lunes, 23 de noviembre de 2015

Núremberg: los juicios que sentaron al nazismo en el banquilo


Inicio del primer proceso de Núremberg. Fuente: National Archives Record Administration, College Park, MD, USA
 «Corría el verano de 1945 y yo era un soldado estadounidense de 22 años estacionado en Alemania que, tras la Segunda Guerra Mundial, estaba a punto de volver a Estados Unidos para estudiar psicología. Pero un día vi un cartel en mi campamento que anunciaban el reclutamiento de intérpretes para el proceso de Núremberg. No me costó mucho llegar a la conclusión de que que nunca más volvería a tener la oportunidad de participar en un juicio internacional de ese calibre». 

George Sakheim tiene más de 90 años, pero recuerda a la perfección la disposición que ofrecía en 1945 el espacio en el que hoy cuenta su historia. La sala de audiencias 600, situada en un ala del histórico Palacio de Justicia de Núremberg, ha sufrido desde entonces numerosos cambios. Pero sigue siendo reconocible en las fotografías en blanco y negro tomadas entre el 20 de noviembre de 1945 y el 1 de octubre de 1946. 

Entre esas dos fechas tuvo lugar el primero y más mediático de los trece juicios contra la cúpula y los altos cargos de la Alemania nacionalsocialista. Un proceso que sentó en el banquillo a figuras indispensables para entender la engrasada maquinaria asesina diseñada por Adolf Hitler. 

«Como futuro psicólogo, me interesaba entender qué lleva a las personas a cometer ese tipo de crímenes», asegura George Sakheim con el imponente tribunal de madera a sus espaldas. Rudolf Höss, comandante en jefe del campo de concentración y exterminio de Auschwitz, fue una de las figuras cuyas palabras George tuvo que traducir al inglés. En su declaración como testigo, Höss explicó por qué ejecutó la orden de enviar a la cámara de gas a cientos de miles de personas. A Sakheim le tocó interpretar el horror. 

«A los miembros de las SS nunca se nos ocurrió pensar. Dábamos por sentado que los judíos eran los culpables de todo. Estábamos tan entrenados para obedecer órdenes sin pensar, que la idea de desobedecerlas nunca se nos habría pasado por la cabeza». Cuando el anciano Sakheim acaba de leer en voz alta la declaración de Höss, la audiencia que ocupa la histórica sala guarda silencio durante unos segundos que parecen eternos. 

Cambio jurídico paradigmático


El intérprete George Sakheim. Fuente: George Sakheim
A su lado escucha atento Moritz Fuchs, norteamericano de origen suizo que también luchó como soldado estadounidense durante la guerra. Hoy es un cura católico jubilado. En 1945 era el escolta personal de Robert H. Jackson, el fiscal jefe de la delegación estadounidense enviada por Washington a Núremberg para elaborar la acusación formal contra los jefes e ideólogos del nazismo. «Fue todo un honor», reconoce. 

En el primer proceso de Núremberg, la Unión Soviética, Francia, Reino Unido y Estados Unidos, las fuerzas vencedoras, se unieron para juzgar a los líderes de la nación derrotada. Fueron la parte acusadora y también conformaron el tribunal. Los aliados sentaron en el banquillo a lo que quedaba de la plana mayor del nacionalsocialismo alemán: 21 políticos, militares y altos funcionarios del partido nazi, entre los que no estaban Adolf Hitler, Joseph Goebels ni Heinrich Himmler. Los tres se suicidaron cuando la guerra ya estaba perdida. 

El mariscal Herman Göring, segunda figura del régimen sólo por detrás de Hitler; Wilhelm Keitel, jefe de los altos mandos del ejército alemán; Joachim von Ribbentrop, ministro de Exteriores de Tercer Reich, o Albert Speer, arquitecto de cabecera de Hitler y ministro de Armamento y Munición, fueron algunos de los nombres destacados de la lista de 21 máximos responsables de los crímenes cometidos por el nazismo durante los doce años que tuvo el poder. 

Por primera vez en la historia, las élites de un Estado tenían que responder por los crímenes que habían ordenado cometer a sus subordinados. «Supuso un cambio de paradigma a nivel jurídico», explica Henrike Claussen, directora del centro de documentación de los procesos de Núremberg. «Los textos de acusación dejan claro que las potencias vencedoras tenían una exigencia moral ante la dimensión de los crímenes cometidos. La argumentación jurídica apunta que dejar sin castigo ese tipo de crímenes habría supuesto el hundimiento de la civilización». 

Esta perspectiva abrió un camino jurídico hasta ese momento inédito. Los procesos de Núremberg sientan en definitiva las bases para lo que hoy conocemos como derecho penal internacional y como crímenes de lesa humanidad.

George Sakheim recuerda el inicio del primer proceso de Núremberg. Andreu Jerez ©
Sin justicia integral 

El primer juicio de Núremberg acabó con doce penas de muerte (Göring se suicidió antes de ser ejecutado), siete penas de prisión (algunas a cadena perpetua) y tres sorprendentes absoluciones, una de ellas para Albert Speer. «Con la información que tenemos hoy sobre el Holocausto, muy probablemente las sentencias habrían sido diferentes», asegura Henrike Claussen. 

George Sakheim y Moritz Fuchs consideran, sin embargo, que el proceso hizo justicia. Algo que no comparte del todo la historiadora Claussen: «El papel de las víctimas en el proceso fue marginal. Y aunque puso las bases para su reconocimiento moral, durante las décadas posteriores la República Federal Alemana cometió claras omisiones en su obligación de juzgar a los corresponsables de los crímenes del nazismo». 

El nuevo enfrentamiento entre bloques en la recién inaugurada Guerra Fría y el deseo de la nueva clase política alemana occidental de mirar hacia adelante permitieron que la mayoría de responsables efectivos del Holocausto fueran amnistiados o incluso nunca fuesen puestos a disposición de la Justicia. Tal y como dijo recientemente el actual ministro de Justicia, el socialdemócrata Heiko Maas, una auténtica «vergüenza para Alemania».

Reportaje publicado por el diario ABC.