Las próximas elecciones europeas marcarán “el inicio de una nueva historia para Europa”. Mateo Salvini formuló esta profecía la semana pasada en una comparecencia en Budapest con el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán. La capital húngara fue la última escala de una frenética campaña que el ministro de Interior italiano y líder de la Lega lleva desplegando las últimas semanas con un objetivo explícito: que las fuerzas ultraderechistas, ultranacionalistas y euroescépticas consigan convertirse en la primera fracción del Parlamento Europeo en los comicios de finales de mayo.
Salvini prefiere no hablar de una alianza de derechas, sino de una “alternativa a los burócratas”. Es su estrategia para disfrazar las posiciones de partidos como Alternativa para Alemania (AfD), la Reagrupación Nacional francesa de Marine Le Pen, el Partido Popular danés, la misma Lega italiana o el FPÖ austriaco, con profundas diferencias, pero también con puntos en común: retórica xenófoba, cierre de fronteras, ultranacionalismo, euroescepticismo, revisionismo histórico e islamofobia.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué las familias conservadora y socialdemócrata, los dos grandes actores que históricamente han controlado el Parlamento Europeo, perderán muy probablemente la mayoría absoluta de la cámara? ¿Cuáles son los perfiles de los líderes ultras? ¿Qué los une? ¿Qué los separa? El libro Epidemia ultra. La ola reaccionaria que contagia a Europa, coordinado por el politólogo Franco Delle Donne y por un servidor, intenta dar respuestas a todas esas preguntas: 15 autores, periodistas y académicos, ofrecen en él una mirada especializada sobre 13 países tan diferentes como, por ejemplo, Italia, Polonia, Bélgica, Grecia, España y Reino Unido, entre otros.
Cuatro crisis
Todos los países ofrecen unas peculiaridades marcadas por su historia nacional, las circunstancias económicas y el contexto geográfico. No obstante, a la hora de teorizar sobre los porqués del contagio ultraderechista, parece que todos comparten una serie de factores. El politólogo Sebastian Friedrich, uno de los mejores analistas sobre el joven partido ultraderechista AfD, lo expone de la siguiente manera: “Las crisis ante las que el proyecto ultraderechista reacciona son cuatro: la del conservadurismo, la de la representación, la del capital y la social”.
Cuatro crisis
Todos los países ofrecen unas peculiaridades marcadas por su historia nacional, las circunstancias económicas y el contexto geográfico. No obstante, a la hora de teorizar sobre los porqués del contagio ultraderechista, parece que todos comparten una serie de factores. El politólogo Sebastian Friedrich, uno de los mejores analistas sobre el joven partido ultraderechista AfD, lo expone de la siguiente manera: “Las crisis ante las que el proyecto ultraderechista reacciona son cuatro: la del conservadurismo, la de la representación, la del capital y la social”.
Por la crisis del conservadurismo Friedrich entiende la incapacidad de la democracia cristiana y las fuerzas conservadoras de postguerra para mantener la totalidad del votante tradicional a causa de una cierta “socialdemocratización” del discurso (que no de sus políticas); la crisis de la representación hace referencia al concepto de postdemocracia, es decir, la sensación que cunde en una parte del electoral de que las recetas económicas ya están escritas al margen del resultado que arrojan las urnas; la crisis del capital apunta a la crisis del capitalismo en su actual estadio neoliberal; y, para acabar, la crisis social señala las crecientes desigualdades económicas y el impacto en las clases asalariadas generado por la recesión global y la crisis financiera de la última década.
A pesar de estos factores comunes, las diferencias entre países también son destacables. Austria, por ejemplo, es el escenario de “la ultraderecha europea de primera hora", como titula el periodista Juan Carlos Barrena su capítulo dedicado a este país. Lo gobiernos de Gran Coalición con los que democristianos y socialdemócratas austriacos han gobernado buena parte de la historia reciente del país han banalizado el debate político impulsando al FPÖ, un partido de raíces nazis que hoy gobierna en coalición con los conservadores del Partido Popular Austriaco de Sebastian Kurz.
Bélgica, dividida identitaria y lingüísticamente, ofrece un patrón bien diferente. Las dinámicas nacionalistas internas se combinan con el centro de poder de la UE en Bruselas, que atrae a figuras como Steve Bannon, antiguo asesor de Donald Trump y fundador del think tank The Movement, con el cual financia y asesora al frente ultraderechista europeo. Por eso Bélgica puede ser considerada “el laboratorio” de la epidemia ultra que amenaza a todo el continente. Prácticamente ningún país está ya a salvo. La llegada de Vox al tablero político español es el último ejemplo.
Las próximas elecciones europeas amenazan con convertirse en un punto de inflexión en la historia de la UE de consecuencias todavía difícilmente predecibles. El analista político Raúl Gil lo explica gráficamente en su prólogo para Epidemia ultra: "La identidad europea fue herida de muerte en los años de la crisis económica y las políticas de austeridad. Una herida infectada por el nacionalismo, que está empezando a afectar a los órganos vitales”.
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A pesar de estos factores comunes, las diferencias entre países también son destacables. Austria, por ejemplo, es el escenario de “la ultraderecha europea de primera hora", como titula el periodista Juan Carlos Barrena su capítulo dedicado a este país. Lo gobiernos de Gran Coalición con los que democristianos y socialdemócratas austriacos han gobernado buena parte de la historia reciente del país han banalizado el debate político impulsando al FPÖ, un partido de raíces nazis que hoy gobierna en coalición con los conservadores del Partido Popular Austriaco de Sebastian Kurz.
Bélgica, dividida identitaria y lingüísticamente, ofrece un patrón bien diferente. Las dinámicas nacionalistas internas se combinan con el centro de poder de la UE en Bruselas, que atrae a figuras como Steve Bannon, antiguo asesor de Donald Trump y fundador del think tank The Movement, con el cual financia y asesora al frente ultraderechista europeo. Por eso Bélgica puede ser considerada “el laboratorio” de la epidemia ultra que amenaza a todo el continente. Prácticamente ningún país está ya a salvo. La llegada de Vox al tablero político español es el último ejemplo.
Las próximas elecciones europeas amenazan con convertirse en un punto de inflexión en la historia de la UE de consecuencias todavía difícilmente predecibles. El analista político Raúl Gil lo explica gráficamente en su prólogo para Epidemia ultra: "La identidad europea fue herida de muerte en los años de la crisis económica y las políticas de austeridad. Una herida infectada por el nacionalismo, que está empezando a afectar a los órganos vitales”.
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