"Mujica, el presidente imposible". Así se tituló un magnífico perfil del actual presidente de Uruguay escrito por Josefina Licitra para el segundo número de la revista Orsai (ejemplar proyecto editorial que, por cierto, acaba su primera etapa con una reciente cuarta entrega). El perfil nos presenta a Pepe Mujica en su entorno más familiar, al tiempo que hace un repaso de la biografía de este presidente tan particular, con una historia tan literaria y romántica. Una historia que hace unos años hacía impensable que Mujica pudiese llegar a presidir el Uruguay algún día: ex guerrillero tupamaro, estuvo a punto de morir tras ser baleado por la policía antes de ser detenido, encarcelado y brutalmente torturado por la dictadura militar de Juan María Bordaberry. Pepe es, en fin, un presidente que parecía imposible, pero que finalmente, contra todo pronóstico, lo fue.
Mujica visitó recientemente Alemania en una gira oficial por Europa cuyo principal objetivo era fortalecer los intereses económicos de ese pequeño país suramericano en un contexto global en que los llamados países emergentes comienzan a ser conscientes de su importancia. Un objetivo bien poco romántico. Tuve la oportunidad de cubrir la conferencia que José Mujica ofreció en la fundación del Partido Socialdemócrata Alemán en Berlín. Mujica se me apareció como un viejito lleno de sabiduría y humor, que parece haber aprendido de sus errores y que afronta los últimos años de su vida con la pesada responsabilidad de que el país que preside aproveche las oportunidades que esta crisis del capitalismo les abre, ironías del destino, a algunos países pobres.
Mujica desplegó un discurso marcadamente realista, pero con vetas del utopismo que caracteriza su combativa biografía: es suficientemente inteligente como para saber que Uruguay no puede prescindir de la potencia comercial de China a pesar de que el gigante asiático sea una despiadada dictadura neoliberal del protelariado; también sabe que necesita del mercado para que la economía uruguaya tome brío; sin embargo, se niega aceptar que no haya diferencias entre izquierda y derecha, y afirma que su corazón sigue siendo socialista, al tiempo que reconoce que en el nombre del socialismo muchos han cometido barbaridades y han enviado a la muerte a millones de personas por querer construir esa sociedad perfecta que nunca llegó ni llegará. Utopismo asesino. Mujica es, en mi opinión, un representante de la izquierda postmoderna latinoamericana, un presidente que ha hecho posible lo que no lo parecía a los 76 años de edad.
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