miércoles, 29 de octubre de 2008

Antes y después

Ayer descubrí en la sección de cultura de la versión on-line de El País (el que fuera diario independiente de la mañana, y ni un segundo más) unas fotografías que me eran conocidas. Formaban parte de un reportaje firmado por la agencia EFE sobre una interesante exposición de fotografía documental organizada por la German House de Nueva York. Berlín Kreuzberg SO36 es la propuesta de Peter Frischmuth: el fotógrafo alemán traza una mirada documental sobre las diferencias existentes en el mítico barrio berlinés antes y después de la caída del muro. Hasta aquí todo bien.

Pero resulta que esas fotografías estuvieron expuestas en la humilde, luminosa y acogedora tercera planta del Museo de Kreuzberg (tuve la oportunidad de visitarla) desde finales de enero hasta inicios de marzo de este mismo año sin que provocaran una sola línea en la prensa española y más bien poca tinta en la alemana. Ayer, la agencia EFE destacaba el reportaje sobre la exposición en su avance informativo internacional.

Un ejemplo más de cómo funciona el mundo de la cultura y la información. Antes, la exposición, en un pequeño museo de distrito de Kreuzberg (el barrio que precisamente vio nacer la magnífica propuesta documental de Frischmuth), no interesaba; después, en la German House de Nueva York, es digna de convertirse en noticia e incluso reportaje.

P.D: la exposición Berlin Kreuzberg So36 tiene asegurada una programación itinerante a través de Estados Unidos hasta el invierno de 2010. Su visita es recomendable.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Bosnia-Herzegovina: la herida abierta

Tiene que ser la maldita crisis. De todos los medios a los que me he dirigido para publicar el reportaje Bosnia-Herzegovina, la herida abierta, sólo he recibido 'nos' por respuesta o sencillamente silencio. En fin, como soy una persona altruista y me gusta compartir lo que hago, cuelgo el texto en mi blog.

Abrazos desde Alicante...

-----------------------------------------------------------------

Cuando el pasado agosto la guerra entre Georgia y Rusia por los territorios de Abjasia y Osetia del Sur irrumpió en la soporifera actualidad estival, el fantasma balcánico recorrió la espina dorsal de Europa. Expresiones como “limpieza étnica” e imágenes de masas de población civil huyendo de las regiones en guerra volvieron a aparecer en los medios de comunicación de todo el mundo. En Europa occidental se temió el inicio de otro conflicto de corte étnico como el que desangró a los Balcanes durante la primera mitad de la década de los 90.

Los Balcanes y el Cáucaso, dos regiones separadas geográficamente pero que comparten la esencia conflictiva de las zonas fronterizas situadas entre potencias medias o ex imperios venidos a menos. Regiones en las que conviven poblaciones de diferentes procedencias étnicas y religiones, y que a menudo se han convertido en el marco en el que poderes externos han dirimido sus conflictos de intereses.

El próximo diciembre se cumplirán 13 años de la firma del Acuerdo de paz de Dayton que puso fin a la guerra dentro de la guerra; es decir, al enfrentamiento armado a tres bandas entre bosnios musulmanes, serbiobosnios y bosniocroatas en Bosnia-Herzegovina. Una sucia y sangrienta guerra que, enmarcada en un conflicto de nivel bálcanico entre los países surgidos de la disolución del Estado yugoslavo, dejó alrededor de 150.000 muertos y un millón y medio de refugiados. 13 años han pasado desde que el sonido de armas ligeras y de morteros desapareciera de las calles y campos de Bosnia. Pero la guerra sigue sin estar cerrada: la herida sigue abierta.

Lejos de los focos de la actualidad

Bosnia-Herzegovina ya apenas es noticia. El país balcánico sólo provoca titulares en las portadas de diarios e informativos con detenciones estrella como la de Radovan Karadzic, ex líder serbosnio y más que probable criminal de guerra que ahora se enfrenta un proceso ante el Tribunal Penal para la Antigua Yugoslavia de La Haya. Cuando a principios de octubre los Ministros de Exteriores de la Unión Europea decidieron reducir considerablemente los efectivos de la misión de paz de la misión de la EUFOR en el país balcánico, los diarios que informaron sobre ello ventilaron el asunto con un breve o media columna. Quizá sólo el eco de las armas ligeras y los morteros convertirá de nuevo a Bosnia en noticia.

