sábado, 1 de agosto de 2009

Modelo Bauhaus: valioso regreso al futuro



Cuando se cumplen los 90 años de la fundación de la escuela Bauhaus, Alemania celebra una serie de actividades que conmemoran el nacimiento del movimiento vanguardista orientado hacia la utopía y al mismo tiempo identificado con lo funcional. “La escuela moderna radical de arquitectura y arte”, como define el crítico Deyan Sudjic la Bauhaus en su libro La arquitectura del poder, que los nazis identificaron con el marxismo y el radicalismo de izquierda.

Tras actividades similares organizadas en otras ciudades alemanas como Dessau y Weimar, que también fueron sedes de la Bauhaus, ahora le toca el turno a la capital: el museo berlinés Martin Gropius acoge desde el pasado 22 de julio y hasta el próximo 4 de octubre la exposición Modelo Bauhaus (Modell Mauhaus). Una visita fundamental, casi obligatoria, de todo amante de la arquitectura y las artes plásticas.

Se trata de la primera exposición surgida del esfuerzo coordinado de las tres instituciones que se encargan de gestionar el legado Bauhaus en Alemania: la Fundación Clásicos de Weimar, la Fundación Bauhaus de Dessau y el Archivo Bauhaus de Berlín. Con estas credenciales no sorprende la monumental oferta documental de la exposición: con 15 estaciones que ordenan cronológicamente más del 1.000 objetos procedentes del movimiento vanguardista, Modelo Bauhaus ofrece una abrumadora cantidad de material e información, además de un análisis transversal de lo que fue el movimiento y sus diferentes expresiones artísticas (pintura, escultura, diversas artes plásticas, diseño industrial, arquitectura así como conceptos de la organización del espacio público).

Para entender las raíces de la Bauhaus, qué mejor que citar a su fundador, Walter Groupius. Al referirse a las pinturas de los alumnos de la escuela durante sus primeros años, Walter Gropius dice: “Esas pinturas representaban una gran organización en oposición a la caótica realidad de aquel tiempo”. Tras la Primera Guerra Mundial, Gropius afirmó metafóricamente: “Ahora que el hierro está caliente, los artistas deben preocuparse de moldearlo”. En una situación de crisis económica y social, de valores y perspectivas, y quizá consciente de la sombra totalitaria que se cernía sobre Europa, Walter Gropius proponía modernidad utópica, y al mismo tiempo que funcional, para poner orden al caos que gobernaba el mundo.

Ese afán renovador, que sigue mostrando un carácter contemporáneo, no sólo pretendía establecer nuevos conceptos de diseño de objetos y edificios, sino también reformar el sistema educativo. Figuras como Paul Klee, Wassily Kandinsky o Lászlo Moholo-Nagy, profesores de la escuela durante su primer tramo histórico, participaron en ese proceso de renovación del modelo de enseñanza. Un proceso que no pasó inadvertido para el nacionasocialismo: no en vano, después de que la escuela Bauhaus fuera trasladada de Weimar a Dessau en 1925, su sede acabó llegando a Berlín de la mano de su cuarto y último director, Mies Van der Rohe. Allí, Van der Rohe intentó salvarla de la persecución de los nazis, sin éxito.

El crítico Deyan Sudjic deja clara la lectura política que el nacionalsocialismo hizo de la Bauhaus: “El hecho de que algunos arquitectos modernos como Hannes Meyer, el predecesor de Mies van der Rohe, fueran socialistas, mientras que Hitler admiraba el panteón clásico, convirtió la arquitectura en una discusión política. Durante un tiempo se cometió el error de suponer literalmente que la abstracción y la planta libre eran símbolos de una ideología política progresista y el clasicismo, la expresión física del autoritarismo de derechas”.

Con todo, la purga nazi no pudo acabar con el legado bauhasiano: prueba de ello es la instalación Do it yourself, establecida en el patio de luces del museo Martin Gropius, justo en medio de la exposición. La instalación, pese a estar firmada por Christine Hill & Volksboutique, lleva la impronta de IKEA. La multinacional de origen sueco se aprovecha de la exposición para hacer product placement sin disimulo alguno. IKEA hereda en sus productos la funcionalidad de la Bauhaus y también la democratización de su diseño gracias a los populares precios (precisamente, uno de los objetivos principales de la escuela durante la dirección de Hans Meyer era cubrir “las necesidades del pueblo” a través de la producción industrial masiva y a precios accesibles). Sin embargo, está lejos de innovar como lo hizo la escuela alemana. Queda claro, por tanto, que el legado de la Bauhaus sigue teniendo una enorme vigencia e incluso un valor futurista. La mirada que la exposición dedica al movimiento supone así un valioso regreso al futuro.

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