Hace años que Alemania recibe el calificativo de «locomotora económica europea».
Con la crisis de deuda y la recesión que está sufriendo el Viejo
Continente (y sobre todo su llamada periferia), ese rol se ha visto
reforzado. No en vano, son muchos los que miran hacia Berlín en busca de respuestas (y también de soluciones). Con las elecciones federales alemanes
a la vuelta de la esquina (se celebran el próximo 22 de septiembre),
algunas voces en España incluso aseguran que los comicios germanos son
tan o incluso más importantes que las elecciones generales españolas.
Pero, ¿por qué es tan decisiva la economía alemana para el resto de países europeos? En primer lugar, Alemania es el país más poblado de
la Unión Europea: con 80 millones de habitantes, el peso de su mercado
interior así como su potencia exportadora convierten al país en la
economía más fuerte del continente. Además, la economía germana descansa
fuertemente en sus exportaciones: casi la mitad de la PIB alemán suele
depender de su comercio exterior y, por tanto, de los países (en buena parte europeos) que compran sus productos. La industria alemana está fuertemente especializada,
y su tecnología y maquinarias son apreciadas en países europeos y del
resto de mundo. Sólo un dato que demuestra esto último: las
exportaciones de Alemania aumentaron drásticamente con la introducción
del euro como moneda común europea, lo que permitió abaratar los costes
del comercio entre los países de la Eurozona.
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