El país se recupera lentamente de la guerra civil. Es díficil pasear por las calles de la capital, Sarajevo, sin ver fachadas con agujeros de bala o incluso grandes boquetes de artillería pesada. Fueron más de 3 años de enfrentamiento armado que marcaron psicológicamente a la población del país y siguen condicionando su actual organización. Bosnia no es un Estado al uso. Dentro de él conviven dos entidades paraestatales: la República Srpska y la Federación Bosnia. En la primera se concentra la mayor parte de la población serbobosnia ortodoxa, mientras en la segunda conviven croatas católicos y bosnios musulmanes. Ambas entidades se limpian las heridas mientras se observan de reojo.

Nebojsa Savija-Valha es director de proyectos de la ONG Nansen Dialogue Center, una asociación de origen noruego que trabaja en el ámbito de diálogo interétnico, la mediación y la reconciliación en gran parte de los países de la antigua Yugoslavia. Nebojsa confirma la agudización de ese proceso de concentración de la población civil según criterios étnicos en Bosnia-Herzegovina: “Actualmente, entre el 60 y el 70% de la población de Sarajevo es bosnio musulmana. Ese mismo proceso también se está dando en la República Sprska, pero con la población serbiobosnia. Si te fijas en el número de mezquitas que han sido construidas en los últimos años en Sarajevo y alrededores, te darás cuenta de cuál es la comunidad que domina en la capital. Otro ejemplo: los directores de instituciones públicas y los profesores de universidad son prácticamente todos bosnios musulmanes. Mientras tanto, Banja Luca, la capital de República Sprska, se está convirtiendo en una ciudad poblada casi exclusivamente por serbiobosnios, y la parte oeste de Mostar, en la capital de los bosniocroatas. Esa tendencia responde al reparto de poder entre las élites de las diferentes comunidades. Se trata de un gran obstáculo para la reconciliación de la población bosnia”. Es la llamada etnocracia. Lejos quedan los años de mezcolanza y convivencia previos a la guerra.

Al otro lado de la frontera


República Sprska significa en serbocroata “República Serbia”. Son los restos del sueño de Radovan Karadazic de anexionar buena parte del actual territorio bosnio al proyecto de la Gran Serbia. A pesar de que la República Sprska pertenece oficialmente al Estado de Bosnia-Herzegovina, el visitante tiene la sensación de estar en un territorio que de facto pertenece a Serbia. Las banderas del país vecino cuelgan en calles y balcones, y gran parte de los letreros y señales están escritos en alfabeto cirílico. Ni rastro de la bandera oficial de Bosnia-Herzegovina.


Foca es una pequeña ciudad de la República Srpska situada a unos 50 kilómetros de Sarajevo. Fue unas de las primeras en caer tras la primera ofensiva de las tropas serbobosnias en abril de 1992. Antes del conflicto, la población de Foca estaba divivida prácticamente a partes iguales entre musulmanes y ortodoxos que convivían de forma pacífica y tolerante. Actualmente sólo quedan unos 1.000 bosnios musulmanes en Foca y alrededores. De las 11 mezquitas que había antes de la guerra, sólo una quedó en pie. Faruk, de 20 años, es el imán de la pequeña comunidad musulmana. Faruk reconoce que su posición en la ciudad no es la más cómoda: “Tengo que soportar malas miradas o alguna que otra palabra fea, amenazas no abiertas. El último susto lo tuve con la independencia de Kosovo. Una manifestación de unas 5.000 personas acabó frente a la mezquita. Los manifestantes comenzaron a recordar cosas tan horribles como la masacre de Sbrenica. Entonces me pregunté a mí mismo: ¿qué tengo que ver yo o la comunidad musulmana con la independencia de Kosovo?”. El joven imán se lanza la pregunta con una expresión de absoluta y resignada impotencia.

