sábado, 20 de febrero de 2021

Preguntas sin respuesta en Hanau

Alja Kurtović duda cuando se le pregunta si vive con miedo. “Honestamente, no sé si estoy suficientemente protegida por el Estado. La sensación de seguridad sería mayor su supiésemos cómo pudo ocurrir algo así”. Es la hermana de Hamza Kurtović, una de las 10 víctimas mortales del atentado de Hanau, el peor ataque ultraderechista sufrido en Alemania desde la bomba que golpeó la Oktoberfest de Múnich el 26 de septiembre 1980 – con 13 muertos y más de 200 heridos –. 

Al filo de las 10 de la noche del 19 de febrero del 2020, Tobias Rathjen, un ciudadano alemán de 43 años con licencia de armas, se desplazó con su coche hasta el centro histórico de Hanau, una pequeña ciudad del estado de Hesse, en el oeste de Alemania. Allí se dirigió a dos locales frecuentados por alemanes con raíces migratorias y por extranjeros. Disparó a discreción contra la clientela. Mató a tres personas e hirió a otras tantas. 

Después de los primeros disparos, huyó con su vehículo hacia otra parte de Hanau. Tras sospechar que un coche lo seguía, decidió ejecutar a su conductor. Minutos después, Rathjen repitió la primera parte de su plan: abrió fuego contra la clientela de otro bar y de un quiosco vecino dejando cinco muertos más. Finalmente, condujo hasta su casa. Allí asesinó a su madre y se suicidó de un disparo, según la policía. 

De madrugada, un comando especial asaltó la vivienda. En ella encontró el cadáver de Tobias, el de su madre y al padre, que había sobrevivido. Las autoridades acabaron calificando lo sucedido de “ataque terrorista racista sin precedentes”. 


¿Lobo solitario? 

Ferhat Unvar, Vili Viorel Păun, Fatih Saraçoğlu, Hamza Kurtović, Mercedes Kierpacz, Sedat Gürbüz, Said Nesar Hashemi, Kaloyan Velkov y Gökhan Gültekin eran los nombres de nueve de las diez víctimas ejecutadas por Rathjen: todas ellas, a excepción de su madre, eran de origen extranjero. Para el atacante, simplemente eran el enemigo. 

Antes de apretar el gatillo, el asesino había publicado en internet un manifiesto y un vídeo en los que mezclaba racismo, xenofobia, supremacismo blanco, misoginia y diversas teorías conspiranoicas, algunas de las cuales entroncaban con las del movimiento QAnon. Antes de consumar el ataque, Tobias Rathjen había protagonizado una larga lista de excentricidades – presentó varias denuncias ante la policía y la fiscalía por, según él, estar siendo vigilado por servicios secretos –. 

Alja Kurtović y otros familiares de las víctimas de Hanau se siguen preguntando cómo el asesino pudo acceder – y mantener – a una licencia de armas. Las autoridades alemanas aseguran que el atacante nunca había llamado la atención de la policía ni de los servicios secretos. Los compañeros del club de tiro al que pertenecía también aseguran que jamás mostró tendencias xenófobas. 

Todos estos detalles han alimentado la narrativa del “lobo solitario” trastornado mentalmente; es decir, que el tirador de Hanau actuó sin colaboradores ni apoyado por una estructura política ni un grupo armado. Es la misma narrativa que defiende el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD): horas después del ataque, el copresidente de la fracción parlamentaria del tercer mayor partido del Bundestag, Alexander Gauland, remarcaba que el agresor no era un terrorista ultraderechista sino un simple “un loco homicida”. 




“Continuidad ideológica” 

La teoría del “lobo solitario” parece poco verosímil si se analiza la historia reciente de atentados ultraderechistas de Alemania: la célula terrorista neonazi Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU) operativa entre el 2000 y el 2007 – 10 muertos y decenas de heridos–, el asesinato del político local democristiano Walter Lübcke en junio del 2019, el ataque contra sinagoga de Halle en octubre de 2019 – dos muertos – y el atentado de Hanau forman parte de larga lista de ataques durante las últimas dos décadas. 

