuevas: “Como en el 2018, las penosas situaciones descubiertas en muchos lugares permiten suponer un fraude sistemático en el pago del salario mínimo. Los trabajadores entrevistados en los campos a menudo mencionaban uno o varios de los siguientes delitos: fraude salarial, nóminas y hojas de horarios opacas, falta de equipos de protección, retenciones salariales ilegales, alojamiento y alimentación precarias….”. 

IG BAU pide aumentos salariales para un colectivo que considera “relevante para el sistema” y medidas como las tomadas por las autoridades alemanas en el sector cárnico tras la salida a la luz de los focos de infección de covid-19. De momento, el tema no parece estar en lo más alto de la agenda del gobierno federal: el pasado 27 de mayo, la cancillera Angela Merkel y el primer ministro rumano, Ludovic Orban, mantuvieron una llamada telefónica. En ella, hablaron de “la necesidad de cumplir los estándares de protección laboral y de higiene” de los temporeros rumanos en Alemania”. No propusieron, sin embargo, medidas concretas para ello.

Reportaje publicado en El Periódico de Catalunya.


sábado, 23 de mayo de 2020

Cuarenta años del partido ecologista alemán

Los Verdes alemanes cumplieron 40 años en enero pasado. Una fuerza política que hasta hace muy poco, antes de que el coronavirus cambiase nuestras vidas, peleaba con el partido de Angela Merkel por el liderazgo en las encuestas. La pandemia le dio, sin embargo, un vuelco a la agenda política alemana y también a las encuestas de intención de voto.

¿Cuáles son sus límites, sus luchas internas, sus aspiraciones? ¿Pueden llegar a ser líderes del gobierno alemán algún día? ¿Qué queda de su espíritu rebelde y contestatario original? La quinta entrega La Transición Alemana, podcast que produzco con el politólogo Franco Delle Donne, busca respuestas a esas preguntas. La eurodiputada verde Ska Keller nos da algunas claves.






miércoles, 13 de mayo de 2020

Berlín, el confinamiento que nunca fue

La historia de la pandemia en Berlín es la de un confinamiento que nunca fue. La vida pública no ha dejado existir en la capital alemana a pesar de las restricciones contra la expansión del virus. Los comercios no considerados esenciales tuvieron que bajar la persiana a mediados del pasado marzo – la mayoría ya ha reabierto – , parte de la burocracia y los servicios públicos como bibliotecas, colegios o guarderías dejaron de funcionar, los gimnasios siguen cerrados, y bares, clubs y el ocio nocturno están paralizados sine die, pero ni los parques se vaciaron ni los runners desaparecieron de las orillas del río Spree ni por las calles dejaron de circular coches. Fiel a su esencia anárquica y un tanto ajena al resto de Alemania, Berlín ha seguido su propio camino.

Y, sin embargo, la fisonomía de la capital alemana sí ha cambiado con la crisis sanitaria. En primer lugar, sus habitantes han aprendido a vivir con las colas. Lo que antes era considerado un trámite sin complicación, ahora requiere más tiempo y paciencia. Los berlineses tienen a menudo que formar filas en plena calle para comprar en el supermercado, retirar dinero del banco o hacerse con una cerveza en los populares Spätis – tiendas abiertas casi a todas horas que venden alcohol, tabaco, papel de liar y prensa, lo fundamental para pasar una buena tarde –.

Es la consecuencia de que los comercios cumplan las condiciones para abrir: limitar el aforo es la manera de garantizar la distancia de seguridad de metro y medio exigida por las autoridades. A ello hay que sumar el uso de máscaras y de líquido desinfectante en las entradas de comercios y edificios públicos. La prevención higiénica ha pasado a formar parte de la cotidianidad berlinesa con sorprendente naturalidad.

Polución estable 

Una ojeada a la evolución de la calidad del aire en el centro de Berlín da cuenta de que la vida ha continuado en las calles: según datos de la Oficina Federal de Medio Ambiente, desde mediados de pasado marzo los niveles de contaminación en la capital alemana se han mantenido estables, incluso con un repunte de “partículas de suspensión” generadas por la actividad humana a finales de marzo. Un mayor uso del coche en lugar del transporte público en la fase de mayor incertidumbre parece la causa.