Mehmed Bradaríc es un ex maestro de Historia de la escuela de secundaria de Foca. Cuando estalló la guerra huyó con su familia al enclave de Goradze, dominado por tropas musulmanas. Su mujer y sus hijos se exiliaron a Alemania, pero Mehmed decidió cumplir con su deber de historiador y quedarse en su país para poder documentar lo que estaba pasando. Aguantó hasta abril de 1993, cuando decidió reunirse con su familia. De las notas tomadas por él sobre paquetes de cigarillos vacíos nació un libro en forma de diario. A Mehmed no le gusta hablar de la guerra, pero la conversación siempre acaba desembocando en ella: “Cuando daba clases antes del conflicto, le explicaba a mis alumnos la historia del apartheid en Suráfrica. Eso es lo que tenemos ahora en esta ciudad. Si pido trabajo siempre llega el momento en el que el empresario o el funcionario me pregunta dónde estuve durante la guerra. La moral de los musulmanes que volvieron es cada vez más baja. En la República Sprska es necesario que la gente entienda que la guerra ya pasó. Lo más duro es la presión psicológica a la que estamos sometidos. Hay que admitir que esa presión también la sufren los serbios que se quedaron en la Federación Bosnia. Si queremos construir una auténtica sociedad multicultural, multiétnica y multirreligiosa, no puede ser que yo, como maestro de escuela, sólo pueda dar clase a niños musulmanes”.

Ahora Mehmed lo tiene difícil para dar clases. Como musulmán, no es aceptado por el sistema educativo público de la República Sprska, así que trabaja para la asociación City Association of Returnees of Foca, que lucha por los derechos de los bosnios musulmanes que volvieron al municipio tras el conflicto. Con todo, el profesor no se resigna y se niega a dejar una ciudad que considera suya.

Sistema etnocrático

El pasado 5 de octubre se celebraron elecciones municipales en el país balcánico,
los cuartos comicios locales celebrados desde el fin de la guerra en 1995. Los resultados confirmaron el poder de los principales partidos gobernantes en los dos entes que forman el país. Según los datos de la Comisión electoral central, de los partidos serbios, la Unión de los Socialdemócratas Independientes (SNSD), del primer ministro serbobosnio, Milorad Dodik, ganó 35 alcaldías. El nacionalista y opositor serbobosnio Partido Democrático Serbio (SDS) conquistó 15 alcaldías. Entre las formaciones musulmanas, el nacionalista Partido de Acción Democrática (SDA) obtuvo 38 alcaldías, mientras que el multiétnico y opositor Partido Socialdemócrata (SDP), predominante en la zona industrial de Tuzla, sólo consiguió 9 municipios. En Sarajevo, el SDA controlará ahora 4 cantones y la SDP 2. El Partido para Bosnia-Herzegovina, del copresidente bosnio-musulmán Haris Silajdzic, que en los últimos años ha agudizado su retórica nacionalista, fue el gran perdedor de estas elecciones al vencer sólo en 4 municipios.

Realmente cuesta creer que la sociedad se esté reorganizando según criterios étnicos y religiosos. Pero las tendencias electorales echan luz sobre las raíces de ese proceso. Según Nebojsa Savija-Valha, de la asociación Nansen Center Dialogue, “tras la guerra, las tendencias nacionalistas de cada comunidad se organizaron políticamente. Las élites nacionalistas siguieron creando miedo y desconfianza entre la población civil. También hay que tener en cuenta la organización patriarcal dominante en las comunidades rurales, una manera de sistema social tribal en la que el patriarca, el padre de familia, sigue desempeñando un rol político. Eso queda en evidencia en las elecciones, que prácticamente son una manera de censar a la población: la mayoría de gente en las zonas rurales vota lo que le ordena el padre de familia. En Bosnia hay una organización etnocéntrica de la sociedad en la que la ciudadanía no se orienta por sus intereses de clase o ideológicos a la hora de depositar el voto, sino por el miedo a que las otras dos comunidades consigan más poder que la suya”.