La Fundación Amadeu Antonio contabiliza más de 200 víctimas mortales del terrorismo ultraderechista desde el 1990 en Alemania. “Hay una continuidad ideológica”, asegura Matthias Quent, sociólogo y director del Instituto para la Democracia y la Sociedad Civil de Jena. “Los atentados no tienen por qué estar siempre respaldados por estructuras, pero se producen en un determinado ambiente social y político”, añade en referencia al racismo estructural, al avance electoral de AfD y al aumento de crímenes xenófobos desde la llamada crisis de refugiados en 2015. 

“La imagen del lobo solitario es una metáfora fácil de entender”, responde a EL PERIÓDICO Andreas Zick, doctor del Instituto para Investigación Interdisciplinar de Conflictos y Violencia de la Universidad de Bielefeld. Y añade: “El análisis sistemático de los agresores que cometieron ataques en solitario muestra, sin embargo, que tenían ideologías. Y las ideologías no caen del cielo. El agresor las recibe de alguna parte. Lee libros, investiga en Internet, asimila ideologías presentes en el corazón de la sociedad. Y, no menos importante, se arma. Las autoridades tienen ahora que aclarar si realmente nada les llamó la atención”.

Reportaje publicado por El Periódico de Catalunya.

martes, 9 de febrero de 2021

Coto a la especulación del alquiler en Berlín

"A partir del próximo diciembre sólo estará obligado a pagar la siguiente cantidad". Cientos de miles de berlineses recibieron en las últimas semanas del pasado año una carta de sus arrendadores con el mensaje que abre este texto. Es la consecuencia de la entrada en vigor de la segunda fase de ley de límites en los alquileres de las viviendas en la capital alemana. Las cartas, sin embargo, también suelen incluir la siguiente advertencia: "Le recomendamos que reserve la diferencia entre el precio contractual y la reducción provisional del alquiler a causa de las incertidumbres legales existentes". 

La ley, aprobada por el tripartido de socialdemócratas, verdes y poscomunistas que gobierna en Berlín, está recurrida ante el Tribunal Constitucional; sus detractores -partidos conservadores y asociaciones de propietarios- consideran que la normativa rebasa las competencias del gobierno de la ciudad-estado y también que viola el derecho a la propiedad privada recogido por la Constitución alemana. Aunque la justicia ha rechazado varias solicitudes urgentes de freno a la ley por esta segunda cuestión, expertos recomiendan a los inquilinos conservar el dinero que ahora se ahorran: si el Constitucional falla en contra en contra de la ley, previsiblemente tendrán que reembolsarlo. 


Más de un millón de beneficiados

Alrededor de 350.000 hogares ya se benefician de la segunda fase de la ley, según estimaciones de la Asociación Inquilinos Berlineses, el mayor lobi de arrendatarios de la ciudad. La primera fase de la regulación entró en vigor en febrero de 2020, cuando alrededor de un millón y medio de alquileres ya quedaron congelados al nivel de junio de 2019. 

A partir de 2022 sólo podrán subir un 1,3% anualmente, y a partir de este diciembre, aquellos contratos de alquiler que estén un 20% por encima de los límites permitidos -9,80 euros por metro cuadrado para viviendas siempre y cuando no sean de nueva construcción, o su equipamiento y emplazamiento excepcionales las excluyan del cumplimiento legal-. Los propietarios están obligados a informar a sus inquilinos de la rebaja del precio y a llevarlo a cabo; de lo contrario, se enfrentan a multas. 

La de Berlín no es la primera regulación del mercado del alquiler aprobada en Alemania. En 2015, el Parlamento federal aprobó una ley de freno de los alquileres, con vigencia en todo el territorio de la república, que establece que los nuevos contratos de arrendamiento sólo podían estar un 10% por encima del precio medio de la zona en que esté situada la vivienda. 

