La historia es relativamente sencilla: Ari Folman, director de cine israelí, tuvo que luchar en la primera guerra del Líbano en 1982. Más de 20 años después, durante una conversación con un viejo amigo, Ari recuerda que participó en esa contienda, pero nada más. Ahí comienza una larga lucha contra su propio olvido en la que poco a poco van apareciendo en su mente retazos de su juventud, flashes del sangriento enfrentamiento en Beirut y sus alrededores. Y esos recuerdos le hacen darse cuenta de que su país, Israel, tiene a menudo una memoria demasiado selectiva.
Waltz with Bashir es el nombre de la película a la que hace referencia la anterior pequeña introducción. Hace poco tuve la oportunidad del verla en el cine, y me dejó un sabor de boca bien extraño. En primer lugar, porque se trata de un género híbrido bautizado como "documental animado": Ari Folman utiliza material real (entrevistas e imágenes de archivo) que filtra a través del tamiz de la animación. La película, por así decirlo, es de dibujos animados: en ella no aparecen actores reales, lo que quizá está estrechamente ligado al hecho de que el director utilice como base de su filme sus recuerdos de la juventud, que se le aparecen por momentos como un borroso y lejano sueño. En segundo lugar, porque Waltz with Bashir, pese a estar producida por un israelí, supone un duro correctivo a la actuación del Ejército de Israel, y en concreto al papel de Ariel Sharon. Ya sabemos que en una guerra no hay buenos ni malos, sino simplemente sufrimiento y destrucción, pero uno espera (quizás inocentemente) que el Estado de Israel sea extremadamente cuidadoso con el uso de la fuerza teniendo en cuenta lo que sufrieron los judíos en el pasado reciente. Pero no, no fue (¿ni es?) así: Ari Folman muestra sin reparo el papel activo que las tropas israelíes jugaron en las matanzas indiscriminadas de civiles palestinos en los campos de Sabra y Chatila durante la primera guerra del Líbano. Una vergüenza para Israel y para el mundo entero.
Otro de los puntos que me chocaron fue el tratamiento por momentos tragicómico de la guerra, enfoque subrayado por el uso de la animación: la guerra es mostrada en ocasiones por Folman como un juego mortal en el que la ineptitud o la falta de experiencia bélica matan ridículamente. Ese tono cínico y burlesco desaparece por completo con los fotogramas que cierran la película: la animación deja paso de forma abrupta a una serie de imágenes reales de víctimas civiles palestinas (niños, mujeres, ancianos) ametralladas por las milicias cristianas falangistas libanesas apoyadas por el Ejército israelí.
Ir a ver una película como ésta no es una decisión sencilla en un país como Alemania, en el que en ciertos círculos te tachan automáticamente de antisemita si se te ocurre entonar una crítica moderada y razonada al Estado de Israel. El público de la sala donde vi Waltz with Bashir quedó en absoluto silencio cuando aparecieron los títulos de crédito: ni uno solo de los espectadores osó levantarse hasta que la pantalla quedó en negro y la sala, en absoluto silencio. Me pregunto si fue por respeto a las víctimas palestinas de Sabra y Chatila, por respeto a las víctimas judías del nacionalsocialismo o por el espectáculo dantesco que inesperadamente acababan de presenciar.
1 comentario:
no puedo creer..I was looking for infos on this movie in berlin and ended here. is that you?
andreu de berlin?? lo que es mejor sin gafas y que vas en cuba por un mes?
ciao
Silvia (con gafas!)
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