Si los berlineses no han dejado de salir es porque no ha estado prohibido: el gobierno nunca aplicó un confinamiento generalizado a toda la población. Merkel se opuso alegando la necesidad de ciudadanos y familias de salir a pasear y tomar aire fresco. Un confinamiento tras el largo y oscuro invierno berlinés habría supuesto una factura social difícil de defender políticamente.

En esa decisión también ha sido clave la mortalidad oficial del virus en Alemania: a pesar de ser uno de los países del mundo con un mayor número de infectados (más de 171.000), la tasa de mortalidad es mucho más baja que en Italia o España. Con algo más de 6.200 casos y 165 muertos confirmados, Berlín no es excepción.

Y a pesar de haber sufrido menos que otras capitales, un sector clave para la economía berlinesa sale muy malparado: el batacazo para el turismo es visible en los lugares de atracción; sitios emblemáticos como la Puerta de Brandeburgo o la Columna de la Victoria, por lo general anegados de turismo – especialmente con la llegada de la primavera –, están hoy semivacíos.

Negacionistas por turistas 

 “Mi facturación ha bajado un 80%”, dice con estoicismo y sin aparente preocupación Georg, uno de los conductores de bicitaxis que esperan a clientes en el centro histórico. “Soy optimista porque no tengo grandes pretensiones”, dice. Está convencido, sin embargo, de que habrá una oleada de cierres de empresas dependientes del turismo y la hostelería. No será su caso porque que no tiene grandes gastos y puede aguantar con pocos ingresos, asegura.

“Yo he perdido el 75% de mis clientes”, responde Alí, un taxista de origen pakistaní y acento berlinés. Nunca había vivido algo así en las tres décadas que lleva aquí. Es uno de los miles de pequeños empresarios que pidió la ayuda pública de emergencia de 5.000 euros para poder seguir funcionando. “A pesar de la caída de pasajeros, salgo casi a diario. Es mejor que quedarse en casa delante de la tele”.

A pocos metros del taxi, donde hace meses meses se formaban colas de turistas para subir a la cúpula de cristal del Bundestag, hoy se reúnen varios cientos de personas que niegan la pandemia. Forman parte del nuevo paisaje urbano de Berlín. Desde hace semanas, una variopinta mezcla de ultraderechistas, militantes de las más diversas teorías de la conspiración y ciudadanos descontentos protestan contra la limitación de derechos fundamentales.

Controlados por policías, que advierten con la mirada a los concentrados que deben mantener la distancia de seguridad, los negacionistas se reúnen con metros en la mano para hacer efectivo el metro y medio exigido. Mientras, un charlatán grita a los cuatro vientos su mensaje a través de un micrófono: “La República Federal nunca fue liberada del nacionalsocialismo. El Imperio alemán nunca dejó de existir. Seguimos siendo un país ocupado”.

Crónica pública en El Periódico de Catalunya.

martes, 5 de mayo de 2020

Ser alemán después de Auschwitz

El próximo 8 de mayo se celebra el 75 aniversario de la capitulación de la Alemania nazi, del fin de la Segunda Guerra Mundial y de la liberación de Europa del nazismo. Para Alemania fue el inicio de un largo proceso de reconstrucción del país y también su identidad, o mejor dicho, de sus identidades nacionales y colectivas. 

En ese proceso, la confrontación con el Holocausto y con el simbolismo que dejó tras de sí el campo de concentración y exterminio de Auschwitz ha sido sido un elemento fundamental. En el cuarto episodio de nuestro podcast 'La Transición Alemana’ para el programa de radio Estación Sur analizamos el peso de la memoria histórica y de la llamada ‘cuestión de la culpa’.