Pero no fue suficientemente para frenar los precios en Berlín, una ciudad afectada por una alta especulación protagonizada sobre todo por fondos de inversión que vieron una oportunidad de oro en un mercado con precios relativamente bajos y mayoritariamente de alquiler -los pequeños propietarios son minoría en la capital alemana-, que prometía altos márgenes de beneficio para el gran capital. 


 

"Esa ley no funcionó sobre todo por la cobertura de costes de las obras de modernización: un 11% de esos costes podían ser incluidos en el precio final de alquiler y para siempre, y eso llevó a la aprobación de la ley berlinesa", explica Christoph Trautvetter, académico especialista en legislación inmobiliaria y justicia fiscal, y autor del informe "¿A quién pertenece la ciudad?", financiado por la Fundación Rosa Luxemburgo, que analiza las estructuras de propietarios en Berlín. "De todas formas, la legislación de 2015 ayudó a contener los precios, sobre todo si comparamos la situación alemana con la española", añade Trautvetter. 


Barcelona y Berlín 

Con un salario medio de algo más de 1.400 euros mensuales, un inquilino tiene que pagar una media de 959 euros en alquiler al mes en Barcelona. Ello supone más del 60 % de sus ingresos. El porcentaje dedicado al alquiler en Berlín asciende al 36% del salario medio de la capital alemana (2.536 euros). Es la comparativa que se desprende del estudio de Trautvetter, y que demuestra las diferencias entre los dos modelos. Así las cosas, ¿podría funcionar la ley berlinesa en la capital catalana? 

"No son situaciones comparables porque España no tiene un marco legal del arrendamiento como el de Alemania, y porque el porcentaje de propietarios allí es mucho mayor que aquí", aclara Reiner Wild, secretario general de la Asociación Inquilinos Berlineses. Wild presentó la ley de limitación de alquiler berlinesa en conferencias organizadas por los gobiernos autonómicos vasco y catalán; este último incluso ha aprobado recientemente una ley de regulación del alquiler inspirada parcialmente en la norma de la capital alemana. 

"Parece que el Gobierno central español está preparando una ley similar a la catalana para otras partes del Estado. En todo caso, la ley berlinesa podría ser una buena base para una regulación del mercado de alquiler español", asegura Wild, que reconoce estar en "contacto permanente" con asociaciones de defensa de los derechos de los arrendatarios del Estado español y cuya organización incluso traduce ya algunas de sus notas de prensa al castellano


Ley de emergencia

En todo caso, la situación en la capital alemana está lejos de ser ideal. "La ley de límites en los alquileres de las viviendas es una solución de corto plazo para un mercado de alquiler que estaba fuera de control en Berlín", cree Christoph Trautvetter, que reconoce que la legislación favorece tanto a altas rentas como a los más pobres de la ciudad, los que más dificultades tienen para encontrar una vivienda o para pagar la que ya alquilan. 

Según el analista, tanto la capital alemana como el resto de Alemania necesitan regulaciones más precisas que complementen las limitaciones del alquiler: la prohibición más estricta de mantener viviendas vacías, de especular con terrenos construibles o un impuesto más riguroso para transacciones inmobiliarias podrían ser sólo algunas de ellas.

Reportaje publicado por El Periódico de Catalunya.

viernes, 5 de febrero de 2021

La primera comandante transgénero del ejército alemán

Anastasia Biefang confiesa que nunca tuvo miedo de dar el paso. Sólo quería estar segura de que todo iría bien cuando decidiese comunicar a sus superiores y colegas que ella no era un hombre. Era consciente de que la transición que estaba a punto de anunciar también supondría una transformación para su entorno y la institución para que la trabaja. La incertidumbre era inevitable. 

Su empleador no es uno cualquiera: Biefang trabaja para el ejército de la República Federal de Alemania. Es la primera soldado trans en llegar a comandante en la historia de la Bundeswehr. Es, de alguna manera, una pionera en las fuerzas de seguridad alemanas. 

Anastasia nació en 1974 en Krefeld (Renania del Norte-Westfalia, oeste de Alemania). Tras la instrucción militar básica y como oficial, se diplomó en Pedagogía por la Universidad Militar de Múnich. Durante su carrera como soldado profesional completó varias misiones en, entre otros países, Afganistán. La profesión venía de familia: su padre también fue militar. 

