jueves, 7 de noviembre de 2019

La caída inacabada del Muro de Berlín

"La casa y el jardín están cuidados. En el garaje del terreno hay un Trabant. Lo conduce Bernd Frommold. Su hija Curina nació el 20.06.1975".

Berndt Frommold no solo se ríe de que su nombre y el de su primera hija estén mal escritos en el expediente de la Stasi, los servicios secretos de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA). También le hace gracia que la descripción de la casa de sus padres a las afueras de Berlín sea tan banalmente exhaustiva.

Este obrero germano-oriental ya jubilado hojea los documentos, desclasificados por las autoridades a petición propia, precisamente en el jardín de la casa descrita por Bansin. Este apodo que esconde la auténtica identidad del espía que escribió en la primavera de 1976 las líneas que abren este reportaje. Frommold no tiene ni la más remota idea de quién pudo ser. En realidad, cualquiera, asegura.


Berndt Frommold, en el jardín de su casa, muestra su expediente de la Stasi. Foto: Andreu Jerez

La paranoia sobre la que estaba construida la dictadura socialista oriental tuvo su mejor expresión en el Ministerio para la Seguridad del Estado (MfS, en sus siglas en alemán): en el momento de la disolución de la RDA, trabajaban oficialmente para él alrededor de 90.000 empleados, según datos de la Agencia Federal para la Educación Política. Contaba además con casi 190.000 "trabajadores informales". Es decir, ciudadanos que, por oportunismo o por simple miedo a las represalias, colaboraban con un ministerio que cumplía el papel de servicios secretos y de policía política. Cualquier vecino, amigo o incluso familiar era, por tanto, un espía potencial.

Cuando se cumplen 30 años de la caída del Muro de Berlín, previa al hundimiento definitivo de la RDA y posteriormente de la Unión Soviética, Frommold se ha decidido a recuperar los restos documentales de ese episodio de la reciente historia alemana. Son los jirones archivísticos de un depredador sistema de espionaje y de un país ya desaparecido, cuya herencia sigue marcada por las luces y las sombras.

'Die Wende' 

El 9 de noviembre de 1989, Berndt Frommold estaba con su esposa y tres hijos en la casa de sus padres. El mismo día en el que el régimen había anunciado que cualquier ciudadano de la RDA podía cruzar la frontera con la Alemania occidental –mensaje que provocó que miles de personas se agolparan en el Muro y que este quedase definitivamente abierto–, él había recibido la respuesta a su solicitud para viajar al otro lado: su familia tenía el salvoconducto oficial para trasladarse a Berlín occidental. 

El 10 de noviembre, cuando la capital alemana todavía se recuperaba de la resaca por la euforia de la apertura del Muro, los Frommold cruzaron la frontera con su coche Trabant (el turismo utilitario de la RDA) en un viaje sin retorno. Atrás dejaban una vida, una nacionalidad y un estado que estaba a punto de derrumbarse. 

La suya es solo una más de las millones de biografías que quedaron marcadas por 'Die Wende' (El Cambio, como se llama popularmente en alemán a la caída del Muro). Reconoce haber tenido suerte: el hecho de haber cruzado justo el día después lo hizo todo más fácil para él y su familia. Pudo encontrar trabajo rápido, antes de que cientos de miles de exciudadanos de la RDA buscasen un nuevo futuro laboral en Occidente después del masivo cierre de fábricas en el desmantelado estado oriental. Acceder a una vivienda también fue más sencillo y pudo integrarse con relativa rapidez en un territorio donde todo era nuevo. La transición fue, en definitiva, menos traumática para él que para millones de sus conciudadanos. 

Campos que no florecieron 

Tres décadas han pasado de aquellos vertiginosos días; no obstante, todavía hoy se sigue diferenciando entre Alemania occidental y Alemania oriental, como si las barreras y la fronteras físicas todavía estuviesen ahí. El proceso de reunificación continúa inacabado. Con la efeméride, los medios se vuelven a llenar con relatos de personas que vivieron todo aquello en primera persona, y también de análisis sobre lo que no funcionó de un proceso que prometía "campos floridos" para los territorios orientales, como dijo en su momento el líder democristiano Helmut Kohl, el canciller de la reunificación. 

El 42% de los alemanes orientales se consideran hoy ciudadanos de segunda clase. Lo apunta un reciente estudio del instituto demoscópico Allensbach. Ese porcentaje se dispara hasta el 70% en el estado federado de Turingia, donde el pasado domingo se celebraron elecciones. En ellas, los poscomunistas de La Izquierda, con el 31%, y la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD), con el 23,4%, fueron los partidos más votados. 

