Hace 20 años el ejército chino masacró a una masa de ciudadanos formada por estudiantes, trabajadores y profesores de universidad en la Plaza de Tiananmen. Los hechos pasaron a la historia como "la masacre de Tiananmen" y dejaron tras de sí la simbólica e impresionante imagen de un ciudadano cortando el paso a una fila de tanques del ejército chino. Esa masa ciudadana salió a la calle y tomó la simbólica plaza de Pekín fundamentalmente por dos razones: para pedir reformas democráticas dentro del sistema socialista chino y para denunciar las brutales diferencias sociales que estaba provocando (y todavía provoca) el sistema capitalista de corte neoliberal introducido por el socialismo chino a finales de la década de los 70 para evitar correr la misma suerte que sus "hermanos" de la URSS.
El documental de The Gate of Heavenly Peace aborda con detenimiento (quizá demasiado) el proceso de formación de ese movimiento cívico contestatario: sus líderes, sus contradicciones, su caótica organización. La película fue presentada en la cafetería del diario Tageszeitug (conocido popularmente como Die Taz) esta tarde por el periodista especializado en Asia Sven Hansen, con el que tuve la oportunidad de viajar por China durante dos semanas hace exactamente un año con motivo de la preparación de los Juegos Olímpicos. (Para quien esté interesado, de ese viaje nacieron dos artículos: Una cita que no dará juego y Pekín 2008: el segundo gran salto adelante).
The Gate of Heavenly Peace responde a preguntas sobre lo que ocurrió en aquella primavera revolucionaria de 1989, pero también deja algunas cuestiones en el aire: ¿qué democracia sería viable en el país más grande del mundo, con una población de 1.300 millones de personas? ¿Fueron realistas los estudiantes y trabajadores chinos que se lanzaron a la calle, o como sus colegas europeos de mayo de 1968 lo querían todo y al momento? ¿Camina China realmente hacia su democratización o es realmente imposible gobernar un país de tales dimensiones copiando el patrón de democracia parlamentaria occidental?
Más allá de todas esas preguntas, The Gate of Heavenly Peace deja clara una cosa: en China, el respeto a los derechos humanos brilla por su ausencia. La mezcla del sistema político de partido único socialista con una economía brutalmente neoliberal hace de este país un bomba de relojería que puede explotar de nuevo en cualquier momento.
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