miércoles, 28 de julio de 2021

Entrevista a Frauke Petry, expresidenta de AfD

Frauke Petry (Dresde, 1975) responde rápido y sin demasiados rodeos las preguntas sobre su reciente libro. En Réquiem por AfD, augura el fin del partido de ultraderecha más exitoso de la historia de la República Federal en cuya fundación participó en 2013 y que ella misma presidió entre 2015 y 2017. Petry es, por tanto, una conocedora de primera hora y de primera mano de los entresijos de Alternativa para Alemania (AfD), que actualmente atraviesa horas bajas a pocos meses de las elecciones alemanas. 

Esta doctora en química germano-oriental llegó a pedir en 2016 que se abriese fuego en las fronteras para evitar la entrada de refugiados. Ahora dispara a quemarropa contra su antiguo partido, que abandonó en plena rueda de prensa un día después de conseguir el acta de parlamentaria en los comicios de 2017. Consciente de que su carrera política tiene los días contados, Petry sirve ahora a sus excompañeros la venganza como plato frío. 


Usted abandonó AfD hace casi cuatro años. ¿Por qué ha esperado tanto para publicar Réquiem por AfD? ¿Acaso tenía esperanzas en recuperar su expartido? 

No, yo ya había perdido la esperanza en el congreso de Colonia de abril de 2017 cuando el partido se decidió por hacer oposición fundamental en lugar de una política constructiva. También me ha llevado un tiempo investigar para escribirlo. Y, obviamente, se han producido una serie de procesos a lo largo de los últimos cuatro años en Alemania que han contribuido a confirmar la necesidad de su publicación. 

En aquel congreso, presenté una moción con la que quería comprobar el apoyo que tenía para hacer política de manera constructiva. Para mi era importante descubrir por mi misma cómo iban a reaccionar los delegados. Y la moción ni siquiera fue aceptada. Ese fue el momento que para mi dictó la sentencia sobre AfD. AfD fue fundado como un partido “liberal, conservador y nacional”. 

¿Qué queda hoy de aquello? 

En AfD quedan pocos miembros o funcionarios de valores conservadores y liberales. Sus filas y su programa están dominados actualmente por el ala de Björn Höcke [líder del partido en Turingia], que apuesta por una línea muy nacionalista y aislacionista – es decir, por salir de la Unión Europea – y por una política migratoria de corte étnico. Es decir, si durante mi presidencia AfD apostó por un modelo de política migratoria como el de Canadá, hoy lo hace por el modelo japonés basado en la etnia. Y creen que lo que funciona para Japón puede funcionar para Alemania en el centro de Europa. El partido se ha alejado de políticas económicas liberales para desarrollar una orientación nacional y socialista. 

¿Está usted diciendo que AfD se ha convertido en nacionalsocialista, en un partido neonazi? 

Eso depende de la interpretación que se haga. Los nazis también eran socialistas. Eso es algo sobre lo que no se debate más, sino que el foco se centra en la dimensión nacionalista o en otros horrorosos aspectos del nazismo, como el favorecimiento de unas etnias y el desprecio de otras. Y puede que esto último todavía no sea tan marcado en AfD como lo fue durante los tiempos de Hitler, pero la tendencia de colocar la etnia por encima del rendimiento o el mérito de la gente es evidente. 

En cuanto a la política económica, el partido se ha apartado de posiciones liberales. Todavía hay integrantes de esa corriente dentro de AfD, pero la mayoría de los militantes se orientan hacia posiciones antieuropeas y aislacionistas, en las que la etnia juega el papel más importante. El partido lanza claras señales. Tal vez la mayoría de sus votantes todavía no se percaten, pero si leen el libro escrito por Björn Höcke, entonces se darán cuenta de hacia dónde se dirige el partido. 

¿Es Höcke un fascista? 