La herida bosnia, en lugar de ir sanando, parece ir engangrenándose poco a poco. Los resultados de las recientes elecciones locales apuntan a esa dirección. Con este panorama, es inevitable preguntar a Nebojsa sobre una nueva posible guerra en un futuro próximo. “El impedimento fundamental es la falta de recursos: los ejércitos de Bosnia, donde hay unos 15.000 soldados en total, Croacia y Serbia están completamente exhaustos. Si el ejército serbio hubiera estado en buenas condiciones, entonces Kosovo no habría conseguido la independencia de una manera tan sencilla y rápida. A eso hay que añadir la presión internacional y el hartazgo de la población civil. De todos modos, las relaciones políticas entre las diferentes comunidades siguen siendo las mismas que justo antes de la guerra. En estos momentos no nos disparamos ni nos matamos unos a otros, pero la situación política, el sustrato de desconfianza entre las comunidades sigue siendo el mismo. De alguna manera, la guerra todavía no ha acabado”.

Nebojsa, que se declara ateo militante, afirma que muchas veces siente Bosnia como un país ajeno que cada vez tiende más claramente al reforzamiento de las estructuras étnicas y religiosas. El trabajador social es pesimista con respecto al futuro y afirma que la incertidumbre es la única seguridad para la próxima década: “Tengo miedo al futuro. Ni siquiera estoy seguro de que Bosnia-Herzegovina vaya a sobrevivir como Estado. La actual situación hace imposible la entrada del país en la Unión Europea, aunque desde luego eso nos daría la estabilidad política de la que ahora carecemos. De todas maneras, es imposible predecir qué será de nosotros en los próximos 10 años”.

Ljuljjeta Goranci es médico de formación, pero la vida y la guerra la llevaron a trabajar como periodista: durante el conflicto informó para la agencia Associated Press directamente desde Sarajevo, donde pasó ocho meses: “Muchos miembros de mi generación perdimos nuestra identidad yugoslava a principios de la década de los 90. Se derrumbó todo aquello en lo que habíamos creído, el país donde habíamos crecido y nos habían educado. Trece años después del fin del conflicto muchos hablan de una sociedad secularizada que no existe en absoluto. Bosnia está volviendo al clan, a la etnia, a la tribu. Sufro por el futuro de mis hijos: como atea, no quiero que ellos tengan que vivir en un país dominado por un credo, por una religión, por una sola forma de entender la vida y la sociedad”.

viernes, 17 de octubre de 2008

Vicios y precipicios



Berlin calling es una historia de vicios y precipicios, de música electrónica y caminos que dan a parar a callejones sin salida que en el último momento ofrecen escapatoria. Es la historia de un dj , Ikarus, que nada más que cree en su música. No juzga a nadie y pide que nadie le juzgue.

Berlin calling, creo, destapa la esencia de la capital alemana: muestra a Berlín como la navaja de doble filo que es, como una masa urbana en la que los cambios de ánimo repentinos te pueden hacer sentir estar viviendo sobre los raíles de una montaña rusa.

Berlin calling, con Berlín como escenario de dulce y sosegadora atmósfera apocalíptica, traza una historia posmoderna cargada de bits electrónicos, drogas e inestabilidad emocional con un final medianamente feliz.

En definitiva, una recomendable película para los inquietantes tiempos de crisis moral y financiera en los que nos encontramos metidos hasta el cuello.

jueves, 9 de octubre de 2008

Postokupación en Berlín

Nuevo post: os dejo con un repaso del panorama de la okupación berlinesa sacado de las arcas de la memoria del museo de Kreuzberg. Ya apareció publicado hace un tiempo para los polleros, pero nunca en mi cielo bajo Berlín. Y próximamente, una crónica visual sobre el Popkomm...

------------------------------------------------------------


Es curioso que muchos españoles se refieran todavía a países como Inglaterra, Francia o Alemania utilizando la palabra “Europa”. Pero, ¿no quedamos en que somos europeos? Sin embargo, quizá por un sentimiento de inferioridad (o superioridad), o simplemente de lejanía, España (o el Estado español, para no herir sensibilidades nacionales o nacionalistas) sigue siendo para muchos algo ajeno, tan ajeno como ese concepto más o menos tangible correspondiente a la palabra “Europa”. Pues bien, hoy echamos un vistazo a Europa, más concretamente a Berlín, Alemania, para ver cómo está el panorana de la okupación. Para muchos, en Berlín la okupación ya ha muerto para pasar a una fase de postokupación. Veamos por qué.

