¿Será el 2012 económicamente peor que el 2011? Depende de cómo se mire y, sobre todo, desde dónde. Si hacemos caso a las predicciones que publicaciones económicas y especialistas del ramo hacen del próximo año, no parece que la omnipresente crisis vaya a aflojar en los principales países del llamado mundo desarrollado: Europa y Estados Unidos. Muy probablemente tenemos ante nosotros más desempleo, más recesión, clases medias y bajas más endeudadas, y Estados más frágiles. En definitiva, tenemos ante nosotros un futuro próximo muy voluble, muy poco previsible. Miramos adelante con cierta inseguridad y también con miedo.
Un par de informaciones que no dejan mucho margen para el optimismo: en Grecia ya hay niños que llegan con hambre a la escuela porque no tienen lo suficiente para comer, mientras en España 10 millones de personas viven con menos de 500 euros mensuales y dos, en situación de "extrema pobreza". A causa de la crisis, sin duda, pero no porque no haya suficiente para todos. A los que están acumulando riqueza se les debería caer la cara de vergüenza ante esta deplorable situación de los pueblos. Pero ya se sabe, la crisis se sufre de una manera o de otra según dónde se esté.
Buena parte de los bancos son corresponsables de lo que está ocurriendo. En su depredadora búsqueda de aumentar siempre su negocio alimentaron burbujas y endeudaron a Estados, familias, pequeños y medianos empresarios hasta límites insostenibles e irresponsables. Ahora están cargados de las llamadas "hipotecas tóxicas" y de productos financieros dañinos que les impiden dar liquidez para que la economía real salga del pozo en el que se encuentra. Es decir, su inmoral voracidad les impide cumplir con su principal función social: no ganar cada vez más dinero, sino apoyar con capital las ideas, los negocios, los sueños de la gente.
Ante tal despropósito, tienen que ser de nuevo los contribuyentes los que salven a la banca. Así nace el eufemismo de "banco malo": bancos cuyo principal objetivo no es hacer cada vez más dinero sino limpiar de "elementos tóxicos" los libros de cuentas de la banca. Con capital público como aval, los "bancos malos" intentan vender en los mercados los "créditos tóxicos" y la deuda que muy probablemente no se cobrará. Si lo consiguen, los contribuyentes no tendremos que pagar la factura del exceso bancario. Pero si no lo consiguen, seremos una vez más todos nosotros los que tengamos que salvar a los bancos, corresponsables de este desaguisado. Es lo que los directivos del primer "banco malo" alemán nos explicaron recientemente en Berlín a un grupo de periodistas extranjeros. De esa charla nació una entrevista publicada en El Economista.
Ocurra lo que ocurra, esta crisis nos debe dejar una lección capital sobre la lógica del sistema capitalista: el dinero nunca se destruye, sólo cambia de manos.
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