sábado, 1 de abril de 2017

Rana Zamadani: feminista radical, conservadora y antiislamista

Rana Zamadani. Foto: Jörg Schulz_Chuck Knox Photography.
“La mayoría de los hombres musulmanes tienen un problema de violencia”; “las mujeres musulmanas (…) también son culpables. (…) Las madres educan a sus hijos como príncipes y machos, a sus hijas, como sirvientas de los hombres”; “los musulmanes exigen y reciben un tratamiento especial”; “el pañuelo en la cabeza y una sexualidad en libertad son una paradoja, se contradicen”; “hemos perdido la batalla contra el hiyab [cubrimiento de la cabeza de la mujer por cuestiones religiosas] por ser una sociedad tan tolerante”. 

Todas estas frases, sacadas de contexto, podrían llevar a pensar que fueron escritas por un político o intelectual ultraconservador de tendencias hipernacionalistas e islamófobas tan de moda actualmente en Europa. Nada más lejos de la realidad: la autora es una feminista radical, de valores conservadores, origen albanés y discurso políticamente incorrecto e incómodo prácticamente con todos los partidos políticos de Alemania. Su nombre es Zana Ramadani y su historia, extraordinariamente excepcional. 

Nacida en Skopje, Macedonia, en 1984, Zana llegó a Alemania a la edad de 7 años de mano de su familia, que huía de la desintegración de Yugoslavia. Tras constantes conflictos con los valores musulmanes de sus padres y tíos, con 18 años decide huir de casa. Después de casarse con un alemán, hacer carrera profesional y ganar mucho dinero en el sector financiero y en diferentes bufetes de abogados, decide abandonar su cómoda vida para cofundar FEMEN Alemania. Comienza así a participar en acciones directas contra la prostitución, contra políticos considerados por las activistas como machistas y misóginos, y contra representantes del patriarcado gobernante contra las que integrantes de FEMEN militan.

Zana está hoy separada y su carrera profesional es historia. Sus intervenciones junto con otras activistas de FEMEN Alemania, como la que protagonizó en la final del reality show televisivo Germany’s Next Topmodel en 2013, le han pasado factura. También dentro de su propio partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU) liderada por la canciller Angela Merkel, en el que a pesar de todo sigue militando.

¿Es Zana el prototipo de un feminismo conservador poco conocido y explorado? “Soy muy conservadora”, declara Zana Ramadanil, “pero eso significa tener unos determinados valores que no obligatoriamente tienen una connotación negativa. Mis valores descansan sobre el humanismo y el feminismo. Eso significa no cerrar los ojos antes problemas y llamar a las cosas por su nombre para fomentar el debate. Sólo a través del debate me puedo desarrollar yo y se puede desarrollar la sociedad”.

Feminista radical, conservadora, militante de la CDU, azote de los barones misóginos de su partido, crítica implacable de lo que ella califica de “Islam político” y del rol de las madres musulmanes a la hora de plantar la semilla del conservadurismo religioso en los jóvenes musulmanes nacidos y crecidos en Alemania. Quien navegue en la biografía de Zana Ramadani, encontrará una figura compleja, poliédrica y también profundamente contradictoria.

“Delirio tolerante” 

'El peligro encubierto. El poder de las madres musulmanas y el delirio tolerante de los alemanes' es el título del primer libro de Zana Ramadani, recién publicado en Alemania; con él, la activista se ahorra el estilo políticamente correcto y lanza una tremenda crítica contra buena parte de la comunidad musulmana residente en su país y en el resto de Europa. Su tesis: es absurdo argumentar que el terrorismo yihadista no tiene nada que ver con Islam. Los terroristas yihadistas son, al fin y al cabo, musulmanes y su radicalización nace en el seno de la religión que profesan.

En opinión de Ramadani, el denominado Islam político, doctrina cuyas reglas nacen de una interpretación ortodoxa del Corán y que pretende intervenir en todas las dimensiones de las sociedades que dominan, alimenta ese fanatismo religioso. Y buena parte de los integrantes de las comunidades musulmanas europeas apoyan activa o pasivamente ese islamismo o Islam político.

Zana también también critica lo que ella considera tolerancia mal entendida de una parte de la sociedad alemana. “¿Por qué un demócrata alemán no debería criticar la religión islámica mientras sí discute valores controvertido del cristianismo y el judaísmo? ¿Y por qué no debería decirle a los líderes musulmanes: 'tenéis que aceptar que vuestro profeta sea caricaturizado, así como nosotros no enviamos un comando suicida cuando el Papa es representado en una portada con una mancha amarilla sobre sobre su sotana'”.

La crítica de Zana al Islam y al islamismo es implacable, sin concesiones. Su libro combina experiencias personales con referencias académicas y periodísticas. Su pecado reside tal vez en que la conclusión del ensayo esté ya implícita en la tesis inicial. Y también que algunos de sus párrafos contengan ciertas generalizaciones no justificadas que parecen buscar más la provocación que el fomento del sano debate. “Entre los musulmanes crece un preocupante número de personas fanáticas y preparadas para usar la violencia”, escribe por ejemplo Zana sin ofrecer referencia estadística o académica alguna.

“Yo nunca quise generalizar con mi libro”, asegura la autora a El Confidencial. “Solamente he intentado escribir de manera clara y nítida. Sin embargo, eso ya no parece ser habitual, y por eso creo que muchas personas encuentran que mi libro es provocador. Eso es triste. Si hubiese intentado escribir para evitar que el libro pudiese entenderse como una provocación o una generalización, seguramente habría relativizado muchas cosas. Y en ese caso, habría sido mejor no escribirlo”.