Berlín es una ciudad que transmite una sensación de constante cambio, de transformaciones urbanas que dan paso a otras mutaciones arquitectónicas, sin que nunca parezca que la capital haya llegado a su estadio de desarrollo final, como pasa, por ejemplo, en Barcelona, donde la fisonomía urbana de la ciudad y las políticas urbanísticas y económicas ya no dejan espacio para la improvisación o lo paralelo a la línea oficial. En Berlín queda espacio, y mucho, y eso ofrece muchas posibilidades en un contexto que transmite a menudo la sensación de vacío, un vacío que se presta a ser llenado.


Antes, durante y después de la caída muro


Antes, durante y después de la caída del Muro, la sociedad berlinesa vivió en una revolución diaria, un especie de ambiente libertario que muchos que lo vivieron recuerdan entre suspiros y con tremenda nostalgia. Rebuscando entre los archivos del Museo de Kreuzberg, uno de los distritos con un mayor número de proyectos sociales y alternativos, así como con un mayor porcentaje de población inmigrante, me encuentro con una extensa y detallada descripción de ese proceso de okupación de vivienda vacías a ambos lados del desaparecido muro.


“A comienzos del 1992 había en Berlín alrededor de 1.000 casas okupadas”, comienza el texto del informe. Ese gran cantidad de acciones ilegales, pero para muchos legítimas, comenzó entre finales de los ’70 y principios de los ’80: “En la parte occidental de la ciudad había uno de los movimientos sociales más significativos de la República Federal Alemana, a caballo entre el movimiento estudiantil de los ‘60 y los movimientos alternativos de los ’80”. Este movimiento se vio alimentado por el malestar social y por el intento de influir en el rumbo de la parte occidental del país desde fuera del sistema de partidos (Ausserparlamentarische Oposition), para muchos herencia del nacionalsocialismo, que todavía presente en muchos altos estratos del aparato burocrático del RFA.


¿Y qué pasaba en la cínicamente autodenominada República Democrática Alemana, en el estado socialista del Este? “Ya durante los últimos y agonizantes años de la RDA, muchos bloques de viviendas fueron okupados. Este proceso se acentuó tras la caída del muro, el 9 de noviembre de 1989, sobre todo en los distritos de Prenzlauer Berg, Mitte y Friedrichshain. Las razones de ese proceso de okupación fueron diversas: formas alternativas de crear comunidades de vecinos, organización de comunidades políticas contestatarias con los statu quo tanto del Este como del Oeste, respuesta a la especulación y la existencia de viviendas vacías, o simplemente una forma de autoyuda de los sectores sociales más pobres."


En marzo de 1980 veinte casas okupas de Kreuzberg formaron un Consejo de la okupación (“Besetzerrat”), consejo que ganó cierto protagonismo público y representó en cierta manera a la numerosa y heterogénea comunidad okupa berlinesa. Este protagonismo se vió además acentuado por la salida a la luz de numerosos escándalos urbanísticos. La comunidad consiguió sacar a la calle hasta 30.000 personas para protestar contra el desalojo de algunos centros sociales y casas okupadas.


“Berliner Linie”


Ante una situación que se les escapaba de las manos, en 1981, el Senado de Berlín occidental, bajo la tutela del entonces alcalde Hans-Jochen Vogel, puso en marcha la llamada “Línea Berlinesa” (“Berliner Linie”): a partir de ese momento, todas las nuevas casas okupadas fueron desalojadas inmediatamente. Las casas anteriormente okupadas sólo fueron desalojadas antes de la previa petición del propetario, y siempre que éste se hiciese cargo de la rehabilitación del inmueble. El resto de casas tuvieron que acogerse a un proceso de legalización si no quería ser desalojadas.

Dentro de esta atmósfera de enfrentamientos, muchos movimientos alternativos, con partidos con representación como Los Verdes, pusieron en marcha acciones como “Manifestantes buscan especuladores”: grupos señalaban dónde y cómo actuaban grupos empresariales que se enriquecían con la especulación con viviendas. Muchos sindicalistas, escritores y profesores universitarios apoyaron públicamente este tipo de acciones y al movimiento.