Aquí va el audio:





lunes, 4 de mayo de 2020

Atípica cruzada contra la gestión de la pandemia en Alemania

Detención en el centro de Berlín.  © Andreu Jerez

“Hoy contra nosotros, mañana contra vuestros hermanos y vuestras hermanas”, grita uno de los manifestantes mientras es detenido por la policía. La Plaza Rosa Luxemburg, en pleno centro de Berlín, se ha convertido en punto de encuentro de las protestas contra las medidas para frenar el coronavirus en Alemania. Una de ellas es la limitación de los derechos fundamentales recogidos por la constitución alemana, como el de manifestación, reunión o libre movimiento. Actualmente en la capital alemana están permitidas sólo concentraciones de un máximo de 20 personas. 

La autobautizada “Resistencia Democrática” es una de las organizaciones impulsoras de esta protesta semanal que intenta celebrarse cada sábado bajo el lema “No sin nosotros”. Consideran que el poder político está aprovechando la crisis para poner en jaque a la democracia. “Lo que representa una república, es decir, el debate sobre las cuestiones públicas, sobre la ciencia, el periodismo y el arte, ha sido eliminado y los opositores están siendo perseguidos”, asegura a El Periódico Anselm Lenz, periodista, escritor y cofundador del movimiento.

Sobreactuación política 

Junto a otros periodistas e intelectuales del mundo del teatro que se sitúan en la “izquierda liberal”, Lenz está publicando un semanario financiado “con donaciones de más de 120 intelectuales y médicos”. En él, denuncian la sobreactuación del gobierno federal para hacerse con poderes extraordinarios y prepararse para el próximo “hundimiento del neoliberalismo”. 

Lo que en un primer aparece como una crítica legítima queda, sin embargo, ensombrecido por las acusaciones de estar colaborando con militantes de la ultraderecha extraparlamentaria y con defensores de teorías conspirativas cercanos a movimientos identitarios y etnonacionalistas. “En primer lugar, esas son acusaciones del gobierno; en segundo, está demostrado que el estado suele enviar provocadores a este tipo de concentraciones. En todo caso, nosotros rechazamos a los neonazis”, responde Lenz. 

El colectivo investigativo Correctiv va un paso más allá y apunta que el gobierno ruso de Vladimir Putin podría estar detrás de esa cruzada común formada por una parte de la izquierda anticapitalista, la ultraderecha y militantes de las más diversas teorías de la conspiración. 

Público variopinto 

El pasado 1 de mayo, la Plaza Rosa Luxemburg se volvió a convertir en escenario de detenciones y tensión entre el enorme dispositivo policial desplegado y un par de cientos de ciudadanos. El propio Lenz fue arrestado tras lanzar un paquete de semanarios a un grupo de policías que detenía a uno de los concentrados, como demuestran grabaciones difundidas en internet.





Mientras una veintena de personas de otro colectivo de la izquierda extraparlamentaria y antifascista ocupaba de forma legal el centro de la plaza para evitar que la atípica alianza de opositores tomase el espacio, un público variopinto se concentraba en los alrededores: desde clásicos votantes de la ultraderecha de AfD hasta jóvenes de izquierda alternativa que consideran inaceptable la limitación de los derechos fundamentales. 

Al calor de ese malestar se acaba de fundar el partido Widerstand 2020 (Resistencia 2020). Encabezado por el doctor Bodo Schiffmann - un otorrinolaringólogo que se ha hecho popular en YouTube por poner en entredicho la gestión de la pandemia -, pretende canalizar electoralmente el descontento. La formación asegura haber superado ya los 70.000 afiliados.


Reportaje publicado en El Periódico.

martes, 21 de abril de 2020

‘La transición alemana’: aún Ossis y Wessis

El politólogo Herfried Münkler asegura que las viejas naciones europeas tienen que redefinir su identidad colectiva cada 30 años. Así ha sido en la modernidad y también parece serlo en la bautizada como postmodernidad, en pleno siglo XXI. Alemania no es una excepción.

El último episodio que marcó un hito en su historia fue la caída del Muro de Berlín en 1989 y la reunificación en 1990. Están a punto de cumplirse tres décadas de que las dos repúblicas nacidas de la derrota del nazismo y en pleno inicio de la Guerra Fría se convirtieran en una sola en un proceso que para algunos fue una refundación de la República Federal y, para otros, una victoria de un sistema sobre otro, una conquista. 

