martes, 9 de abril de 2019

Europa: ¿nueva ola de antisemitismo?



“Nadie os protege, nadie. Acabaréis todos en una cámara de gas”. Distrito de Schöneberg, Berlín, diciembre de 2017. Un ciudadano alemán amenaza abiertamente al empresario israelí Yorai Fenberg frente a su restaurante. El dueño del local graba la escena con su teléfono y posteriormente la sube a internet. El vídeo es reproducido por medios locales y reaviva automáticamente un debate en realidad nunca acabado en Alemania: ¿sufren el país y el resto de Europa una nueva ola de antisemitismo más de 70 años después del Holocausto, y pese a un intenso y constante trabajo de recuperación de la memoria histórica impulsado por el Estado alemán? 

Después de hacer público este caso flagrante de antisemitismo, Yorai Fenberg ha denunciado en numerosas entrevistas que su local sufre al menos un ataque a la semana: pintadas, pegatinas o llamadas amenazantes. Yorai es un ejemplo claro de una percepción creciente entre los integrantes de la comunidad judía europea: más de un tercio de los judíos que residen en doce países de la Unión Europea barajan la posibilidad de emigrar porque ya no se sienten seguros en el Viejo Continente. Ésta es una de las conclusiones a las que llega el informe Experiencias y percepciones de antisemitismo, publicado el año pasado por la Agencia de la Unión Europea para Derechos Fundamentales (FRA, en sus siglas en inglés). 

El estudio basa sus conclusiones en entrevistas en profundidad a más de 16.000 judíos, religiosos o seculares; se trata, por tanto, de un informe que refleja la percepción del antisemitismo en el seno de la comunidad judía europea. Y su resultado no deja lugar a dudas: alrededor del 90% de los entrevistados residentes en Bélgica, Francia, Alemania, Holanda, Suecia y Reino Unido consideran que el antisemitismo fue especialmente alto en esos seis países entre 2012 y 2018. El 70% de los judíos entrevistados en los otros seis países incluidos en el estudio (Hungría, Italia, Polonia, España, Dinamarca y Austria) también tiene la percepción de que el antisemitismo creció considerablemente en sus respectivos países de residencia durante ese mismo periodo. 

Pero no se trata sólo de una cuestión de percepción. También hay cifras oficiales. Francia es tal vez uno de los casos más flagrantes en Europa: en 2018, hubo 541 actos de corte antisemita en el país galo. Ello supuso un 74% más que el año anterior. El ministro de Interior francés, Christophe Castaner, llegó a afirmar que "el antisemitismo se extiende como un veneno”. Repuntes estadísticos similares se dan en otros países europeos como Alemania, Reino Unido o Bulgaria.

Esas cifras oficiales, sumadas a estudios como el de la FRA, generan automáticamente dos preguntas sobre un fenómeno que tiene largas raíces históricas en Europa: ¿realmente sufre el Viejo Continente una nueva ola de antisemitismo? Y si es así, ¿cuál o cuáles son sus causas principales? ¿Tiene acaso que ver ese recrudecimiento con un antisemitismo importado del mundo árabe y predominantemente musulmán? 

“Yo creo que no hay ninguna duda de que hay un recrudecimiento del antisemitismo”, responde a la primera pregunta Martín Gak, judío secular, doctor en filosofía y corresponsal en religión y ética de la televisión alemana internacional Deutsche Welle.“El antisemitismo más insidioso y el que tiene una tradición más larga en Europa es el antisemitismo de derecha. La iconografía del judío eterno, la iconografía del judío usurero que está preparando una invasión externa para poner en jaque la unidad nacional, étnica y religiosa está muy presente en la actualidad”, dice Gak respecto a la segunda pregunta. “La idea de una guerra económica es, por ejemplo, la estrategia que está usando Viktor Orbán en Hungría para atacar a la Unión Europa. Hay en todo esto un elemento identitario, que define el antisemitismo de hoy como lo definía hace 70 años y que no viene de la comunidad musulmana ni de los que están escapando de las bombas sirias”. 