Enfrentamientos


En esta atmósfera de medidas y contramedidas, los enfrentamientos entre los movimientos alternativos con la policía eran habituales: en una de estas manifestaciones y posteriores disturbios fue asesinado por la Policía el manifestante Jürgen Rattay. A este asesinato siguieron masivas marchas en contra del Senado berlinés y de su “línea”.


En ese momento saltó dentro del movimiento de la okupación el debate de “¿Legalización o no?; es decir, la pregunta de si las casas okupadas debían acogerse al proceso de legalización puesto en marcha por el Senado. Algunos de ellas optaron por esa legalización (muchas de los actuales bloques de vivienda de barrios como Prenzlauerberg son herederas de los proyectos sociales que nacieron en casas okupadas), pero la mayoría optó por dejar las viviendas para no traicionar la filosofía contestataria de la okupación.


Con la caída del Muro, la “Línea de Berlín” también fue aplicada por el Senado en el Berlín oriental, donde había aproximádamente 25.000 casas vacías, muchas de ellas abandonadas por sus propietarios tras el derrumbamiento de la RDA. Muchas han sido las nuevas okupaciones, los desalojos y los enfrentamientos entre okupas y Policía. Sin embargo, todo parece indicar que el panorama de la okupación se ha ido apagando poco a poco, hasta quedar en un fenómeno residual.


Actualmente en Berlín quedan muy pocas casas okupadas en su sentido más auténtico (es decir, ilegales). La mayor parte de ellas se han ido acogiendo a las diferentes fases de legalización, que permiten a sus habitantes seguir ocupando las viviendas en condiciones muy favorables (alquileres bajísimos, subvenciones del Senado de Berlín en caso de que las casas organicen actividades consideradas de interés colectivo, etc...).


Obviamente, sigue habiendo un puñado de okupas que mantienen la filosofía original: es decir, hacerse con espacios vacíos como forma de respuesta frontal a un sistema económico y social considerado por ellos como injusto. Sigue habiendo enfrentamientos esporádicos, pero desde luego, la vida de Berlín vive bastante ajena a los conflictos provocados por las casas okupas. Quizá porque la falta de espacio en la capital no sea un problema tan acuciante como en Madrid o Barcelona. Tal vez por todas esas razones se dice que en Berlín se vive en una situación de postokupación. ¿Llegará España (o el Estado español) algún día a ser Europa? ¿Llegará a ser el problema de la vivienda en España algún día algo anecdótico? Mientras tanto, la okupación seguirá teniendo en nuestro país toda la legitimidad política del mundo...

P.D: La primera foto fue tomada recientemente en una calle de Prenzlauerberg durante una manifestación en protesta contra un desalojo; la segunda, es un detalle de la Bethanien Kunsthaus.

domingo, 5 de octubre de 2008

"Black Box ": B2, la caja negra de Berlín...

Lo bueno lleva su tiempo. Costó, pero salió. De alguna manera, fue como un parto difícil de un hijo al que se querrá mucho y de cuya supervivencia no estamos seguros: es el noveno número de B2 Magazine. Esta vez se llama "Black Box Berlin". A la manera de una caja negra de un avión que se acaba de estrellar, el actual número de B2 recoge lo más relevante ocurrido en la capital alemana y cercanías durante el último año, según la opinión del equipo de la revista. Recogemos y tranformamos los restos hedonistas del fuselaje de la capital alemana. El resultado lo tenéis ante vuestros ojos.

Durante el tiempo que llevo colaborando con B2 he aprendido lo difícil que es tirar adelante un proyecto editorial por modesto que sea. Incluso cuando internet y las nuevas tecnologías abaratan costes y facilitan el trabajo de envío de información entre puntos del planeta separados por miles de kilómetros, el diseño y la impresión, sacar cada número de una revista como B2 se hace más cuesta arriba que una etapa del tour.

Alguno dirá que las revistas en papel no tienen futuro, que si se inicia un proyecto editorial, hay que hacerlo en la red. Quizá aquél tenga razón, pero me quedo con el romanticismo de disfrutar de la plasmación de una idea sobre papel físico.

Todo es criticable, mejorable, debatible. Pero respeto para B2. Porque si crees que tú lo harías mejor, inténtalo y después hablamos...

El próximo jueves 9 de octubre será la presentación oficial de "Black Box Berlin". Vielleicht sehen uns wir da ja...