Así las cosas, es hora de preguntarse: ¿cuál es la identidad de Alemania hoy? ¿Tenía dos identidades que se fusionaron en una sola? ¿Continúa ese proceso abierto? ¿Siguen existiendo una identidad germanooriental y otra occidental? ¿Qué queda de la identidad cultural de la extinta RDA?  Todo esos interrogantes los abordamos en este nuevo episodio, el tercero, de nuestro podcast La Transición Alemana.






jueves, 16 de abril de 2020

La noche se apaga en Berlín

“Nos vemos de nuevo cuando estemos todos muertos. Salud, vecinos”. 

Con este mensaje se despidió de su clientela el legendario Schlawinchen. El bar berlinés, en el distrito de Kreuzberg, se vio obligado a bajar la persiana a mediados del pasado marzo tras haber permanecido ininterrumpidamente abierto durante más de cuarenta años: el local no había cerrado ni un minuto desde 1979. Siempre abierto, porque siempre hay alguien que tiene sed, como dijo su propietario, Tobi Jorczik, en una entrevista con la radio pública alemana. En ella, Jorczik incluso reconoció que tuvo problemas para encontrar la llave del psicodélico local en el que se reúne tradicionalmente un variopinto público para beber, fumar, escuchar música y compartir historias. 

Lo que no consiguió la Guerra Fría ni el Muro de Berlín lo ha logrado un virus bautizado como Covid-19. Una de las primeras restricciones que tomó el gobierno federal y los estados federados fue ordenar el cierre de todos los locales de ocio como cines, teatros, bares, clubs y casinos. Cualquiera que haya pisado la noche de la capital alemana, entiende la dimensión del cierre de Schlawinchen: si un virus obliga a cerrar sus puertas, entonces tiene que ser un virus muy peligroso. 

Sector en peligro 

"Para nosotros, es la peor crisis desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, nunca hemos tenido que hacer frente a una amenaza tan grande". Esto dijo hace un par de semanas Lutz Leichsenring, portavoz de la federación de clubs nocturnos de Berlín, la llamada "Clubcommision", que agrupa a más de 200 locales. La declaración tuvo algo de premonitorio; días después, Angela Merkel usaba la misma referencia histórica: “Desde la Segunda Guerra Mundial no ha habido en nuestro país un reto que nos haga depender tanto de nuestra acción conjunta y solidaria”. 

Además de sus museos y sus óperas, la capitalidad cultural de Berlín no sería la misma sin sus locales nocturnos ni sus clubes de música electrónica. La noche berlinesa atrae a cientos de miles de personas cada año. Gente que busca el mito del hedonismo y la libertad individual que rigen la escena. El cierre, obligado por la pandemia de momento indefinidamente, amenaza ahora la existencia de muchos de esos espacios. La noche de Berlín se apaga. 

“Calculamos que el cierre supondrá pérdidas de 10 millones de euros mensuales”, me dice Lutz Leichsenring. “Ninguno de los cientos de clubes de la ciudad podrá sobrevivir si se mantienen cerrados durante meses. Por eso necesitamos apoyo del Estado. Nosotros no tenemos a consorcios o grandes inversores que nos sostengan. Los empleados de los clubes tampoco cuentan con grandes ahorros”. 

“United we stream” 

La dimensión de la crisis es tal que el Estado alemán se ha hecho cargo en primer lugar de lo esencial: frenar la velocidad de los contagios para evitar el colapso del sistema sanitario, asegurar el abastecimiento de la población y garantizar un paquete billonario de créditos estatales e inversiones públicas para amortiguar el duro golpe que sufrirá la economía alemana en el 2020. La música electrónica y el ocio nocturno berlinés no están, por razones obvias, en la lista de prioridades. 

A la espera de posibles ayudas que salven al menos una parte de la escena, el sector se ha puesto manos a la obra: con la plataforma United We Stream, transmite en directo sets de djs desde clubes emblemáticos – y ahora vacíos – de Berlín. A cambio, pide a los ciudadanos confinados en sus casas una aportación económica. El crowdfunding debería servir de fondo transitorio hasta que la gente pueda a volver a sudar junta en las pistas de baile.