Para el analista, el antijudaísmo estructural, ya existente en Europa mucho antes de la llegada de la inmigración musulmana o de la llamada crisis de refugiados procedentes de Oriente Próximo en 2015, es la principal fuente del actual recrudecimiento del antisemitismo en el Viejo Continente. Con una diferencia: ahora vuelve a haber partidos capaces de canalizar electoralmente ese antisemitismo latente durante décadas. El lepenismo en Francia, el oficialismo del partido Fidesz en Hungría o el gobierno ultranacionalista polaco son sólo algunos ejemplos. 

Para algunos resulta, no obstante, tentador apuntar a la llegada a Europa de refugiados musulmanes para explicar ese repunte antisemita percibido por la comunidad judía. El último informe del Bundestag (parlamento federal alemán) sobre el antisemitismo señala en esa dirección: la llegada de musulmanes al país aumenta la sensación de inseguridad de la comunidad judía residente en Alemania. Sin embargo, esa percepción choca de bruces con la realidad estadística que ofrece el mismo informe: el 90% de los ataques antisemitas en Alemania sigue siendo obra de la ultraderecha.

“Cuando uno escucha a gente como Bannon, Lepen o Pegida [Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente] hablar de judeocristianismo, no estamos más que ante una chicana. Cuando fuerzas de ultraderecha marchan en el estado alemán de Sajonia con la bandera de Israel, está claro que se trata de un proyecto de lavado de reputación política”, reflexiona Martín Gak, que apunta así al sionismo de las nuevas ultraderechas europeas como una forma de intentar eliminar las sospechas de antisemitismo y también de estrechar lazos con el gobierno ultranacionalista y ultraconservador israelí del primer ministro Benjamin Netanyahu, quien no ha tenido reparos en acercarse a algunos movimientos ultras europeos y del resto del mundo.

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, fue el último líder ultraderechista en visitar oficialmente Israel y reunirse con él. Tras visitar el Museo del Holocausto en Jerusalén, Bolsonaro llegó a decir que el nacionalsocialismo alemán fue un fenómeno de izquierdas. Las nuevas ultraderechas europeas, marcadamente islamófobas, suelen entender además Israel como un ariete contra la presunta invasión árabe e islamista. 

“Después está la cuestión de las actitudes respecto al judaísmo de inmigrantes musulmanes y de las segundas, terceras o cuartas generaciones de musulmanes en Europa”, puntualiza Martín Gak. “Ahí la situación es mucho más complicada, una situación de judeofobia, de aprensión al judío que está cruzada por variables como la posición de Israel respecto a los palestinos, la educación importada desde Turquía, Marruecos o Siria a Europa, o la falta de judíos en los lugares en los que esos musulmanes europeos se mueven. Pero esta última es una posición mucho menos consistente que el antisemitismo ultraderechista europeo, que está totalmente asentado y trabaja en el subterráneo. Definitivamente, no es cierto que el antisemitismo europeo haya desaparecido. Ha desaparecido solamente del espacio público”. 

¿Es antisemita ser antisionista? 

El informe sobre antisemitismo elaborado por la FRA no deja lugar a dudas: los judíos residentes en Europa tienen ahora más miedo que antes a ser víctimas de un ataque o de una discriminación por su simple condición de judíos. No obstante, el informe tiene la limitación de basarse sólo en la percepción de los entrevistados y en lo que ellos consideran antisemita. ¿Es, por ejemplo, antisemita una crítica al Estado de Israel por su política de ocupación de los territorios palestinos?