Yo siempre he dicho que es un perfecto nacionalsocialista. No respeta la libertad del individuo ni cree que las regiones puedan ser soberanas o autónomas dentro del los estados-nación. Defiende la idea de los pueblos en Europa y niega las fronteras actualmente existentes. Todo eso por no hablar de su giro hacia ritos germánicos y su alejamiento del cristianismo y, por ende, del judaísmo. 

Usted acusa a la actual dirección de AfD de aceptar donaciones ilegales. ¿Tiene pruebas? ¿Estaría dispuesta a declarar en un juicio? 

No se trata sólo de financiación ilegal, sino de algo mucho peor: de corrupción política. Ya hay muchos indicios – y no sólo en mi libro, sino también en otras investigaciones de periodistas con los que yo no he hablado – de que financiadores externos influyeron en representantes del partido, entre ellos Jörg Meuthen y Alice Weider [co-presidente y co-candidata a canciller de AfD, respectivamente], y también de que importantes partes de su fracción parlamentaria en el Bundestag se dejaron corromper. 

Yo personalmente tengo pruebas de que Meuthen desvió dinero de manera ilegal. Ello es importante porque la cuestión es saber si eran casos aislados o de si la misma dirección estaba involucrada. Las pruebas electrónicas, es decir, la correspondencia de correos electrónicos que yo he publicado en Twitter y que enviado al presidente del Bundestag, lo demostrarán. Y por supuesto que estoy dispuesta a declarar en un juicio. En este momento hay abierto un sumario sobre Meuthen. Y sé que hay otros antiguos militantes de AfD que también tienen pruebas.

 


Se ha especulado mucho sobre las influencias extranjeras en AfD, como, por ejemplo, de actores situados en Rusia y Suiza. ¿Qué vio usted durante su presidencia del partido? 

Yo nunca he hablado de influencias extranjeras. Efectivamente, se trata de dinero procedente de Suiza, pero las donaciones de las que yo hablo y que ya han sido investigadas proceden de un multimillonario alemán. Por tanto, no denuncio influencias extranjeras, sino que donantes externos que no pertenecen al partido, independientemente de donde vengan, influyeron en AfD. Usted se refiere a Rusia. Es verdad que ha habido acusaciones, pero yo, personalmente, no conozco esas influencias. Pero ello no significa que no existieran. 

¿Qué le dicen los contactos que usted sigue teniendo dentro de AfD sobre la situación interna de la formación? 

El ambiente en el partido es malo porque saben que AfD está acabado. Pero cuando un partido consigue entrar en los parlamentos, accede a tantos recursos que eso le permite seguir existiendo. Es decir, AfD sobrevivirá al menos una legislatura más. Pero creo poco probable que siga teniendo representación en el Bundestag a partir de 2025. 

El asunto de las donaciones ilegales tendrá su efecto y, por lo que sé por fuentes internas, más representantes abandonarán AfD tras las elecciones del próximo septiembre. Está por ver si eso generará una escisión o sencillamente un desmoronamiento. Sin embargo, AfD sigue obteniendo excelentes resultados en el este del país.

¿Cree que podría convertirse en una especie de poder regional en los territorios de la antigua RDA?

Sí, es posible. Creo que AfD podría caer primero por debajo de la barrera electoral del 5% en el Oeste del país y que aguante algunos años más en el Este. La frustración aquí respecto al resto de partidos es mucho mayor que en el Oeste. Pero eso no debería llevar a engaño: cuando la ciudadanía germano-oriental se percate de que AfD no puede alcanzar sus propios objetivos, eso cambiará. 

Mucha gente vota a AfD en el Este de Alemania como una forma de castigo, como una bofetada al resto de partidos. Es decir, cuantos mejores resultados obtiene, más contentos están sus votantes porque sienten que por lo menos pueden expresar su frustración. Pero cuando AfD ya no pueda cumplir con esa función porque sus resultados se estanquen o decaigan, entonces ese “efecto bofetada” dejará de existir.


Entrevista publicada en El Periódico de Catalunya.

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