Artículo publicado en El Periódico de Catalunya.

martes, 7 de abril de 2020

Podcast ‘La transición alemana’: los detestados imprescindibles

Aquí va el segundo episodio del podcast ‘La transición alemana’ que estaré coproduciendo con el colega Franco Delle Donne para el programa Estación Sur, de Cosmo Radio, hasta el próximo de octubre. Se cumplirán entonces los 30 años de la reunificación alemana. Esta semana lo dedicamos a la posiblemente mayor paradoja a la que se enfrenta este país en la actualidad.

La resistencia a la inmigración en Alemania se ha multiplicado en los últimos años con las nuevas corrientes de refugiados y el auge paralelo de los populismos. Sin embargo, todos saben que la economía alemana no podrá funcionar mucho tiempo con esta población. Sobre la necesidad de mano de obra extranjera y el racismo estructural en Alemania versa la segunda entrega.





lunes, 6 de abril de 2020

Coronabonos: las voces de la otra Alemania

"Cuando durante una tormenta algunos se tiran por la borda, no sirve de nada que el resto de la tripulación salte detrás. Es mejor quedarse en el barco y lanzarles un flotador”. 

Este es sólo uno de las párrafos dedicados estos días por cierta prensa alemana a los llamados coronabonos. La metáfora usada por una columnista del diario conservador “Die Welt” ilustra bien el rechazo militante de buena parte de la política, el empresariado y el electorado de Alemania a una emisión conjunta de deuda europea. Una demanda que cada vez se hace más fuerte en la Unión Europea para hacer frente a las consecuencias económicas y sociales que ya está generando el coronavirus en el Viejo Continente. 

Los estados de la UE más afectados por la pandemia son precisamente los que acumulan una mayor deuda pública. Los devastadores efectos del virus los convertirá muy probablemente en víctimas de la especulación financiera. Su margen para reactivar las economías con dinero público se estrechará así aún más. Economistas ya advierten de que la Gran Recesión de hace una década podría quedarse en anécdota si no se actúa de manera conjunta. 

Ayudas sí, mutualización no 

Pese a la excepcionalidad del momento, la posición del gobierno federal alemán, con Angela Merkel al frente, no se ha movido ni un milímetro desde la crisis financiera de 2009: Berlín sigue ofreciendo un rotundo 'no' a la mutualización de la deuda. Esta permitiría a los estados más golpeados por el virus, como Italia y España, a acceder una financiación en mejores condiciones en los mercados internacionales. 

Ayudas sí, mutualización de la deuda no, responde el gobierno alemán secundado por otros como el holandés o el austríaco. La negativa es interpretada como una señal de insolidaridad no sólo por la periferia europea, sino también por políticos y economistas de Alemania. Son las otras voces de la mayor economía de la UE. 

“Cada vez hay más gente en el espectro político y de los institutos económicos de Alemania que apoyan los coronabonos. Por eso nos preguntamos por qué el gobierno alemán se sigue oponiendo de manera tan testaruda. Parece no haber aprendido de la última crisis: precisamente el error entonces fue no encontrar una respuesta europea común”, dice Marcus Wolf, analista de Movimiento Ciudadano para el Cambio Financiero. La ONG, fundada por el exdiputado verde y experto en asuntos económicos Gerhard Schick, es una de las organizaciones alemanas que pide los coronabonos. 

“Tal vez sea difícil de entender en el extranjero”, explica Wolf, “pero en Alemania sigue prevaleciendo la idea de un presupuesto público equilibrado y de reducir el endeudamiento. En este caso, sin embargo, no se trata de emitir deuda común europea de manera indefinida, sino de una medida limitada en el tiempo ante la actual situación excepcional y porque unos países se ven más afectados que otros”. 

Rechazo histórico 

El rechazo en Alemania a una emisión conjunta de deuda avalada conjuntamente por todos los estados de la Eurozona no surge de la última recesión; se remonta a la introducción del euro hace dos décadas. “En Alemania nació entonces el mito de que se puede disfrutar de las ventajas de la moneda común sin tener que apoyar al resto de países”, explica el eurodiputado verde Sven Giegold, uno de los impulsores de la petición #WeAreInThisTogether que urge a la emisión de bonos comunitarios. 



