Bernd Lucke, durante una rueda de prensa. ®Andreu Jerez |
Las pasadas elecciones europeas dejaron, al menos, un claro ganador en
Alemania: el joven y euroescéptico partido Alternativa para Alemania
(AfD, en sus siglas en alemán) consiguió el 7 por ciento de los votos y 7
escaños en el Parlamento Europeo. Un resultado que ya venían apuntando
las encuestas antes de los comicios, después de que AfD se quedase a las
puertas del Bundestag en las últimas elecciones federales tras
conseguir el 4,7 por ciento de los sufragios.
Con un programa electoral que combina la apuesta por una zona euro
reducida a los países con finanzas públicas sólidas y economías fuertes,
la recuperación de competencias por parte del Gobierno alemán y una
política migratoria más restrictiva, AfD pretende atraer a más electores
desde posiciones "conservadoras", "nacionales" y "liberales".
Votantes diversos
"Estamos arraigados en todos los ámbitos de la sociedad alemana, como la
CDU-CSU y el SPD", ha afirmado exultante de optimismo Bernd Lucke,
presidente del partido. No en vano, y como muestran los análisis de las
dos últimas citas electorales celebradas en Alemania (federales y
europeas), AfD ha conseguido atraer a votantes de todos los partidos con
representación en el Bundestag y de todos los grupos de edad (desde los
18 hasta los 70 años).
¿Significa este auge de AfD que el euroescepticismo político es ya un
fenómeno transversal en Alemania, a pesar de que a la locomotora
económica europea le va macroeconómicamente bien? "Sí", contesta sin
dudarlo Carsten Koschmieder, profesor de sociología política de la
Universidad Libre de Berlín. "El descontento generalizado tanto con los
partidos establecidos como con la política de rescates en la Eurozona
se encuentra en todos sectores de la sociedad germana", asegura
Koschmieder, que califica a AfD como un partido que capitaliza el voto
de castigo al establishment político y económico del país.
¿Extrema derecha?
La incapacidad de Merkel para explicar su política europea (rescates de
Estados y bancos), calificada machaconamente por la canciller de "inevitable" y "sin alternativas", también ha contribuido al
crecimiento y establecimiento de AfD como partido, en opinión del
profesor Koschmieder.
El partido euroescéptico no duda en ofrecer alternativas tanto
para Alemania como para la Unión Europea: instituciones comunitarias
menos poderosas, menos comisarios, refortalecimiento de los Estados
nacionales, salida de la Eurozona de aquellos países para los que la
moneda única es demasiado fuerte (España, Portugal, Grecia e incluso
Francia) y toda una serie de medidas impensables (hasta el momento) en
el programa político de Merkel.
Los dos cabezas de lista de AfD, el líder del partido, Bernd
Lucke, y el expresidente de la patronal industrial, Hans-Olaf Henkel,
han negado una y otra vez que su partido tenga tendencias de extrema
derecha. Sin embargo, su formación agitó eslóganes como "No somos la
oficina social del mundo" durante las dos últimas campañas, en
referencia al supuesto "turismo social" que Alemania sufre desde el
inicio de la crisis. Un argumento electoral muy parecido a los usados
por los neonazis del NPD, que consiguieron su primer europarlamentario
en las elecciones del pasado 25 de mayo.
El profesor
Koschmieder, que ha estudiado la corta pero intensa evolución de AfD,
tiene otra opinión: "Dentro del partido existen algunos elementos con
convicciones de extrema derecha populista que pretenden llevar a la
formación en esa dirección. Otros quieren ser un partido nacional,
conservador y democrático. La formación es todavía demasiado joven para
saber quién conseguirá imponerse".
Con los "tories"
Mientras la canciller Merkel rechaza cualquier posibilidad de
negociación o acuerdo con AfD, los euroescépticos siguen escalando en
las encuestas de intención de voto, que ya le otorgan un 7 por ciento en
unas futuras elecciones federales.
Además, el grupo de Conservadores y Reformistas
de la Eurocámara, liderados por los "tories" del primer ministro
británico David Cameron, ha aceptado a AfD en su seno. Toda una victoria para
el partido euroescéptico alemán y un indudable golpe para Merkel en su
intento de aislar a la formación de Lucke.
La canciller ve como AfD está cada vez mejor situado para robarle
votantes situados a la derecha de los democristianos. Y aunque parece
que el futuro del euroescepticismo político alemán dependerá fuertemente
de la crisis del euro y de la UE, su mensaje es claro: han llegado
para quedarse.
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