“Especialmente en Facebook hay muchos comentarios antisemitas o antiisraelíes con carácter antisemita”, dice una mujer judía de 50 años residente en Alemania, en una de las declaraciones recogidas en el informe elaborado por la agencia comunitaria. La entrevistada no específica, sin embargo, qué es para ella un comentario antiisraelí de carácter antisemita, algo que parece fundamental en un momento en el que las fronteras entre el antisemitismo y las críticas al Estado de Israel o el antisionismo parecen menos claras que nunca. El caso de Ronnie Barkan y Stavit Sinai es prueba de esa confusión, en ocasiones provocada por ciertos actores políticos para deslegitimar las críticas al gobierno israelí y al propio Estado de Israel. 

Ronnie y Stavit son judíos, israelíes residentes en Alemania y activistas del Movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS, en sus siglas en inglés), una campaña global que desde hace más de una década presiona para acabar con lo que considera un sistema de apartheid levantado por el Estado de Israel contra todos aquellos de sus ciudadanos no judíos y, especialmente, contra los palestinos de los territorios ocupados y en la diáspora. Pese a ser descendientes de supervivientes del Holocausto, Ronnie y Stavit se enfrentan a menudo a acusaciones de antisemitismo por su activismo en el BDS. 

El BDS es especialmente controvertido en Alemania por las asociaciones psicológicas con el boicot puesto en marcha por los nazis con su llegada al poder en 1933 bajo el lema “No compres a judíos”. El movimiento fue incluso incluido en el Informe de los Servicios de Inteligencia de la ciudad-Estado de Berlín como un ejemplo de activismo antisemita. 

“Yo nunca hablo de judíos, sino de sionistas. Porque el judaísmo no tiene nada que ver con el sionismo. De hecho, muchos de los sionistas alrededor del mundo son cristianos”, puntualiza Ronnie, que no puede evitar tomarse a broma las denuncias de antisemitismo que enfrenta en numerosos medios alemanes. Los activistas israelíes van un paso más allá y cargan contra el actual uso del adjetivo antisemita que, en su opinión, es usado como “un arma política para silenciar a disidentes o críticos de Israel”. Para Ronnie y Stavit, la fusión de los conceptos de judaísmo y sionismo es ya antisemita en sí misma. 

“Uno de los grandes éxitos de la ultraderecha europea es precisamente haber conseguido presentarse a sí misma como un proyecto de centro-derecha, además de usar el sionismo como el certificado kosher para su antisemitismo, un antisemitismo que es aceptado incluso por el Estado de Israel”, dice Martín Gak. 

Para ejemplificar esta afirmación, que puede sonar algo provocadora, el analista toma el país que considera la vanguardia del rebrote del antisemitismo en el Viejo Continente: Polonia. “Ahí tenemos la combinación perfecta de islamofobia sin Islam y del antisemitismo sin judíos”, dice Gak al referirse a la baja tasa de población judía y musulmana residente en Polonia. “Al mismo tiempo, en el caso polaco vemos la autoexculpación. Una autoexculpación que incluso prohíbe con leyes sostener que Polonia participó en el Holocausto. Y cuando el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dice que los polacos fueron colaboracionistas de los nazis, y el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, se queja, Netanyahu acaba pidiendo perdón. Polonia muestra actualmente signos de catástrofe casi constantemente”. 

El historiador judío de origen alemán Saul Friedländer sobrevivió a la última gran catástrofe sufrida por los judíos en suelo europeo gracias que fue ingresado por sus padres con una identidad falsa en un internado católico de Francia. Su padre y su madre acabaron muriendo en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz, en el actual territorio de la república de Polonia. 

El pasado enero, Friedländer habló ante el Bundestag alemán en su condición de sobreviviente al Holocausto. Y recordó que el antijudaísmo que repunta actualmente en Europa no es más que la expresión de un fenómeno más amplio: “El antisemitismo es sólo un de los flagelos a los que están sucumbiendo lentamente una nación tras otra. El odio al extranjero, la tentación de formas de gobierno autoritarias y especialmente un nacionalismo cada vez más grave se extienden por todo el mundo de una manera cada vez más preocupante”.

Artículo publicado en Esglobal.org.

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