“Durante años se les ha dicho a los alemanes que se puede tener una unión económica y monetaria, y al mismo tiempo que cada uno de los estados siga siendo independiente financieramente. Y eso es falso”, continúa Giegold. “Es irónico que dos de los principales beneficiados del euro – Holanda, gracias a su paraíso fiscal, y Alemania, con sus superávits comerciales – sean los que se opongan de manera más tozuda”. 

Cuando en España e Italia miles de personas luchan por su vida y sus sistemas sanitarios están al borde del colapso, Alemania insiste en que su opción es la mejor para la UE, argumenta Giegold: “Y eso no es muy europeísta”. En lugar de los coronabonos, Berlín apuesta por usar el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), creado durante la última crisis para rescatar a los países del euro. Con más de 400.000 millones de euros, el fondo ofrece préstamos a cambio de reformas económicas. Grecia y Portugal, que acudieron al rescate, ya conocen las duras condiciones. 

“Respiración artificial” 

“El dinero barato del Banco Central Europeo llega a los mercados financieros, pero no a la economía real. Es como mantener con vida a un paciente con respiración artificial, y al mismo tiempo sacarle sangre”. Fabio De Masi, diputado federal alemán de La Izquierda, prefiere esa metáfora para describir la situación del euro: mientras el BCE compra deuda pública de los estados europeos, la UE desaprovecha la opción de los eurobonos, argumenta el político alemán de padre italiano. 

“El gobierno federal alemán teme romper un tabú”, explica De Masi. “Además, puede utilizar el MEDE para hacer recortes más duros. Un ejemplo: durante la crisis de Grecia, sus aeropuertos regionales fueron privatizados. La alemana Fraport fue la beneficiada. El gobierno alemán intenta usar la crisis para imponer los intereses de empresas alemanas”. 

El experto en asuntos económicos del partido más a la izquierda del arco parlamentario alemán expone de manera pragmática su defensa de los coronabonos: “Cerrarán empresas, se destruirán empleos y al final tendrán que aprobarse caros rescates. Por eso los coronabonos son más baratos. Y ello va también en el interés de Alemania. Si a la crisis del coronavirus le sigue una crisis del euro, y si no conseguimos controlar la situación en Italia o España, tampoco la conseguiremos controlar en Alemania”. 

Las voces alemanas a favor de los coronabonos creen que de la respuesta a la peor crisis que sufre Europa desde la Segunda Guerra Mundial depende el futuro del proyecto europeo: “Si los estados europeos no se apoyan suficientemente en esta crisis histórica”, dice De Masi, “si son Cuba, China o Rusia los que envían médicos y material a Italia, entonces la UE se hará innecesaria”. 

Reportaje publicado en El Periódico de Catalunya.

lunes, 30 de marzo de 2020

Podcast: 'La transición alemana’



Tengo el placer de lanzar con el colega Franco Delle Donne, y de la mano del programa Estación Sur de la radio pública alemana COSMO, ‘La transición alemana’, un podcast con el que dos veces al mes intentaremos explicar y analizar el momento histórico en el que se encuentra la potencia europea.

Entendemos que Alemania se encuentra al final de un ciclo histórico que está dando paso a otro fase todavía por definir. Las tres décadas transcurridas desde la caída del Muro de Berlín y la cuenta regresiva hacia los 30 años de la reunificación de Alemania juegan un papel decisivo.

Este momento histórico coincide con el fin de la era Merkel, una figura que no sólo es un elemento unificador de la política alemana sino que también es una referencia política del continente entero. Ha pasado una generación entera y es tiempo de hacer un balance. ¿Podemos percibir y analizar las consecuencias de aquella reunificación a partir de historias actuales? Ese es el desafío de este podcast que recorre el país con la intención de reconstruir la situación política, social y económica actual de Alemania.

De momento, el primer capítulo: "Crisis demográfica en Alemania: El próximo reto"