En un momento en que la ultraderecha de tintes islamófobos gana terreno en Alemania y otros países de Europa, la pregunta se hace inevitable: ¿no tiene miedo de que su libro y sus intervenciones públicas sean manipuladas por el creciente populismo xenófobo de partidos como Alternativa por Alemania? “Yo tengo derecho a criticarlo todo y a ponerlo todo en entredicho, y eso no significa que sea racista”, responde tajante Zana, que quiere dejar claro su absoluto rechazo y distanciamiento de las posiciones de formaciones como AfD y de movimientos ultras como Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente).

Zana incluso va más lejos: cree que libros como el suyo sirven para combatir el discurso políticamente correcto sobre el Islam, que, en su opinión, ha alimentado las tesis islamófobas de AfD. “No creo que AfD haya surgido porque los alemanes se atrevan por fin a expresar su racismo en público. Surge del miedo y la frustración ante las élites y los actuales gobernantes. Y ahí incluyo también a mi partido, la CDU. No creo que los ciudadanos hayan contribuido al surgimiento y el avance de AfD, sino los gobernantes. El problema es que las elites políticas no han reconocido ese error hasta hoy. En lugar de buscar a los ciudadanos, hablar con ellos y preguntarles por qué votan a AfD, les dicen que son tontos y nazis por votar a ese partido. Hay políticos cercanos a Merkel que siguen sin reconocer errores y que piensan que los problemas se solucionarán solos. Hay incluso parlamentarios que insultan a votantes a través de twitter por apoyar a AfD. Si yo soy una de esas ciudadanas, ¿votaría nuevamente por ellos?”

Coste personal 

El activismo de Ramadani no deja de ser contradictorio: feminista radical, defiende los valores conservadores basados en el humanismo cristiano que representa la CDU de Merkel, en el seno de la cual reconoce que también hay una parte de “fundamentalismo cristiano” respecto a cuestiones como el matrimonio homosexual o la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo. Zana confiesa además que sus acciones en FEMEN le costaron el rechazo dentro de los círculos conservadores en los que ella se ha movido desde que comenzó hacer política y a labrarse una carrera profesional. “En los ámbitos en los que he trabajado, este tipo de activismo no ayuda encontrar un empleo”, dice Zana, ahora mismo desempleada y en búsqueda de un trabajo que de momento no llega.

El coste personal del activismo de Zana también impactó en la relación con su familia de origen albanés, ya de por sí históricamente complicada. “Durante un año no tuve ningún contacto con mi familia, hasta que mi padre decidió retomarlo. Desde entonces la relación es intermitente, con fases buenas y malas. El caso de mi madre es complicado: por una parte, no me desea nada malo, pero por otra, no puede separarse de su valores. En todo caso, este libro no es ningún ajuste de cuentas con mi familia. Sólo quiero cambiar algo para la próxima generación”.

La cofundadora de FEMEN Alemania tiene una hermana y un hermano, ambos menores que ella. De este último dice: “Con 24 años, es el buen musulmán de la familia. Él puede permitírselo todo. Puede beber alcohol y salir. Pero a nosotras nos echa en cara que salgamos con chicos y que bebamos, nos dice que nos comportamos como putas. En los círculos religiosos musulmanes, el comportamiento de mi hermano es paradigmático. Y nuestra familia no es especialmente conservadora. Son cosas que yo viví en el seno de una familia musulmana liberal. ¿Cómo habría sido mi vida si hubiese crecido en una familia musulmana conservadora? Prefiero no imaginármelo”.

Miedo al futuro 

 Zana Ramadani está embarazada. Espera un hijo de un hombre que su familia todavía no conoce. Ni siquiera sabe si su familia accederá algún día a conocerlo. Desde que Zana apostase por el camino del activismo, la incertidumbre marca irremediablemente su vida. Y también el miedo al futuro. “Tengo miedo de cómo se desarrollan las comunidades islámicas aquí en Alemania, de que en el futuro vea mis libertades individuales coartadas y de que me tenga que subyugar nuevamente a la voluntad de una comunidad”, asegura.

“Desde que hago política y soy activista, vivo con amenazas de muerte. Tomo una serie de medidas de seguridad personales, pero no me puedo permitir guardaespaldas. Recibo amenazas tanto de círculos islamistas, como de círculos izquierdistas y derechistas”, dice Zana sin perder una expresión de relativa calma, para añadir: “Ahora quiero hacer un curso de uso de armas para poder defenderme a mi misma ya que el Estado alemán no está dispuesto a hacerlo”.

Esta feminista atípica y militante se niega a que las amenazas le tapen la boca. Una boca de la que, durante la larga e intensa conversación con este periodista, salieron frases políticamente incorrectas e incómodas con casi todas las tendencias políticas presentes en su país de adopción: “Las asociaciones de musulmanes en Alemania son, por lo general, fuertemente islamistas y buscan cualquier cosa menos la convivencia”; “el Islamismo nunca puede ser democrático, contiene todos los elementos negativos de esa religión”; “también veo fundamentalismo cristiano dentro de la CDU, y sí, ese fundamentalismo también tenemos que combatirlo”; “debemos pelear contra toda forma de racismo, también contra el practicado por los musulmanes”; “estoy dispuesta a aceptar cualquier tipo de creencia, pero hasta un determinado punto. Y cuando las religiones sobrepasan ese punto, hay termina también la tolerancia”.

Perfil publicado en El Confidencial.

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