Turingia demuestra que la brecha entre las dos Alemanias es una realidad. Una brecha que parece estar ahondándose 30 años después del inicio de un proceso vendido en su momento como infalible por los entonces arquitectos políticos y económicos del país. La ultraderecha de AfD, con resultados por encima del 20% en casi todos los estados orientales, amenaza con convertirse en el nuevo partido regional de Alemania del este. 

"Ese porcentaje corresponde a los que están descontentos con la reunificación", dice Frommold. Él mismo asegura tener muchos amigos y conocidos que votan a AfD. También reconoce ser víctima de una crisis de representación política. "Los partidos gobernantes ya no me representan. Apenas se los puede diferenciar. Siento que mi voto no tiene efecto alguno", asegura. 


Hastío ciudadano 

El espíritu de la revolución ciudadana que desembocó en el hundimiento de la RDA se reencarna hoy de alguna manera en lo que AfD ha llamado 'Die Wende 2.0'. El hastío ciudadano toma tintes reaccionarios, ultranacionalistas y xenófobos en la Alemania del siglo XXI. 

Los "campos floridos" prometidos por Kohl no llegaron a buena parte de la antigua RDA, pero Alemania oriental ha experimentado innegables mejoras a lo largo de los últimos 30 años. Incluso Frommold, un crítico que considera que más que una reunificación fue "una conquista", admite transformaciones positivas: mejores infraestructuras, rehabilitación de ciudades y pueblos, aumento del turismo y un mayor respeto a un medioambiente duramente castigado por la industria oriental, muy contaminante. 

Las diferencias económicas entre las dos Alemanias siguen siendo, no obstante, un hecho objetivo. El PIB per cápita del este es, de media, un 30% más bajo que en el oeste; las pensiones y los salarios también son menores, en parte debido a una peor cualificación de los habitantes del este. Ello provoca que los ingresos fiscales de los estados orientales sean notablemente inferiores, lo que obliga al Gobierno federal a seguir aplicando transferencias presupuestarias entre las dos partes del país. 

Son datos de un reciente estudio del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW), que advierte del peligro de que "el crecimiento económico y el potencial financiero se sigan distanciando" si las tendencias de los últimos años se mantienen las próximas décadas. La marcha de cientos de miles de jóvenes germano-orientales a los estados occidentales o al extranjero agudiza, además, una crisis demográfica especialmente grave en los territorios de la antigua RDA. Según estadísticas oficiales, más de un millón de personas abandonaron el este para irse al oeste entre 1991 y 2012. 

Hijos de la reunificación 

Melanie Stein es un ejemplo de ese éxodo poblacional: esta periodista, nacida en Brandeburgo y criada en Mecklemburgo, reside hoy en Hamburgo, una de las capitales más dinámicas y ricas de Europa occidental. Trabaja para la televisión pública alemana, en la que presenta un programa de debate producido exclusivamente para internet. 

Melanie encarna la llamada 'tercera generación' de alemanes orientales. Son los nacidos en la RDA poco antes de su hundimiento, conforman una franja generacional eminentemente digital que mira al futuro con más optimismo que sus mayores. Junto con otros jóvenes, acaba de lanzar la iniciativa 'Wir sind der Osten' ('Nosotros somos el este'), con la que ofrece una imagen alternativa sobre los estados federados orientales que se aparta de los tópicos de territorios provincianos, pobres, ultraderechistas, xenófobos y opuestos a la sociedad liberal, multicultural y abierta. 

"La historia de Alemania oriental siempre fue contada a través de las lentes de Alemania occidental. Y esa narrativa histórica estuvo cargada desde el principio de prejuicios", explica Stein. "Por eso, con nuestra iniciativa, queremos que sean los propios alemanes del este los que cuenten su historia". La web 'Nosotros somos el este' reúne 200 biografías explicadas en primera persona por sus protagonistas. El objetivo es seguir recopilando historias. Los hijos de la reunificación toman así la palabra. 

Stein considera que el auge electoral de la ultraderechista AfD podría ser tal vez el último "disparo de advertencia" que lanza la sociedad para reconocer y corregir los errores cometidos en un proceso de reunificación inacabado y con enormes grietas: "Mi gran esperanza –confiesa la periodista– es que dentro de 30 años ya no distingamos entre las dos Alemanias".

Reportaje publicado en El Periódico.

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