viernes, 1 de agosto de 2008

Tiempo y verdad, verdad y tiempo

Interesante la retrospectiva que la Neue Nationalgalerie dedica al fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto. Reconozco que suelen ser las exposiciones de fotografía las únicas que me arrastran a un museo. Este artista me era desconocido, pero la imagen que sirve de publicidad de la expo (la primera de este post), presente en muchas paradas de bus de Berlín, me sedujo desde el primer momento.

Sugimoto juega a través de su fotografías en blanco y negro con dos conceptos, que no por ser muy recurrentes en el arte, dejan de ser interesantes: la verdad y el tiempo. O el tiempo y la verdad. Como más os guste.


Verdad: Sugimoto se dedica a captar, por ejemplo, escenas del Museo de Historia Natural de Nueva York (ciudad donde reside el artista desde hace 30 años). Escenas de naturaleza muerta que deben representar la vida natural. Buitres disecados que trocean a una doblemente muerta gacela en una igualmente falsa sabana. Como apunta Sugimoto, las escenas de vida animal presentadas por el museo, vistas en directo, dejan mucho que desear: no convencen en absoluto al visitante, no tienen una viveza creíble. Sin embargo, el filtro de la fotografía hecha con calma, y posteriormente retocada, hace creer en un primer instante que son escenas sacadas de la misma naturaleza. Sugimoto pone en evidencia lo voluble del concepto de verdad, cuando la realidad es filtrada por un medio de reproducción técnica para su posterior difusión masiva o selectiva. Me recordó al trabajo del fotógrafo catalán Joan Fontcuberta (hace poco, por cierto, tuve la oportunidad de ver el documental F de Fontcuberta en el Instituto Cervantes de Berlín. Recomendable).

Tiempo: Sugimoto también juguetea con el concepto de tiempo. El tiempo es moldeable y moldeado por diferentes factores. El tiempo no siempre pasa igual para todos. Condiciones internas y externas condicionan la percepción de su paso. El fotógrafo japonés, reflexionando un día sobre cómo la luz transforma los objetos, se preguntó a sí mismo qué pasaría si fotografiaba la sala de un cine durante toda la proyección de la película. Es decir, deja abierto el obturador de su cámara durante unas dos horas. "El resultado me explotó en la cara".


Ni un alma, ni un movimiento en toda la sala, ni una estela. Sólo una pantalla deslumbrante. La acumulación de excesiva información anula todo mensaje para aparecer como una iluminación absoluta. Exceso de información en tan poco (¿0 tanto?) tiempo.

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