Llevamos tantos años en crisis que ya nos hemos acostumbrado a vivir en el abismo. Crisis financieras, tsunamis, Fukushimas, crisis de la economía real, el euro a punto de caer y que vienen los chinos. La excepción se ha convertido en regla y rutina. Y hay mucho ruido, porque es lo que tienen las crisis: opinadores, periodistas y políticos pierden los nervios y el control. Entre tanto grito, se hace difícil encontrar trozos de verdad que nos permitan entender qué es lo que está ocurriendo realmente: es decir, que está crisis no la están pagando sus principales culpables, sino todos nosotros.
Por suerte, siempre quedan miradas y análisis lúcidos de gente que ya tiene muy poco que perder. Prueba de ello es el artículo del ex canciller alemán Helmut Schmidt publicado esta semana en Die Zeit. Aquí, un párrafo impagable: "Me gusta clasificar a la humanidad en tres categorías. En la primera está la gente normal. Seguro que todos robamos manzanas cuando éramos jóvenes, pero después fuimos honrados. Gente normal somos quizá el 98 por ciento. La segundo categoría son los que pertenecen a la rama criminal. Éstos deben responder ante los tribunales, y si son declarados culpables, deben ir a la cárcel. Y la tercera categoría son los inversores bancarios y los ejecutivos de fondos de inversión".
Por suerte, siempre quedan miradas y análisis lúcidos de gente que ya tiene muy poco que perder. Prueba de ello es el artículo del ex canciller alemán Helmut Schmidt publicado esta semana en Die Zeit. Aquí, un párrafo impagable: "Me gusta clasificar a la humanidad en tres categorías. En la primera está la gente normal. Seguro que todos robamos manzanas cuando éramos jóvenes, pero después fuimos honrados. Gente normal somos quizá el 98 por ciento. La segundo categoría son los que pertenecen a la rama criminal. Éstos deben responder ante los tribunales, y si son declarados culpables, deben ir a la cárcel. Y la tercera categoría son los inversores bancarios y los ejecutivos de fondos de inversión".
1 comentario:
A los de la tercera categoría no tengo más que decirles ¡Paren de gozar!
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