Caminar al lado de un coche y escuchar cómo se activa el cierre automático; ser rechazado una y otra vez en la puerta de discotecas vigiladas por porteros blancos, y no tener problema alguno para entrar en aquellas en las que trabajan miembros de seguridad negros; que a menudo te controle la policía en estaciones de tren; escuchar la eterna pregunta “¿De dónde vienes?”, a pesar de haber nacido en Alemania y que desconocidos te hablen en inglés a pesar de tener el alemán como lengua materna.
Todas son situaciones que Marvin Oppong ha vivido en Alemania.
Este periodista negro, de padre africano y madre alemana, recuerda haber sufrido racismo estructural prácticamente desde que tiene uso de razón. Lo cuenta en el libro Ewig anders (Eternamente diferente): “Por regla general, no pasa una semana sin que me ocurra un episodio racista. A veces me ocurren tres en una semana, a veces tengo calma durante algo más de tiempo. Cuando un terrorista musulmán aparece en los medios, tengo la sensación de convertirme en una especie de diana especialmente rápido”, escribe Oppong.
“Muchas personas siguen sin ver Alemania como un país de migración, aunque los hechos digan lo contrario”, dice Oppong haciendo referencia a los millones de inmigrantes que contribuyen desde hace décadas a levantar la República Federal, y al rechazo – expreso o latente – en significativas partes de su población. “Que todavía estemos debatiendo si el Islam forma parte de Alemania demuestra cuál es el nivel de la discusión”, añade.
Manifestaciones masivas
Más de 100.000 personas salieron el pasado 6 de junio a las calles de 25 ciudades alemanas. Lo hicieron para protestar contra el asesinato de George Floyd a manos de un policía en Estados Unidos y también para denunciar el racismo estructural que ciudadanos como Marvin Oppong viven a diario en Alemania. La enorme cantidad de participantes en las marchas sorprendió a muchos. Y no solo por las restricciones sociales para frenar la pandemia, sino también porque casos similares al de Floyd no generaron tanta indignación en el pasado.
¿La razón de esa movilización? Según Oppong, los paralelismos entre ambos países. “Tanto en Alemania como en Estados Unidos nos enfrentamos a un problema de racismo estructural, y no desde ayer, sino desde hace mucho tiempo. Los problemas fundamentales son los mismos en los dos países”, cree el periodista.
Aunque la violencia policial contra las minorías en Alemania esté lejos de alcanzar los niveles de Estados Unidos, el color de piel también te puede convertir en víctima de abusos policiales. Marvin Oppong lo sabe de primera mano: en mayo del 2018, fue detenido por la policía de Bonn tras filmar la escena de un accidente provocado por un coche patrulla, y a pesar de identificarse como periodista.
El caso más paradigmático del silencio institucional sobre los atropellos racistas a manos de las fuerzas de seguridad es el de Oury Jalloh: en el 2005, el peticionario de asilo de Sierra Leona murió por un incendio en la celda de una comisaría de Dessau en la que estaba encerrado. El proceso judicial no llegó a aclarar las circunstancias de la muerte ni cómo comenzó el fuego. Organizaciones pro derechos humanos consideran a Jalloh víctima de la violencia policial.
A todo ello hay que sumar el serio problema que Alemania tiene con el terrorismo xenófobo y supremacista, que suma más de 200 muertos durante las últimas tres décadas. La cifra es de Amadeu Antonio, una fundación que lleva el nombre de un inmigrante angoleño que murió apaleado por neonazis en 1990 en la ciudad de Eberswalde. Cuatro de los agresores –ninguno de ellos mayor de edad– fueron condenados a cuatro años de reclusión en un centro de menores. Amadeu Antonio es considerado la primera víctima del terrorismo ultra desde la reunificación alemana.
'Racial profiling’
A día de hoy, sigue sin haber un registro oficial de abusos racistas en Alemania. Sí existen estudios que demuestran, por ejemplo, que si eres negro tienes más probabilidades de ser controlado por agentes de policía. Es el fenómeno conocido como 'racial profiling'. Como apunta un informe de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, entre el 2011 y el 2016 el 14% de los ciudadanos negros de Alemania fueron parados por la policía solo por su color de piel.
Espoleado por el 'caso Floyd', el debate sobre el racismo estructural e institucional se ha proyectado en las redes sociales de Alemania a través del 'hashtag' #BeiUnsAuch (“aquí también”). Los activistas exigen ahora cambios. La red federal TANG (The African Network of Germany) ha presentado al Gobierno federal un listado de 14 demandas, entre las que destacan: la creación de un comisionado especial e independiente que monitorice las agresiones racistas, programas preventivos en las fuerzas de seguridad y la sustitución de la palabra “raza” por la expresión “color de piel” en la Constitución alemana. TANG considera esa formulación una herencia del pasado colonial y nacionalsocialista todavía hoy presente en Alemania.
Reportaje publicado en El Periódico de Catalunya.
Reportaje publicado en El Periódico de Catalunya.
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