Vivir en Berlín es cada vez más caro, o mejor dicho, es cada vez menos barato. Porque si es evidente que alquilar un piso o una habitación en la capital alemana cuesta cada vez más dinero, no es menos cierto que sigue siendo más económico que en otras capitales alemanas, por no hablar de otras ciudades europeas como Londres, Barcelona o Copenhaguen, por poner sólo tres ejemplos.
Pese a esa diferencia de precios, el que lleve viviendo unos años en Berlín se habrá percatado de que la presión tanto sobre los precios de alquiler como sobre los de compra aumentan sin prisa pero sin pausa. Sólo hay que echar un vistazo a la evolución de ese termómetro de los precios inmobiliarios llamado Mietspiegel: el precio medio del metro cuadrado de la vivienda alquilada superó en 2010 los cinco euros. Suma y sigue. No parece que la tendencia se pueda frenar, aunque tal vez sí ralentizar.
Esa inflación, intuyo, tiene sus raíces en la creciente demanda de inmuebles, más que por los ciudanos berlineses de nacimiento o adopción, por empresas (extranjeras y alemanas) inmobiliarias cuyo objetivo es comprar ahora para hacer dinero más adelante. Es decir, la especulación como ecuación de negocio. Algo sabemos de ello los españoles. Malas noticias para los que no están metidos en el ramo (que somos mayoría) y sólo quieren vivir tranquilos. Malas noticias para Berlín.
La presión inmobiliaria especulativa, además de encarecer nuestros costes de vida, tiene efectos colaterales: por ejemplo, el desalojo de espacios autogestionados o de bloques postokupados. A principios de febrero, la policía desalojaba la Liebeg 14 con un despliegue de fuerza represora digno ser analizado. 2.500 policías se encargaban de sacar a los okupantes de la mítica casa, okupada desde 1990 y con muy buena prensa en el kiez donde se encontraba.
Otro de los lugares que pende de un hilo es el Tacheles, que ya ha sido puesto a subasta. Cierto que no es lugar santo de la devoción de mucha gente, sobre todo por las hordas de turistas que lo abarrotan día y noche, y porque hacía tiempo que se había convertido en un modelo de negocio que alimentó esa atracción del turisteo avido de consumir el mito berlinés. Con todo, hay que reconocer que había cosas dignas en el Tacheles, y que la calidad del arte urbano que desfiló por sus espacios ha sido remarcable. Es una pérdida, sin duda.
Para evitarla, un grupo de artistas ha decidido organizar un festival no sólo contra la venta del Tacheles, sino también contra la imposición del negocio inmobiliario especulador sobre la vivienda y los espacios accesibles a precio digno. Desde el próximo 4 de marzo hasta el próximo día 14 tendrá lugar en diferentes lugares de Berlín el festival de cultura y arte Lasst das Tacheles im Dorf. Para mi, esto sí es una buena noticia.
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