“Yo no sabía cómo se comportaría el ejército conmigo tras mi decisión ni qué significaría para mi como soldado y oficial. Y, sinceramente, me daba igual. Se trataba en primer lugar de mi persona”, explica en una entrevista en exclusiva. La soldado vivió durante 20 años dentro una identidad masculina y de un cuerpo con los que no sentía armonía. 

“No tenía plan B” 

En el momento más álgido de su carrera militar, con 40 años, decidió romper con esa fachada: “No tenía plan B. No había realmente alternativa alguna excepto seguir escondiéndome, negando y reprimiendo mi auténtico yo”, explica. La reacción de sus entonces superiores estuvo marcada por la absoluta comprensión y por el apoyo. En 2017, la oficial se convirtió en comandante del batallón de información técnica 381 de la Bundeswehr en Storkow, este de Alemania. “No me sorprendió la reacción, pero sí me tranquilizó. Valoro mucho el apoyo que recibí durante mi transición y después de ella. Me demuestra que las personas son importantes para este ejército”. 

En Storkow, Biefang tuvo alrededor de 700 soldados a su cargo. Su llegada supuso de alguna manera un test de estrés para una organización militar que nunca había tenido a una persona trans en una posición tan pública. La película documental “Ich bin Anastasia” (“Yo soy Anastasia”), del director Thomas Ladenburger, retrata los retos que supuso la experiencia tanto para la primera comandante trans de Alemania como para el batallón conformado por hombres y mujeres sin apenas experiencia al respecto.

A la pregunta de si sintió resistencia o rechazo latente entre sus subordinados, Anastasia responde: “Mis mujeres y hombres siempre me trataron con respeto y sinceridad. Tuve que ponerme a prueba como comandante, como lideresa militar y como oficial. Obviamente, fue diferente a ocasiones a anteriores debido a mi transidentidad. Pero cuando surgieron resistencias, pudimos superarlas de manera conjunta y rápidamente”. 


 


Paciencia como virtud 

Alemania tiene un marco legal relativamente avanzado para reglar el cambio de identidad de género y una ley de igualdad que protege también los derechos de la ciudadanía transexual. Además, en 2019 entró en vigor el derecho a identificarse oficialmente con el tercer género (“otro” o “diverso”). 

El actual marco legal no significa, sin embargo, que el proceso de transición sea automático una vez que la persona da este decisivo paso. Es un camino muy marcado por fuerzas ajenas, explica Anastasia: “Yo escondí y reprimí mi condición de mujer más de 20 años. Y cuando tomas la decisión, te das cuenta de que la transición es un largo camino. Un camino en el que hay que explicarse constantemente ante médicos y expertos a los que hay demostrar formalmente tu propia identidad”. 

“El cambio de nombre y el registro del género llevaron un año. Esperé casi siete meses a las hormonas. Y cuando la operación de transición sexual fue aprobada en el 2016, tuve que esperar otro año más para la intervención quirúrgica. Cada vez tenía menos paciencia. Eso fue lo más difícil para mi. Creo que algunos obstáculos del proceso son innecesarios. Deberíamos confiar más en las personas a la hora de decidir sobre su propia vida, y adaptar nuestras leyes y reglas”, argumenta. 

Anastasia Biefang trabaja hoy como directiva en el comando de información y ciberespacio del Estado Mayor. Junto a su esposa, disfruta de su vida como mujer, la vida que durante décadas deseó llevar. Preside además como voluntaria la organización QueerBw, que representa al colectivo LGBTI dentro del ejército alemán. 

Cuando mira al futuro, desea un ejército diverso con militares y cuadros directivos “variados”: “Una Bundeswehr que viva interna y externamente la diversidad de manera ejemplar, y que avance como uno de los ejércitos más exitosos y atractivos de Europa”.

Perfil publicado en exclusiva por El Periódico de Catalunya.